El Espejo Asiático Vol. 6

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LA BANDA NOS VISITA; un alegato contra la desconfianza”

de Eran Kolirin

Desorientarse en un lugar completamente desconocido, con escaso tiempo de reacción y con un ambiente que puede llegar a resultar hostil. ¿Quién no se ha encontrado alguna vez en un lance similar?. El director hebreo Eran Kolirin, en su Ópera Prima en el universo del largometraje, recrea las vicisitudes de una banda de la policía egipcia, que viaja a Israel para participar en un certamen de música árabe. Una sílaba que no termina de encajar debido al incorrecto uso del idioma, dará con sus huesos y con todo su instrumental en una población equivocada, donde no tendrán más remedio que pernoctar y ser acogidos por alguno de sus vecinos.

Con el recelo mutuo que se promulgan los israelíes y los árabes como elemento angular y de intriga, el guionista y realizador Eran Kolirin, filma en clave de comedia una obra que es capaz de hacer reflexionar y reír a partes iguales. La creencia de que el ser humano está por encima de nacionalidades y de coyunturas históricas, y que el desconocimiento mutuo y los prejuicios son muchas veces los causantes de los conflictos entre nuestra raza, es la baza con la que el director israelita juega durante toda la película, y a fe que consigue su objetivo. “Forzados” a convivir durante una noche, egipcios e israelitas, musulmanes y judíos, comprobarán que detrás de países, propaganda y credos, sólo quedan personas, muchas veces con condicionantes similares y que aspiran únicamente a progresar, o a intentar sobrevivir a las hemorragias que les ha abierto la vida.

Este talante conciliador, peligroso para la integridad de la historia si se provoca demasiado, puede arrastrar a la película a situaciones de moralina fácil, pero afortunadamente queda difuminado con un sentido del humor, a veces delirante y perverso -por no decir gamberro-, que llega a provocar la carcajada contínua, y que ayuda a evitar que el film pueda parecer un alegato simplista sobre el “buen rollo” entre civilizaciones.

Una de las virtudes más reseñables de esta producción, es la solvencia con que navega entre la comedia y el drama. Eran Kolirin lo logra con una naturalidad pasmosa, sin apenas transiciones temporales y con un uso esquemático de la música. Aunque el humor sea un género que en cine generalmente regala pocas licencias para el lucimiento técnico, los momentos en que la película se adentra en otros registros, obtienen una notable respuesta a nivel de planificación y de fotografía, otorgando la sensación de que Eran Kolirin en próximos proyectos, pueda abordar diversos géneros con garantía de éxito.

La “Banda Nos Visita” es una película de visionado cómodo, que deja una amplia sonrisa en el espectador, y siempre que éste no tenga el corazón en un avanzado estado de putrefacción, propicia que se levante de la butaca con el ánimo mejorado. En cuanto al elenco de actores, contundente y sensual la interpretación de Ronit Elkabetz, que soporta junto con Sasson Gabai la parcela dramática de la historia.

En su primer largometraje, Eran Kolirin presenta sus credenciales, cincelando una pequeña y hermosa pieza de coleccionista, recomendable para cualquier cinéfilo que se precie.


Melmoth

30/11/2009

ALBERTO GARCÍA-ALIX: Sublevación desde la mirada de la fotografía

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Sobre la rebeldía y la disensión, la respuesta humana es variada y contraria ante este tipo de situaciones, alejándose o acercándose al calor de aquello que causa cierto repudio inicial, representativo del miedo que nos ocasiona observar disposiciones violentas y ofensivas al pudor.
Las circunstancias llevan a la persona hacia caminos dispares, opuestos a su manera previa de ponderar un conjunto de factores, en este caso fotográficos; resolver éstos, provee al fotógrafo de la satisfacción de realizarlo a su manera, consiguiendo de esta forma impregnar de su visión, de su energía, y por supuesto, de su talento, a la totalidad de los elementos que se distribuyen a lo largo y ancho de su encuadre.

La apuesta es fuerte, teniendo en cuenta la actividad demostrada por la fotografía como elemento aglutinador de transgresión, Alberto García-Alix revaloriza su uso, utilizando su mirada particular para captar con vocación rebelde, los diversos personajes y escenas que pasean frente a su cámara. Es en esto donde destaca, perfilando constantemente los matices que los retratados poseen, para mostrarlos especialmente distintos.
De todos los fotógrafos que observo con naturalidad y deseo de aprender, es García-Alix con el que más perplejo me siento; dentro de su universo nada es precario, no se conciben los prejuicios ni los lutos éticos que se agolpan denostados visualmente en su propio ridículo decadente y antiguo. Ninguna tradición se manifiesta en las fotografías de Alix; tan sólo son eso, fotografías.

De nuevo tres fotografías saltan a escena, aunque esta vez para enseñar como enseñar lo que poca gente quiere mostrar. Inteligencia sin rubor, para ofrecer una alternancia visual a la disciplina de la fotografía.

La gata, descontextualizada y sibilina. En una pose infrecuente, suave fondo desenfocado atrás, otorga todo el protagonismo a la mirada de los dos ojos, poderosos y atentos, de la fémina felina.
Tan sólo esa luz fuerte de contra en la composición, que ofrece una quietud muy elevada, es capaz de equilibrar el peso visual del encuadre.
Con una dirección claramente diagonal, García-Alix desplaza el rostro sobre una de las líneas de fuerza verticales de la imagen, y en la intersección con la horizontal superior, impone los dos ojos azabaches. De la particular rareza de la modelo, sonsaca aquélla para pasar a un nivel superior de extrañeza.

