El cine: arte e industria, ¿industria o arte?

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De la disyuntiva presente en la cuestión de arte o industria, ocurre que la determinación del concepto de arte nos lleva a contradicciones y supuestos diferentes en relación a una u otra concepción de aquél.
De esto, se deriva la percepción que podemos apreciar sobre la figura de director de cine: aquella cuyo valor es tal, que solo consigue permanecer en pie a costa de pasar por encima del trabajo de los otros, supeditando la acción del resto de los miembros del equipo a comparsas arbitrarias; de la otra visión, la de Hollywood, la del técnico que trabaja al servicio de la idea, al servicio del creador único y original, el escritor.
En ambas, o mejor, de ambas alternativas, nace la sensación de una falta de rigor conductual, que persiste en los circuitos más cercanos a la cinematografía, y eso incluye las escuelas de cine.
Es aquí donde la circunstancia de elegir entre el director-creador o director-trabajador, se hace más patente, y condiciona la tarea de enseñar a pensar en imágenes.
No se trata de coartar la inspiración, ni de ensuciar la práxis fílmica con ingentes cantidades de teoría manifiestamente vulgar, de lo que trata enseñar es de aprender a ver, aprender a ver matemática, ciencia, historia, y en nuestro caso, aprender a ver cine.
Y es en la enseñanza de la dirección cinematográfica donde se pone de manifiesto la falta de reflexión, sobre y desde, la propia profesión de director. Si los docentes no aprenden de la práctica cinematográfica, difícilmente conseguirán enseñar cine.

En relación a la industria, a la modernidad, al supuesto e hipotético yugo que ésta somete a la actividad artística, no es en vano reivindicar el papel del autor como defensor de la diferencia entre la industria del cine y otros sectores puramente industriales.
Si bien la industria cinematográfica existe y adorna de millones de dólares cada uno de los rincones que giran en torno a Hollywood, fundamentalmente, reducir el cine a la obtención de un saldo positivo en el balance de ingresos y gastos, sería frivolizar y reducir el concepto de arte, prácticamente a cenizas.
Siempre es (fue) necesario el dinero para crear y construir, desde los acaudalados reyes medievales, pasando por los mecenas renacentistas, la inversión demuestra la dificultad de crear, pero no justifica la desaparición de la actividad artística del panorama cinematográfico.
En la concepción de arte, de autor clásico, el cine presenta una transformación esencial, ya que aporta una visión distinta al concepto de autor: la de la multiplicidad. El director de cine es un autor multipersonal, no porque concurran varios autores en la dirección cinematográfica, sino porque éste ve ampliada sus funciones a todas aquellas que componen e intervienen en la estructura de construcción de una película.
Sobre esta idea, surge el interrogante más importante que se manifiesta en la figura del director de cine, la de concretar el concepto de dirección cinematográfica, discerniendo entre el control de una serie de técnicas, de la suma de conocimientos cinematográficos sobre el que aplicar esas técnicas.
De la respuesta, obtenemos diversos problemas que acontecen en la enseñanza del cine, en concreto de la dirección cinematográfica, y de nuevo, de la separación casi inmediata entre teoría y práctica.
Lo que queda perfectamente expuesto, es que bajo las instrucciones reflejadas en un manual no se alcanza la realización de una película, así como no es posible utilizar como herramienta única la intuición, para firmar un film: el hecho de rodar y concatenar planos, no debe ser considerado una película.

Por mi condición docente, y del medio audiovisual, de la relación entre cine y arte, y entre cine e industria, es posible escapar para aprender a enseñar cine. No obstante, la presencia de la reflexión en las profesiones cinematográficas, es una carencia que se trasmite desde la cinematografía hasta las escuelas de cine.


