Sweet Corner Vol. 6

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Uno de los grandes

Hoy me gustaría hablar, desde un punto de vista relajado, de uno de esos personajes que ha ido tallando la historia del cine a golpe de genio y talento. Me viene a la cabeza este tipo admirable ya que el otro día tuve la oportunidad de ver su última película, Gran Torino. Como viene siendo habitual, este trabajo ha estado a gran altura, tanto a nivel de dirección como a nivel interpretativo. Fuimos testigos de un Clint Eastwood en estado de gracia que, mediante su oficio, nos hizo llegar una de estas historias con las que te ríes, lloras y vibras en la butaca. Vamos, que consigue lo que comentaba el otro día, que te olvides de todo lo que te rodea y mantenerte durante dos horas absorto en el relato de unos hechos con los que conectas totalmente. Pero no es aquí a donde quiero ir, más bien me gustaría echar un vistazo retrospectivo a la carrera de este tipo que ha calado hondo en varias generaciones a lo largo y ancho del mundo.

Indefectiblemente, el camino cinematográfico de este grande de la pantalla, se une al western. Pero no a uno cualquiera, sino a ese que se rodaba en los tiempos dorados del desierto de Almería y del gran Sergio Leone. Después de su paso por la serie Látigo, que me suena más por la versión de su tema principal que realizaron los Blues Brothers que por otra cosa, Eastwood se convirtió en actor fetiche del director italiano. De este tándem, en el que uno ponía la cara y el otro el talento, salieron una tripleta de títulos básicos para la historia del cine. Quién no recuerda Por un puñado de dólares, La muerte tenía un precio y la impagable El bueno, el feo y el malo. De los tres filmes me quedo por el último, por su ironía, su banda sonora que ha pasado al imaginario colectivo y la interpretación de los tres protagonistas. De los tres me quedo con Tuco, el feo, que encarnó magistralmente el incombustible Eli Wallach.

Tras estos trabajos de género, Clint seguirá unido al salvaje oeste pero esta vez dando el salto a los Estados Unidos. Tras alcanzar notoriedad a nivel mundial con sus hieráticas poses, seguirá agotando los clichés de tipo duro pero alcanzando el estatus de estrella de Hollywood. En este sentido, se pueden destacar trabajos como: La jungla humana, Cometieron dos errores hasta llegar a la impagable La leyenda de la ciudad sin nombre, esa suerte de western musical en el que Eastwood deja el revolver para hacer gorgoritos junto a otro clásico como Lee Marvin (otro día quizás dedique unas líneas a este tipo).

De aquí saltamos a los maravillosos setenta, en esta década es donde nuestro amigo Clint, además de explotar su vena pétrea, da el salto a la dirección. Tras dar el paso al género bélico con Los violentos de Kelly y la destacable El desafío de las águilas, el duro entre los duros se pone tras la cámara para rodar Escalofrío en la noche, que desde mi punto de vista supone un más que meritorio debut en la dirección. Se ve que tras este título nuestro hombre le cogió gusto a la cosa porque ya no dejaría de lado esa faceta que tanto ha otorgado al mundo del cine. Tras otro de los papeles que todos reconocemos como indispensable como es Harry el sucio, con su frase “Make my day” con la que a todos se nos pone el vello de punta, llegó otro título como director que considero fundamental: Infierno de cobardes. Esta última obra es para mi gusto uno de los westerns más atípicos y de más calidad que he visto en mi vida.

Tras una década de los ochenta con altibajos, llegaría a finales de la misma, la revelación de lo que realmente Clint representa para el séptimo arte. En 1988 rodaría Bird, película en la que este gran director mezcla sus dos pasiones: cine y música jazz. Después vendría el éxito con Sin perdón y otros títulos como Poder absoluto, Million Dollar Baby, Mystic river o Cartas desde Iwo Jima que ya son historia actual, hasta que llegamos a su última obra, en la que el director con casi ochenta años continúa con el pulso narrativo e interpretativo inmaculado. En definitiva, todo un ejemplo a seguir.

Nacho Valdés

MICHELANGELO ANTONIONI: Relaciones contra humanas con acento italiano

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"La primera cualidad de un director de cine, es saber ver". M. Antonioni


La primera película dirigida por un director italiano, que tuve la ocasión de ver, fue Roma Città Aperta, de Roberto Rossellini, todo un manifiesto del neorealismo italiano, en la que se hace un retrato fiel y muy agudo de la ciudad italiana durante la Segunda Guerra Mundial; nazis, fascistas, asesinos tal vez, y por supuesto, y como siempre, víctimas civiles, que morían y mueren en el horror de la lucha entre hombres.
Posteriormente vi a L.Visconti, concretamente Il Gatopardo, precisa adaptación de la novela (única) de Giusseppe di Lampedusa, a partir de la cual se describe la difícil situación que se torna en una familia nobiliar, a la llegada de los ejércitos verdes, encabezados por Garibaldi, que atisbaban el final de una época de nobles y reyes.

Michelangelo Antonioni llegó más tarde. De a poco, sin prestarle atención; surgió de una manera casual, sin saber que la película que estaba mirando, estaba firmada por él.
Il deserto rosso fue aquella maravilla, llena de significados perennes en nuestras sociedades, a pesar de que está ambientada en los años sesenta de la ciudad industrial de Milán.
Antonioni emplea todo un abanico de encuadres y composiciones sugerentes para mostrar los peligros de la incomunicación entre hombres y mujeres, más allá de la naturaleza de cada uno de ellos; más allá de su condición social.
Trabaja los estados mentales, los sin sabores de la sicología humana, los traslada a la pantalla, y lo hace de manera feroz, cruel, hasta ahondar en los paradigmas sociales y personales de cada ser humano. A esto hay que añadirle el uso del color, especialmente del contraste de este, con todo el gris industrial, con todos esos colores pardos de las fábricas, de los altos hornos, de las ropas de la gente que trabajan allí; a la contra, el color de la protagonista, su desquiciado tono verde, rojos intensos en sus pronunciados labios, en las paredes del barco.

Si no fuera porque murió el mismo día, aunque con un par de horas de diferencia, que el maestro Ingmar Bergman, posiblemente estaría rodando; eso es porque era un hombre de cine, indiscutiblemente creador, comprometido con aquello que ve, y con lo otro, con lo que se siente dentro de uno mismo, cuando se te agarra a la tripa, y deseas expulsarlo de ti, para albergar una esperanza de sosiego y paz. En eso era diferente.

