El Baúl Nórdico Vol. 1

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HÄXAN (La Bruja); la mórbida atracción del inframundo

de Benjamin Christensen.

Es inevitable relacionar el cine del Norte de Europa con la religión, sobre todo tratándose de la industria danesa y sueca de la primera mitad y mediados del siglo pasado, representada por maestros de la talla de Carl Theodor Dreyer e Ingmar Bergman. Usando un enfoque documental, con un talante burlesco y de marcada tendencia positivista, Benjamin Christensen -cuya relación con las ciencias ocultas abarcaba mucho más allá del celuloide- recrea la historia de la superstición y la brujería desde los remotos tiempos del Imperio Persa hasta principios del siglo XX. Eso sí, adaptando el perfil de “la bruja”, a la tesitura histórica que le tocó vivir.

“Häxan”, resulta un film documental inusualmente ágil y rítmico para el año de su proyección, (1922). Perjudicado en parte por el tono de caricatura que jalona la mayoría de su narración, pero sobresaliente en su estética teatral y en el inquietante magnetismo de sus decorados.

La frivolidad y suficiencia con que trata civilizaciones y culturas antiguas es tal vez su aspecto más negativo. Siendo las estadísticas sobre la caza de brujas a menudo tan volubles –en la película se habla de ocho millones de ejecuciones entre los siglos XIV y XVII, cifra que según fuentes más actuales “tan sólo” rondaría los sesenta mil- dar por sentado, en función de ciertos vestigios y documentos, que hasta el período de la ilustración el ser humano era salvaje, analfabeto y enfermizamente supersticioso, cuanto menos resulta arrogante y simplista. Por el contrario, haciendo gala de una extraña ambigüedad, Benjamin Christensen en el tramo final de este trabajo, otorga cierto poso paranormal a las prácticas de brujería.

Magnífica en la simulación histórica y en la fotografía, “Häxan”, pese a su aspecto marcadamente escénico, continúa siendo más fidedigna en cuanto a las épocas retratadas que buena parte de las realizaciones actuales sobre el hábitat medieval.

Clasificable como una reliquia del cine gótico, muchos de sus fotogramas expuestos en papel tendrían un estimable valor artístico. Ejerciendo un uso exquisito de la técnica disponible para su tiempo, Benjamin Christensen juega con las exposiciones múltiples, para intentar representar las esferas mágicas de la brujería, las ensoñaciones de las hechiceras en trance sexual y místico, en sus orgiásticos y grotescos encuentros con el maligno. Las secuencias de los aquelarres son dignas de ser visionadas varias veces, explícitas en cuanto a la carne y contundentes en su significado. Con una recreación del inframundo por momentos digna de El Bosco, provocadora y obscena, “Häxan” ha trascendido como un referente del cine escandinavo.

Brillante en su reflexión sobre las derroteros actuales de la brujería, Benjamin Christensen culmina una obra digna de museo, pieza angular del cine esotérico en Europa, situando a las producciones danesas entre las más destacables de su tiempo.