Sweet Corner Vol. 80

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La extraña realidad

Las explicaciones simplistas son, por norma general, las que más crédito alcanzan debido a la sencillez de los planteamientos que nos proponen. La división del mundo en buenos y en malos, en demócratas y totalitaristas o entre el mundo libre y el terrorismo fundamentalista provoca la escisión que supone el caldo de cultivo para los movimientos supuestamente liberadores. Estas corrientes encierran, bajo su barniz de radiante emancipación, un profundo interés partidista que disipa toda duda en torno a los propósitos de estas acciones que quieren salvarnos de un yugo invisible que no es más que humo alimentado por la clase política.
Uno de los problemas más acuciantes de la situación política actual es la bipolaridad que divide el orbe terráqueo. Tenemos, a un lado, la democracia occidental salvaguardada por los impolutos Estados Unidos y, por otro lado, el extraño y desconocido mundo islámico que parece estar al acecho de nuestros intereses. Pues en el discurso que preña nuestra ignorancia de odio y temor, esta facción religiosa es homogeneizada para que el desconocimiento del vulgo se convierta en resentimiento ante lo desconocido. Es decir, la información que tenemos acerca de esos pueblos viene siempre sesgada puesto que está supeditada a unos intereses superiores que vienen marcados a ritmo de talonario. Da la impresión, cuando se escuchan ciertas opiniones de que se trata de naciones cargadas de integristas dispuestos a decapitar al primer occidental que pase por ahí, de que está lleno de posibles terroristas que albergan la oscura intención de inmolarse para llevarse consigo a todos los defensores de la libertad a los que alcance la onda expansiva de sus explosivos. Y no olvidemos, dentro de la megalomanía que afecta a toda esta propaganda, esos grandes planes de destrucción masiva que mediante medios ilícitos acabarán desestructurando a la sociedad de las libertades. Es decir, el mundo occidental en el que vivimos.
Creo, y nadie me sacará de esta opinión, que pecamos de una visión etnocentrista de los hechos que nos lleva a obviar lo más importante de este asunto: solo los intereses de tipo económico o estratégico suponen el motor de estos supuestos movimientos liberadores. John Locke, Voltaire o Spinoza, todos ellos pensadores que murieron hace más de dos siglos, advertían hace tiempo que el Estado (en este caso globalizado) no puede más que regular la acción de sus individuos pues es asunto que recae sobre la legislación. Sin embargo, asumen la total libertad que debe reinar en materia de pensamiento y, con más énfasis, en aquellos asuntos que traten de algo tan sentimental como el de la confesión religiosa. Considero que este el problema en el que estamos cayendo; intentamos, desde nuestra supremacía militar, imponer formas de pensamiento en países lejanos con la excusa de la liberación pero con el oscuro fin de intervenir en el manejo de sus materias primas.
La foto con la que ilustro este escrito muestra múltiples lecturas y, a buen seguro que, dependiendo del bando en el que nos encontremos, éstas serán totalmente diferentes. Desde mi opinión, se trata del uso habitual que la potencia militar estadounidense (las nuestra al fin y al cabo pues estamos en el mismo bloque) realiza de la fuerza para liberar a todos aquellos que están sometidos por un régimen autoritario, aunque más bien parece que de lo que desean liberar a estos supuestos insurgentes es de la carga de vivir. Otros podrán opinar que se trata de una acción militar lícita contra unos milicianos que habían opuesto una feroz resistencia contra las pacíficas fuerzas de ocupación, incluso se puede observar el detalle de un fusil abandonado cerca de la puerta. Para muchos se tratará de la consecuencia lógica a las actividades que los integristas realizan para atacar a nuestro mundo democrático, ellos se lo habrán buscado dirán estos elementos. Pero, ¿qué pasa con el mundo árabe que está sometido a nuestros ejércitos? No lo sé a ciencia cierta, pero lo que tengo claro es que puesto que son como todos nosotros, sentirán la rabia y desesperación lógica del asesinato indiscriminado que se realiza a diario en estas esquinas del mundo alejadas de nuestro boyante estado del bienestar.
Yo creo que la pregunta principal para solucionar este asunto es la siguiente: ¿quiénes son los que crean y fomentan a los integristas? ¿Cuatro imanes chiflados que apoyan el asesinato o todos nosotros con nuestra ignorancia y pasotismo? La respuesta para mí es obvia, nuestra acción o inacción, según se mire, nos ha convertido en la mayor cantera de odio del mundo y mientras no dejemos de intervenir en las culturas y pensamientos ajenos esta situación va a seguir perpetuándose hasta que uno de los dos bloques sea aniquilado. Y si no, tiempo al tiempo.