Su particular forma de mirar trae a nuestros ojos lo más destacable no sólo de la acción, sino de la reacción, siempre humana, en el devenir de los acontecimientos; transporta el interés de un lugar a otro sin importarle la linea argumental, no trabaja para esta, se sirve de ella para ahondar en los sentimientos, dejando a un lado la razón, acercándonos el dedo a la llaga del malestar.
De todas sus películas, hay tres títulos que llaman la atención por la forma en la que está narrado su contenido.
Il deserto rosso, ya comentada unos párrafos más arriba, y en la que la rigurosa lucha interior de una mujer, se ve reflejada en todos aquellos lugares y personas con las que trata.
Blow up, una historia de suspense cuyo protagonista es un fotógrafo de moda londinense, que mediante la ampliación de unas fotografías atisba a ver algo que puede parecer un asesinato; tras la pista, éste se abandona sin control, y queda sumergido en una lucha interna, particular y superficial.
Professione: reporter, donde se desgrana la acción a través de un reportero gráfico que pasea su vida por el desierto, y en el que se deposita un cambio de personalidad transitoria en él. Quizás es una prueba exagerada de lo que nos ocurre en multitud de ocasiones en las que nos encontramos inmersos; unos lo llaman saber estar, otros, quizás, saber interpretar.

Su última pieza data de 2004, y forma parte de una película en colaboración con otros dos directores, Won Kar-Wai y Steven Soderbergh, en la que cada uno firmaba un corto de unos treinta minutos de duración en torno al amor. Me refiero a Eros, y su segmento correpondía al nombre de Il filo pericoloso delle cose. Lo más curioso es que Antonioni filma esta película con medio cuerpo físico paralizado, apoyándose en su hija para dar las órdenes, para traducirle; era evidente que su cerebro trabajaba aún a pleno rendimiento.

Mi más profundo pésame para todos los cinéfilos que como yo, conocieron en su día a Michelangelo Antonioni, a través de sus películas, de su forma de ver y administrar el tiempo en éstas, un tiempo fílmico que nada tiene que ver con la realidad, sino que aun superándola, permite acercarte un poco más a todos las personas que comparten contigo tu áspera vida.


Giorgio
27/03/2009

EL ASESINATO DE JESSE JAMES POR EL COBARDE DE ROBERT FORD: El oeste del siglo XXI

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"No lo entiendo..., ¿quieres ser como yo?,...o ¿quieres ser yo?" Jesse James a Robert Ford.

Apenas permaneció en cartel dos semanas en los cines que están bajo mi casa, en la llamada manzana del cine, o así la titularon en Navidad los funcionarios del ayuntamiento, a cuya inauguración, acudió a la cabeza de esta comitiva el ilustrísimo alcalde. Es Madrid, en algo se tenían que hacer notar.

Asistí impertérrito al inicio del film, condicionado por los antecedentes del personaje que se narraba, y por los vericuetos a través de los cuales la película se desarrolló; acabada en 2006 por Andrew Dominik, autor de la aclamada Chopper, estrenada en 2007, por fin pude verla una mañana de domingo del 2008. A las doce de la mañana de un domingo cualquiera presencié una obra mayor. Solo. Como mejor se aprecia el buen güisqui o el buen café.
El inicio es una sacudida lenta de imágenes que van introduciéndote levemente en el entorno, acompasada por la voz de una narrador omnisciente, que acompaña, que cuenta al oído el principio de una historia de ladrones, de atracadores de locomotoras; como en las películas antiguas, como en los cuentos infantiles.
Habla de un tal Jesse James, del ladrón de trenes, del asaltante más famoso de Estados Unidos durante los últimos suspiros de siglo XIX; habla de un hombre sin nombre, sin tierra, derrotado tras ser escupido de una guerra entre americanos, entre patriotas del norte y del sur.
Un comienzo así, que continua en el tiempo acercándonos la figura del hombre, su entorno, aquellos por los que se rodeaba, los mismos que le temían e idolatraban, tanto como su familia, tanto como su hermano.
De ellos un pequeño chaval, menudo en su físico, más fuerte de mente, se acerca a su ídolo, a la figura que tantas veces ha leído en sus tebeos; hazañas contadas de un bandido, un hombre que no es hombre en realidad; tan sólo es una figura que se representa así mismo.
Ese chico se llama Robert Ford, el pequeño de los hermanos Ford, el más débil de ellos, el insignificante Boby, aquel que sólo habla de hazañas, de robos, de asaltos; aquel que venera a Jesse.

Cuando la narración se dilata tanto en el tiempo, lo que deriva en un alto metraje, siempre se ha de suponer que aquélla lleva un ritmo lento; a veces largo no significa lento, sobre todo en cine, cuando la historia requiere un tempo adecuado para cada momento.
A todo ello contribuye la excelente banda sonora, conformada por los chicos Nick Cave y Warren Ellis, todo un universo musical, que en todo momento transmite la serenidad, la calma, aunque aderezadas de un desasosiego, de una tensa quietud, que provoca una actitud física nerviosa.
Se refleja en la butaca, sobre la que absorto observaba cada minuto del film.
La puesta en escena está llena de detalles, de ambiente, dibujados con luz, de la mano de uno de los mejores directores de fotografía del momento: Roger Deakins; el amigo Rogelio perfila cada plano, cada momento de acción y detención, dotándolos de un tono de color amarillo, moviéndose en azules invernales, otorgando valor a la noche, y los grandes planos generales, donde las siluetas de los jinetes, se presienten en el horizonte de éstos.
Rodada en scope, formato panorámico por excelencia, y más cuando hablamos del género western, la horizontalidad de cada toma, lo amplio de éstas, permiten unas composiciones muy grandes, con varios planos de acción integrados en un mismo espacio; se trata de componer a lo largo, desechando el ancho, para alargar los brazos lo máximo posible hasta alcanzar la diagonal del formato.

No se puede adaptar mejor la novela de Ron Hansen; tampoco se puede rodar mejor un western hoy, no lo sé mañana, pero desde luego que la película da una lección de rodaje, de película de grandes dimensiones en todos los sentidos.
Y por último Jesse James y Robert Ford, o lo que es lo mismo Brad Pitt y Casey Affleck, dos talentos de la pantalla; cuando entran en escena rodeados de secundarios veraces, que potencian el ambiente de la acción, el espectador brilla con su mirada, con su doble mirada.
La de James hacia sí mismo, hacia su interior; la de Ford hacia James, hacia su futuro quizás.