Melmoth

28/12/2009

Sweet Corner Vol. 40

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Monopolio

Tema preocupante y actual es el de la capitalización de la imagen por parte del Estado o de intereses privados, en la sociedad cada día más globalizada en la que estamos insertos se erige, como elemento capital, el tratamiento de la información visual para intereses particulares. Esta temática, que no es novedosa, ya fue tratada por George Orwell en 1984, o de manera práctica por los regímenes totalitaristas como el franquismo, con su NODO, o por el aparato publicitario Nacionalsocialista que realizó enormes esfuerzos documentales para mayor gloria de su concepción de la realidad. Incluso los Estados Unidos, abanderados de la democracia más recalcitrante, saben que el uso y transformación de la imagen para el beneficio propio está justificado, o incluso, es necesario. En este sentido hay un sin número de producciones cinematográficas, de falsos documentales o, incluso, de dibujos animados, que sirven de acicate para el ensalzamiento de la Nación y abonan el terreno para transformar ideas, mentes y personas.
Sí, cualquier gran movimiento debe valerse de la publicidad, la fuerza sin convencimiento es estéril, vacía de contenido y, en último término, se volverá contra sus propios creadores. La manipulación de la imagen, de la información, el filtro desde arriba se ve como imprescindible para el adoctrinamiento, el moldeo y transformación de individuos que, con posterioridad se convertirán en la masa ciega que de sustento a cualquier tipo de organización que se precie de serlo. Es por tanto, éste, un tema de la más rabiosa actualidad, algo sobre lo que vale la pena reflexionar.
Existen innumerables ejemplos históricos recientes en los que se manipula, trastoca y vicia la imagen objetiva. Bajo el falso rótulo de periodismo, documental o ficción se sugestiona al personal para que caiga bajo los interesados influjos de aquellos que mueven la sociedad. No sé hasta qué punto sucede este hecho, pero tengo la certeza de que más de lo que sospechamos. España no supone una excepción en este sentido, las Faes aznarianas o cualquier grupo de presión utilizan, de manera habitual, el trabajo audiovisual como excusa de coherencia y verosimilitud. Todo un peligro para aquellos más sensibles a la recepción audiovisual.
En el otro polo se encuentra el control visual como punto de toque para la seguridad ciudadana, se multiplican por doquier las cámaras y las grabaciones para mantener a buen recaudo los intereses particulares de cualquiera que pueda pagar este tipo de servicios. Últimamente, los informativos se han convertido en caldo de cultivo para todo tipo de grabaciones amateur o estáticas que nos muestran aspectos cotidianos o extraordinarios del mundo en el que estamos insertos. Da vértigo la existencia de una infinidad de ojos secretos y privados que atisban a la población allá donde vaya, cualquier movimiento de la ciudadanía es grabado, archivado y en algunos casos utilizados. No cabe duda de que esta aplicación tiene connotaciones positivas, que sirven en algunos casos como aparato disuasorio y, en otros, como arma de doble filo en el que nuestra acción es estudiada con detalle. ¿Estamos ante otra forma de totalitarismo? Es difícil determinarlo, pero sin duda la dictadura de la imagen está presenta en la organización tecnocrática y positivista que supone nuestra cultura actual. Da la sensación de que es el cientificismo el que rige nuestro destino, que el sentimentalismo y otras dimensiones humanas quedan desterradas por la eficacia de los recursos mecánicos con los que contamos. Estamos, por tanto, ante una forma de control social, que como todas las existentes hasta la fecha, cuenta con aspectos destacables y con otros detestables.
Por supuesto es dificultoso encontrar algo realmente novedoso en esta temática, obviando los aspectos técnicos, este mismo asunto ya fue abordado por el utilitarista inglés Jeremy Bentham en su texto El panóptico.
En definitiva, tendremos que estar atentos a los nuevos artificios visuales que nos depare el futuro.

Nacho Valdés

UN PROPHÈTE: Inspiración interior entre los muros carcelarios

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En la cárcel todo se mueve distinto, las normas impuestas de los que no residen dentro, carecen de valor para los inquilinos de las celdas y sus perennes captores. Un control disfrazado, exento de normas soberanas, tan sólo reglas tácitas escritas en los ojos de aquellos que circulan por el interior de los pesados y manchados muros.
El crisol de razas y culturas que representa cada país europeo, y en mayor medida Francia, refleja las pasiones contenidas, las disensiones que entre aquéllas, afloran con menos cinismo e ironía. Nada se confunde, el odio queda demostrado fehacientemente y sin remilgos en el único escenario donde el ritmo vital desciende y las miradas se cruzan hasta tocarse; en el patio, donde el cielo asoma como testigo mudo de la lucha continua por sobrevivir.