Inquietante resultado el que provoca la caricia sensual de la mano sobre el rostro de una jovencísima Emma Suárez. La controversia de la compoosición, se traduce fielmente en sensaciones dispares; nadie sonríe, nada es violento, la singularidad contenida en el interior de la imagen, permite pensar en sentimientos opuestos. De donde emerge la mano, procede el corazón y el alma humanos, la buen sabida sexualidad femenina se atisba de lejos. No importa que accedamos a descubrir el truco. Lo natural se mezcla con la metáfora de los placeres de los sentidos.

Misericordia lleva por título esta fotografía, llena de ritmo, de dinamismo y feroz horror. La plomiza atmósfera que se destaca en el fondo y por encima del edificio, sirve de telón para mostrar la desenvoltura en el vuelo de los pájaros, que contrastan con el estatismo de la construcción.
Este se muestra ubicado en una línea de fuerza vertical, rompiéndose contra el cielo cubierto de nubes y sombras de aves que equilibran la composción al desplazarse hacia la derecha.
Parece sombría, ausente, pero sobre todo, es una mirada voraz.

Me sosiega enormemente la clarividencia rebelde de Alberto García-Alix, Premio Nacional de Fotografía, y autor de la última y más conmovedora exposición fotográfica que tuve ocasión de contemplar: De donde no se vuelve. Evocadora.


Giorgio
27/11/2009

Sweet Corner Vol. 36

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Juventud

Momento convulso y de cambios en cualquier biografía que se precie, es la época adolescente durante la que nuestra cara se llena de granos, las chicas adquieren su forma y, en general, nos salen pelos en lugares en los que nunca sospecharíamos que los tendríamos. Todos sin excepción hemos pasado por este trance, por esta broma vital en la que todo se magnifica, exagera y distorsiona. Suele ser el lugar ideal para los primeros amores, los primeros enfrentamientos con la autoridad (en la mayoría de los casos la paterna) y, en definitiva, los instantes inaugurales para aspectos humanos que con posterioridad dejarán de tener la importancia que en ese momento les atribuíamos.
El otro día me sorprendí a mí mismo visionando las claves de este fenómeno del que en mi trabajo soy testigo; sí, soy profesor y trato con estas bombas sensibles a cualquier movimiento como son los adolescentes. He sido espectador de peleas, mentiras, amor, sexo, embarazos no deseados, drogas, amistad, compañerismo, rivalidad y demás aspectos de la personalidad concentrados en los deformes cuerpos de estos jóvenes cambiantes y volátiles. Resulta que a mí me quedaba un poco lejos, pensaba que mi rebeldía juvenil estaba cargada de contenido, que no fui como son ahora. Nada más lejos de la realidad. Mi mirada localista y alejada de lo que son las cosas me hacía, siempre desde la mesura, criticar o alterarme con los comportamientos de los pupilos con los que trato habitualmente. Pero se me ha manifestado como algo habitual, tan antiguo como el ser humano es el hecho de los que ya vamos entrando en cierta edad no seamos capaces de entender algunos de los aspectos de las nuevas generaciones, y viceversa, las más recientes hornadas levantan un muro contra sus mayores que muchas veces es infranqueable. Lo que es algo patente, e incluso en muchos casos evidente, estaba pasando por delante de mis narices sin que yo reparase en ello. Tuvo que ser el cine el que ampliase mis miras y el que ejemplificase en cien minutos de metraje algunas de las claves que me han permitido entenderme mejor a mí mismo y a los seres humanos en construcción que me rodean.
Rebelde sin causa, es uno de los mejores ejemplos antropológicos sobre adolescentes de los que he sido testigo. Este film de mediados de los años cincuenta, con un James Dean en el papel de joven insurrecto, me había pasado desapercibido. Resultó ser revelador y totalmente actual, supongo que estos son algunos de los motivos, además de la trágica muerte de su protagonista, por el que se convirtió en un clásico. Se relatan los enfrentamientos y desidia entre los jóvenes de un pueblo americano que no tienen otra cosa mejor que hacer que imponer su voluntad a los demás y jugarse la vida mientras ponen en jaque el imperio de la ley, tanto pública como privada. Lo que despertó esta reflexión fue sobre todo el hecho, que comparto en mi lugar de trabajo, de que estos muchachos desmotivados perteneciesen a la clase media-alta que les proporcionaba todas posibilidades para desarrollar sus potencialidades. Unos padres amantísimos, posesiones materiales y atenciones de todo tipo sólo provocaban el efecto contrario al que se buscaba. Esos chicos no querían ese tipo de intromisiones en su vida, únicamente deseaban ser los dueños de una existencia que todavía estaba por forjar. Toda recomendación, dirección o ayuda era rechaza tajantemente por venir de alguien al que no entendían y con el que se había abierto un abismo de incomunicación.
El caso es que este clásico, dentro de la candidez de su propuesta y de lo políticamente correcto de muchos de sus aspectos, me trasladó a aquellos días en los que yo era tremendamente rebelde y me enfrentaba sistemáticamente, de forma cobarde y esquiva por supuesto, a todo lo que tuviese el sello de mandato, autoridad o paternalismo. Me descubrí ridículo, lejano y muy diferente a como soy ahora. Procuro no ser un conformista, pero si quisiese levantarme contra algo lo haría con conocimiento de causa. En definitiva, creo que la película del otro día me ha ayudado a comprender mejor mi pasado y mi presente. Esto debe ser lo que llaman la magia del cine.

Nacho Valdés

El Espejo Asiático Vol.5

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LA COMETA; un visión más amable del drama

de Randa Chahal Sabbagh.