Giorgio
25/03/2009



Fuente: Youtube

Sweet Corner Vol. 5

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El camino

Las luces resultan incómodas, deslumbran. Se escucha el murmullo que precede al acontecimiento, rezas por que sea anecdótico y no se prolongue más de lo necesario. Miras a tu izquierda, butaca vacía, en tu interior te alegras enormemente. En el asiento libre haces un pequeño bunker con las cazadoras, bolsos y demás añadidos. Comentas algo en susurros, aunque nada de interés ha pasado todavía.

Observas alrededor, te fijas en la gente, cada uno de su padre y de su madre. Según se van sentando van desapareciendo, sólo son unas cabezas que quedan por delante o por detrás. Estás en un leve estado de nervios, esperando, ansioso por ver qué va a suceder, por comprobar si has acertado o si te han vuelto a tomar el pelo. El tiempo pasa lento, inexorable pero ralentizado, cuando se espera algo bueno es lo que suele suceder. Miras la hora, es el momento, aunque sabes que unos instantes de retraso no te los va a quitar nadie. Te acomodas, buscas tu lugar en la butaca que lucha contra tu espalda, finalmente la domas pero sabes que en un rato volverá a pasar lo mismo y tendrás que volver a amoldarte.

Por fin se bajan las luces. Te impacientas, cuántos trailers habrá que aguantar. Primero el que te recuerda que apagues el teléfono; buena idea, lo haces y lo guardas. Probablemente se pasará apagado hasta el día siguiente cuando te llame la atención que no haya sonado. Después las promociones, una película por estrenar, otra por venir y así hasta que pierdes la paciencia y piensas que nunca va a acabar la increíble profusión de futuros títulos. Algunos te llaman la atención, otros pasan desapercibidos y en la mayoría de los casos los desestimas por tus prejuicios ante la basura.

Por fin empieza. Primero piensas que es otro anuncio más, pero en seguida te das cuenta de que la peli por la que has pagado está comenzando. Te concentras, miras con interés y esperas a que después de los consabidos títulos de crédito comience el espectáculo. Una sensación como cálida te reconforta, comienzas a divagar y aquí es donde se produce la encrucijada. Pueden darse dos casos, por lo menos en mi experiencia no suelen darse los términos medios.

En el primer camino que se puede tomar te olvidas de todo y el film te transporta sin que el calor, frío o las incomodidades hagan mella en ti. Si a esto se le une un público respetuoso, de esos que no comentan en voz alta, la experiencia puede llevarte al paroxismo. Después, cuanto se encienden las luces, te quedas con el cuerpo cortado, como esperando todavía un poco más de metraje, seguir anclado en la butaca que tan cómoda te estaba resultando. Por último, sólo queda recuperar el tono frente a unas cervezas en buena compañía, dándose en este punto la aclaración de todos esos aspectos que no han quedado claros (ayudados por el alcohol, por supuesto).

La otra vía es la de la incomodidad. Se te empiezan a clavar todos los ángulos de la butaca, el tiempo pasa monótono y tienes la sensación de que por enésima vez has vuelto a ser estafado. Rezas por que termine la película y no paras de menearte, nervioso y con un calor tremendo. Por fin, después de agónicos minutos es cuando se encienden las luces y huyes a la carrera en busca de una cerveza helada que alivie tus males (nótese que en cualquiera de los caminos la cerveza está presente).

En estos dos posibles caminos es donde se encuentra la diferencia entre el buen y el mal cine, entre una película que te arrebata y te lleva lejos y otra que no consigue moverte del incómodo sitio que te ha tocado. Supongo que en esa capacidad de provocar ensoñaciones es donde se encuentra el talento. Espero ser trasladado en muchas otras ocasiones, conseguir esa comunión con la proyección y flotar sobre la sala sin notar las inclemencias que me rodean.

Nacho Valdés

SEBASTIAO SALGADO: Fotografía socialmente humana

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«Todo mi trabajo está relacionado como si fueran distintos capítulos de una misma historia: mis fotografías de los campesinos latinoamericanos que luchan por la supervivencia; las fotografías del Sahel; las de los refugiados y poblaciones desplazadas; las de trabajadores... son todas sobre seres humanos que luchan por su dignidad e intentan vivir mejor juntos. Intento ser coherente con este pequeño momento que me toca vivir en el planeta y, a la postre, mis fotografías son mi forma de vida.» Sebastiao Salgado.


Cuando conocí a Sebastiao Salgado aún me estaba formando como fotógrafo, tiempos de sueños y buenas intenciones; esperanzas más allá de prácticas, algunas cervezas y unos cuantos cigarros.
No le presté demasiada atención, a pesar de lo que me mostraba con sus imágenes: gentes, seres humanos, en diferentes entornos sociales, donde desarrollaban su trabajo, sus actividades, su vida a fin de cuentas.
Me parecían buenas fotografías, técnicamente soberbias, de una alto nivel, a las que se le añadían por su contenido, un componente dramático, poco estético quizás, aunque desde luego algo que hasta hace poco no entendía, y mucho menos, le otorgaba valor, o al menos el que merece.

Poco tiempo tardé en volver a encontrarme con S.Salgado; era algo evidente, tarde o temprano nuestros caminos se volverían a cruzar de nuevo, de la misma manera, en las mismas posiciones: él fotografiando y yo observando.
Esta vez había algo nuevo, había algo que cambiaba; mi manera de mirar era diferente, y el soporte mediante el cual eran transmitidas sus fotografías, se articulaba dentro de un discurso cinematográfico, a modo de documental.
A través de este, pude observar con mis nuevos ojos, con mi nueva mirada, el trabajo de este (otro más) maestro de la fotografía; su manera de hacer, de fotografiar, pero sobre todo, su forma de relacionarse con el resto de las personas con las que trataba.
De alguna manera, su compromiso y su esperanza estaba puesta en retratar a aquellas gentes de la manera más fiel posible, regalándonos esas fotografías para que podamos disfrutar de ellas.
Comprometido con ellos, con lo que hacen, igual que con su trabajo, con la finalidad de éste: retratar aquello que es digno de ser contado.

