El cine: arte e industria, ¿industria o arte?

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De la disyuntiva presente en la cuestión de arte o industria, ocurre que la determinación del concepto de arte nos lleva a contradicciones y supuestos diferentes en relación a una u otra concepción de aquél.
De esto, se deriva la percepción que podemos apreciar sobre la figura de director de cine: aquella cuyo valor es tal, que solo consigue permanecer en pie a costa de pasar por encima del trabajo de los otros, supeditando la acción del resto de los miembros del equipo a comparsas arbitrarias; de la otra visión, la de Hollywood, la del técnico que trabaja al servicio de la idea, al servicio del creador único y original, el escritor.
En ambas, o mejor, de ambas alternativas, nace la sensación de una falta de rigor conductual, que persiste en los circuitos más cercanos a la cinematografía, y eso incluye las escuelas de cine.
Es aquí donde la circunstancia de elegir entre el director-creador o director-trabajador, se hace más patente, y condiciona la tarea de enseñar a pensar en imágenes.
No se trata de coartar la inspiración, ni de ensuciar la práxis fílmica con ingentes cantidades de teoría manifiestamente vulgar, de lo que trata enseñar es de aprender a ver, aprender a ver matemática, ciencia, historia, y en nuestro caso, aprender a ver cine.
Y es en la enseñanza de la dirección cinematográfica donde se pone de manifiesto la falta de reflexión, sobre y desde, la propia profesión de director. Si los docentes no aprenden de la práctica cinematográfica, difícilmente conseguirán enseñar cine.

En relación a la industria, a la modernidad, al supuesto e hipotético yugo que ésta somete a la actividad artística, no es en vano reivindicar el papel del autor como defensor de la diferencia entre la industria del cine y otros sectores puramente industriales.
Si bien la industria cinematográfica existe y adorna de millones de dólares cada uno de los rincones que giran en torno a Hollywood, fundamentalmente, reducir el cine a la obtención de un saldo positivo en el balance de ingresos y gastos, sería frivolizar y reducir el concepto de arte, prácticamente a cenizas.
Siempre es (fue) necesario el dinero para crear y construir, desde los acaudalados reyes medievales, pasando por los mecenas renacentistas, la inversión demuestra la dificultad de crear, pero no justifica la desaparición de la actividad artística del panorama cinematográfico.
En la concepción de arte, de autor clásico, el cine presenta una transformación esencial, ya que aporta una visión distinta al concepto de autor: la de la multiplicidad. El director de cine es un autor multipersonal, no porque concurran varios autores en la dirección cinematográfica, sino porque éste ve ampliada sus funciones a todas aquellas que componen e intervienen en la estructura de construcción de una película.
Sobre esta idea, surge el interrogante más importante que se manifiesta en la figura del director de cine, la de concretar el concepto de dirección cinematográfica, discerniendo entre el control de una serie de técnicas, de la suma de conocimientos cinematográficos sobre el que aplicar esas técnicas.
De la respuesta, obtenemos diversos problemas que acontecen en la enseñanza del cine, en concreto de la dirección cinematográfica, y de nuevo, de la separación casi inmediata entre teoría y práctica.
Lo que queda perfectamente expuesto, es que bajo las instrucciones reflejadas en un manual no se alcanza la realización de una película, así como no es posible utilizar como herramienta única la intuición, para firmar un film: el hecho de rodar y concatenar planos, no debe ser considerado una película.

Por mi condición docente, y del medio audiovisual, de la relación entre cine y arte, y entre cine e industria, es posible escapar para aprender a enseñar cine. No obstante, la presencia de la reflexión en las profesiones cinematográficas, es una carencia que se trasmite desde la cinematografía hasta las escuelas de cine.


Sweet Corner Vol. 80

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La extraña realidad

Las explicaciones simplistas son, por norma general, las que más crédito alcanzan debido a la sencillez de los planteamientos que nos proponen. La división del mundo en buenos y en malos, en demócratas y totalitaristas o entre el mundo libre y el terrorismo fundamentalista provoca la escisión que supone el caldo de cultivo para los movimientos supuestamente liberadores. Estas corrientes encierran, bajo su barniz de radiante emancipación, un profundo interés partidista que disipa toda duda en torno a los propósitos de estas acciones que quieren salvarnos de un yugo invisible que no es más que humo alimentado por la clase política.
Uno de los problemas más acuciantes de la situación política actual es la bipolaridad que divide el orbe terráqueo. Tenemos, a un lado, la democracia occidental salvaguardada por los impolutos Estados Unidos y, por otro lado, el extraño y desconocido mundo islámico que parece estar al acecho de nuestros intereses. Pues en el discurso que preña nuestra ignorancia de odio y temor, esta facción religiosa es homogeneizada para que el desconocimiento del vulgo se convierta en resentimiento ante lo desconocido. Es decir, la información que tenemos acerca de esos pueblos viene siempre sesgada puesto que está supeditada a unos intereses superiores que vienen marcados a ritmo de talonario. Da la impresión, cuando se escuchan ciertas opiniones de que se trata de naciones cargadas de integristas dispuestos a decapitar al primer occidental que pase por ahí, de que está lleno de posibles terroristas que albergan la oscura intención de inmolarse para llevarse consigo a todos los defensores de la libertad a los que alcance la onda expansiva de sus explosivos. Y no olvidemos, dentro de la megalomanía que afecta a toda esta propaganda, esos grandes planes de destrucción masiva que mediante medios ilícitos acabarán desestructurando a la sociedad de las libertades. Es decir, el mundo occidental en el que vivimos.
Creo, y nadie me sacará de esta opinión, que pecamos de una visión etnocentrista de los hechos que nos lleva a obviar lo más importante de este asunto: solo los intereses de tipo económico o estratégico suponen el motor de estos supuestos movimientos liberadores. John Locke, Voltaire o Spinoza, todos ellos pensadores que murieron hace más de dos siglos, advertían hace tiempo que el Estado (en este caso globalizado) no puede más que regular la acción de sus individuos pues es asunto que recae sobre la legislación. Sin embargo, asumen la total libertad que debe reinar en materia de pensamiento y, con más énfasis, en aquellos asuntos que traten de algo tan sentimental como el de la confesión religiosa. Considero que este el problema en el que estamos cayendo; intentamos, desde nuestra supremacía militar, imponer formas de pensamiento en países lejanos con la excusa de la liberación pero con el oscuro fin de intervenir en el manejo de sus materias primas.
La foto con la que ilustro este escrito muestra múltiples lecturas y, a buen seguro que, dependiendo del bando en el que nos encontremos, éstas serán totalmente diferentes. Desde mi opinión, se trata del uso habitual que la potencia militar estadounidense (las nuestra al fin y al cabo pues estamos en el mismo bloque) realiza de la fuerza para liberar a todos aquellos que están sometidos por un régimen autoritario, aunque más bien parece que de lo que desean liberar a estos supuestos insurgentes es de la carga de vivir. Otros podrán opinar que se trata de una acción militar lícita contra unos milicianos que habían opuesto una feroz resistencia contra las pacíficas fuerzas de ocupación, incluso se puede observar el detalle de un fusil abandonado cerca de la puerta. Para muchos se tratará de la consecuencia lógica a las actividades que los integristas realizan para atacar a nuestro mundo democrático, ellos se lo habrán buscado dirán estos elementos. Pero, ¿qué pasa con el mundo árabe que está sometido a nuestros ejércitos? No lo sé a ciencia cierta, pero lo que tengo claro es que puesto que son como todos nosotros, sentirán la rabia y desesperación lógica del asesinato indiscriminado que se realiza a diario en estas esquinas del mundo alejadas de nuestro boyante estado del bienestar.
Yo creo que la pregunta principal para solucionar este asunto es la siguiente: ¿quiénes son los que crean y fomentan a los integristas? ¿Cuatro imanes chiflados que apoyan el asesinato o todos nosotros con nuestra ignorancia y pasotismo? La respuesta para mí es obvia, nuestra acción o inacción, según se mire, nos ha convertido en la mayor cantera de odio del mundo y mientras no dejemos de intervenir en las culturas y pensamientos ajenos esta situación va a seguir perpetuándose hasta que uno de los dos bloques sea aniquilado. Y si no, tiempo al tiempo.