Un día cualquiera. Nuevo inquilino. La narración comienza en el instante del ingreso de un preso, anónimo, quizás mató algún policía, no conocemos más. Pequeños detalles desgranan las características del personaje, su falta de educación, su rasgos árabes, su mirada caída por su menuda edad; todo se alza despacio frente a él, pero de forma fortuita y violenta.
Desde la primera secuencia, el director Jacques Audiard trata de desprender un desprecio provocativo en la realización de cada plano; con cada movimiento brusco, se inicia una búsqueda de la realidad captada en cada instante, con cada porción, la película impacta aleatoriamente en los personajes y en los expectantes ojos que miran el film.
Nuestro hilo conductor, se desplaza dentro del propio personaje, de sus vivencias, de sus golpes encajados, variando la percepción que tenemos de su propia visión condicionando las sensaciones que trasmite. Desde esa focalización interna, el espectador aprende de la mano del personaje, sin más, nunca se nos ofrece nada más allá del propio conocimiento del mismo.
A ello contribuye la mirada de la cámara, en corto, áspera, con repentina virulencia, agradecida de lo que acontece cerca de ella; ningún elemento o situación del encuadre, paraliza el motor de la cámara, la vida se sucede delante de ella sin artificio alguno.


Toda la puesta en escena es sucia, proporciona una rigidez ambiental que supone una tensión constante de la acción que trasncurre en pantalla. Está circunscrito en el subtexto del guión, que aquello de lo que no se habla, se muestre con imágenes; o con la ausencia de ellas.
Es por eso que la fotografía roza los límites de luminosidad en cierto momentos, impidiendo ver la totalidad de los encuadres, quemando la imagen parcialmente, en las ventanas, en las luces que recortan el patio de la prisión, ofreciendo de nuevo aquella brusquedad de la que citaba antes, a costa de sacrificar el detalle en esas zonas. Acompañada de una desaturación en el color que enfría y crea un ambiente desapacible, la elección de los ángulos de cámara, también garantiza la objetividad. Nada empaña la necesidad de crear en la objetividad, la construcción de una historia que encierra situaciones sicológicas desenvueltas en un clima de pasividad real.
Gracias al ritmo que el montaje perfila, la narración altera su velocidad en cada momento necesario, partiendo de un ritmo interno ya de por sí tortuoso. Los planos se mezclan uno tras otro, desordenadamente bajo un control total que emerge por los cambios sicológicos del personaje principal.

Seis años de condena y un asesinato preliminar, provocan en el camino del personaje una transformación en su forma de afrontar su vida. Un profeta que se modela golpe a golpe, que mantiene su autonomía y que sobrevive gracias a lo que nadie puede hacer. Grandísimo trabajo fílmico que roza momentos de virtuosismo extremo y flagrante talento.