Las fronteras físicas como freno a los deseos afectivos del individuo, o si se prefiere una versión más romántica, cómo las alambradas impiden que las almas en estado de trance amoroso puedan llegar a reunirse. Este planteamiento, tendiendo a recurrente y de fácil digestión para el espectador medio, sirve como eje primario a la realizadora libanesa Randal Chahal Sabbagh, para abordar el conflicto entre Líbano e Israel, en uno de sus múltiples episodios. Con un enfoque de latente carácter humorístico, se muestran las situaciones, a menudo kafkianas, que tienen lugar en un pueblo dividido entre ambos estados, tras una de las reiteradas incursiones del país sionista.

Sin alardes, con una apuesta modesta, la cinta discurre sin apenas sobresaltos. Con el objetivo muchas veces de agradar al público, se pretende naturalizar el conflicto político, edulcorándolo con un sentido del humor satírico pero benévolo, capaz de arrancar alguna ligera sonrisa, pero que acaba resultando fallido, cuando a expensas del absurdo, intenta provocar la hilaridad.

Randa Chahal demuestra ciertas dotes como directora y guionista, pero éstas acaban minimizadas por su falta de concreción, esbozando ideas que luego resultan abandonadas, y consecuentemente, terminan por evaporarse. Pudiendo, por ejemplo, profundizar en las diferencias en el modo de vida “occidental” de Israel, en oposición a los valores más “conservadores” de la población vecina libanesa, Randa Chahal, muestra este contraste sólo de un modo anecdótico, para retornar al leitmotiv del guión, que no es otro que la historia de amor no concretada -de hecho, es prácticamente visual- entre una joven libanesa prometida en matrimonio y un soldado fronterizo israelí.

El aspecto musical es lo más logrado de esta producción, siendo algunos temas de indudable belleza, lástima que en muchas ocasiones la música no concuerde con el estilo de dirección, o que no alcance a ser un vínculo definitivo para trasladarnos a los instantes de drama o de ensoñación que se pretenden. Tampoco ayuda la interpretación histriónica de muchos de sus personajes, que acaba sobrecargando la película. Eso sí, al margen de cuestiones actorales, cabe destacar la belleza y sensualidad de la actriz principal, Flavia Bechara.


La Cometa”, es una obra ágil pero imprecisa, donde en sus poco más de 70 minutos no terminan de cuajar las buenas maneras de su creadora. Su mayor virtud, siempre sometiéndola a comparación con el cine europeo, es el desenfado con que se trata una coyuntura que, desde nuestra perspectiva, hubiese dado por lo común lugar a dramas fatuos, apocalípticos y tendenciosos, y que desde otras culturas, sin perder las dosis necesarias de realismo, se afronta con resignación y vitalidad.

Randa Chahal falleció en 2008, siendo éste su largometraje póstumo. Descanse en paz.


Melmoth
23/11/2009

FISH TANK: Odio sincero rodeado de sibilina moralidad dual

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La insurrección marca la pauta para aquellos que tratan de romper las barreras que se interponen entre ellos y sus respectivos caminos vitales. Diferencia consentida en los casos adolescentes, donde la rebelión augura problemas o por contra, destellos de genio y talento que conducidos por vías constructivas, pueden llegar a ser reveladores de buenas ideas.
Instalados en la confusión y el hastío, aquellos actos fortuitos condicionan sobre manera las consecuencias acaecidas por éstos, se revuelven, explotan frente a ti y provocan desolación y decadencia. Sumamos desazón, resignación, inercia y exceso para convocar al espectador a una maravilla audiovisual que descarna la narración de la historia progresiva y agresivamente.

Ningún plano se salva de la mirada condicionada de la directora Andrea Arnold, autora total, adentrándonos en uno de esos barrios británicos, en el verano gris que ondea en los cielos de allá, para presentarnos las vidas de varios personajes, absortos en sus egoísmos, odiando como vehículo amatorio.
Mia, mira por nosotros, hacia ella misma, utilizando todo aquello que está en su mano para ejercer su poder, en esa pequeña parcela que es su vida.
Tiene quince años, aunque su odio es creciente y rocoso, como el de una persona en edad de madurez, circula por sus venas la desidia implacable y el egoísmo voraz de aquel que no ama, sino que odia al intentarlo. Y odia por odiar, a su madre, desajustada por desamor, fruto de un desencuentro, arrojada con dos criaturas; la pequeña, voraz, mordiente mente que desarticula con su lengua viperina los vericuetos de la vida familiar. ¡Qué indecorosa metáfora de felicidad insatisfecha!

El cuento de la adolescente sensual se torna como la imagen de uno mismo en un espejo, situándose en el extremo, en el elemento que distorsiona la vida de la inestable criatura.
El guión busca el lugar adecuado para situar el primer punto de inflexión, perturbador en la historia y para ella misma; un nuevo novio en la vida de la madre, que viene a inquietar el espacio sagrado de la inacabada Mia. Posibilidades, muchas, infinitas y desgarradas situaciones fluyen con la llegada de aquél.
Al otro lado, cerca de su bloque de pisos, donde se sitúa su pertrecho y desordenado hogar, habita un caballo blanco que disipa los pensamientos de nuestra protagonista a situaciones más venideras. Encadenado a un bloque de piedra, Mia resulta incapaz de hacerlo volar, quizás adelantando su inmediato futuro.

La desdicha, la hipocresía y la sinceridad, galopan a lo largo de la película, en un ir y venir penitente, refugiándose unas con otras, para separarse al final; de la felicidad y la esperanza, ni rastro.
Todo se mezcla en las dos horas de duración, y se combina a buen ritmo gracias sobre todo al buen hacer técnico de cada plano, de cada movimiento de cámara, con cada corte y transición medida y oportuna.
Una cámara absolutamente móvil, antiestática, buscando en el azar lo que la protagonista anhela; siempre cerca de los personajes, avanzando con ellos, incluso con una medida y leve cámara lenta, inapreciable y meritoria, desprendiendo sensualidad, acorde a lo que nos están contando.