Nacho Valdés

Sweet Corner Vol. 79

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Despedida de un ilustre

Ayer por la noche, viendo el programa del Gran Wyoming, recibí la noticia de que el Grupo Prisa se desvinculaba de manera definitiva del canal de noticias CNN +. El asunto, que no tendría mayor trascendencia en otras condiciones, reviste cierta gravedad pues uno de los damnificados por esta escisión es el periodista Iñaki Gabilondo. Este referente periodístico en español, unido de manera indisociable con el mundo radiofónico y, en los últimos tiempos, con el mundo de la imagen en formato televisivo fue objeto de una entrevista que me ha hecho cambiar en el último momento el motivo del escrito que tenía preparado para hoy.
Algo que me llamó la atención, aunque no me sorprendió dada la trayectoria de este profesional, fue el discurso equilibrado y cuajado de sentido común que enarboló durante su participación. Se me puede achacar que no se trata de algo extraordinario pero, si echamos un vistazo al panorama audiovisual actual, estos valores parecen en un claro retroceso. De hecho, uno de los puntos fuertes de su exposición, hacía referencia a la pútrida situación de los medios de masas. Consideraba, no sin pesar, que esto suponía un punto y aparte en su labor profesional y que, por desgracia, no había espacio para él en los deleznables espacios que están hoy por hoy en boga. Y es que un término antes respetado y vinculado con grandes figuras como es el de periodismo, está siendo desprestigiado por todos aquellos que se hacen acreedores de tal estatus sin tener ni un atisbo de inteligencia o diligencia. Como decía el bueno de Iñaki, son muchos los usos actuales de esa palabra pero, no por ellos, son todos válidos o tienen como referencia el sentido originario de la palabra. Y es una gran verdad, cualquiera que ponga la televisión y que se dé una vuelta por los programas actuales verá, no sin cierto hastío, que a estos pseudoprofesionales que viven de la sedición intelectual se les llena la boca cuando se autodenominan como periodistas. Y es que el gremio está pasando por épocas bajas y necesita, según mi opinión, una delimitación más clara de los parámetros de uso del mencionado término. Se ha convertido en un vocablo depauperado y manido que es arrojado como arma contra todo aquel que ose levantar la voz contra los líderes de la audiencia actual, esos que se hacen llamar profesionales de los medios informativos. Es por tanto una lástima que un caballero de la cultura y de la crítica profesionalizada no encuentre su espacio en los formatos audiovisuales de hoy en día, supongo que para lograr este hueco tendría que rebajarse a la discusión más barriobajera con personajes tan manipulados y estereotipados como Belén Esteban, de la que me he enterado que va a dar las campanadas de Telecinco acompañada por su marido. Pero este es otro cantar en el que me da una pereza infinita meterme.
La sobresaliente reflexión de Iñaki continuó con la afirmación de que su trabajo pasado le ha dado la oportunidad de no tener agobios de tipo económico y que, por este motivo, no estaba dispuesto a travestirse en un payaso de las ondas como los que campan en el campo informativo. Había llegado a la conclusión de que lo que debía hacer era encontrar un proyecto afín a sus capacidades y que éstas pasaban, según su intuición, por la educación de las nuevas generaciones y, quizás, en relación con alguna universidad.
Tras la breve entrevista me quedé con ganas de más, de conocer en mayor profundidad a este increíble profesional. Por sus palabras quedó patente que esto no va a ser posible a nivel público pero, quién sabe, quizás en futuro pueda asistir a algún curso o clase magistral de estilo impartida por este veterano artesano de la crítica política. Estoy deseándolo.

Nacho Valdés

Sweet Corner Vol. 78

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Usos de la imagen III

Para rematar la serie de artículos dedicados a la imagen y su funcionalidad, me gustaría tratar una de sus variantes más intrínsecamente humanas con las que se puede asociar. El asunto refiere, de manera directa, a uno de los instintos más genuinamente animales que el ser humano no ha sido capaz de soterrar bajo capas de cultura. Se trata del apetito sexual, que junto a la innata capacidad de supervivencia con la que contamos como cualquier otro ser vivo, supone uno de los principales motores universales a nivel social y biológico. Considero que la sexualidad o erotismo vinculado a la imagen ha sido un aspecto recurrente de la creación artística del ser humano, siendo una de las variantes de la creatividad indisociablemente unidas al género humano.



Como muestra de un primer ejemplo que aclare definitivamente esta variante funcional de la creatividad artística recurro a la Venus de Willendorf, encontrada en la cuenca del Danubio a principios del siglo XX. La pequeña escultura muestra a la que podría ser, según algunos especialistas, una especie de divinidad relacionada con la fertilidad. Una pequeña representación artística que, en la mayoría de casos, se relaciona con el coito en un afán meramente reproductivo y prácticamente funcionarial. Realmente, este tipo de interpretaciones del sentido de la imagen presentada son sumamente arriesgadas y se fundamentan en especulaciones sustentadas por profundas investigaciones del sentido último del objeto. Sin embargo, y sin pretender debido a mi desconocimiento del tema enmendarle la plana a nadie, considero que dicha hermenéutica del objeto va mucho más allá del sentido originario de la creación. Resulta cuando menos curioso que en cuanto nos metemos en la historia, cuando dejamos atrás las especulaciones en muchos casos vacías y la documentación habla por sí misma, nos encontramos con un tratamiento distinto de lo erótico. Hasta donde tengo constancia el uso que se realiza de la sexualidad a través de lo icónico se relaciona con lo placentero, lo pueril, lo pasional y la posesión del otro. Desde mi punto de vista el uso de lo sexual a través de la imagen se realiza con una pretensión nula de trascendencia y, en realidad, de lo que se trata es de dar rienda suelta en el ámbito privado de aquel deseo que por imposibilidad de satisfacción, bien sea por el tabú social o bien por la normativa vigente, no puede llevarse a cabo. Creo que la señorita de la imagen bien podría representar el oscuro anhelo de posesión de un personaje de baja jerarquía en el seno de una tribu de recolectores y cazadores. Es decir, tal como me gusta imaginar este ejemplo creativo, la mujer representada pertenece, dada la generosidad de sus carnes a un escalafón superior dentro del grupo. Por supuesto, la promoción en este tipo de sociedades no se realizaría por medio de las facultades intelectuales sino por las capacidades físicas que eran lo que permitían medrar frente a la naturaleza. Dadas las cualidades antropomórficas de la señorita en cuestión, pasó a formar parte del grupo de hembras elegidas para aparearse con el macho dominante y, puesto que el dominio en esta época venía dado por la capacidad de imposición ante los demás, la mujer pudo disfrutar de muchos y variados platos que la llevaron hasta el estado de obesidad que queda reflejado en la representación. El caso es que la muchacha acabó convirtiéndose, gracias a sus carnes abundantes, senos tremendos y muslos abotagados en uno de los primeros iconos sexuales de la historia. Puesto que la apropiación a través de la creatividad y la imagen es una posibilidad real, el artista, probablemente de escalafón inferior, tuvo que conformarse con un usufructo amatorio gracias a dedicarse al vicio de Onán; mucho antes de que éste fuese asesinado por Dios por desperdiciar su simiente.
Por lo tanto, lejos de las trepidantes interpretaciones que vinculan esta imagen con cultos perdidos, con la Madre Tierra o rituales de fertilidad considero que se trata de otro ejemplo más del uso lúdico que de la imagen se hace en lo referente a lo sexual.



Ejemplo aventajado de este tipo de creatividad es la del ámbito romano, que decoraban mediante frescos o incluso realizaban elaboradas talla fálicas para su uso y disfrute. Puesto que se trataba de una sociedad con mucho tiempo libre, las clases pudientes por supuesto, se entregaron a la satisfacción de sus apetitos e inclinaciones más naturales. Tengo entendido que fue tal el nivel al que llegaron que incluso el Imperio se tambaleaba ante las usurpaciones que se realizaban del erario público en pos de las satisfacciones más morbosas y complicadas. En el ejemplo que propongo se puede observar como mediante la técnica al fresco una estancia fue decorada por razón de una imagen que, probablemente, evocaba los juegos del dueño de la morada. Sobra la explicación en torno a la distracción que suponía para el que disfrutaba de esta pintura la presencia de la misma, es patente que este icono no tiene relacionado nada trascendente ni ritual. Lo que no me queda del todo claro es el papel del pobre esclavo que soportaba sobre su espalda a la mujer sobre la que cabalgaba su amo, ¿formaría parte del juego?

