Sweet Corner Vol. 80

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La extraña realidad

Las explicaciones simplistas son, por norma general, las que más crédito alcanzan debido a la sencillez de los planteamientos que nos proponen. La división del mundo en buenos y en malos, en demócratas y totalitaristas o entre el mundo libre y el terrorismo fundamentalista provoca la escisión que supone el caldo de cultivo para los movimientos supuestamente liberadores. Estas corrientes encierran, bajo su barniz de radiante emancipación, un profundo interés partidista que disipa toda duda en torno a los propósitos de estas acciones que quieren salvarnos de un yugo invisible que no es más que humo alimentado por la clase política.
Uno de los problemas más acuciantes de la situación política actual es la bipolaridad que divide el orbe terráqueo. Tenemos, a un lado, la democracia occidental salvaguardada por los impolutos Estados Unidos y, por otro lado, el extraño y desconocido mundo islámico que parece estar al acecho de nuestros intereses. Pues en el discurso que preña nuestra ignorancia de odio y temor, esta facción religiosa es homogeneizada para que el desconocimiento del vulgo se convierta en resentimiento ante lo desconocido. Es decir, la información que tenemos acerca de esos pueblos viene siempre sesgada puesto que está supeditada a unos intereses superiores que vienen marcados a ritmo de talonario. Da la impresión, cuando se escuchan ciertas opiniones de que se trata de naciones cargadas de integristas dispuestos a decapitar al primer occidental que pase por ahí, de que está lleno de posibles terroristas que albergan la oscura intención de inmolarse para llevarse consigo a todos los defensores de la libertad a los que alcance la onda expansiva de sus explosivos. Y no olvidemos, dentro de la megalomanía que afecta a toda esta propaganda, esos grandes planes de destrucción masiva que mediante medios ilícitos acabarán desestructurando a la sociedad de las libertades. Es decir, el mundo occidental en el que vivimos.
Creo, y nadie me sacará de esta opinión, que pecamos de una visión etnocentrista de los hechos que nos lleva a obviar lo más importante de este asunto: solo los intereses de tipo económico o estratégico suponen el motor de estos supuestos movimientos liberadores. John Locke, Voltaire o Spinoza, todos ellos pensadores que murieron hace más de dos siglos, advertían hace tiempo que el Estado (en este caso globalizado) no puede más que regular la acción de sus individuos pues es asunto que recae sobre la legislación. Sin embargo, asumen la total libertad que debe reinar en materia de pensamiento y, con más énfasis, en aquellos asuntos que traten de algo tan sentimental como el de la confesión religiosa. Considero que este el problema en el que estamos cayendo; intentamos, desde nuestra supremacía militar, imponer formas de pensamiento en países lejanos con la excusa de la liberación pero con el oscuro fin de intervenir en el manejo de sus materias primas.
La foto con la que ilustro este escrito muestra múltiples lecturas y, a buen seguro que, dependiendo del bando en el que nos encontremos, éstas serán totalmente diferentes. Desde mi opinión, se trata del uso habitual que la potencia militar estadounidense (las nuestra al fin y al cabo pues estamos en el mismo bloque) realiza de la fuerza para liberar a todos aquellos que están sometidos por un régimen autoritario, aunque más bien parece que de lo que desean liberar a estos supuestos insurgentes es de la carga de vivir. Otros podrán opinar que se trata de una acción militar lícita contra unos milicianos que habían opuesto una feroz resistencia contra las pacíficas fuerzas de ocupación, incluso se puede observar el detalle de un fusil abandonado cerca de la puerta. Para muchos se tratará de la consecuencia lógica a las actividades que los integristas realizan para atacar a nuestro mundo democrático, ellos se lo habrán buscado dirán estos elementos. Pero, ¿qué pasa con el mundo árabe que está sometido a nuestros ejércitos? No lo sé a ciencia cierta, pero lo que tengo claro es que puesto que son como todos nosotros, sentirán la rabia y desesperación lógica del asesinato indiscriminado que se realiza a diario en estas esquinas del mundo alejadas de nuestro boyante estado del bienestar.
Yo creo que la pregunta principal para solucionar este asunto es la siguiente: ¿quiénes son los que crean y fomentan a los integristas? ¿Cuatro imanes chiflados que apoyan el asesinato o todos nosotros con nuestra ignorancia y pasotismo? La respuesta para mí es obvia, nuestra acción o inacción, según se mire, nos ha convertido en la mayor cantera de odio del mundo y mientras no dejemos de intervenir en las culturas y pensamientos ajenos esta situación va a seguir perpetuándose hasta que uno de los dos bloques sea aniquilado. Y si no, tiempo al tiempo.

Nacho Valdés

1 comentarios:

Giorgio dijo...

Lo árabe tiene dos vertientes: el terrorista y el rico.
Por un lado, nos hacen creer en un estado de alarma perenne respecto a lo musulmán: cuidado Jackson, dicen, cuidado con el de la chilaba.
Pero por otro lado, también surge la sensación opuesta: oh Joe, mira el de la chilaba, cargado de petrodólares ($$$$$$).

Hipocresía es el concepto que prima en la actualidad, y me vienen al pelo estas fechas. Yo me incluyo, porque estoy dentro de esta rueda de mierda, pero es muy cínico lo que hacen: o les asesinan para liberarles, o les dan el mundial de fútbol. Joder, hay mundos paralelos, y esto no es LOST.