El cine: arte e industria, ¿industria o arte?

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De la disyuntiva presente en la cuestión de arte o industria, ocurre que la determinación del concepto de arte nos lleva a contradicciones y supuestos diferentes en relación a una u otra concepción de aquél.
De esto, se deriva la percepción que podemos apreciar sobre la figura de director de cine: aquella cuyo valor es tal, que solo consigue permanecer en pie a costa de pasar por encima del trabajo de los otros, supeditando la acción del resto de los miembros del equipo a comparsas arbitrarias; de la otra visión, la de Hollywood, la del técnico que trabaja al servicio de la idea, al servicio del creador único y original, el escritor.
En ambas, o mejor, de ambas alternativas, nace la sensación de una falta de rigor conductual, que persiste en los circuitos más cercanos a la cinematografía, y eso incluye las escuelas de cine.
Es aquí donde la circunstancia de elegir entre el director-creador o director-trabajador, se hace más patente, y condiciona la tarea de enseñar a pensar en imágenes.
No se trata de coartar la inspiración, ni de ensuciar la práxis fílmica con ingentes cantidades de teoría manifiestamente vulgar, de lo que trata enseñar es de aprender a ver, aprender a ver matemática, ciencia, historia, y en nuestro caso, aprender a ver cine.
Y es en la enseñanza de la dirección cinematográfica donde se pone de manifiesto la falta de reflexión, sobre y desde, la propia profesión de director. Si los docentes no aprenden de la práctica cinematográfica, difícilmente conseguirán enseñar cine.

En relación a la industria, a la modernidad, al supuesto e hipotético yugo que ésta somete a la actividad artística, no es en vano reivindicar el papel del autor como defensor de la diferencia entre la industria del cine y otros sectores puramente industriales.
Si bien la industria cinematográfica existe y adorna de millones de dólares cada uno de los rincones que giran en torno a Hollywood, fundamentalmente, reducir el cine a la obtención de un saldo positivo en el balance de ingresos y gastos, sería frivolizar y reducir el concepto de arte, prácticamente a cenizas.
Siempre es (fue) necesario el dinero para crear y construir, desde los acaudalados reyes medievales, pasando por los mecenas renacentistas, la inversión demuestra la dificultad de crear, pero no justifica la desaparición de la actividad artística del panorama cinematográfico.
En la concepción de arte, de autor clásico, el cine presenta una transformación esencial, ya que aporta una visión distinta al concepto de autor: la de la multiplicidad. El director de cine es un autor multipersonal, no porque concurran varios autores en la dirección cinematográfica, sino porque éste ve ampliada sus funciones a todas aquellas que componen e intervienen en la estructura de construcción de una película.
Sobre esta idea, surge el interrogante más importante que se manifiesta en la figura del director de cine, la de concretar el concepto de dirección cinematográfica, discerniendo entre el control de una serie de técnicas, de la suma de conocimientos cinematográficos sobre el que aplicar esas técnicas.
De la respuesta, obtenemos diversos problemas que acontecen en la enseñanza del cine, en concreto de la dirección cinematográfica, y de nuevo, de la separación casi inmediata entre teoría y práctica.
Lo que queda perfectamente expuesto, es que bajo las instrucciones reflejadas en un manual no se alcanza la realización de una película, así como no es posible utilizar como herramienta única la intuición, para firmar un film: el hecho de rodar y concatenar planos, no debe ser considerado una película.

Por mi condición docente, y del medio audiovisual, de la relación entre cine y arte, y entre cine e industria, es posible escapar para aprender a enseñar cine. No obstante, la presencia de la reflexión en las profesiones cinematográficas, es una carencia que se trasmite desde la cinematografía hasta las escuelas de cine.


1 comentarios:

Nacho dijo...

Tema complicado en el que planteas y no carente de paradojas como la que bien apuntas de la necesidad de apoyo económico para levantar proyectos fílmicos.
De todas formas, ante esta disyuntiva siempre me quedaré con el autor que es capaz de levantar desde su teclado grandes historias sin más necesidad que el presupuesto para café y tabaco.

Interesante artículo que cuando quieras discutimos pues lo estrecho del medio no me deja espacio para dar todas las opiniones que me gustaría.

Abrazos.