Nacho Valdés

LA ALDEA MALDITA: realismo español en el devenir cotidiano

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Fruto de la búsqueda de localizaciones para una película, Florián Rey encuentra el motor para desarrollar una nueva historia, aquella que relata los acontecimientos de una aldea que tras varios infortunios comienzan su forzado exilio. La aldea maldita arranca en un espacio tortuoso donde la lucha de fuerzas antagónicas adquiere formas reconocibles: lo rural y lo urbano, el hombre y la mujer, el rico y el pobre.
Durante la proyección de la película, se mantiene muy clara la idea de cine español, como transmisor de la idiosincrasia de un país, ofreciendo una panorámica muy precisa, y desde una perspectiva que pretende no desviarse del naturalismo; un realismo natural que no está exento de consecuencias negativas, pero que asemeja la dualidad campo-ciudad al concepto del bien y del mal, todo mezclado y adulterado por la constante presencia y acción del género femenino, encarnados principalmente en dos de los personajes principales.
Mi interés se centra fundamentalmente en dos aspectos, por un lado en uno de los grandes temas del film, la migración, cuya causa se fundamenta en una crisis económica fuerte, provocada por una cosecha devastada, y cuyas consecuencias alcanzan los comportamientos éticos y morales, bajo el trasfondo de un realismo cotidiano y rural. Por otro lado, no sólo lo que cuenta puede tildarse de moderno, sino que la manera de narrar busca recursos que posibilitan descripciones estrictamente visuales, con planos largos en tiempo y espacio, bien compuestos, utilizando recursos provenientes del expresionismo alemán o del cine soviético, como el juego de luces y sombras o las grandes composiciones generales repletas de referencias icónicas, en este caso bíblicas. 
Es por tanto, una realización fílmica que elude todo tipo de efectismo para buscar el estatismo, la inmovilidad en el movimiento de cámara y en el interior de los elementos que componen el plano, buscando y encontrando una sólida narración enclavada en el realismo, en este caso rural, contrapuesto, se intercalan los planos rápidos y los movimientos dinámicos en un entorno urbano antagónico al protagonista principal: el pueblo campesino, como personaje colectivo, sobrio, veraz y humilde.
Bien es cierto, que pese a buscar el realismo de manera perenne, sus continuas referencias bíblicas en forma de metáfora visual, le resta cierta veracidad al concepto de cotidiano, a pesar de usar estos recursos con sigilo e inteligencia visual (dicho lo cual, no es común en muchas películas actuales, y no sólo españolas); son numerosas las muestras neotestamentarias, como los nombres de los personajes femeninos, Acacia y Magdalena, el apedreamiento de Acacia o la cruz como símbolo.
Una muestra más de la importancia del contexto en el que se desarrolla el film, aquel que nos permite potenciar la idea de nacional, de identidad nacional, es Castilla, excelente bastión de la representación más castiza y nacional, esplendorosa antaño, ruinosa ahora: solo desde Castilla se puede renacer, y la demostración visual de esta idea se sucede de manera sistemática en la película.
Y en relación a Castilla, de nuevo aparecen muy diferenciados los espacios destinados a ocupar por el hombre y la mujer, así como los efectos que el comportamiento de cada uno tienen en la sociedad en la que discurren los personajes; la virilidad y la pureza del hombre, la degradación y la fertilidad de la mujer, representados por Juan y Acacia respectivamente, aportan la dicotomía de Castilla, su orgullo y recuperación, su ruina y decadencia, están relacionados con ambos personajes y de manera respectiva.
No es fácil interpretar estas dobles relaciones en una época, la de 1930, en la que el cine mostraba imágenes censuradas y cortadas por aquellos que consideraban a éstas en tentativa de dañar o alterar los pensamientos del pueblo, sobre todo de la mano de la iglesia católica; F. Rey consigue provocar la reflexión otorgando al censor “carnaza”, analogías bíblicas para contar una historia repleta de realismo, y que mostraba una imagen cruda y real de los problemas que sufrían en uno de esos pueblos españoles.

Por concluir, la aportación que desde La Aldea Maldita se hace al concepto de lo nacional, como cine perteneciente a un país, facilita la transmisión del concepto de cine como propaganda, en tanto en cuanto quita o confiere prestigio a las naciones contextualizadas y filmadas por las películas.
Pero desde la perspectiva técnica y artística, la película posibilita un lenguaje narrativo y visual repleto de sibilinas metáforas, puestas al servicio de la trama, de la consecución del argumento, hecho, que de obvio, es significativo en los tiempos que corren.

Giorgio
08/12/2010


Sweet Corner Vol. 77

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Usos de la imagen II

Es posible realizar un análisis de la imagen, desde un punto de vista funcionalista, desde diferentes ángulos y variantes. Todos ellos poseen un punto de verosimilitud aunque, en ocasiones, puedan, en un vistazo a priori, aparentar cierto antagonismo. Desde mi consideración se trata de funciones complementarias que se solapan unas a otras dando como resultado un compendio de disparidades que cubren diferentes espectros de la espiritualidad humana; o lo que es lo mismo, no existe un uso unívoco de la representación sino que éste es tan flexible como el de cualquier otro lenguaje.
Otra interesante aplicación práctica, que no totalmente consciente, de este formato expresivo es el de ser reflejo de la cotidianeidad. A mi parecer, el ser humano sufre una increíble cadencia hacia la normalidad, hacia el día a día y lo que sucede en su entorno. Uno de los motivos subyacentes a esta inclinación creo que se encuentra en el ansia de notoriedad y de pervivencia; me explico, considero que esta función se relaciona con la tendencia de los sujetos a dejar su huella en la historia. Este paso por el mundo, que se puede realizar desde un punto de vista individual, también puede efectuarse retratando el ambiente de la circunstancia en la que nos hayamos insertos. Se trata, por tanto, de una manera de dejar plasmada cierta notoriedad personal a través de la impersonalidad del ambiente. Algo que, aunque pueda resultar paradójico, cumple con los requisitos exigidos de la inmortalidad de la conciencia.



El primero de los ejemplos que propongo para reforzar el razonamiento expuesto es una pintura rupestre en la que el artista, ilustrando lo que podría ser su día a día, muestra una escena habitual de la idiosincrasia de su tribu. Se pueden distinguir los diferentes estamentos que componen la comunidad, divididos ya, desde tiempo pretérito, en géneros puesto que, en apariencia, la composición está estructurada en un grupo femenino y otro masculino. Parece que las féminas se dedican a la celebración, de manera despreocupada, como si asistiesen a algún tipo de recibimiento ritual que muestra la alegría de la caza. Mientras, el otro grupo, se dedica con sus herramientas y ornamentos en la cabeza, a la preparación de la carne para su posterior consumo. No me queda claro, quizás nadie lo pueda saber a ciencia cierta, si el otro animal que no está siendo manipulado es alguna bestia doméstica como un perro o, por el contrario, se trata de otra pieza cobrada que espera su disposición para el previsible banquete. No hay duda de que, lejos de idealizar, lo que se pretende en este caso es plasmar lo banal de la dinámica diaria y de esta manera conseguir su pasaporte a la posteridad.



En la pintura medieval que acompaña el escrito se muestra, reforzando el primer ejemplo gracias al salto temporal que se produce entre una y otra escena, otra práctico signo de lo que podría suponer un día especial en una ciudad con acceso al mar. Puesto que las comunicaciones navieras supondrían una fuente de ingresos de gran importancia, queda moldeada la importancia de dicha eventualidad en la procesión de personas que se acercan a la embarcación para realizar la carga o descarga de las mercancías que supondrán la principal fuente de subsistencia de la urbe medieval. La acostumbrada escena para los autóctonos queda magnificada y trasciende su sentido originario gracias a la representación del artista que, al traducir lo habitual en representación artística, logra con esta conceptualización superar lo fútil de un momento que con toda seguridad se produciría de forma cíclica. Lo que hasta ese momento era algo que no llamaba la atención se convierte, gracias al buen hacer del sujeto que realiza la obra, en un momento que se detiene y va más allá del individuo particular que no tendría mayor peso en el devenir de los hechos si no fuese por el uso de la imagen que ha hecho efectivo el creador del Medievo.



Como último paradigma he querido rescatar una película que me fascinó precisamente por lo cotidiano, al tiempo que trascendente, de su planteamiento. El fotograma muestra a un grupo de hombres que, en apariencia con gran formalidad, discuten sobre algún asunto de importancia. Y eso es precisamente lo que sucede; un hecho cotidiano, como puede ser el de la dilucidación por parte de un jurado popular de la inocencia o culpabilidad de alguien anónimo (algo que sucede todos los días en algunas partes del mundo) se eleva a la categoría de extraordinario gracias al uso de la imagen. Doce hombres sin piedad que pasarían al olvido si en sus manos no estuviese la vida de otro sujeto, algo, que como decía antes sucede todos los días en algunas partes del mundo.