Al fijarme en el panorama cinematográfico actual con una esperanza necesitada, respiro de gratitud al observar en este film el peso creativo y generoso de una autora, que no se resigna a contar para reflexionar, haciendo de su medio una forma extravagante y espiritual de narrar una obra mayor en cine.



Giorgio
26/11/2009

Sweet Corner Vol. 35

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Nacimiento

El germen es una idea, una especie de intencionalidad que surge de manera espontánea y de improviso. Este borrador, si es de alguna manera sugerente, queda anclado en el subconsciente, en el fuero interno del creador. Puede suceder que nunca prospere, que se convierta en un aborto inviable, algo que escape al alcance o posibilidades del ideólogo. Esto último suele ser lo más habitual, que la papelera se llene de proyectos que no conseguirán salir a flote. En ocasiones, sin embargo, el cigoto tiene un progreso adecuado y consigue gestarse en el útero intelectual.
Madura, crece y se desarrolla, va adquiriendo matices hasta que llega a ver la luz. En estos primeros pasos, este embrión debe dar el salto al papel, quedar reflejado en algún lugar que de constancia de su viabilidad como propósito. Tiene que salir de la incubadora y ocupar el lugar que le corresponde en el hogar familiar. El padre se siente orgulloso, ese esbozo podría llegar a ser un adulto digno del amor que le profesa su progenitor.
Hasta este instante son cuatro rasgos, cada vez más definidos, pero no deja de ser una quimera que quizás todavía se malogre. Los retazos apuntados toman fuerza, bullen como un niño que necesita alimento, pide más y ocupa prácticamente la totalidad de la reflexión del pensador. Se deja que repose, que tenga una evolución adecuada y sin contratiempos. Sin embargo, sigue demandando atenciones, desde su cuna llora buscando a alguien que le ampare, que le de sustento para que ninguna malformación o enfermedad se cruce en su camino.
Llegado este punto hay que sentarse con el infante, dotarle de atenciones para que ningún trauma trunque la posibilidad de su existencia, evitando de esta forma que llegue un día en el que sea un adolescente rebelde, un inadaptado que no consiga un hueco en el estrecho mundo en el que le ha tocado vivir. Salen líneas argumentales, se intenta enriquecer esa intención inicial, esa pequeña ocurrencia que ha ido tomando carácter según pasaba el tiempo. El asunto se complica en este instante, el amantísimo responsable intenta darle todas las posibilidades, dotarle de los más elevados cuidados para lograr el objetivo marcado involuntaria e irremisiblemente. Más personajes, multiplicación de aspectos, biografías, tramas secundarias; todo es poco para el retoño y seguro que todas estas dimensiones tienen cabida en la cantidad de legajos que van acumulándose. Llega el instante en que la desesperación es evidente, en el que parece que se han multiplicado los frentes de manera innecesaria, dando la sensación de que la educación está superando la capacidad de absorción del proyecto. Hay que recortar, ponerse firme, evitar los caprichos y las frivolidades y tener la primera charla seria con ese niño que ya puede entender lo que se le dice.
Pasado este primer traumatismo se va perfilando el final, se puede ver como todos los apuntes van tomando coherencia. El autor mira con tristeza al que había sido su brote, ve como ha ido tomando autonomía y se convierte en un ser prácticamente independiente con el que ya no comparte las confidencias de antaño. Tiene entre manos un adolescente, un niño encerrado en el cuerpo de un adulto que cree tener todas las respuestas, que replica sin cesar y al que casi no se puede controlar por ser un tanto rebelde. Se vuelve a implicar al máximo, se vuelca en su instrucción y consigue apaciguarlo con mucho tiempo y dedicación. Logra atisbar en su mirada que se trata de algo de valía, que merece la pena seguir a su lado profesándole cuidados y buenas intenciones. Se pone todo en orden, está prácticamente rematado, parece casi uno de los mayores y el padre se siente orgulloso. Cree que ya puede presentarlo en sociedad, que puede ir soltándolo al mundo para que los demás también disfruten de él.
Un traspié, no pasa nada. El chaval todavía no se siente seguro, la puesta de largo no acontece como se esperaba y el comportamiento no es el adecuado. Se vuelve sobre el invento, se remata y se toman en consideración los consejos de los demás. Todo es poco para esa pequeña idea que se ha visto crecer desde su concepción. Se repasan todos los aspectos, se liman asperezas y el trabajo llega a su fin. El escritor tiene entre sus manos un guión, el fruto de su esfuerzo y dedicación. La sangre de su sangre que ha ido encauzando hasta tener un adulto digno de orgullo; ahora sólo queda que no se quede en una estantería guardando polvo, que alguien le dé la oportunidad de ser rodado. Pero esta es otra historia mucho más complicada.

Nacho Valdés

El Espejo Asiático Vol. 4

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LA LINTERNA ROJA; un lujo para los sentidos

De Zhang Yimou


Es sorprendente la tendencia del ser humano a destruirse en vida, su manera de proyectarse hacia la fatalidad. Inspirada en una novela homónima, La Linterna Roja, recrea la historia de una joven de diecinueve años, que decide formar parte del séquito sentimental y sexual de un acaudalado noble. Sin motivos de aparente envergadura, y “motu proprio”, se someterá a la jerarquía y a las normas de una hacienda fortificada, pasando a ser la cuarta esposa de su propietario.

Ambientado en la China de principios del siglo pasado, el film de Zhang Yimou es un notable documento visual y sonoro sobre el folklore de su país. Con costumbres en buena medida feudales, la vasta región oriental parecía no terminar de sucumbir ante el agresivo influjo tecnológico y “cultural” de Occidente, aferrándose a sus tradiciones más antiguas.