Giorgio
21/12/2009


Sweet Corner Vol. 39

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Dioses y musas

Una definición antropológica, bastante acertada a mi juicio, es la que desarrolló Miguel de Unamuno en El sentimiento trágico de la vida. En esta obra, cumbre del pensamiento hispano del siglo XX, se realiza un recorrido por la situación que vive el hombre contemporáneo. Una de las reflexiones que nos dedica el filósofo vasco es la definición de persona que realiza, considera éste, que la diferencia fundamental entre el ser humano y el reino animal, no se encuentra en la racionalidad, sino en el sentimiento. Somos, siguiendo este razonamiento, animales sentimentales y es, en la mayoría de los casos, la emoción la que guía nuestra acción. Se hace patente, por lo tanto, que la dimensión artística indisociable de nuestra realidad es definitoria e imprescindible para dar salida a esa parte emotiva que realmente pone un punto y aparte con respecto al resto de seres naturales.
En este sentido, esta capacidad creadora, ha estado presente en la preocupación intelectual desde los albores del pensamiento articulado. En la Grecia Clásica, ya existía un pensamiento estético que buscaba respuestas acerca de lo bello, su naturaleza y su rango de existencia. De todas formas, el concepto principal era el de mímesis, el de imitación de la naturaleza. Y en esta especialidad, el mundo griego estaba a la cabeza. Era, por tanto, una concepción artesana de la producción artística, algo que se podía alcanzar simplemente practicando un hábito que llevaba a la consecución de una habilidad. Algo así como un director con oficio, que sin artificios y dedicación consigue comprender los mecanismos que rigen la producción de una película, algo que imita la vida cotidiana, o que simplemente es capaz de trasmitir una historia al acceso de cualquiera que se acerque a ella.
Quedan en el aire otro tipo de trabajos que lejos de imitar, se acercan al mundo interior del creador, que rompen con lo establecido y van más allá del mero espejo social que supone la pantalla donde se proyecta la película. Ejemplos, los hay a montones, desde Polanski o Bergman, hasta David Lynch. Cómo trataba el mundo estético este acontecimiento que se salía de la norma marcada desde los esquemas del mundo natural. Este estado excepcional suponía, para el universo griego, una situación de endiosamiento, un alzamiento con respecto a la dimensión antropológica. El artista, en este caso, era el vehículo por el cual se expresaban las musas y divinidades, superando, de esta forma, el lenguaje convencional del arte.
Este endiosamiento pasa a ser, con Kant y Schopenhauer, sintomático de la genialidad. Para Kant, el genio era el que tenía la disposición natural innata para captar la regla del arte o, desde mi opinión, trasgredirla. Por este motivo, la ordenación dada desde el genio no es derivable de otros modelos, no puede ser sistematizada debido a su originalidad y novedad. Es por tanto un don, algo que no se puede adquirir por el trabajo y la práctica, algo independiente de los manuales y trabajos anteriores.
Para Schopenhauer, el genio es aquél que se sale de la vulgaridad, que por sus características se levanta frente a la media; gracias a una particular forma de ser basada en la imaginación. En esta concepción, la genialidad roza la locura, la manía y la posesión de un espíritu que se sale del canon. Y como no podía ser de otra manera, este creador descrito por Schopenhauer trabaja y se levanta desde la melancolía y el infantilismo.
Son estos los rasgos que quería destacar para dejar patente uno de los asuntos que me llaman más la atención en el ámbito de la creación cinematográfica. Son los creadores originales, aquellos que pueden desarrollar un lenguaje propio que se sale del camino trillado, los que son considerados como geniales y, en muchos casos, son personas excesivas acostumbradas a rebasar las limitaciones impuestas desde la cultura artística aceptada. Sus vidas suelen ser un deambular de problemas, abusos y excesos que normalmente llevan a la autodestrucción de aquellos que poseen la genialidad. Parece, pues, una maldición, puesto que el sobresalir por encima de la medianía es un camino sin retorno que lleva a la consumición de su protagonista. Como decía Schopenhauer es, la genialidad, muy cercana a la sinrazón. Pero, bendita locura, que nos permite a los pobres mortales que no estamos en comunión con los dioses, disfrutar de grandes obras.

Nacho Valdés

El Espejo Asiático Vol. 8

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3-IRON; estados paralelos de conciencia

De Kim Ki-Duk

En la jerga del golf, “hierro 3” es el palo menos usado. Que un director de cine, que en sus años de juventud ha servido como militar en el ejército surcoreano y como acólito en un monasterio budista, firme una producción con este título, cuanto menos, resulta desconcertante. Añadir que Kim Ki-Duk, se inició en la esfera cinematográfica siendo un auténtico profano del medio, tras concluir sus actividades religiosas. Si el triángulo equilátero ejército-religión-cine nos resulta llamativo, el film del director surcoreano no nos defraudará. Violencia exacerbada y espiritualidad sin fronteras son las dos premisas en que basa su trabajo. Pero, ¿qué tiene que ver el golf con todo esto?. Sinceramente, no lo sé.

Un guión y una realización en que conceptos tan dispares como nihilismo y meditación campan a sus anchas, o terminan comulgando de una manera estrambótica, hace recomendable afrontar esta película con una buena dosis de templanza y paciencia.

La historia de amor silenciosa de un vagabundo, que duerme en casas ajenas aprovechando la ausencia de sus dueños y como contraprestación moral realiza arreglos en ellas, y de una modelo maltratada en proceso terminal de decadencia, es el hilo argumental de “3-Iron”. La originalidad de la sinopsis es un punto a favor para los cinéfilos. Comprobar como alguien intenta salir airoso de semejante trámite narrativo pone en guardia nuestras neuronas. Para más inri, los protagonistas principales sólo vierten saliva para besarse, ya que usan el silencio como herramienta existencial. Resultar ileso de esta emboscada hecha guión sólo es digno de un escapista, pero Kim Ki-Duk consigue solventar la papeleta.