Nacho Váldés

Sweet Corner Vol. 76

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Usos de la imagen

Dentro del infinito mundo de la creación y, más concretamente, en el aspecto apoyado y soportado por la imagen se dan una increíble variedad de usos que deforman la realidad para que sea subjetivada por el ser humano. Es, por tanto, un rasgo antropológico el hecho de la manipulación del medio a través del color, de la forma y de la representación. El primer aspecto que se me antoja fundamental dentro de esta transformación a nuestro antojo es el de la interpretación de los anhelos, intrínsecamente humanos, a partir de la exageración o grandilocuencia de lo expresado mediante la obra artística. Se trata, a mi entender, de plasmar un horizonte prácticamente inalcanzable que idealiza nuestro deseo para que, de esta manera, quede firmemente anclado en nuestro inconsciente y se convierta en objeto de persecución por la acción práctica de los individuos. Se logra, a través de esta hermenéutica de lo circundante, subjetivar el objeto de deseo con el fin de hacerlo más accesible a la conciencia y así colocarlo como referente al que dirigirse. Son varios los ejemplos históricos que considero dejan patente lo que, con mayor o menor fortuna, intento explicar.



El primero de ellos encarna la figura de un bisonte en una pintura rupestre perteneciente a la Cueva de Altamira. En esta imagen, que podría considerarse como cotidiana, interpretó que lo que el primitivo sujeto que la plasmó intentaba era subliminar aquello que se correspondía con lo que su estirpe consideraba como deseable. En este caso, y dado que nos encontramos en los momentos previos a la civilización, son las necesidades básicas las que suponen ese horizonte para dirigir la acción común. Las funciones tróficas, imprescindibles en el ambiente en el que se movía este pretérito artista, son las que marcan la dirección para el signo creado. Nos encontramos no ante un bisonte cualquiera, sino ante el animal por excelencia que uno de estos sujetos desearía encontrar para alimentarse. La interpretación del artista muestra a una bestia apetecible, bien alimentada, con un pelaje perfectamente definido y con una musculatura amplificada debido a la textura de la caverna. Con toda probabilidad, y sin ser especialista en la materia, resultaría realmente dificultoso el encontrarse con una pieza de este calibre durante una cacería. Se trata por tanto, del deseo subjetivado de cualquier ser humano perteneciente a esta época.



En el segundo ejemplo, un pantocrátor bizantino, también se ejemplifica, desde mi punto de vista, la argumentación que estoy defendiendo. En esta etapa histórica, con las necesidades básicas cubiertas, el horizonte de creación y de codicia se eleva por encima de lo mundano para recaer en la figura de Dios. Pero, ¿qué es este Dios si no una representación exagerada y elevada del propio hombre? Nos topamos de esta manera ante el intento ingenuo de elevar al ser humano a los altares divinos, de hacer de la inseguridad propia de la época, en lo referente a la dimensión humana, algo seguro representado por el Padre que juzga y valora nuestra propia vida. Se trata, de esta forma, de la incrementación, hasta su máxima expresión, de las propiedades que, de suyo, corresponden al hombre. Este proceso provocaría, sin lugar a dudas, una sensación reconfortante para los seres humanos de esta época medieval.



Por último, llegando al siglo veinte, presento un fotograma de la película Cuando Harry encontró a Sally, una de las comedias románticas por excelencia del cine contemporáneo. En este momento de la historia, superadas nuestra manutención y nuestras inseguridades en relación a nuestras posibilidades como sujetos, lo que se idealizan son las relaciones interpersonales. Se plantea así otro horizonte, igual de inalcanzable que los anteriormente propuestos, y que supone de nuevo una guía para la acción práctica. Lo que se manipula y se engrandece es la parte sentimental del hombre, aquello que en los tiempos actuales preocupa y provoca en ansia de todos los mortales. Por supuesto la representación que se realiza con esta película manipula la realidad para intentar alumbrarnos con lo que se supone que deben ser las relaciones de pareja perfectas; primero el encuentro, después el desencuentro, la amistad y, en último lugar, el amor verdadero. Quizás sea ésta la más indeseable de las sublimaciones pues provoca la distorsión de nuestro día a día y hace del amor de película una quimera inabarcable, ¿quién sabe qué nos depara el futuro de la manipulación a través de la imagen?

Sweet Corner Vol. 75

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Los enormes vacíos de la vida

Parece que este año ha sido especialmente duro en lo relativo a las pérdidas ocasionadas por la parca, son muchos los que se han ido y grande el vacío que han ocasionado. La pena y el pesar es profundo, sobre todo cuando aquéllos que nos dejan son cercanos, pero en ocasiones, a pesar de la lejanía del sujeto, la identificación para con su legado provoca en nosotros una turbación que nos confunde el alma.
Esta semana le ha tocado a Luis García Berlanga, no es que fuese algo extraordinario puesto que era una persona mayor, pero sigue resultado sorpresivo puesto que se trataba de una especie de leyenda a la que parece que nada podía afectar. Lejos de la figura que se había creado gracias a su trabajo, se puede afirmar que siempre pervivirá el legado cinematográfico que rompió en su día moldes y que consiguió hacer avanzar el cine patrio en direcciones hasta ese momento desconocidas. He de reconocer que no soy estudioso de su filmografía y que a buen seguro me dejaré en este texto muchos aspectos en el tintero, pero creo que desde mi desconocimiento siempre puedo aportar algún elemento revelador o tendente a la reflexión.
Como muestra definitiva, no de su cine, sino de su inteligencia literaria, me gustaría resaltar el hecho de que fue un director y guionista que fue capaz de sacar sus trabajos a la luz en época del franquismo más férreo e intransigente. Con el mérito añadido de tocar temas que hasta el momento habían desertado de las temáticas más convencionales que se trataban, asuntos como el pauperismo congénito que sufría la sociedad española, nuestra claudicación ante las potencias extranjeras o la pena de muerte que sesgaba la vida de aquéllos reos que según los parámetros de la época así lo merecían. Esos son los tres pilares sobre los que soporta mi conocimiento de este artista: Plácido, Bienvenido mister Marshall y El verdugo.
Cada uno de estos films, desde un punto de vista cargado de una fina ironía que ni los censores fueron capaces de destruir, abordan temáticas que preocupaban a la sociedad española del momento. Plácido, combinando con maestría el drama y la comedia, nos presenta una situación más que posible en la que los estratos sociales de la España deprimida se definen de manera clara y patente. Una gran cantidad de ciudadanos sometidos por la pobreza y la dictadura podrían verse identificados en el desgraciado Plácido que, mientras es utilizado como moneda de cambio, él únicamente quiere que le paguen el transporte en motocarro para el que le habían contratado. Toda una metáfora que bien podría llevarse hasta el día de hoy.
Después estaría la gran Bienvenido mister Marshall, que haciendo una alusión al hermano mayor americano, que ya había bloqueado y desbloqueado al Estado Franquista, nos presenta la suficiencia con la que esta esquina del mundo occidental era tratada por las potencias pujantes en ese momento y, desde luego, en el mundo contemporáneo. La alegoría que Berlanga presenta en forma de visita de un notable ciudadano americano a una zona rural española bien podría extrapolarse al uso que del territorio español se hacía para la imposición de bases militares, prácticas de corte castrense y demás intereses estratégicos del gigante del otro lado del Atlántico.
Y la que más me gusta y me enamoró hace tiempo, la historia de los pobres ejecutores que en España, para labrarse un puesto en la administración pública, tenían que romper el cuello mediante garrote vil de aquéllos que la justicia consideraba que así lo necesitaban. El grito en contra de este salvaje castigo está presente en toda la película pero, como marca de la casa, recubierto de un envoltorio en forma de comedia que volvió a despistar a la inquisición censora del momento. Como elemento de recuerdo de otro de los grandes desaparecidos recientemente, decir que el reo que iba a ser ejecutado mientras el verdugo prácticamente se desmayaba al final de la película era Manuel Alexandre que hacía uno de sus primeros papeles en una carrera cargada de éxitos.
Desde aquí, simplemente quería revalorizar y recordar el trabajo de estos dos grandes albañiles del cine español, espero haberlo logrado.