Su puesta en escena es social, es obrera; retrata el trabajo, el esfuerzo de aquellos que luchan por sobrevivir, su sudor, su suciedad, su olor, su lucha; los trabajadores de la siderurgia brasileña, los segadores de los campos de caña de azúcar, los recogedores de café en el sur de la India, hasta los niños que sufren en la guerra.
Sus imágenes son fuertes, son graves, muestran lo real; carecen de color, se desprende de él para ser más contundente, más agresivo, porque es un activista, porque se compromete con lo que hace, con lo que ve. Un blanco y negro que trata de manera pulcra, mezclando todos los matices de gris, como en una paleta; contrastes altos, y texturas decoran los rostros de los fotografiados.
Solamente se puede vivir así, si crees en lo que haces; si realmente con ello, tienes la esperanza de hacerte oír, de dejarte ver, dar cuenta de lo que el ser humano es capaz de hacer para sobrevivir; retratar el vigor, la bondad, el espíritu de supervivencia para con los de su misma especie. Es duro ver como el hombre pelea contra otro, con uno mismo, sin apenas encontrar ayuda en otro de su misma especie.

Verdaderamente, si tienen razón aquellos que creen, que lo que haces en la vida tiene su eco en la eternidad, el nombre de S.Salgado resonará en ésta, con toda la fuerza que sus fotografías demuestran cuando las contemplas tranquilamente en cualquier lugar del mundo donde éstas estén expuestas.

Giorgio
20/03/2009

INGMAR BERGMAN: Las imágenes del alma humana expuestas sobre una pantalla cinematográfica

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"La vida es una ininterrumpida e intermitente sucesión de problemas que sólo se agotan con la muerte". Ingmar Bergman

Hace ya un par de años de la muerte de I.Bergman, director de cine sueco, recio, heredero de C.T. Dreyer y Sjöstrom, dos titanes cinematográficos; un ser enimágtico, por sus películas, por su afán de reflejar el pensar humano, sus relaciones en estado sólido, descarado y eterno en sus imágenes.
Se despidió a la vez que M.Antonioni, el mismo día, horas después; otro maestro de las relaciones, esta vez antihumanas, de las que desaparecen delante tuya, poco a poco, sin remedio, sin que te des cuenta.
Ambos, encarnan el cine de manera diferente, ausentes de artificios, sin más dinamita que el texto, poderosas interpretaciones, y una puesta en escena con mucha cautela pero rebosante de sentido y profundidad; tan sólo en eso se parecen.
Sin quererlo se murieron los dos; casi de la mano, como en una de sus películas; distantes, haciendo cada vez más grande el espacio contenido entre ambos, pero al final, la muerte les alcanzó a los dos; murieron casi juntos, uno en Suecia, y otro en Italia, separados de unos cuantos minutos.

Ingmar Bergman es mucho más que un director de cine, más que dirigir la escena, imbuía su sentir en ella, sus temores se reflejaban allí, delante de nuestros ojos, entre los cuatro bordes que delimitan el encuadre.
Es mucho más que un director de cine, porque su figura se alarga por entre nosotros, entre quienes vemos sus películas, entre quienes le ayudaban a realizarlas, entre todos los lectores de sus libros; divagar, eso dicen que hacía con su cine, pero ¿por qué no divagar, por qué hemos de mascar y tragar todo aquello que nos muestran? A mi me gusta discurrir, y disfruto divagando acerca de todo aquello que me llama la atención.

De todo el cine que ha hecho Ingmar Bergman, y del que he sido testigo visual de la mayor parte de aquél, ciertamente puedo decir categóricamente que es un virtuoso; su talento se desprende para caminar por entre los planos que conforman el film, sus películas, su cine, como el mismo afirmaba, un amante leal, que nunca te abandona.
Por sí mismo consigue una determinación inusual, palpando en la mayor parte de sus películas, aquellos aspectos del ser humano con más trascendencia, con el mayor peso, con todo la fuerza con la que se desprende la muerte, el mal, el futuro, la ansiedad, el amor o la soledad.

De todas sus películas que poseen el halo de eternidad, aquello que las hace distintas, y que definen el estilo bergmaniano, una de ellas, acapara el interés del espectador por encima de todas, te encoge, te atrapa, te mantiene en vilo, como al borde de un alambre, como en un extremo inconfundible carente de equilibrio. Persona lleva por título, parece pesado, contundente, sin alardes; no puede titularse de otra manera, porque de haber sido así, no sería Persona, convendría otra cosa, otra obra artística del taller de Bergman, pero nunca Persona.

Sin duda, una manera excelente de apreciar su trabajo, sería comenzar a acercarse a hurtadillas, por algunas de sus películas.

Giorgio
17/03/2009

Sweet Corner Vol. 4

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Eternos clichés

El mundo del cine es uno de esos lugares comunes donde viven, perviven y se reproducen muchos de los paradigmas sociales que sólo existen en la ficción. Evidentemente, estos se alimentan de la realidad, aunque cuando llegan al cine se distorsionan y se convierten en pasajes reconocibles que todos aceptamos como inherentes a la gran pantalla.

Uno de estos aspectos que me interesan sin saber el porqué, es el de la relación del alcohol con esta industria. Hay multitud de ocasiones en las que las bebidas espirituosas están necesariamente atadas a ciertas historias, éstas no serían lo mismo sin apoyo etílico que un buen bourbon supone. Existen multitud de ejemplos en los que se da rienda suelta a la vía narrativa basada en la ingesta de bebida, o en los que los personajes aparecen indefectiblemente asociados a la botella o sus derivados. De estos casos, algunos están justificados, otros son estúpidos y otros sorprendentes; aunque lo que está claro es que los aceptamos de manera que este elemento se ha convertido como definitorio de cierto tipo de cine.

El cine negro es una clara muestra de la unión que se produce entre personaje y alcohol. Qué sería de un detective sin esa dosis de alcohol en sangre, sin esa varonil manera de aceptar un güisqui mientras deja las cosas claras frente al malo de la película. Algunas películas representativas, por lo menos desde mi punto de vista, son la inigualable Chinatown de Polanski o LA Confidential de Curtis Hanson. En la primera, aunque tampoco es definitorio, Jack Nicholson aparece emparentado con la bebida. En esta magistral película, narrada excepcionalmente por el genio polaco, los suburbios, la alta sociedad y los intereses económicos se agitan y entremezclan en un ambiente de ebriedad.
En la segunda, la relación está patente y mueve el guión a golpe de borrachera. En todos los momentos claves, el alcohol es el detonante para algunos de los acontecimientos que van determinando este increíble trabajo de guión.