Nacho Valdés

Sweet Corner Vol. 79

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Despedida de un ilustre

Ayer por la noche, viendo el programa del Gran Wyoming, recibí la noticia de que el Grupo Prisa se desvinculaba de manera definitiva del canal de noticias CNN +. El asunto, que no tendría mayor trascendencia en otras condiciones, reviste cierta gravedad pues uno de los damnificados por esta escisión es el periodista Iñaki Gabilondo. Este referente periodístico en español, unido de manera indisociable con el mundo radiofónico y, en los últimos tiempos, con el mundo de la imagen en formato televisivo fue objeto de una entrevista que me ha hecho cambiar en el último momento el motivo del escrito que tenía preparado para hoy.
Algo que me llamó la atención, aunque no me sorprendió dada la trayectoria de este profesional, fue el discurso equilibrado y cuajado de sentido común que enarboló durante su participación. Se me puede achacar que no se trata de algo extraordinario pero, si echamos un vistazo al panorama audiovisual actual, estos valores parecen en un claro retroceso. De hecho, uno de los puntos fuertes de su exposición, hacía referencia a la pútrida situación de los medios de masas. Consideraba, no sin pesar, que esto suponía un punto y aparte en su labor profesional y que, por desgracia, no había espacio para él en los deleznables espacios que están hoy por hoy en boga. Y es que un término antes respetado y vinculado con grandes figuras como es el de periodismo, está siendo desprestigiado por todos aquellos que se hacen acreedores de tal estatus sin tener ni un atisbo de inteligencia o diligencia. Como decía el bueno de Iñaki, son muchos los usos actuales de esa palabra pero, no por ellos, son todos válidos o tienen como referencia el sentido originario de la palabra. Y es una gran verdad, cualquiera que ponga la televisión y que se dé una vuelta por los programas actuales verá, no sin cierto hastío, que a estos pseudoprofesionales que viven de la sedición intelectual se les llena la boca cuando se autodenominan como periodistas. Y es que el gremio está pasando por épocas bajas y necesita, según mi opinión, una delimitación más clara de los parámetros de uso del mencionado término. Se ha convertido en un vocablo depauperado y manido que es arrojado como arma contra todo aquel que ose levantar la voz contra los líderes de la audiencia actual, esos que se hacen llamar profesionales de los medios informativos. Es por tanto una lástima que un caballero de la cultura y de la crítica profesionalizada no encuentre su espacio en los formatos audiovisuales de hoy en día, supongo que para lograr este hueco tendría que rebajarse a la discusión más barriobajera con personajes tan manipulados y estereotipados como Belén Esteban, de la que me he enterado que va a dar las campanadas de Telecinco acompañada por su marido. Pero este es otro cantar en el que me da una pereza infinita meterme.
La sobresaliente reflexión de Iñaki continuó con la afirmación de que su trabajo pasado le ha dado la oportunidad de no tener agobios de tipo económico y que, por este motivo, no estaba dispuesto a travestirse en un payaso de las ondas como los que campan en el campo informativo. Había llegado a la conclusión de que lo que debía hacer era encontrar un proyecto afín a sus capacidades y que éstas pasaban, según su intuición, por la educación de las nuevas generaciones y, quizás, en relación con alguna universidad.
Tras la breve entrevista me quedé con ganas de más, de conocer en mayor profundidad a este increíble profesional. Por sus palabras quedó patente que esto no va a ser posible a nivel público pero, quién sabe, quizás en futuro pueda asistir a algún curso o clase magistral de estilo impartida por este veterano artesano de la crítica política. Estoy deseándolo.

Nacho Valdés

Sweet Corner Vol. 78

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Usos de la imagen III

Para rematar la serie de artículos dedicados a la imagen y su funcionalidad, me gustaría tratar una de sus variantes más intrínsecamente humanas con las que se puede asociar. El asunto refiere, de manera directa, a uno de los instintos más genuinamente animales que el ser humano no ha sido capaz de soterrar bajo capas de cultura. Se trata del apetito sexual, que junto a la innata capacidad de supervivencia con la que contamos como cualquier otro ser vivo, supone uno de los principales motores universales a nivel social y biológico. Considero que la sexualidad o erotismo vinculado a la imagen ha sido un aspecto recurrente de la creación artística del ser humano, siendo una de las variantes de la creatividad indisociablemente unidas al género humano.