Nacho Valdés

Sweet Corner Vol. 74

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Entre brumas

Leyendo acerca de la muestra que el Metropolitan de Nueva York dedica a Stieglitz, fotógrafo al que creo recordar que ya se le han dedicado unas líneas en este espacio, tuve la oportunidad de observar la imagen que acompañaba al artículo. Ésta, que adjunto a mi escrito para una mayor claridad, me resultó especialmente cautivadora y con un aire arcano que me ha empujado a la confección de esta entrada. Desde un punto de vista aficionado, pues mi formación no incluye la disciplina fotográfica, intentaré dar mi punto de vista sobre este icono que considero tiene múltiples elementos representativos.
El autor de la foto, neoyorquino de nacimiento, aunque de formación europea y tipo viajero que recorrió el viejo continente, dejó un legado que ahora resucita en forma de retrospectiva. La muestra artística que presento nos traslada a una época en la que se conjugaban elementos que, sin lugar a dudas, era motivo de fascinación para las personas que experimentaron los inicios del siglo veinte. Hablo del abigarramiento de componentes que confluyen en este trabajo y en los que, con probabilidad, ni tan siquiera Stieglitz había reparado. O quizás yo, en mi infinita soberbia, pienso que este artista no sabía exactamente lo que hacía mientras que él sí que veía con lucidez el alcance de esta obra.
El elemento que más me ha llamado la atención, que pienso sólo se puede apreciar desde nuestra época, es la confluencia de la modernidad que nacía con el mundo clásico que se evaporaba. Esta composición a eso me recuerda, esa neblina parece ser el siglo diecinueve que se confunde con el humo industrial de la pujante y masificada urbe del nuevo mundo. Como simbolismo ineludible del siglo que acababa se encuentran los coches de caballos con sus chóferes que recorren el camino a la industrialización, en segundo plano, haciendo desaparecer el anacronismo está la imponente estructura del edificio Flatiron. Éste último, se convirtió, con su inauguración en 1902, en uno de los referentes del creciente skyline que comenzaba su puja para alejarse de los tiempos pretéritos que daban sus últimos estertores. Supongo que para Stieglitz, que había recorrido los caminos europeos cuajados de recuerdos del ayer, su ciudad natal que estaba prácticamente recién nacida con respecto al viejo continente, se mostraba imponente y poderosa frente a la tradición. Resulta inevitable este contraste entre Manhattan, poderoso buque insignia del estado del bienestar americano, con la anticuada calesa que recorre un camino probablemente mal pavimentado. Incluso, esa bruma que todo lo envuelve, esa humedad patente en toda la imagen, parece transportarnos al Londres victoriano cuyo recuerdo se rompe en pedazos con el ascenso imparable del increíble rascacielos que suponía una novedad mundial para la época en la que fue realizada esta fotografía. Por último llaman mi atención esas ramas retorcidas que dan la impresión de reclamar para sí la desorbitada ciudad en continua pujanza, algo así como una naturaleza sometida los deseos imparables e irrefrenables del hombre moderno que transforma lo tradicional a su antojo.
Este enigma que parece recubrir este trabajo creo que se resuelve en ese salto que provocaría en el orbe la entrada en el siglo veinte, la ingente cantidad de cambios que se avecinaban parecen estar representados en ese carruaje que se pliega ante el poderío del acero y el ladrillo. Ahora, más de cien años después de este momento congelado, la cultura continúa basculando entre modernidad y tradición sin que, a pesar de todas las novedades, nuestras vida haya cambiado sustancialmente.

Nacho Valdés

LA CIENCIA HERMÉTICA VOL.8

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XLVI

Esquizofrenia y nihilismo

el martirizante estrépito

de las atronadoras gargantas de la demencia.

Vadear por el fondo del abismo

sin noción de frontera alguna

mientras la memoria gira y gira

sobre un péndulo de astros enloquecidos.

Miríadas de constelaciones caóticas,

dos pequeños pies anclados en tierra,

un único Dios.

Resistir las hemorragias del tiempo

y señalar un horizonte heroico.

La resurrección es un mito,

contemplemos su parte de realidad.

L LA REALIDAD IMPERFECTA

Nosotros.....

momias con grilletes,

colegialas a medio vestir,

andrajosos bajo la luna;

la realidad imperfecta,

bastarda réplica de otra superior.

Las galaxias sobre nuestras cabezas

pero la gravedad nos sustenta,

pues en los genitales del mundo

el vértigo no acecha;

la realidad imperfecta,

bastarda réplica de otra superior.

Trovadores del desierto,

nuestro eco es nuestra estrella,

mientras los astros deliberen

aquí nos extinguiremos;

la realidad imperfecta,

bastarda réplica de otra superior.


Melmoth

05/11/2010

Sweet Corner Vol. 73

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Memento

Creo, aunque no estoy seguro pues posiblemente lo haya olvidado, que a lo largo de los años son más las historias e ideas que ido relegando a un oscuro rincón de mi memoria que las que han visto la luz. Es un hecho constatado el que si no apunto los pensamientos que van atravesando mi mente estos desaparecen y se convierten en algo tan etéreo que dan la impresión de disolverse para no volver a dar señales de su existencia pues, al contrario de los concentrados, que si son desecados permiten la reaparición de sus componentes, en el intelecto lo que se confunde no suele regresar de allá dónde se encuentre. Es este el motivo por el que llevo siempre conmigo un pequeño moleskine en el que apuntar las ocurrencias, el problema viene dado por la falta de hábito y constancia para el apunte de estos asuntos. Me ha sucedido en infinidad de ocasiones el estar tumbado a punto de dormirme o, simplemente haciendo algo alejado de mi libretita y que mi cabeza empiece a bullir sin que mi cuerpo sea capaz de dar los cuatro pasos necesarios para realizar el acto de escribir lo que se me ha ocurrido. A pesar de la lucha que mantengo conmigo mismo para autodisciplinarme, para lograr realizar estas pequeñas tareas cotidianas que a veces tan tediosas resultan. Tengo el convencimiento de que, cuando me veo estéril de historias, si pudiese retrotraerme y redescubrir aquello que ya se me había ocurrido tendría un manantial prácticamente inagotable para escribir.
Una de las particularidades de estos descuidos es que, por lo menos cuando tengo un vago y difuso recuerdo de ellos, es que me da la sensación de que se trataba de algo genial e irrepetible. Siempre, a pesar de que no tengo ningún dato más preciso, creo sospechar de que lo que se me ha escapado es una de esas “ideas del millón de dólares” de las que hablaba hace una semana. Esta impresión no tengo ni idea de a qué responde pero quizás se trata de una evocación distorsionada por la pérdida o la distancia, o simplemente sea una especie de mecanismo de defensa que mi propia psique desarrolla para hacerme consciente de la necesidad de grabar de alguna forma esos fugaces momentos que nunca volverán a repetirse.
La excusa principal que suelo utilizar para no hacer el mínimo esfuerzo de apuntar las cosas es que, cuando tengo la ocurrencia, me parece tan sobresaliente que tomó la determinación de que algo tan estupendo es imposible que se me olvide. Esto también es algo que he ido aprendiendo, siempre que algo me parece increíblemente estable puesto que se trata de algo que se me antoja como único, resulta que se escapa a ese limbo donde parecen habitar miles de historias que nunca escribiré. Esto ya lo voy aprendiendo y cuando algo tiene estas características suelo correr a escribirlo para que pueda acceder a ello después aunque, curiosamente, cuando vuelvo sobre mis pasos orgulloso de haber cumplido con mi disciplina personal, caigo en la cuenta de que no se trata de algo tan especial como yo creía.
Esta serie de paradojas me han llevado al punto donde me encuentro, al desarrollo de un artículo que está basado en un olvido, pues debo confesar que el otro día se me ocurrió algo que consideraba ilustre para este espacio pero que, debido a mi pereza congénita, no apunté y desapareció con la misma rapidez con la que apareció. El caso es que todos los tópicos de los que he ido hablando se fueron cumpliendo y, uno por uno, cumplí todos los requisitos que me llevaron a estar totalmente falto de ingeniosidades. Como esperé y el argumento para el escrito no volvía he intentado hacer de la falta un valor y convertir esa lacra de constancia en el motivo del artículo. A pesar de haber quedado satisfecho con el resultado, añoro ese pensamiento con el que intentaré reencontrarme.