Qué decir del western, género indisociable del alcoholismo más lúdico. Cowboys, buscavidas, cuatreros y demás comparsa en este tipo de películas hacen generoso uso de las virtudes de una buena copa. Uno de los aspectos que siempre me han cautivado es la capacidad que tienen estos rudos personajes para beber, ya pueden estar en medio del desierto, en las frías montañas o dónde sea que siempre hay una botella a mano a la que echar un lingotazo. Un trago que se me antoja como ardiente al atravesar la garganta de estos tipos duros, quién es el loco que bebe güisqui caliente en el desierto.
Algunos casos que explotan este filón son la todavía no iguala Grupo Salvaje de Peckinpah o Río Bravo Howard Hawks. En la película del genial Peckinpah, el salvajismo otorgado por la desmesura o la camaradería que brinda una buena bebida quedan patentes en diferentes escenas que, por lo menos a mí, se me han instalado en la retina. En el otro ejemplo, que sirve de modelo para el género, el bueno de Wayne debe enfrentarse al enésimo grupo de villanos con la ayuda de un incombustible borracho que debe superar sus problemas para lograr hacer frente a la situación.

Por supuesto, en este repaso, no pueden faltar los héroes etílicos que se levantan de sus cenizas para salvar a la humanidad. Aquí es donde se encuentran los casos más extremos y ridículos, en los que asciende a un lugar primordial Bruce Willis y sus atormentados personajes. Desde Jungla de Cristal hasta El último boy scout, sus héroes se pillan unos mocos tremendos para después con la resaca salvar al mundo y cargarse a todos los malos.
En definitiva, cine y alcohol es uno de esos tándems inseparables que nos seguirán deparando alegrías en el futuro.

Nacho Valdés

MAN ON WIRE: La vida al borde de un alambre

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Lo que demuestra a veces el ser humano, es la capacidad de conseguir lo que uno quiere, simplemente por el hecho de querer conseguirlo. Cuando algo llama poderosamente a tu puerta, no importa lo que necesites, lo que tengas que sacrificar, de quienes tengas que rodearte, para intentar alcanzar, albergar en ti mismo, el rotundo éxito que supone lograrlo.

MAN ON WIRE expone con claridad la difícil tarea de buscar aquello que tanto deseas llegar a poseer, para tocarlo, para disfrutarlo, para vivir al borde del sueño que tratas de lograr.
Con una estructura en flasback, la película describe la particular hazaña, que el funambulista Philippe Petit realizó el siete de agosto de 1974, sobre el que era la cúspide del mundo, el cielo que desde el techo del World Trade Center, atravesó con un alambre de torre norte, a torre sur, de torre sur a torre norte, hasta ocho veces; de manera continua, cuarenta y cinco minutos de un ir y venir, como levitando, tal vez por momentos volando, caminando sobre apenas unos centímetros de superficie. Es paradójico pensar que absolutamente nadie podrá ver lo que el funambulista vio. En el medio de esos dos colosos, que derrumbados, vencidos, se precipitaron al suelo en una nube de polvo, humo, y muerte.

Treinta años después, los protagonistas cuentan sus vivencias, con la perspectiva que da el tiempo, las experiencias, y el miedo; miedo a perderlo todo, miedo a buscarse, a mirar atrás, y no reconorcese hoy.
El documental describe mucho más que eso, más que los preparativos, más que los otros edificios por donde voló P.Petit, como Notre Damme o el puente del puerto de Sidney; MAN ON WIRE destaca por el tesón feroz que desprende el protagonista, por la inteligencia de sus actos, por la forma de afrontar la vida, su particular vida, que lleva de manera frágil, fútil, como por un alambre.
Todas las personas con las que trabaja, no viven igual, no despiertan por la vida tanto interés como el "alambrista", no tienen ese talento, ese don especial que le hace ver algo que nadie más puede mirar; no se puede observar, contemplar con los ojos de P.Petit, nadie puede pintar como Rembrandt, ni escribir como García Márquez, ni siquiera se ha de intentar, porque te separa de ellos algo que no se puede aprender: su talento.
Es por ello que sus amigos, los partícipes de su empresa, los que permiten desarrollar su talento, desean estar cerca de la persona que divisa el mundo desde un alambre; que espera en el borde la vida, para vivirla, para caminar por sus extremos y disfrutar haciéndolo.
No se puede querer ser alguien que no eres, porque no puedes desarrollarte, es quizás que por ello P.Petit da una lección de sentido común, pese a que desfila a más de cien pisos de altura, sobre un cable de sesenta metros, equipado tan sólo, con su talento.

La determinación del ser humano es un valor, es un producto del que tenemos que hacer uso más a menudo, sobre todo porque es nuestro; sobre todo porque todas y cada una de las personas que conformamos el mundo tienen talento para ser quienes son: lo importante es encontrarte y sabe quien eres.
MAN ON WIRE desfila ante nosotros de manera sencilla, apresándonos en cada plano, y otorgando mucho peso en lo que describen, tan sólo con lo que muestran. Que difícil y excitante es poder disfrutar de la vida sobre el borde de un alambre; al menos deberíamos gozar de ella, desde el márgen de nuestro alambre.

Giorgio
13/03/2009



Fuente: Youtube

WONG KAR-WAI: Preciosismo visual, luz y color al servicio de la narración

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Si no existiera Wong Kar-Wai, habría que inventarlo. No sólo por lo que hace, por lo que ofrece, sino porque con ello, contribuye al cambio; contribuye a modificar las conductas estéticas del cine actual; su influencia en sus coetáneos es de tal calibre, que se ha de considerar como una de las figuras más excéntricas y virtuosas del universo cinematográfico de hoy y de mañana.

Su cine se articula entorno a narraciones intensas, potenciadas por una puesta en escena rica en detalles, en colores, que trabajan en armonía para con todo lo que se está narrando. Sus imágenes experimentan deseos, contrastan sentimientos, divagan por los lugares más sombríos del cerebro humano; situaciones implacables que te inquietan, que se manifiestan de muchas formas.
Siempre acoge los sentimientos humanos, los desgrana, y los expulsa hacia fuera, impactando en el espacio, ayudándose del color, del ambiente, de la música.