Como muestra de un primer ejemplo que aclare definitivamente esta variante funcional de la creatividad artística recurro a la Venus de Willendorf, encontrada en la cuenca del Danubio a principios del siglo XX. La pequeña escultura muestra a la que podría ser, según algunos especialistas, una especie de divinidad relacionada con la fertilidad. Una pequeña representación artística que, en la mayoría de casos, se relaciona con el coito en un afán meramente reproductivo y prácticamente funcionarial. Realmente, este tipo de interpretaciones del sentido de la imagen presentada son sumamente arriesgadas y se fundamentan en especulaciones sustentadas por profundas investigaciones del sentido último del objeto. Sin embargo, y sin pretender debido a mi desconocimiento del tema enmendarle la plana a nadie, considero que dicha hermenéutica del objeto va mucho más allá del sentido originario de la creación. Resulta cuando menos curioso que en cuanto nos metemos en la historia, cuando dejamos atrás las especulaciones en muchos casos vacías y la documentación habla por sí misma, nos encontramos con un tratamiento distinto de lo erótico. Hasta donde tengo constancia el uso que se realiza de la sexualidad a través de lo icónico se relaciona con lo placentero, lo pueril, lo pasional y la posesión del otro. Desde mi punto de vista el uso de lo sexual a través de la imagen se realiza con una pretensión nula de trascendencia y, en realidad, de lo que se trata es de dar rienda suelta en el ámbito privado de aquel deseo que por imposibilidad de satisfacción, bien sea por el tabú social o bien por la normativa vigente, no puede llevarse a cabo. Creo que la señorita de la imagen bien podría representar el oscuro anhelo de posesión de un personaje de baja jerarquía en el seno de una tribu de recolectores y cazadores. Es decir, tal como me gusta imaginar este ejemplo creativo, la mujer representada pertenece, dada la generosidad de sus carnes a un escalafón superior dentro del grupo. Por supuesto, la promoción en este tipo de sociedades no se realizaría por medio de las facultades intelectuales sino por las capacidades físicas que eran lo que permitían medrar frente a la naturaleza. Dadas las cualidades antropomórficas de la señorita en cuestión, pasó a formar parte del grupo de hembras elegidas para aparearse con el macho dominante y, puesto que el dominio en esta época venía dado por la capacidad de imposición ante los demás, la mujer pudo disfrutar de muchos y variados platos que la llevaron hasta el estado de obesidad que queda reflejado en la representación. El caso es que la muchacha acabó convirtiéndose, gracias a sus carnes abundantes, senos tremendos y muslos abotagados en uno de los primeros iconos sexuales de la historia. Puesto que la apropiación a través de la creatividad y la imagen es una posibilidad real, el artista, probablemente de escalafón inferior, tuvo que conformarse con un usufructo amatorio gracias a dedicarse al vicio de Onán; mucho antes de que éste fuese asesinado por Dios por desperdiciar su simiente.
Por lo tanto, lejos de las trepidantes interpretaciones que vinculan esta imagen con cultos perdidos, con la Madre Tierra o rituales de fertilidad considero que se trata de otro ejemplo más del uso lúdico que de la imagen se hace en lo referente a lo sexual.



Ejemplo aventajado de este tipo de creatividad es la del ámbito romano, que decoraban mediante frescos o incluso realizaban elaboradas talla fálicas para su uso y disfrute. Puesto que se trataba de una sociedad con mucho tiempo libre, las clases pudientes por supuesto, se entregaron a la satisfacción de sus apetitos e inclinaciones más naturales. Tengo entendido que fue tal el nivel al que llegaron que incluso el Imperio se tambaleaba ante las usurpaciones que se realizaban del erario público en pos de las satisfacciones más morbosas y complicadas. En el ejemplo que propongo se puede observar como mediante la técnica al fresco una estancia fue decorada por razón de una imagen que, probablemente, evocaba los juegos del dueño de la morada. Sobra la explicación en torno a la distracción que suponía para el que disfrutaba de esta pintura la presencia de la misma, es patente que este icono no tiene relacionado nada trascendente ni ritual. Lo que no me queda del todo claro es el papel del pobre esclavo que soportaba sobre su espalda a la mujer sobre la que cabalgaba su amo, ¿formaría parte del juego?