Pese a una dirección sobria y una planificación sencilla, muchas secuencias resultan inclasificables. Asistimos simultáneamente a una lección de “venganza romántica” a la coreana, a pequeños retazos de introspección mística y a continuos ejemplos de cómo golpear a la bola con un “hierro 3” para herir al prójimo

La dualidad que presenta el realizador asiático entre espíritu y materia es extrema. La alegoría de cómo dos seres puros interaccionan con la sociedad actual, la manera de sobrevivir obstinándose en el silencio como defensa e intentando gravitar ante las circunstancias, es el fundamento vital y filosófico que Kim Ki-Duk nos propone.

Sorprendentemente, a pesar de no parecer creíble en muchos pasajes, excesivamente maniqueísta en otros, infantil y absurda por doquier, el resultado global es satisfactorio. Con un uso de los actores absolutamente iconográfico, bella y catatónica dentro de un gran desorden, “3-Iron” filtra un mensaje poético y trascendente sobre los estados de conciencia del ser humano y la agresión del mundo exterior ante aquéllos que no saben o no desean adaptarse a él.

Reconocido internacionalmente tras varios años, Kim Ki-Duk provoca con su trabajo, incitando visceralmente a adentrarse en el resto de su filmografía.

Melmoth

15/12/2009

ALEXANDER RODCHENKO: Modernidad constructivista desde la década de los años treinta

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"Fotografiad, fotografiad, pero nunca mintáis" A. Rodchenko.

Tras la incipiente victoria bolchevique en aquella Revolución de Octubre, que proporcionaba ventaja al pueblo en el gobierno de sus futuros intereses, emergía una nueva clase que diseñaría los designios soviéticos durante muchos años: la obrera.
El socialismo propugnado por K.Marx y su lucha de clases, se convirtió en paradigma de una época en la que Lenin trataba de tomar el control de un país con una economía extremadamente agrícola y una sociedad precaria.
El constructivismo vino después, en la época postrevolucionaria, para advertir un carácter utilitarista al arte moderno, promulgando las glorias del socialismo, separando el arte "puro" del arte que se utiliza como instrumento para propósitos sociales. Es aquí donde emerge la figura Alexander Rodchenko como precursor y mentor del constructivismo soviético.

La polifacética carrera artística de este autor, nos invita a reflexionar sobre la actividad bulliciosa y ambigua que los artistas de la época consumaban en obras sobre soportes muy variopintos. Pintor, diseñador, poeta quizás y fotógrafo, A. Rodchenko se rebela contra todo pronóstico y asume la convicción firme de trasgresor, transformando el lenguaje narrativo de cada disciplina artística que cultiva. En fotografía, no podría hacer de menos.
En apariencia, sus fotografías retratan la cotidianidad de la sociedad soviética, realzando los aspectos modernos, la exaltación de la multitud y de la gente de a pié, sus actividades, sus calles, y de éstas su arquitectura, colosal, significativa de la modernidad de la que hacía gala el nuevo gobierno.
Lo nuevo, lo extraño, se sucede desde el momento en el que posiciona su cámara. Es aquí, en la extrañeza, donde mejor maneja los elementos, nuevos y distantes de la tradición fotográfica del momento, pictorialista y enconada en un estatismo que, A. Rodchenko decide destruir a golpe de encuadre vivo y violento. Variadas muestras constatan la transgresión.

Sobre la calle Mateo Inurria número 3, en Madrid, se asienta una exposición que da buena muestra de las múltiples aptitudes que concurren en torno a la personalidad de Alexander Rodchenko, concentrando nuestra atención en la fotografía como disciplina artística.
De toda la obra que se presenta en las salas de la Fundación Canal, albergan en ella manifiestos e impresiones escritos por las paredes desnudas de fotografías, las que menos en realidad, aunque sin duda llamativos.
Distribuidas por diferentes espacios, bien diferenciados, referidos a temáticas distintas, las fotografías desvelan la pasión artística de este fotógrafo que siempre muestra lo que acontece, sin despistar; movimiento, puntos de vista, infancia, retratos, modernidad o composición, de cada una de las áreas recogemos puntos de inflexión en el camino de la Historia de la Fotografía, giros que suponen provocación y descaro, pero también precursor elegante de novedades modernas.