Nacho Valdés

Sweet Corner Vol. 72

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La idea del millón de dólares

Éste, sin ningún tipo de problemas, podría ser el título de alguna superproducción norteamericana sufragada por los grandes estudios de allende de los mares. Nada más lejos de la realidad, de lo que se trata es de uno de los alicientes creativos que de vez en cuando agitan el panorama cinematográfico. Se trata de un paradigma que cíclicamente, o incluso a veces repetidamente en un mismo autor, se logra alcanzar de manera sistemática. Hablo de las ideas geniales que sin necesidad de efectismos vacuos, de parafernalia estúpida o de adornos cargados de lugares comunes, logran alcanzar a público y crítica por igual.
Desde mi punto de vista, uno de los talentos de este tipo de trabajos que admiro en sobremanera es Billy Wilder. Este pequeño genio de origen austriaco que, tras dejar atrás sus estudios de derecho, comienza a realizar trabajos periodísticos y que, tras el ascenso del nacionalsocialismo debe dejar también su patria para acabar recalando en Estados Unidos, se convirtió por derecho propio en uno de los mayores artistas literarios y de dirección de la historia del cine. Su valor, en mi opinión, se encuentra en la capacidad que tiene este guionista y director en crear pequeñas historias de personajes, en principio anodinos, pero que acaban enlazando con el espectador. Además, como aliciente creativo, son relatos que discurren en un mínimo de estancias, a veces incluso en una sola habitación, y que logran captar nuestra atención. Son por tanto films un tanto teatrales pero que conjugan perfectamente con la expresividad cinematográfica que tanto debe al señor Wilder. Se trata, por tanto, de un referente para cualquiera que pretenda analizar cómo se debe escribir un gran guión con una idea minúscula. Efectivamente, estas ideas pasadas por el tamiz intelectual de un personaje de esta talla, se vuelven enormes y acaban rebasando los límites que a priori se les podría atribuir. En consecuencia, estas creaciones en las que intervienen pocos exteriores, pocos personajes y pocos elementos que no sean el diálogo se convierten en el culmen de la efectividad creativa pues alcanzan cotas a las que en principio parecen aspirar otro tipo de creaciones que van cargadas por muchos otros elementos ajenos a la idea en sí. Es este para mí un ejemplo espectacular de lo fácil, y a la vez difícil, que puede ser desarrollar un guión o un relato. El equilibrio perfecto entre la sobriedad y cercanía de las situaciones y protagonistas, con el carácter enorme que acaba adquiriendo el desarrollo del proyecto.
Ejemplos de este tipo de trabajos se encuentran a lo largo y ancho de toda la carrera cinematográfica del señor Wilder, recordada fundamentalmente por su faceta cómica pero que, sin embargo, realizó trabajos dramáticos de un siniestro y duro cariz que rompían hasta con ciertos estereotipos de la época. Trabajo ejemplar de la vis cómica de este creador lo podemos encontrar en películas como Con faldas y a lo loco, o en El apartamento, aunque esta última con un poso de dramatismo y emotividad que ya quisieran para sí otro tipo de películas en principio de mayor calado. Pero si tuviese que quedarme con una de estas películas sería con En bandeja de plata, para mí uno de los trabajos más espectaculares a nivel literario que se pueden encontrar. Se trata de una película excepcional que, además de despertar más de una carcajada, posee un carácter crítico para con la sociedad de consumo que estimula la reflexión sobre el mundo en el que vivimos. Otro factor que resulta crucial es el hecho de que el film se levanta sobre los inestimables pilares de Walter Matthau y Jack Lemmon y que transcurre, casi sin excepción, en un solo ambiente. La simplicidad del planteamiento y el increíble resultado final me lleva a considerar que se trata de una de las comedias más trascendentes de la historia, y digo esto sin ningún rubor y asumiendo toda mi ignorancia. Aunque no solo de risa vive el hombre y, se puede afirmar, que los planteamientos dramáticos del Billy Wilder también comparten esa capacidad de trascendencia de sus comedias. Modelo magistral puede ser El crepúsculo de los ídolos, que posee un planteamiento original y sorprendente, levantando el film desde la revelación del final del mismo; y, por supuesto, la increíble y destructora de mitos La vida privada de Scherlock Holmes, film que rompe en mil pedazos la leyenda literaria del detective victoriano.
Es desde luego un referente para cualquiera que desee dedicarse al mundo del cine o de la literatura, un modelo que permite comprender la máxima de que lo fundamental es la idea y no, como se vende desde otros ámbitos, la espectacularidad que envuelve el producto.

Nacho Valdés

Sweet Corner Vol. 71

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El arte como libertad

El discurso marxista, independientemente de mi filiación política, contiene una serie de conceptos y elementos que resultan atractivos para el desarrollo del artículo que pretendo desplegar. El término en cuestión, el que me ha permitido hilar las ideas que me trasladan a este mismo instante frente a mi ordenador, es el de alienación. La palabra en sí ya posee cierta potencia, como si la boca se nos llenase mediante su pronunciación y creo que es lo que sucede en la retórica comunista; se muestra grandilocuente sin llegar a la concreción de los casos particulares.
Pero no es únicamente el marxismo el que utiliza el vocablo en cuestión, sino también Hegel y se acerca a lo que quiero expresar. Para Hegel, tal y como lo formula en la Fenomenología del espíritu, la conciencia infeliz es el alma alienada. Es decir, este autor considera que la conciencia puede llegar a experimentarse como separada de la realidad a la cual pertenece. Surge entonces el sentimiento de alienación o enajenación, cuando el yo se siente desposeído con respecto a su entorno. Sin embargo, esta situación no resulta definitiva pues para Hegel el espíritu es dinámico y va desenvolviéndose para, después de salir al exterior, volver a su realidad pero con el enriquecimiento de la visión externa de su propio yo.
Sin embargo, Karl Marx materializa el hegelianismo y en lugar de hablar de espíritu habla de materia. Lo que quiere poner bajo análisis Marx es las relaciones de producción que se dan en la sociedad capitalista, intrincadas correspondencias que acaban cayendo en la descompensación y el desequilibrio. La alienación en el filósofo alemán va referida al trabajador y al producto de su trabajo, al ser esta la actividad creativa de los sujetos resulta fundamental para el desarrollo de su existencia pues es en esta actividad donde pone todo su ímpetu. La clase obrera es ajena al resultado de su fuerza productiva y se produce de esta manera la enajenación o alienación, la separación respecto a la realidad en la que se haya inserto. Es decir, el trabajador se aleja y le resulta inaccesible aquello para lo que trabaja, produciéndose así la conciencia desgraciada de la que hablaba Hegel.
Esta densa introducción me lleva al desarrollo de una reflexión a la que llevo dando vueltas desde hace unos cuantos días, la del motivo por el que la creación artística resulta tan atractiva para el creador y para el receptor. Se trata de un tema llamativo pues el arte, por definición, no tiene ningún tipo de utilidad. Se trata de algo inútil que solo se puede contemplar y no tiene ninguna finalidad pragmática, incluso la mayoría de creadores lo hace sin ningún tipo de recompensa material, por simple afán de crear. Lo que sí sucede es que tras el proceso creativo, da lo mismo si se trata de pintura, literatura o el ámbito cinematográfico, ofrece un resultado palpable que es la prueba viviente de la tarea realizada por el creador. Es por tanto en este punto donde está la seducción que se produce durante la creación, en el hecho de que se produce un objeto o una realidad que sólo depende del propio artista. Se trata, de esta forma, de algo que escapa a la forma en la que se comportan el resto de objetos o funciones que realizamos en nuestro día a día laboral; una especie de recompensa que no se puede valorar desde un punto de vista pragmático. Es este el resultado del esfuerzo creativo, la posesión de un objeto que es fruto del intelecto y de la pericia artesana; y es aquí donde está su valor, en que carece de valor y sólo sirve para la reconciliación con la realidad que nos rodea.