Apoyado en la adaptación de un gran relato, Zhang Yimou, combina de un modo preciosista los encuadres, el color y la música. Aisladamente, estos elementos ya otorgan de por sí al metraje una dimensión elevada, pero cuando se decide a enlazar estas tres variantes, Zhang Yimou alcanza elevadísimas cotas de belleza y sugestión.

El espectáculo cromático que invade en numerosas ocasiones la pantalla, sirve para adornar los entresijos existenciales de cinco mujeres, que en su condición de esposas o concubinas de un mismo hombre, no tienen otro objetivo existencial que satisfacer a éste para atraer sus favores. El deseo, y a veces la necesidad, de convertirse en la favorita del esposo, desata todo un tratado de malas artes, alternándose así en la narración, lo más ruin y perverso de la condición femenina, con la sutileza arquitectónica y la solemnidad del entorno.

Viviendo en un estado prácticamente de cautividad, las leyes naturales sobre la “competencia y el nicho” tienen aquí una réplica humana en todo su esplendor. Con distintos niveles, que oscilan desde la mala intención hasta el sadismo, las desgraciadas féminas de la historia nos van mostrando sus extremos de degradación lentamente, sometidas a una poligamia que ellas libremente han elegido y que las termina convirtiendo en hermosos bosquejos trágicos.

El interés de contemplar la miseria y el desastre desde una atalaya de plata es la oportunidad que nos ofrece La Linterna Roja. Perfecta en su dualidad -sublime contexto, personajes decadentes-, los suaves movimientos de cámara son contrarrestados por una música a veces hiriente, encargada de subrayar la angustia o de transportarnos cuando es menester a un ligero estado de trance.

Cuidadoso y exhaustivo en el detalle, sin artificios técnicos innecesarios, Zhang Yimou demuestra su gran talla como esteta, aportando su virtuosismo y talento al justamente valorado cine chino.



Melmoth

16/11/2009


PARANOID PARK: Amplificación sonora, incrustada imagen: rotunda porción audiovisual

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Pasión inusitada, muestra ferviente del deseo de conquista hacia el alma del espectador, aunque esta vez de forma diferente, rara consideración, quizás la única en el panorama actual, en el que el uso del sonido hila la conducción en la película para alternar las sensaciones que provoca en nosotros, los espectadores.
El infortunio se revela condición descarada de la narración de la historia, bien nutrida por los pensamientos de nuestro protagonista, alterada por éstos y redefinida constantemente en la alternancia del tiempo en la narración.
Gus Van Sant´s, autor de la película, sigue mostrando sus habilidades en la cosntrucción fílmica a modo de flashbacks, que permiten idas y venidas temporales, apoyadas por el protagonista de la historia.

De primeras, la aparente vida insulsa y adolescente del personaje principal se ve salpicada por dos hechos que conllevan la transformación del sujeto, en adulto, en curtido humano sufridor de verdad, alejado de las pesquisas propias de su corta edad.
El primero de ellos toma vida propia con la puesta en escena y la realización, el Paranoid Park, el lugar donde los skaters cobran peso con el movimiento acelerado de sus tablas, de sus rodadas espectaculares, de nuevo mutación audiovisual: cuando la acción transcurre en este parque, la imagen se torna, el sonido se agrava, acertada solución para proveer de alma a aquel lugar que tanta importancia posee.
De segundo, la muerte, el asesinato, el destino implacable que G.Van Sant´s dirige alternando los tiempos, pausando la narración al atravesar Paranoid Park, volviendo al hilo que desgrana la madeja y decide situarnos allá donde se mueve la acción.

La conquista de los elementos es algo fruto del talento que el director americano demuestra con cada uno de los planos que componen la película. Nada es aleatorio, cada aspecto de la escena cobra importancia en función del interés que suscita, destrozando la creencia de que el peso de la imagen es mayor que absorbe todo lo que acontece a su alrededor.
La lucha interior que asola al protagonista, se extrapola en cada plano nuevo que sucede al anterior, disfrutamos de ello por los ojos y los oídos, agradeciendo en particular la insistencia del film en la reflexión.
Todo los aspectos técnicos conviven para dar prestancia a la historia, y a pesar de que la forma que rodea la película predomina, no resta sino que suma a la narración, dota de personalidad y descubre las posibilidades que ofrece la reflexiva mirada, desde dentro y hacia afuera.

No todo se debe a la fiel narración de una historia, a la descripción aburrida de unos hechos que acontecieron, sino que en la mirada del hecho, se interponen aspectos, intrínsecos a cada sujeto, que distinguen al mediocre del talentoso creador. Paranoid Park es una muestra de ello.