Nacho Valdés

LA ALDEA MALDITA: realismo español en el devenir cotidiano

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Fruto de la búsqueda de localizaciones para una película, Florián Rey encuentra el motor para desarrollar una nueva historia, aquella que relata los acontecimientos de una aldea que tras varios infortunios comienzan su forzado exilio. La aldea maldita arranca en un espacio tortuoso donde la lucha de fuerzas antagónicas adquiere formas reconocibles: lo rural y lo urbano, el hombre y la mujer, el rico y el pobre.
Durante la proyección de la película, se mantiene muy clara la idea de cine español, como transmisor de la idiosincrasia de un país, ofreciendo una panorámica muy precisa, y desde una perspectiva que pretende no desviarse del naturalismo; un realismo natural que no está exento de consecuencias negativas, pero que asemeja la dualidad campo-ciudad al concepto del bien y del mal, todo mezclado y adulterado por la constante presencia y acción del género femenino, encarnados principalmente en dos de los personajes principales.
Mi interés se centra fundamentalmente en dos aspectos, por un lado en uno de los grandes temas del film, la migración, cuya causa se fundamenta en una crisis económica fuerte, provocada por una cosecha devastada, y cuyas consecuencias alcanzan los comportamientos éticos y morales, bajo el trasfondo de un realismo cotidiano y rural. Por otro lado, no sólo lo que cuenta puede tildarse de moderno, sino que la manera de narrar busca recursos que posibilitan descripciones estrictamente visuales, con planos largos en tiempo y espacio, bien compuestos, utilizando recursos provenientes del expresionismo alemán o del cine soviético, como el juego de luces y sombras o las grandes composiciones generales repletas de referencias icónicas, en este caso bíblicas. 
Es por tanto, una realización fílmica que elude todo tipo de efectismo para buscar el estatismo, la inmovilidad en el movimiento de cámara y en el interior de los elementos que componen el plano, buscando y encontrando una sólida narración enclavada en el realismo, en este caso rural, contrapuesto, se intercalan los planos rápidos y los movimientos dinámicos en un entorno urbano antagónico al protagonista principal: el pueblo campesino, como personaje colectivo, sobrio, veraz y humilde.
Bien es cierto, que pese a buscar el realismo de manera perenne, sus continuas referencias bíblicas en forma de metáfora visual, le resta cierta veracidad al concepto de cotidiano, a pesar de usar estos recursos con sigilo e inteligencia visual (dicho lo cual, no es común en muchas películas actuales, y no sólo españolas); son numerosas las muestras neotestamentarias, como los nombres de los personajes femeninos, Acacia y Magdalena, el apedreamiento de Acacia o la cruz como símbolo.
Una muestra más de la importancia del contexto en el que se desarrolla el film, aquel que nos permite potenciar la idea de nacional, de identidad nacional, es Castilla, excelente bastión de la representación más castiza y nacional, esplendorosa antaño, ruinosa ahora: solo desde Castilla se puede renacer, y la demostración visual de esta idea se sucede de manera sistemática en la película.
Y en relación a Castilla, de nuevo aparecen muy diferenciados los espacios destinados a ocupar por el hombre y la mujer, así como los efectos que el comportamiento de cada uno tienen en la sociedad en la que discurren los personajes; la virilidad y la pureza del hombre, la degradación y la fertilidad de la mujer, representados por Juan y Acacia respectivamente, aportan la dicotomía de Castilla, su orgullo y recuperación, su ruina y decadencia, están relacionados con ambos personajes y de manera respectiva.
No es fácil interpretar estas dobles relaciones en una época, la de 1930, en la que el cine mostraba imágenes censuradas y cortadas por aquellos que consideraban a éstas en tentativa de dañar o alterar los pensamientos del pueblo, sobre todo de la mano de la iglesia católica; F. Rey consigue provocar la reflexión otorgando al censor “carnaza”, analogías bíblicas para contar una historia repleta de realismo, y que mostraba una imagen cruda y real de los problemas que sufrían en uno de esos pueblos españoles.

Por concluir, la aportación que desde La Aldea Maldita se hace al concepto de lo nacional, como cine perteneciente a un país, facilita la transmisión del concepto de cine como propaganda, en tanto en cuanto quita o confiere prestigio a las naciones contextualizadas y filmadas por las películas.
Pero desde la perspectiva técnica y artística, la película posibilita un lenguaje narrativo y visual repleto de sibilinas metáforas, puestas al servicio de la trama, de la consecución del argumento, hecho, que de obvio, es significativo en los tiempos que corren.