Nacho Valdés

Sweet Corner Vol. 70

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La mínima expresión

En la mayoría de las ocasiones, ya se trate de lenguaje cinematográfico o literario, el mensaje se disfraza de grandilocuencia en un intento de hacerlo más profundo o de llegar al espectador de manera supuestamente espectacular. Hay que ser un maestro para, rodeando una historia de fuegos de artificio, hacerla más interesante o penetrante en la mente del receptor, lo normal es que estos intentos desemboquen en un producto vacío y sin personalidad. En mi caso, prefiero, aunque con alguna que otra excepción, un mensaje claro y sencillo pero que sea desgarrador por motivos ajenos a los aspectos técnicos con los que se pueda adornar. Es este un tema que ya tenía claro desde hacia tiempo pero que, con el visionado de un par de ejemplos estos días festivos, me ha quedado totalmente evidenciado. Me gustaría, a continuación, compartir estos casos en los que el contraste permite realizar un análisis diáfano de lo que quiero decir.
El primer largometraje al que me refiero es el último trabajo de Amenabar, la película Ágora, que sorprendentemente para mi gusto, se llevó un buen número de premios en la ceremonia de los Goya de 2009. Se trata, sin lugar a dudas, de un ejercicio de estilo en el que, en mi opinión, este gran director y guionista naufraga de manera estrepitosa. Los motivos se basan fundamentalmente en el uso de clichés y situaciones manidas con las que trabaja este artista, da la sensación de que quiere, siguiendo las normas del cine clásico, dejar en su currículo una película intemporal como las que se hacían antaño siguiendo las leyes del Peplum. Los ingredientes están presentes, desde la enorme cantidad de dinero invertido, las grandes figuras internacionales y hasta la magnificencia de los escenarios y del argumento. Sin embargo, algo no termina de encajar y provoca un resultado final decepcionante. Quizás no se trate de un asunto de los elementos que intervienen, sino de la proporción en la que tienen que aparecer. No sé si es cosa mía, pero desde el primer cuarto de hora todos los personajes y posibles situaciones quedan definidas sin posibilidad de sorpresa o descubrimiento por parte del espectador. Se trata, por lo tanto, de un guión plano y previsible al que me sorprende premiasen con el Goya al mejor guión original. Hypatia, la protagonista es sumamente bella, sabia y bondadosa y queda clara su posición de mártir ante el fundamentalismo religioso e intransigencia mostrada por los cristianos. Por otro lado está Orestes, el enamorado que estará junto a la heroína, al esclavo vengativo y al padre como referente masculino al que mira la protagonista. Las situaciones, conversaciones y demás elementos literarios quedan en un segundo plano debido, en primer lugar al trabajo de guión, y en segundo término a la aplastante avalancha de efectos, escenarios y demás disfraces que se van superponiendo para intentar disuadir al receptor de que se trata de un buen trabajo. Por lo tanto, se trata de una película notable en el aspecto técnico aunque deficiente en las envolturas concernientes a la historia, que son las que personalmente me interesan.
El contrapunto a este cine musculado a base de efectos visuales y lugares comunes se encuentra en 4 meses, 3 semanas y 2 días, película que me regaló un buen amigo y que por fin pude visionar estos días. Se trata de una historia cruda y desgarradora en la que parece que el espectador se encuentra mirando por un agujero en la pared, como si nos hiciesen partícipes del terrible fragmento vital por el discurren los personajes. Las actuaciones y el trabajo literario me resultaron superlativos, realmente sorprendentes puesto que da la sensación de que estamos viviendo los mismos acontecimientos que los personajes insertos en esta historia rota. Sin ningún artificio visual, con una cámara temblona, una fotografía oscura y gris y sin ni tan siquiera la presencia de banda sonora, el relato nos lleva a los últimos estertores del régimen comunista rumano y los avatares a los que tienen que enfrentarse las dos jóvenes que forman el hilo conductor del guión. No se trata de una narración grandilocuente, no hay giros extraños que engañen al espectador, se trata de una porción de realidad que bien podido haber sucedido o suceder o estar sucediendo en estos mismos instantes; este es el motivo principal por el que esta película te desbarata por dentro y te envuelve sin remisión en cuanto comienza.
Es este un contraste fácil para comprobar cómo es fundamental el trabajo de guión para la realización de un trabajo fílmico de calidad. Es curioso, sin embargo, como la película de Amenabar acabó cuajada de premios puesto que todavía no sé dónde se encuentra su mérito, a ver si alguien es capaz de explicármelo.

Nacho Valdés

LA CIENCIA HERMÉTICA VOL. 7

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XXXVII

Yo sé una canción

de la noche que delira y sueña,

en las abisales galerías

de las regiones secretas.



XL HORA BRUJA

Estallido del ocaso,

geometrías entre rejas,

extraño acento de una cadencia,

ráfaga que petrifica,

levadizo sobre la infinitud.

Descenso y huida,

el tránsito eterno.



LV ARS REVELATIONUM

Sonámbulo resplandor,

arquitectura de estrellas,

los trazados de el gran compás

caligrafía oculta

sobre los renglones de la materia.



Melmoth

07/10/2010

Sweet Corner Vol. 69

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Retraso intelectual

No es que me caracterice precisamente por mi posicionamiento monárquico, pero me gustaría comenzar el escrito con una real analogía para intentar dilucidar el hilo conductor de lo que va a ser mi argumentación. Resulta que en España, y probablemente en otros países, contamos con un par de princesas, seguro que en otros lugares son más de dos a pesar de vivir en regímenes republicanos. Lo que resulta curioso a priori tiene una explicación más vulgar, o casi se podría decir que se trata de un esclarecimiento espurio, y con ello no estoy haciendo referencia a la posible lucha de poderes que puede darse entre las posibles líneas hereditarias derivadas de un doble principado. La cosa es mucho más sencilla de lo que en un primer vistazo parece, no es que esté intentando revivir el espíritu carlista (del que todavía, increíblemente, quedan resquicios) con afán de destronar a los Borbones, si no que hago referencia al desalentador panorama cultural con el que nos enfrentamos en la prácticamente recién inaugurada centuria. El caso es que, como decía, tenemos dos princesas; por un lado la mujer del príncipe Felipe, Doña Letizia Ortiz y, por otro, la princesa del pueblo: la archiconocida Belén Esteban. Lo que quiero poner en evidencia es el gusto, que no sé si viene de antiguo, por lo cutre y casposo que se da en el panorama nacional. Además, tengo el pálpito de que se trata de un fenómeno que en los últimos años ha ido a más gracias al auge de cadenas privadas que basan su oferta en la demanda del espectador.
Me quedo, por lo tanto, con la siguiente conclusión derivada de una sencilla inferencia: si ofrecen basura es debido a que es demandada, por lo tanto, es el populacho el que desea el producto que nos llega por todos los medios posibles. Puesto que los productores televisivos, cinematográficos y demás mercaderes de cadáveres culturales son buitres avispados que saben dónde buscar y cómo ofertar sus productos, estamos sufriendo una especie de invasión que a las personas normales ya comienza a hartar. Lo que a modo de chanza o burla comenzó a convertirse en tendencia y, en los últimos tiempos, en una constante cansina y repetitiva. Ejemplos los hay múltiples y variados; desde el panorama rosa que inunda la parrilla televisiva a todas horas y cuyo culmen es la ya citada Belén Esteban, que es un personaje que no puede ser más cutre, descerebrado y vasto. La proclamada como princesa del pueblo llano por los carroñeros del periodismo, caracterizada por la brutalidad de su discurso, parece representar a todos aquellos que no son capaces de articular por sí solos su argumentación. Debe ser que ven en esta vacía mujer una especie de impulso que les gustaría tener en sus vidas cotidianas, lo que me lleva a pensar que quizás esta falta de formación provoca la falta de dirección vital de algunos sujetos.
Otro clarísimo exponente de esta moda por lo cutre es la saga más taquillera del cine español que, a pesar de resultarme divertida y paródica, es exponente de lo que demanda el público. Se trata de la caricatura de un policía fascista, machista, racista y borracho que responde al nombre de Torrente. Sería interesante el realizar una encuesta a las puertas de las salas de cine para comprobar cuántos son los que se ríen de la imitación o, por el contrario, disfrutan de los desmanes de tan singular personaje. Me temo que una gran parte de los asistentes tienen como modelo al policía borracho y retrogrado y puede que sean minoría los que realmente caen en la cuenta de que están ante un estereotipo que resulta gracioso por lo ofensivo y excesivo.
La conclusión no es otra que lo que nos trae la diversidad de oferta, lejos de acercarnos a cierto criterio de calidad, nos democratiza o iguala, como diría Nietzsche, por la zona más baja y atrasada. Se trata de una verdadera dictadura de la mayoría de la que difícilmente podremos escapar la minoría.