Giorgio
13/11/2009

Sweet Corner Vol. 34

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La familia

He caído en la cuenta, no sé si por mi alta consideración personal, por mi repulsión congénita hacia ciertas personas o simplemente por que soy un poco imbécil, de que el mundo que me rodea no está a la altura de lo que pasa por mi cabeza. Me da la sensación de que es la mediocridad lo que más abunda y no puedo, por más que me esfuerzo, ponerme una venda de ignorancia que me permita, como al ganado, seguir adelante sin asustarme de lo que me rodea. Sí, es atemorizante el grado de incultura, de falta de escrúpulos y de medianía que hay en todos los lugares y en todos los momentos. Quizás sea yo, a ojos de estos que critico, otro más de los cadáveres animados que pueblan la sociedad actual. ¿Quién sabe? Puede que la gente cuando me mire por la calle considere que soy un gilipollas, un engreído que no sabe cual es su lugar, que está desubicado en el mundo y no sabe hacia dónde se dirige. Puede que tengan parte de razón, puede que sea yo el inadaptado, pero es que pocas cosas de las que se me ofrecen me parecen motivadoras o dignas de tener en consideración. Sí, sigo la corriente, no soy ningún outsider, nadie destacado en ningún ámbito, aunque tengo algunas nociones claras y no estoy de acuerdo, en la mayoría de los casos, con lo que me envuelve.
Ejemplos hay a millares, habitualmente me relaciono con un gran número de personas, pero son pocas de las que se puede extraer algo valioso, la mayoría de conversaciones diarias son rutinarias, convencionales y vacías de contenido.
En el trabajo, independientemente de la función que haya desempeñado, siempre me he encontrado con gente ambiciosa, sibilina y peligrosa que por una migaja sería capaz de asesinar o arrastrarse por los suelos. Otro ejemplo laboral es el de ciertas compañeras que ascienden a golpe de cadera desde el balcón de un escote, ¿no tienen otras virtudes? Para colmo estos padrinazgos son los que crean el poder, es así como se definen las posiciones y si no estás al tanto te pisan el cuello por las sobras de la mesa de los superiores. A mi me gusta quedarme al margen, ver como la gente se despelleja por una miseria que se les antoja la panacea, pero es que lo que tiene cojones es que en ocasiones estas luchas intestinas te salpican y debes bajar a la arena para dejar claro quien eres y a qué te dedicas.
Parece esto último una constante y más en ciertos ámbitos, da la impresión de que el trabajo bien hecho, el talento y demás cualidades si no van acompañadas de un padrino no sirven para nada. Vale más con quién te acompañes que lo que puedas dar de ti mismo, pocos se fijan en el verdadero valor de los sujetos, tiene más peso el tipo que te lleva de la mano y te presenta en sociedad. El mundo audiovisual, excesivamente politizado y estructurado como negocio no podía ser una excepción. De hecho, creo intuir que es más patente en estos ambientes la corrupción moral que nos atenaza como sociedad. Sé de buena tinta que gente con genio, con capacidad creadora desbordante y conocedores del medio desde sus entrañas se quedan de lado por el hecho de no tener un buen par de tetas o un amiguito que les lleve de despacho en despacho publicitando sus virtudes. Una lástima.
Parece que uno de los que habían formado parte del elitista grupo de los niños mimados del cine ha caído en desgracia. A pesar de sus recientes éxitos, de su talento demostrado y de sus influyentes relaciones no ha podido evitar el alargado brazo de la justicia americana. ¿Qué tendrá que ver el talento con el delito? Pues mucho, creo que la capacidad creadora de Roman Polanski, su popularidad y su fama de maldito es lo que ha motivado que más de treinta años después de su falta haya sido castigado. Da la impresión de que su detención es más ejemplarizante que ejemplar, que es una pura cuestión de marketing, más que una actuación de oficio. Este es el mundo que nos rodea, un lugar en el que la politización y economización de todos los ámbitos llega a provocar que tres décadas después un septuagenario tenga que estar encerrado sin saber a qué legislación atenerse; además de servir de foco de las iras de los mediocres pseudointelectuales, asociaciones demagógicas y colectivos de personas aburridas que no tienen otra cosa que hacer que demonizar a un genio cuyos padrinos le han dado la espalda. No sé cómo terminará esta historia, pero da la sensación de que el polaco va a pasarse una temporadita a la sombra para servir de ejemplo, una vergüenza.

Nacho Valdés

El Espejo Asiático Vol. 3

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UN TRUENO LEJANO; “retorno a lo básico” de Satyajit Ray

Los efectos colaterales de una guerra pueden resultar igual de funestos que los sufridos en el frente de batalla. El fecundo y polifacético director indio Satyajit Ray, relata los trágicos sucesos derivados del espectacular incremento del precio del arroz en la India, a causa de varios episodios suscitados durante la Segunda Guerra Mundial, agravados por una concatenación de fenómenos meteorológicos adversos. Entre dos y tres millones de almas sucumbieron ante la hambruna. Con una transición desde un costumbrismo amable, con acentuada carga satírica, donde no queda claro si se censura el sistema de castas en sí, o la degeneración de éstas, hasta llegar a la salvaje crueldad de la inanición, el director asiático nos va mostrando, con escaso interés de entrada, la rutina existencial de una aldea en el corazón de la región india de Bengala. En un ámbito geográfico muy delimitado, condensado en un par de poblados y sus alrededores, queda de manifiesto el estado de subdesarrollo a nivel sanitario, físico e intelectual de los primeros años cuarenta en aquella región ancestral de Asia.

La llegada de un matrimonio de brahmanes -sacerdotes, casta superior del hinduismo- interfiere en el modo de vida habitual de la aldea. Satyajit Ray ironiza sobre su supuesta talla moral y espiritual, quedando en evidencia los vicios seculares de los religiosos, algo que debe ser extensible a muchas civilizaciones, por lo menos en los últimos tiempos. En la India, el hecho de saber leer, escribir y poseer una cultura general, muchas veces era sinónimo de supremacía intelectual, y por ende económica, sobre el pueblo llano.
La propuesta del versátil director indio, aquí también despacha, entre otras cuestiones, el guión y la música, va tomando una relativa envergadura según se tramita la historia. A pesar de un inicio anodino, el proceso transitivo de la comedia al drama, así como la conformación de varias líneas narrativas paralelas, terminan transformando “Un Trueno Lejano” en un film con un moderado atractivo, a lo que ayuda la motivación de acercarnos a los entresijos de una cultura a la que estamos poco acostumbrados. Mediante unos hermosos y sugerentes cuadros de paisajes, Satyajit Ray presenta y estructura el drama. Las situaciones de tensión y suspense está bien ejecutadas. La interpretación es correcta, tal vez demasiado, pero en algún momento una mala combinación de ésta con la música, nos remite a un cierto estilo de serie B, que afortunadamente no acaba transcendiendo. Se agradece que no se llegue a caer en el simplismo ni en la lágrima fácil, y que los personajes tengan una moderada capacidad de improvisación.