Giorgio
08/12/2010


Sweet Corner Vol. 77

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Usos de la imagen II

Es posible realizar un análisis de la imagen, desde un punto de vista funcionalista, desde diferentes ángulos y variantes. Todos ellos poseen un punto de verosimilitud aunque, en ocasiones, puedan, en un vistazo a priori, aparentar cierto antagonismo. Desde mi consideración se trata de funciones complementarias que se solapan unas a otras dando como resultado un compendio de disparidades que cubren diferentes espectros de la espiritualidad humana; o lo que es lo mismo, no existe un uso unívoco de la representación sino que éste es tan flexible como el de cualquier otro lenguaje.
Otra interesante aplicación práctica, que no totalmente consciente, de este formato expresivo es el de ser reflejo de la cotidianeidad. A mi parecer, el ser humano sufre una increíble cadencia hacia la normalidad, hacia el día a día y lo que sucede en su entorno. Uno de los motivos subyacentes a esta inclinación creo que se encuentra en el ansia de notoriedad y de pervivencia; me explico, considero que esta función se relaciona con la tendencia de los sujetos a dejar su huella en la historia. Este paso por el mundo, que se puede realizar desde un punto de vista individual, también puede efectuarse retratando el ambiente de la circunstancia en la que nos hayamos insertos. Se trata, por tanto, de una manera de dejar plasmada cierta notoriedad personal a través de la impersonalidad del ambiente. Algo que, aunque pueda resultar paradójico, cumple con los requisitos exigidos de la inmortalidad de la conciencia.



El primero de los ejemplos que propongo para reforzar el razonamiento expuesto es una pintura rupestre en la que el artista, ilustrando lo que podría ser su día a día, muestra una escena habitual de la idiosincrasia de su tribu. Se pueden distinguir los diferentes estamentos que componen la comunidad, divididos ya, desde tiempo pretérito, en géneros puesto que, en apariencia, la composición está estructurada en un grupo femenino y otro masculino. Parece que las féminas se dedican a la celebración, de manera despreocupada, como si asistiesen a algún tipo de recibimiento ritual que muestra la alegría de la caza. Mientras, el otro grupo, se dedica con sus herramientas y ornamentos en la cabeza, a la preparación de la carne para su posterior consumo. No me queda claro, quizás nadie lo pueda saber a ciencia cierta, si el otro animal que no está siendo manipulado es alguna bestia doméstica como un perro o, por el contrario, se trata de otra pieza cobrada que espera su disposición para el previsible banquete. No hay duda de que, lejos de idealizar, lo que se pretende en este caso es plasmar lo banal de la dinámica diaria y de esta manera conseguir su pasaporte a la posteridad.



En la pintura medieval que acompaña el escrito se muestra, reforzando el primer ejemplo gracias al salto temporal que se produce entre una y otra escena, otra práctico signo de lo que podría suponer un día especial en una ciudad con acceso al mar. Puesto que las comunicaciones navieras supondrían una fuente de ingresos de gran importancia, queda moldeada la importancia de dicha eventualidad en la procesión de personas que se acercan a la embarcación para realizar la carga o descarga de las mercancías que supondrán la principal fuente de subsistencia de la urbe medieval. La acostumbrada escena para los autóctonos queda magnificada y trasciende su sentido originario gracias a la representación del artista que, al traducir lo habitual en representación artística, logra con esta conceptualización superar lo fútil de un momento que con toda seguridad se produciría de forma cíclica. Lo que hasta ese momento era algo que no llamaba la atención se convierte, gracias al buen hacer del sujeto que realiza la obra, en un momento que se detiene y va más allá del individuo particular que no tendría mayor peso en el devenir de los hechos si no fuese por el uso de la imagen que ha hecho efectivo el creador del Medievo.



Como último paradigma he querido rescatar una película que me fascinó precisamente por lo cotidiano, al tiempo que trascendente, de su planteamiento. El fotograma muestra a un grupo de hombres que, en apariencia con gran formalidad, discuten sobre algún asunto de importancia. Y eso es precisamente lo que sucede; un hecho cotidiano, como puede ser el de la dilucidación por parte de un jurado popular de la inocencia o culpabilidad de alguien anónimo (algo que sucede todos los días en algunas partes del mundo) se eleva a la categoría de extraordinario gracias al uso de la imagen. Doce hombres sin piedad que pasarían al olvido si en sus manos no estuviese la vida de otro sujeto, algo, que como decía antes sucede todos los días en algunas partes del mundo.

Nacho Váldés