Selecciono de tantas y para finalizar, una fotografía sublime, descarada y moderna, pese a que la fecha de realización de la misma se sitúa en los años treinta de 1900, admirable en el uso del encuadre y la composición: el punto de vista no siempre debe estar a la altura de nuestra mirada.


Giorgio
11/12/2009

Sweet Corner Vol. 38

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Sin secretos

La noche se cierra sobre la ciudad, las luces se multiplican en los centenares de ventanas de cada edificio. Alguien se asoma, en silencio, cómplice de la oscuridad, sin ser visto, se enciende un cigarro y observa. Su mirada penetra en la privacidad de los demás, familias frente al televisor, gente cenando, solitarios empedernidos, todo un espectáculo únicamente experimentable en la urbe, en el corazón de la civilización.
Su ojo inquisidor barre las tinieblas, una cerveza, mejor dos; que más da, está pasando un buen rato. Enciende otro cigarro, se da cuenta de que la brasa de la punta delata su posición, le es indiferente, no hace nada malo, solo escudriñar. Se escucha un ruido, un grito, no sabe de dónde viene, las calles conforman una jungla en la que todo es posible.
El ojo crítico se posa sobre los camellos, prostitutas y puteros borrachos de la zona, le resulta divertido ver como se desenvuelven. Depredadores, todos ellos arrastrándose sobre el fango que conforma el asfalto. Carteristas, estafadores, todos aves nocturnas en su ecosistema particular. Un difícil equilibrio, precario y hermoso a un tiempo. Le vienen a la cabeza recuerdos del pasado, cuando vivía en el pueblo, cuando no era espectador destacado de la vida en toda su plenitud y, por supuesto, de la muerte. El otro día pudo grabarlo, mataron a uno, delante de su casa, debajo de su ventana en la que pasa horas con su ojo electrónico buscando la realidad que no es capaz de ver en otro lugar. Fue un momento excepcional, le gustó y desagradó a un tiempo. Nunca había sido testigo de cómo a alguien le quitaban lo más preciado; fue rápido, un suspiro, un brillo del acero y ya está. Después se quedó en el suelo revolviéndose, moviéndose muy lento, él corrió a grabarlo, necesitaba esa información. Después lo desdramatizó, lo pasó por su televisión y ya está. Lo convirtió en algo lejano que parecía haber salido de alguna película mala, con deplorable iluminación y peores actores. Se dio cuenta de que la realidad es mucho más patética que la ficción, ésta última siempre tiene una aureola de magnificencia que resta tragedia a todo lo que pasa por su filtro. No lo compartió con nadie, lo guardó con el resto de material.
Su ojo también es avaricioso, se posa en los demás anhelando sus ocultos pensamientos, saber qué es lo que pasa de puertas para adentro en cada una de las ventanas iluminadas que tiene a su disposición. Intenta hacerse una composición, conocer qué es lo que ocupa a cada uno, estar al tanto de las nimias novedades que como un torrente todos los días se suceden sin que se puedan frenar. Él las recoge entre las sombras, cuando el sol se ha ocultado tras las edificaciones. Dar una ojeada, escrutar a sus convecinos, investigar esos preciados secretos que todos guardan en un baúl profundo, en lugar preciado a salvo de las miradas ajenas. En ocasiones tiene suerte y es partícipe de momentos preciosos por su escasez, por su rareza, por su peculiaridad. Él también procura esconderlos, se convierten en sus pequeños tesoros que visiona una y otra vez, una y otra vez, sin freno.
La noche se acaba sin fortuna, la vigilia ha sido vana, sin contenido, sin algo que llevarse a la boca. Horas de grabación sin sentido, sin nada mejor que una simple riña o unos besos fugaces a la entrada de un portal. Los tonos ocres del amanecer oxidan la ciudad, la vuelven herrumbrosa y vetusta, antigua y desconocida para el adicto a la tiniebla. La tranquilidad, la calma salvaje al amparo de la luna se vuelve frenesí y movimiento con los primeros vehículos, con los primeros y adocenados ciudadanos que van al redil del trabajo y la convención. Está cansado y un poco borracho, las bebida y el tabaco fueron su único sustento desde que es sol se ocultó por el oeste. Ahora asoma por su contrario, completando el ciclo infinito sin freno, se piensa el quedarse para comprobar que no suceda nada interesante. No le seduce, los días no son interesantes, son rutinarios y previsibles. Cierra la persiana y vuelve a la calidez de la oscuridad, únicamente el piloto rojizo de la cámara delata su presencia.