En “Un Trueno Lejano”, no queda del todo claro una crítica visceral a las castas superiores del hinduismo, puesto que los vicios en época de bonanza de uno de los brahmanes, se tornan en virtudes en época de asechanza, algo opuesto, por lo general, a la actitud humana. Satyajit Ray presenta el hambre como un elemento siniestro e igualitario, capaz de derrumbar en semanas cualquier tipo de entramado social y religioso, para recordarnos lo que en gran medida somos y hemos olvidado; animales.


Melmoth
09/11/2009


MOON: Introspectiva humana de la condición del ser

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La personalidad caracteriza nuestra identidad humana como norma igualitaria ante nuestros semejantes, aunque para diferenciarnos de ellos. Muestra un perfil que se identifica con nuestras aptitudes, nuestros pensamientos y actitudes, asociados todos a unos recuerdos instalados de por sí en nuestra nutrida memoria.
Es posible afirmar, que las sensaciones que tenemos encontradas a diario, causan estupor y vacío cuando entroncamos aquéllas con nuestras imágenes pasadas que inútilmente se disipan por nuestra mente.
¿Qué ocurre, sin embargo, cuando todo aquello que recordamos, todo lo que define nuestro yo, nuestra identidad humana, se precipita bruscamente en el vacío existencial?

Moon desfila en la pantalla para sembrarnos una duda existencial en nuestra vida humana, en nuestra rutina carente de reflexión. Un hombre es destinado a la luna con el propósito de desempeñar una actividad para una empresa dedicada a explotar un nuevo combustible, vital para la especie humana, habitante de la Tierra.
Desde allí, y por un período de tres años, aquel astronauta se mantiene a la espera, rodeado de máquinas que facilitan su trabajo, y por ende, su propia condición de ser vivo.
Basada en una atmósfera oscura, salpicada de quietud y recelo constantes por entre los pasillos y entresijos de la nave, el contraste nos lo ofrece una puesta en escena blanca, pulcra, habitualmente impoluta, menos cuando no lo está.

Ópera prima de su director, Duncan Jones, la reflexiva combinación de los elementos y el acontecer de las acciones que concurren a lo largo de la historia, permiten un estado ansioso de continuo deseo de saber que padecerán en el interior de la nave.
La diferencia estriba en el desuso de los tópicos elementos que propician el terror o la intriga; es la ausencia de éstos, unido a esa búsqueda introspectiva del individuo por el propio individuo, lo que demuestra las dificultades de éste por descubrirse ante él mismo.
Sumado al contenido, el continente con el que se envuelve la historia, comprimen las sensaciones que transmiten al espectador. Luces duras, violentas, mezcladas con fondos blancos, y exteriores oscuros, haciendo que cada punto de luz se convierta en un encuadre. Mientras la cámara fluye, el montaje acomoda su ritmo al interior de los encuadres, a las acciones que se suceden en éstos; no bloquea ese estatismo de la acción, permitiendo un dinamismo introvertido de los sujetos que aparecen en el film.

La sencillez de la historia me devuelve la esperanza en la creencia de que menos es más, ya que en un espacio, con un actor humano y un robot, las tribulaciones que cavilan a lo largo del film, inciden en la mente del espectador de forma contundente.

Giorgio
06/11/2009

Sweet Corner Vol. 33

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Oscuridad

Irremisiblemente, unidos a la vida y connaturales a la misma, se encuentran otros elementos menos amables que hacen que esta sea más valorada o que la tomemos como lo que es; un paso fugaz por este mundo. La llamada de la Parca es universal, nadie puede evitarla, darle esquinazo, por mucho que Bergman se empeñase en el Séptimo sello en enfrascarse en una partida de ajedrez que se dilataba artificialmente. Todos, a excepción de tarados excepcionales, tenemos ese miedo sobrenatural a lo desconocido, a lo que está por venir, creo que la misión vital queda clara y diáfana, el jugar nuestras figuras con la máxima precaución para evitar la conclusión a la que estamos abocados.
El tratamiento de este asunto universal es una de las constantes del mundo artístico audiovisual y literario, un vano intento por encontrar respuestas que no existen o por encontrar refugio donde no lo hay. De todas maneras, esta búsqueda no es más que una ilusión quimérica que pretende dar consuelo ocasional a aquellos más aprensivos. Me gusta la teatralidad del film de Bergman, la manera en que desdramatiza el oscuro momento con una triquiñuela que provoca la confusión en el camino marcado para todo ser vivo. Ya lo decía Zenón de Citio, alumno de la escuela cínica: “Para los vivos no tiene sentido preocuparse por ese instante puesto que es ineludible y a los difuntos ya no puede preocuparles puesto que ya de nada se enteran”. La cita no es literal, pero sí el contenido. Pocas veces a lo largo de la historia se ha definido ese último paso de manera más despreocupada o gráfica, es curioso como suele habitual que aparezca un filósofo que nos ponga las cosas en su sitio. Por supuesto, este estoico no fue una excepción y se fue en su momento, como nos pasará a todos.
Otro tratamiento que me pareció interesante fue el que realizó José Saramago en una de sus obras, en ella relataba como la señora de la guadaña decidía dejar de lado sus obligaciones para tomarse un respiro. Por supuesto todo el mundo se alegra enormemente del cese de su actividad, el problema viene con las complicaciones administrativas que trae consigo la ausencia de defunciones: pensiones, enfermos terminales y demás dificultades que provocarán que los personajes de la novela añoren los tiempos en los que el declinar era consustancial a la naturaleza humana. Me resulta esta una idea emocionante que no me sorprendería que se llevase al cine, como ha pasado con su Ensayo sobre la ceguera que parece haber sido un fiasco audiovisual que, a pesar del reparto y meditada trama, ha pasado sin pena ni gloria por las carteleras. Queda patente que este creador tiene cerca el final, lo acepta y reflexiona sobre el mismo. Será una pérdida irreparable, pero está claro que mantiene una actitud altiva y nada tremendista en lo referente a este asunto. Un gran personaje este vetusto escritor portugués.
El devenir, el camino, el viaje vital va unido, como diría Camus o Sartre a la formación de nuestra esencia particular. La tesis existencialista defiende que la existencia, en el caso del ser humano, precede a nuestra esencia. La forja de nuestra personalidad implica que llenemos de contenido nuestro perecedero brillo en este mundo, y algunos sujetos hacen de su labor su particularidad. La dedicación a una profesión artesana como puede ser la dirección o la interpretación, puede provocar que unamos la presencia de ciertos sujetos con su quehacer. Muchos son los ejemplos que podemos encontrar, pero me quedo con el que inspira este artículo y del que nunca más disfrutaremos a no ser que revisemos su filmografía. El otro día nos dejó, en una semana que parece estar plagada de trabajo para la muerte, José Luis López Vázquez. Este entrañable y prolífico hombre ha dejado de existir, pero nos ha legado cincuenta años de esencia, o lo que es lo mismo, de trabajo y abnegación por un medio que evidentemente amaba. Siempre permanecerá presente.