Nacho Valdés

Sweet Corner Vol. 68

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Retorno

La vida te sitúa en posiciones desagradables, incluso prácticamente desesperadas, que deben ser remontadas de la mejor de las maneras posibles. Cuando se pierde a alguien cercano, una de esas personas que te ha arropado siempre, que se ha convertido en un amigo, es cuando crees que la situación no será nunca recuperable y que ese vacío no será superado. Sin embargo, la muerte de algo tuyo, con la perspectiva que impone el tiempo creo que acaba volviéndose una valiosa lección de la que se puede aprender. Estoy convencido de que todas las situaciones vitales son fuente de inspiración para nuestro crecimiento personal y de que el dolor puede ser el bálsamo que nos permita la comprensión de nuestra propia escala de valores. Es decir, lo que en circunstancias normales parece fundamental y necesario, tras la estacada vital que supone una defunción, acaba reconfigurándonos y nos sitúa donde realmente debemos estar. Creo que el agujero vital que parece insondable tras un episodio de estas características acaba llenándose de cariño, buenos recuerdos y, sobre todo, de nuevos conocimientos que nos permitirán encarar lo que nos resta de existencia desde una nueva situación.
Es este un tema que, como decía una antigua profesora, tiene “soplo de eternidad”. Es cuestión recurrente la de la Parca, señora que a todos, tarde o temprano, nos rendirá cuentas. Es, de todas maneras, una cuestión acerca de la cual normalmente se frivoliza en el cine. Se suele hablar de la defunción como si de algo menor se tratase y, en la mayoría de los casos, los enemigos del héroe de turno caen como moscas bajo sus letales manos. También cabe la posibilidad de que se trate el asunto de refilón, como si se tratase de algo cómico que en nada afecta realmente a los que rodean al finado. Pero, por experiencia propia, puedo decir que la defunción de alguien cercano es algo devastador y que, hasta que no se sufre en las propias carnes, se trata de algo de lo que no se puede hablar con conocimiento de causa y de lo que es impensable hacer una valoración. Me siento torpe hablando de este asunto, pero creo que es catártico y necesario enfrentarse a algo que antes o después acabará afectándonos a todos.
Me gustó mucho, y creo que nada tiene de superficial, el tratamiento metafórico que realizó Bergman con El séptimo sello. Se trata de un film teatral, onírico y que rápidamente nos traslada al período medieval en el que un inconmensurable Max von Sydow intenta ganar tiempo a la muerte para responder a las cuestiones que todavía tiene por resolver. Y es aquí donde se encuentra el valor de este trabajo, en la realidad que supone para todos los seres humanos ese instinto de supervivencia que nos engancha a la vida y que procura que nos aferremos a lo que nos diferencia del resto de seres vivos: la necesidad de conocer y de experimentar constantemente. Se trata de algo que sitúa un escalón por encima de lo biológico, relacionado con nuestra capacidad de inteligibilidad. Y es en este punto donde radica nuestra vitalidad, en nuestra capacidad para sorprendernos continuamente y estar conociendo interminablemente. Esto es lo que el caballero sueco Antonius Blovk le solicita a la muerte que le reclama, tiempo para conocer, para responder a los interrogantes que le acechan y a los que todavía no ha podido dar respuesta. Para eludir su llamamiento la reta a una partida de ajedrez, juego que está abocado a un fatal desenlace pero que permite una prórroga que puede suponer la diferencia entre una transición en paz o la terrible certeza de que algo has dejado pendiente. No sé cómo será el llamamiento hacia el óbito, si se sentirá algo o no, pero lo que tengo claro es que yo pondré todo de mi parte para que mi paso por este mundo esté en sintonía con mis familiares y amigos y, sobre todo, pondré todas mis energías en que mi partida se prolongue lo máximo posible y, si termina en tablas, mejor que mejor.

Nacho Valdés (en recuerdo de Pepe)

HAROLD EDGERTON: Ciencia y fotografía para diseccionar el movimiento, para detener el tiempo

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Intangible, imparable, incuestionable quizás, el tiempo constituye el elemento más veraz de todo lo que conocemos, articulamos la vida diaria alrededor de éste, y suponemos cada paso que avanza como algo normal, racional.
Dividido, conocido, manipulado, tanto o más que los números, el tiempo siempre ha constituido uno de los leitmotiv habituales en los artistas a lo largo de la Historia de la Humanidad.
Sobre todo, en lo que se refiere a la demostración de un determinado momento, auspiciado por las corrientes artísticas o sociales del momento, o en contraposición, oponiéndose a ellas.


La fotografía viene amparada por un riguroso y complejo entramado tecnológico, favorecido por aquellos científicos, ávidos de conocimiento y experimentación, así como de un componente lúdico artístico, cuyo fin no es otro que el de causar sensaciones extrasensoriales con tan solo la ayuda de un plano bidimensional y unos cuantos haluros de plata (sensores digitales hoy) sensibles a la luz.
A la otra parte, hay que añadir la mirada del fotógrafo, dicho sea de paso, aquel personaje, que hasta ahora, es el encargado de realizar y crear esa fotografía, aquella que arranca de la realidad un pedazo de tiempo y espacio único en el universo.


Harold Edgerton conjuga bajo una misma persona, ciencia y arte fotográficos,utilizando como punto de partida la condición imparable del tiempo, deteniendo una parte de éste, para otorgar al espectador una percepción detallada de una acción imposible de observar a la mirada simple y mundana de nuestros ojos.
Es quizás, este tipo de fotografía, que permite mirar detenidamente una fracción de segundo tan pequeña que es insensible, inapreciable a nuestros ojos, lo que me apasiona de su trabajo.
Como en la fotografía inicial, una gota de leche que perfila y define una corona perfectamente detallada, reflejada sobre el fondo, no es posible sin la tecnología que desarrolló este precursor fotográfico.
Gracias a su flash estroboscópico, y la sucesión de diferentes destellos combinados con largos tiempos de exposición, permiten en tan sólo una fotografía congelar una porción de tiempo y espacio únicos.



De esta forma, conseguimos imágenes completas mediante su observación intermitente. En la que precede, apreciamos el movimiento de un tenista desde que inicia el lanzamiento de la pelota, la inclinación del cuerpo hacia delante, acompañado del movimiento de su brazo y raqueta para golpear la pelota.
En un solo disparo, obtenemos el instante que de otra manera no podríamos fijar jamás.


En vista de lo acontecido estas últimas semanas, pensaba que podría ser una buena idea introducir el concepto de tiempo en mi pequeño texto. Reflexionar sobre la flexibilidad del tiempo, sobre      
su no linealidad, porque al final el propio tiempo depende de la percepción que tengamos de él. 
Aceptando con resignación los acontecimientos acaecidos en el último mes, la fotografía consuela la efímera duración que posee el tiempo, arrancando esos momentos que ya no pueden suceder jamás, haciéndolos tangibles una y otra vez para el disfrute de nuestra percepción visual: desahogando al alma de los amargos tragos.




Giorgio
29/09/2010


(Tras el letargo, amanece despacio)





Sweet Corner Vol. 67

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La era digital

El ritmo trepidante al que avanza, en ciertos aspectos, la técnica nos lleva en la actualidad a ciertas paradojas que me resultan motivadoras para la reflexión. Hago referencia a las posibilidades que los medios informáticos ofrecen para la creación artística, en lo referido, sobre todo, a las producciones cinematográficas y literarias. Parece ser que en estos dos campos se han realizado ciertos pasos que permiten, hasta cierto punto, prescindir de la dimensión humana. No es, por tanto, cuestión baladí la temática que abordo y creo que en tiempos cercanos dará más que hablar y se convertirá en discusión recurrente.
El primer ejemplo que planteo hace referencia al mundo literario y, por extensión, al trabajo previo a todo film que supone el guión de cine. Parece ser, según leí en prensa hace unos meses, que un tipo ruso desarrolló un software que permite la escritura autónoma de novelas negras. Por lo dicho parece que se ha conseguido desarrollar un especie de inteligencia artificial que logra, sin intervención humana (si dejamos a parte el tema del programador), la elaboración de novelas de manera independiente. La cuestión, como no podía ser de otra manera, me pareció fascinante. No por la calidad de los escritos, asunto que desconozco puesto que no ha caído en mis manos ningún libro de estas características, si no por el concepto en sí. Es decir, la maravillosa ocurrencia que tuvo este hombre en la lejana Rusia y que le llevó al desarrollo de tan complicada aplicación. Pues, además del desarrollo informático propiamente dicho, tendrá que conocer los rudimentos y esquemas clásicos del género sobre el que la computadora está escribiendo. Por lo dicho hasta el momento parece que se avecina un mundo no muy lejano en el que se escribirán bestsellers como churros y en el que las personas solo intervendremos para retratarnos en caja. ¿Quién sabe? Quizás algunas de las lecturas que hayamos devorado en los últimos tiempos sean resultado de la fría lógica de los circuitos de un ordenador, o puede que incluso el presente texto esté escrito bajo mi auspicio por mi ordenador portátil. Nada más lejos de la realidad, el asunto no resulta tan diáfano como lo he presentado. Las novelas resultantes del programa tienen que ser revisadas por el escritor y se limita, siguiendo los rígidos corsés del código binario, a realizar una combinación de palabras más o menos afortunadas que están sujetas al último criterio del artista. En fin, que la temática resulta atractiva pero está todavía en pañales y es una cuestión que ya fuera tratada, de manera más o menos directa, por Borges en alguno de sus relatos.
En el mundo cinematográfico, sin embargo, este mundo ha avanzado mucho más rápido y se está llegando a un punto en el que se puede prescindir del trabajo de los actores. Si hablamos de películas de animación, al estilo Pixar, cuyos personajes no son más que una caricatura, el asunto digital está más justificado. Pero parece que se ha abierto la veda con producciones como Avatar, realizada por el grandilocuente James Cameron, en las que la presencia humana se convierte en testimonial. Lejos de criticar dicho trabajo, puesto que no lo he visto, me produce una cierta sensación extraña el hecho de que algo que no tenga cariz caricaturesco intente convertirse en algo serio y con pretensiones de continuidad. Supongo que me escandalizo con bien poco y que no es otra cosa que el avance de los medios a los que no me adapto, pero creo que la capacidad interpretativa de un rostro nunca podrá ser superada por un trabajo informático; a pesar de lo que pueda opinar el señor Cameron.

Nacho Valdés