Luz, color y música; tres ingredientes imprescindibles, por su tratamiento y dimensión que alcanzan, en el cine de Wong Kar-Wai.
La luz, como elemento esencial y creador de ambientes, su ausencia, su elección, fruto de la maestría de los directores de fotografía con los que trabaja, permiten ver, observar, aquello que desea, aquello a lo que hay que prestar atención. No sólo por exceso, sino también por defecto, en tanto en cuanto las sombras forman parte del ambiente, crean tridimensionalidad, sicológicamente crean nerviosismo, expectación, interés por aquello que el ojo tan sólo es capaz de discernir alguna forma, algún rasgo tal vez.
En este ambiente, el color contribuye de manera sutil, pero esencial, a crear la atmósfera adecuada, otorgándonos cierto valor visual, aportando un contenido espiritual, que accede al alma, a sus operaciones, a sus facultades; el tratamiento del color es sugerente y primordial, destapando el tarro de las esencias, embriagando nuestros ojos, nuestro espíritu, de tonos rojizos, naranjas, mezclas de azules; siempre bien utilizados, siempre llenando el ambiente, el aire, para introducirnos en su universo.
Por obvio que parezca, dentro de este mundo audiovisual, no siempre se le otorga especial importancia, al menos la mitad, como constituyente del medio en el que nos encontramos, al universo sonoro. Wong Kar-Wai, utiliza la música, su armonía, como desencadenante de situaciones que acompañan la narración fílmica. Pocos usan la música para expresar tanto, pocos empatizan musicalmente con la atmósfera visual; todo suma, todo ayuda a poner en marcha la narración, a poner en marcha la historia. Por supuesto, la música no podía ser menos.

De todo ello, se destaca quizás una película por encima de todas las demás; una sola que resume el contenido del universo Kar-Wai, y que descubre todo lo bueno que hay en su interior.
Mi referida es In the Mood for love, una oda al amor, un desengaño amoroso, todo mezclado, todo agitado, buscando con desesperación una salida de donde no se puede escapar.
Las metáforas visuales, el uso de éstas, se suceden, te engañan, te acompañan, te descubren el sufrimiento, el amor. Es sin duda un canto, una poema visual, que como muchos otros, esconden entre sus versos, los recovecos más ocultos de nuestra alma.

No quiero dejar de hacer referencia al menos a dos de sus películas, además de la ya comentada: Chungking Express y 2046. No tengo necesidad de pedir reclamo por este autor; tan sólo deseo que puedan disfrutar de Wong Kar-Wai, tanto como yo lo hago. Todo lo demás, está en la pantalla.

Giorgio (con retraso)
11/03/2009



Fuente: Youtube

Sweet Corner Vol. 3

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La bestia

Uno de los aspectos del mundo del cine que más me fascinan es la capacidad que tiene la industria para fagocitar individuos. Es recurrente el eterno carrusel de caras que deambulan por la gran pantalla, unas se quedan, otras desaparecen y unos pocos se evaporan para luego regresar laureados y subidos a hombros de la crítica y público.

No puedo imaginarme cómo sería esto en un inicio, aunque con un poco de imaginación podemos intuirlo. Seguro que al principio, cuatro visionarios se juntaron para rodar con lo que era una nueva técnica narrativa. Se trataría, con toda seguridad, de un cine experimental que poco o nada tendría que ver con lo que se desarrolló con posterioridad.
El caso es que algún listo, como siempre, se daría cuenta de las posibilidades económicas que el nuevo invento tenía. Alguien se percataría de la fascinación que ejercía la proyección sobre los pueblerinos incultos que dejaban su dinero a la puerta del espectáculo, en este sentido se puede afirmar que la cosa no ha cambiado tanto.

De estos primitivos pasos, seguiría la etapa del cine mudo. Aquí las historias ya van enfocadas a cierto tipo de público, ya se comienza a trabajar profesionalmente para lograr recuperar la inversión realizada. Comienzan a nacer las estrellas cinematográficas, los primeros actores se conviertan en los nuevos ídolos de masas y esto no pasa desapercibido para los avezados industriales a la espera de una oportunidad para medrar. Aquí es donde, con toda probabilidad, nacen los estudios como negocio. Los artistas pasan a trabajar bajo nómina y el cine se comienza a ver como un entretenimiento que arroja increíbles dividendos.

Saltando unos cuantos años, nos situamos en los años finales de la década de los treinta. Ya están configurados los grandes estudios, el cine es definitivamente uno de los mejores negocios de la historia. El dinero corre a espuertas, todos pueden participar del reparto y, en apariencia, la felicidad es palpable. Sin embargo, algo ruge en las tripas de la bestia. Los actores son controlados férreamente, los guionistas y directores trabajan a destajo y son sólo unos pocos los que se reparten las millonarias ganancias.

Parece ser que durante la década de los cuarenta y cincuenta los contratos exclusivistas provocaban que los estudios, al modo de equipos empresariales, tuviesen en nómina a un equipo fijo que era el que sacaba adelante todas las producciones. Todo era brillo y esplendor, pero era la superficie de un negocio que empezaba a convertirse en sucio y controvertido. Los actores, por ejemplo, debían seguir una determinada etiqueta en todos los momentos de su vida. La imagen exquisita no debía romperse de ninguna manera, debían estar todo el día perfectos para que la publicidad fuese la adecuada. Aquí comenzamos a ver los primeros juguetes rotos que caían en la desgracia de las adicciones o el olvido.

Aunque nada comparado con el momento actual. La industria es especialista en ensalzar, para luego destruir a quien necesiten. Me imagino al pobre cateto de provincias que, con la ilusión de un triunfo fácil, acaba cayendo en alguno de los circuitos de Hollywood. De estos, un pequeño porcentaje triunfa, otros se quedan en la cuneta esperando la oportunidad de medrar. De los que aparecen en pantalla, algunos tienen una intervención fugaz y otros un éxito de ida y vuelta a las provincias. Cuantos sueños y lágrimas caen por el camino. Los más afortunados, consiguen tener una pequeña resonancia para luego hundirse en las marismas de la drogadicción, el alcoholismo y la desesperación.
Este es el destino de muchos, un camino sin retorno en el que el cine masticará, tragará y luego vomitará los restos de los pobres ilusos que llenaron sus maletas con ínfulas de triunfo.

Nacho Valdés

ENTRE LES MURS: Una lección de ética entre cuatro paredes

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Aprender siempre es motivo de felicidad
. Enseñar, no siempre. Al menos, no en todo momento. El sentimiento es desigual, distinto, nunca ofrece una linealidad porque te expones a sufrir varapalos, sobre todo tratando con mentes tan dispares, sinceras, provocadoras; en un mismo espacio, reducido, acotado por cuatro paredes, en cuyo interior se encuentran conviviendo personas de contextos tan distintos, exige al docente de una atención superior, sobre el trabajo de enseñarles algo más que los contenidos habituales de la asignatura en cuestión.
Se trata de hacerles pensar bajo la mirada de la ética, al amparo ésta, del bienestar social y la igualdad humana; alejándoles de cualquier situación que incline la balanza hacia posturas indignas, de odio y segregación natural.