Nacho Valdés

El Espejo Asiático Vol. 2

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A TRAVÉS DE LOS OLIVOS; “humo para intelectos sensibles”
de Abbas Kiarostami

Es demasiado bien conocida la sentencia “los extremos se tocan” para realizar siquiera una mínima aclaración sobre ella. Un ejemplo que nos atañe es el llamado “cine de autor”, en oposición al cine “comercial” o de “masas”. Una de las características del primero consiste en situarse, a veces por la fuerza, en las antípodas del segundo. De éste se censura la falta de carácter, de perspectiva propia, la carencia de labor artesanal y su abandono del intelecto. Hasta aquí todo es razonable, pero el problema deviene cuando aplicamos la máxima anterior. El cine industrial sigue unos patrones establecidos, muchas veces insulta a la inteligencia del espectador, pero al fin y al cabo, su función, en esencia, es embotar su mente o distraerle. El cine de autor tiene como meta, en teoría, crear algo propio, mostrar las cosas desde un ángulo intransferible, pero en esta búsqueda, a veces obsesiva y contra natura, se llega a caer en los mismos defectos que el cine estandard. Efectivamente, hay una industria y unas directrices encargadas de desarrollar y definir el cine de autor. En demasiados casos éste no es genuino, sino que sigue unos parámetros muy bien establecidos. El esnobismo que ha surgido a partir del desprecio al cine convencional, ha llevado a premiar propuestas cinematográficas auténticamente banales, gaseosas y técnicamente ínfimas. El cine comercial desprecia al espectador, el de autor, en buen número de casos, prefiere darle gato por liebre.

“A Través de los Olivos” es un ejemplo flagrante. El hecho de situar la acción-o mejor dicho, la inacción- en un pueblo al norte de Teherán devastado por temblores de tierra, debe ser suficiente reclamo para muchas mentes iluminadas de la crítica europea, que con sólo esta propuesta ya habría otorgado medio premio. Este falso exotismo -en el fondo, no vemos comportamientos sociales diametralmente opuestos, ni mucho menos, a la España rural de los primeros años del franquismo- crea la atmósfera adecuada para delirar y ver talento donde verdaderamente existe intrascendencia y mediocridad. La película de Abbas Kiarostami presenta un esquema narrativo primitivo, inmóvil, raquítico. Nada que objetar a este planteamiento siempre que la idea o el resultado global lo justifique. El inconveniente es que el argumento es un cúmulo de anécdotas repetitivas, con menor interés incluso que nuestra rutina cotidiana. Esta obsesión por el minimalismo y la simplicidad lleva implícita un pasaporte al tedio. Con un pretendido humor infantil y amable, sin ninguna gota de acidez que nos despierte las neuronas, el film se diluye lentamente pasando del “poco” a la nada. El escaso relieve de lo que se relata, se agrava con una dirección pésima. No sabemos si Kiarostami conoce unos mínimos conceptos sobre cómo motivar al espectador, o si directamente pretende joderle, pero la ausencia de primeros planos y el estatismo de la cámara, en muchas ocasiones, propicia que nos mantengamos alejados de los personajes y perdamos cualquier curiosidad por lo que les pueda acaecer.

Fotografía negligentemente descuidada, encuadres sin pretensiones estéticas, música testimonial, montaje de corta y pega y un guión sin ningún nudo de fuerza; un auténtico manual de cómo “crear” cine de autor. Con una autocomplacencia abusiva, Kiarostami nos demuestra que es posible contar en noventa y ocho minutos lo que alguien en su sano juicio haría en veinte. “Entre los Olivos” tiene a su favor la realista interpretación, no profesional, de alguno de sus actores, algo, por otro lado, consubstancial a esas latitudes. Tampoco se debe obviar un relativo interés antropológico y algún matiz entrañable en la historia. Pero no existe ningún motivo de valor para visionarla. De hecho, lo único atractivo de esta producción es la sinopsis. La última secuencia es un nítido resumen de la presuntuosidad y falta de talento del director iraní , así como de su completa adscripción ideológica a la tiranía del cine “anticomercial”.


Melmoth.
06/11/2009