Nacho Valdés

El Espejo Asiático Vol. 7

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LA HISTORIA DEL CAMELLO QUE LLORA; el medio físico como matriz”

de Byambasuren Davaa y Luigi Farloni

Sentarse a ver una película documental, dirigida por un mongol y un italo-germano, que trata sobre los avatares de una cría de camello que pulula por el desierto de Gobi, se puede considerar, por lo general, como un ejercicio de erudición, esnobismo, ociosidad, o en último caso, de patología cinéfila-. Si además, para condimentar la sinopsis, se añade que la entrañable criatura protagonista es albina y que es rechazada por mamá camello debido a su aspecto, sólo queda preguntarnos qué fuerza oscura y masoquista nos impulsa a ver esta producción. Y, ciertamente, el primer tercio del metraje cumple con nuestros peores presagios.

Con unos compases iniciales que no llegan a captar el interés del espectador, “La Historia del Camello que Llora”, comienza a rodar como un cúmulo de imágenes de escaso impacto visual y descriptivo. Con nula solidez y claridad en el planteamiento de la trama, el único enfoque válido del documental en su primera fase es meramente etológico. A no ser que alguien del público esté interesado en cuestiones tan específicas como visionar el parto de un camello, o que se sugestione pensando que contempla una obra que fue preseleccionada para el Óscar, la primera parte del film propicia que nuestra paciencia se tambalee. Byambasuren Davaa y Luigi Farloni, convierten la inercia existencial de una familia nómada de mongoles y su grupo de camellos, en un collage insípido que parece no tener ni principio ni objeto. Llegados a este extremo, lo más recomendable sería levantarnos de la butaca. Pero tal vez, cometeríamos una pequeña equivocación…..

Cuando logran aparecer en la historia un par de líneas argumentales medianamente sobrias y la cámara deja de ser una herramienta inerte, inexpresiva y meramente funcional, “La Historia del Camello que Llora” toma progresivamente forma y envergadura. Los personajes, humanos y animales, abandonan su condición testimonial y empezamos a involucrarnos en sus motivaciones. Es aquí donde se demuestra el potencial antropológico del documental, presentándonos la divergencia entre la cultura nómada y el mundo moderno paralelo, el recelo atávico que suscita en las tribus errantes, temerosas de tomar de él mucho más de lo necesario. El equilibrio entre las dos esferas parece incómodo, mostrando ambos directores su respeto y simpatía por una de ellas.

A pesar de su pobre presentación, “La Historia del Camello que Llora” termina por convertirse en un documento apreciable sobre los hábitos de una familia nómada en Mongolia. Observar el modo de vida de tradiciones milenarias sostenerse e incluso convivir con la modernidad, es señuelo suficiente para superar con éxito su hora y media de irregular metraje. El desdén, la superioridad cultural o la chanza, con que muchos occidentales pueden acercarse a un ritual budista, que tiene como designio restablecer, mediante música y bendiciones, los vínculos afectivos entre un camello y su cría, sólo son comparables al que un nómada del desierto de Gobi puede presentar al hallarse ante un aparato de televisión, aunque conozca de sobra su funcionamiento.

Finalmente, merece la pena seguir las andanzas del pequeño camello Botok, así como conocer la perspectiva existencial de sus propietarios, y recordar a muchos imbéciles y aducidos, que el mundo todavía no es homogéneo y que el diseño actual de involución humana, no es aplicable a todos los rincones del planeta.