Entre les murs, ofrece una visión sin artificio de la rutina diaria, habitual, en un instituto de secundaria francés, enclavado en este caso, en un barrio cuyos habitantes adolecen de falta de educación, incluso de normas y principios sociales, al menos de aquellos que son impuestos por la sociedad francesa actual; como cualquier otra sociedad occidental, ni buenos ni malos; son, los principios que son.
La película es suficientemente veraz, sutil, e importante; importante por la necesidad de llamar la atención, sobre el llamado problema de la educación; en las aulas; en la sociedad; en la vida.

Con guión de F.Begaudeau, profesor de Literatura, principal protagonista del film, sus vivencias quedan relatadas de la mejor manera posible; enseñando los entresijos del sistema educativo francés, que por analogía, se podrían extrapolar en cierto modo al nuestro, y al de cualquier sistema educativo, de cualquier país occidental; con excepciones, al menos espero que existan éstas últimas, por el bien de la humanidad.
Los alumnos, son alumnos de verdad, no interpretan, le dan protagonismos a sus vidas, exagerando sus comportamientos, pero sin inventarse nada de aquéllos. Es por ello que el guión se fue reescribiendo, según avanzaba la película. Porque la vida se escribe viviéndola; en continuo movimiento.
Rodada en soporte digital, hecho que supuso para su director, L. Cantet, abaratar costes, y poder rodar más material, sin cortes, sin interpretaciones, tan sólo con recomendaciones, con acotaciones, que le aportan un ritmo dinámico, rápido, provocado por la propia realización, y por el devenir de los acontecimientos. Las situaciones se suceden, se agolpan, a la espera de ocurrir, fluyendo por el aula, por entre los pupitres, como en la vida real.
Todo transcurre en ella, por fin solamente interesa lo que se desarrolla allí, se concentra la atención en ese espacio, salpicada por secuencias exteriores de la clase, aunque dentro del propio centro. De esta forma se potencia la actividad frenética de los alumnos, del profesor, de lo que supone el transcurso del tiempo en un instituto.

De lo queda, la sensación de que estamos a tiempo de cambiar, al menos en parte, la situación real de la actitud social de las personas que nos rodean. Entre les murs permite pensar en ello, reflexionar sobre esa posibilidad y sobre lo que estamos haciendo con aquellos que en el futuro representarán los intereses del mundo.


Giorgio
06/03/2009



Fuente: Youtube
Autor: Cines Golem

MAGNUM PHOTOS: Las imágenes de los fotógrafos

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"Las personas son personas, en todos los rincones del mundo". Magnum Photos

Una de las numerosas funciones de la fotografía, es la de contar historias; narrar, describir situaciones, contextualizadas o no, acercándonos a la escena despacio, a hurtadillas; mirando sin presenciar lo que vemos. Aquélla queda definitivamente más patente, en el fotoperiodismo, y más aún, en aquel referido a la fotografía de guerra, de conflictos, donde la situación se torna anormal; las personas matan, mueren, las víctimas sufren y los políticos mienten.
Es en este pantanoso terreno, donde nadie quiere permanecer ni un instante, donde lo que se ve es demasiado difícil de mirar, en el que Magnum Photos permanece para quedarse observando, como testigo mudo, como observador natural de unos hechos hostiles, ásperos, desafortunados, pero que el resto del mundo debe conocer.

Magnum Photos es una agencia de fotografías, de fotógrafos, cuyo nacimiento fue fruto de la pasión de varios de éstos, por ofrecer un trabajo sublime, natural, de los hechos, de aquello que sus cámaras captaban de aquello que observaban tras el visor de la misma. Se trata de Capa, Cartier-Bresson, Seymour y Rodger, cuatro de los fotógrafos más importantes, del fotoperiodismo mundial.
Ya en sus inicios, Magnum Photos obsequiaba a sus fotógrafos con una absoluta independencia en su mirada, de aquello que era susceptible de ser fotografiado. Eso era, y es, lo más importante, esencial en la idiosincrasia de la agencia. La fotografía alcanzaba por si sola, rango.
La responsabilidad, el respeto por la escena captada, por el fotografiado, por el ser humano, correspondía al fotógrafo, que ejercía su profesión con esa obligación; tremenda deuda, muy grande, pero vital para desarrollarse como profesional, y sobre todo como ser humano.
Captar el sufrimiento humano, hacernos partícipe de él, nos deja dentro de ese juego macabro, que se traen entre manos los estados, con sus absurdos conflictos; nos obliga a mirar.
Magnum Photos desmitifica la guerra, el orgullo soldado, y lo hace mostrándonos lo que acontece en ellas, acercándonos, para que podamos ver la realidad; sin distorsionarla, al menos en lo que se refiere a todo aquello que está inserto entre los límites del encuadre.

En su sesenta aniversario, Magnum Photos continúa ofreciendo esas imágenes, impactantes, pero llenas de respeto; tanto hacia la actividad fotográfica que están desarrollando, como sobre las personas que aparecen en aquéllas. Creo que es eso, su responsabilidad, su carácter motivador, lo que les hace destacar; sus fotografías representan la realidad, la descuartizan y te la muestran, con su crudeza, con su dramatismo; fotografías fieles, llenas de vida, aunque a veces, relatan la muerte.
No hay lugar para la espera; te inquietan, te producen sensaciones dispares, cercanas al odio, a la salvación, y por qué no, a la calma. No sólo impresiona el dramatismo cruel, la frialdad de los muertos; lo que llama poderosamente la atención es la manera de mirar.
Esto es lo que los distingue, su forma de ver lo que ocurre; hay algo en esas fotografías que no te deja indiferente, que te obliga a seguir observando, a distinguir, a discernir lo que encierran; cuando eso ocurre, cuando te sientas frente a esas fotografías, y no te puedes despegar del papel, seguramente estás ante algo grande, una obra mayor, como suele decir un gran amigo mío.

Sin quererlo, os invito a que miréis una muestra de ellas; de esta gran agencia, de ese respeto, de trabajo fino en dos dimensiones, de una porción de realidad, contenida en esas imágenes, inertes, quietas, aunque provocadoramente vivas.
Observar en silencio es difícil; resulta dañino cuando cerca de ti, el llanto y el grito invaden el ambiente, para dejarte quieto.


Giorgio
04/03/2009



Fuente: Youtube

Sweet Corner Vol. 2

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A la sombra

No hace falta ser un entendido para saber que uno de las tareas fundamentales de toda película es el trabajo del guionista. Normalmente, si es bueno, suele pasar desapercibido, como recluido y minusvalorado. Cumple con una función silenciosa, aunque imprescindible.

Este es el aspecto que más me motiva del cine. El trabajo del escritor, que como un forajido nunca da la cara, siempre se esconde tras las aparatosas intervenciones de los actores y directores. Evidentemente, su trabajo debe hacerse carne, convertirse en algo tangible que vaya más allá de las geniales ideas plasmadas en un papel. Para hacer realidad, o mejor dicho, para hacer ficción su labor, necesita del resto de componentes de la ‘troupe’ del cine. Un guionista sin actores o sin director no es nadie, pero el resto estarían perdidos sin el trabajo incesante de las máquinas de escribir que hacen verbo lo que no son más que retazos mentales.

Ejemplos en ambos sentidos tenemos a miles. Grandes producciones con gran equipo técnico y artístico, contando con enormes presupuestos que no tienen ningún criterio literario a la hora de invertir esa ingente cantidad de medios. El resultado final es el de cine aparatoso y promocional americano que no sirve ni para entretener, por lo menos a mí. Después, está el caso contrario, grandes ideas que no son capaces de llegar ningún lado porque ni actores ni director han conseguido sacar el jugo necesario al escrito. Es una especie de círculo de dependencia del que ninguna de las partes puede escapar.

Considero el trabajo literario como el más importante, aunque algo de mi inclinación natural a la escritura se halla en el juicio anterior. Me encanta el trabajo de llevar de la mente al folio las ideas que se me ocurren, no es que haya hecho muchos guiones, pero alguno que otro he firmado. El caso es que, aunque no es mi especialidad, sí es una de mis aficiones. Una de las ventajas que veo a esta función es el trabajo solitario, no se necesita nada más que un soporte para escribir y una idea. No es necesario coordinar a un equipo de decenas de personas, ni contar con material técnico de última generación, sólo con un lápiz y un papel se puede escribir una película.

Ejemplos de trabajo literario en el cine son, a mi entender, aquellos que prescindiendo de aparatosas producciones consiguen tocar la fibra del espectador. No son necesarios grandes medios, ni muchos actores para contar una gran historia. Mi opinión es la de que las cosas más interesantes pasan rozándonos sin que nos demos cuenta, cuando alguien es capaz de atrapar ese momento ínfimo en el que nos reconocemos, es cuando se está escribiendo algo de calidad. En este sentido, es la mente humana la que ofrece más argumentos, son aquellos trabajos introspectivos los que considero más interesantes para llegar al espectador.

Uno de los más notables en este sentido, además de muchos otros, es Billy Wilder. Aparte de sus comedias, tiene un drama, que para mí, es uno de los mejores trabajos de guión de toda la historia. El crepúsculo de los dioses es una de esas películas, que contando el final nada más empezar, consigue mantenerte amarrado hasta el último segundo. Otro de los alicientes es que el protagonista es guionista, personaje sórdido que acaba envuelto en una trama en torno a un guión. Este fue un gran proyecto que adelanta muchas de las técnicas que serán las bases literarias del cine actual.
En fin, espero que el guionista sea reconocido como lo que es, como el gran pilar que soporta todo trabajo fílmico. Pero lo que de verdad deseo, es que no salga de su anonimato y pueda continuar trabajando en la sombra.

Nacho Valdés

REPULSIÓN: La peculiar mirada de Roman Polanski

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"Si soy un ecléctico es porque me gusta el cine. Yo voy mucho al cine y a veces me gusta de alguna manera reproducir el placer que experimento ante unas imágenes. Mi deseo de hacer cine viene de ahí y de ningún otro sitio. En primer lugar hay que haber visto y amado unas películas para sentir el deseo de hacer cine." Roman Polanski.

Hace más de cuatros año realizé uno de esos cursos en la Facultad de Filosofía y Letras, que relacionaba pensamiento y cine. Identidad y fragilidad llevaba por título. Fue allí donde por primera vez, presencié ante mis ojos Repulsión.
Todavía tengo presente ese recuerdo en mi memoria más reciente, quizás porque hubo un punto de inflexión con esta película; con ese curso de cine pensado, articulado en torno a procesos mentales y sensaciones humanas.

Repulsión representa un hito en la historia cinematográfica de R.Polasnki. Es una película articulada en torno a la mente de una mujer. Todo lo que ocurre en pantalla, es un reflejo absoluto de los procesos mentales de la protagonista, interpretada por una joven Catherine Deneuve. Nada hay en escena, que no configure una extrapolación de sus pensamientos, de sus sensaciones; los espacios, angostos, se hacen amplios, las paredes, los suelos, todo muta, todo cambia; nada está quieto, es una actividad constante, generada metafóricamente por un cerebro, que como el de todos, está en constante movimiento.

Rodada en Gran Bretaña en 1965, constituye a mi entender, la película más introspectiva de R.Polanski, es contenida, distante, mirando siempre a través de los ojos de la mujer, una mirada perturbada, llena de tensión, donde el alejamiento con su propio yo, se hace cada vez más latente, en la medida que avanza la película. Al ver el desarrollo de la acción, esta no transcurre, nada avanza de manera habitual; el paso del tiempo, elemento importante en el cine polanskiano, está sometido a un devenir extraño, motivado por la lucha cerebral en la cabeza de la protagonista.
Te sientes extraño en la butaca, es incómodo percibir el malestar, la inquietud que se puede desatar en la mente humana; desgarra la manera en que R.Polanski presenta las vicisitudes del cerebro, de lo que ocurre allí dentro; es posible que sea la manera de filmar la película, la que traslada esa tempestad sensorial al espectador. Os invito a comprobarlo.

La manera de hacer cine de R.Polanski es muy peculiar, estridente incluso; su mirada, de apenas un metros sesenta y cinco de altura, siempre busca un punto de vista adecuado para alejarse de la calma, de la quietud; el movimiento, de cámara, del interior de la escena, del fuera de campo, consigue siempre acercarnos una sensación nerviosa; no te deja respirar, para que estés atento, para que observes y no pierdas detalle de sus numerosas metáforas visuales; simbolismo visual al servicio del espectador mas atento, más afín a su cine, que cada vez encuentra más adeptos por este nuestro mundo.

Sin menospreciar toda su filmografía, Repulsión obtiene la categoría de obra maestra, en mi modesta opinión. Desde luego, es una buena forma de empezar a descubrir a este pequeño genio del este de Europa. Lo demás, está en la pantalla.


Giorgio
02/03/2009



Fuente: Youtube