Melmoth

07/12/2009

Sweet Corner Vol. 37

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Arrebato

Los fenómenos de masas suelen estar relacionados, a mi entender, con aquellos hechos que por su excelencia se salen de la normalidad. Es decir, se suele encumbrar a ciertas personas que poseen habilidades, características o cualidades que les ponen por encima de la media. Es connatural a la especie humana el dejarse llevar por este tipo de acontecimientos, es habitual el dejarse llevar por la emoción de esos actos que por sus particularidades parecen sobrehumanos o sólo al alcance de unos pocos.
La antigua Grecia, por ejemplo, ponía literalmente en un pedestal a aquellos deportistas que durante las olimpiadas cosechaban éxitos notables. Esto era algo comprensible en la mentalidad del griego medio, estos héroes de carne y hueso emulaban las proezas de la mitología y encarnaban los límites antropológicos que difícilmente se podían alcanzar por el vulgo. De hecho, era usual, que aquéllos que más destacasen, diesen nombre al calendario en el que cosecharon el éxito. De esta forma nombraban cierta época en la que lograron el triunfo y era así reconocible por el pueblo llano. Huelga decir que estos individuos volvían a su polis convertidos en semidioses y desarrollaban, en la mayor parte de los casos, el resto de su existencia colmados de atenciones.
Durante el romanticismo, otra figura excepcional, en este caso un violinista llamado Niccolò Paganini, logró poner en pie a una legión de seguidores que se agolpaban para ser testigos de su exquisita pericia para tocar el instrumento. Este virtuoso italiano, fue de los primeros en desarrollar extensas giras para que sus incondicionales pudiesen disfrutar de su maestría a la hora de ejecutar las piezas que componía. Era tal su destreza que incluso llegaba a utilizar únicamente una cuerda para tocar, después iba añadiendo el resto con lo que daba la sensación de que eran varios los instrumentos que estaban en el teatro. Desarrolló una técnica que no tenía par en Europa, llegándose incluso a especular con que algún pacto con Belcebú le había permitido llegar hasta el nivel que demostraba en sus espectáculos. Por supuesto nada de esa rumorología refería a la realidad, más bien la constancia y las capacidades naturales del músico eran las que le auparon hasta el lugar preeminente que todavía ocupa en el mundo de la música.
Ya en el siglo XX, a mediados del mismo, otro grupo de músicos consiguió, gracias a la globalización pujante de las comunicaciones, aglutinar a su alrededor a una comunidad de partidarios que prácticamente llegó hasta el sectarismo. En este sentido no hay más que recordar como Sharon Tate sufrió la ira de Charles Manson influenciado, entre otras cosas, por las composiciones de los Beatles. Los cuatro músicos de Liverpool consiguieron alterar los designios de la música moderna, logrando perturbar el camino melódico que iba marcándose desde los sellos discográficos. Fueron trece los discos que publicaron en su corta pero fructífera carrera y más de doscientos los himnos que acuñaron, teniendo en cuenta el corto recorrido de la formación pueden ser considerados como uno de los conjuntos más prolíficos, en relación al tiempo que estuvieron juntos, de la historia de la música moderna. El caso es que movilizaron a gentes de todo tipo, edades y condiciones.
Todos estos acontecimientos tienen, lejos de odiosas comparaciones, algo en común. El talento de estos ejemplos, cada uno de ellos en sus ámbitos particulares, es incuestionable, algo que no se puede poner en duda. Por este motivo me pregunto qué es lo que ve la gente, o más bien la masa bovina, en la reedición del género vampírico de mano de Luna Nueva y Crepúsculo. Parece ser que en la premiere se llegaron a pagar 500 € en la reventa por unos pases que eran gratuitos, se sucedieron los desmayos y gritos y el centro de Madrid quedó desbordado ante tal avalancha de púberes desbocados. No puedo decir que haya visto las películas, y la verdad es que no tengo ninguna apetencia por una historia manida, usada y desarrollada en múltiples ocasiones desde el nacimiento del terror gótico a finales del siglo XVIII. Sólo vi, con ocasión de su estreno en televisión, una secuencia de la primera parte; no duré más de diez minutos en ese canal. Pura basura efectista, vacía y plagiada de infinidad de trabajos anteriores.
¿Qué será lo que ven en esos mediocres actores y en esos guiones previsibles y estúpidos? Creo que nunca encontraré respuesta a estos movimientos del gentio en pos de falsos ídolos.

Nacho Valdés