Sweet Corner Vol. 92

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Lugares de interés

La dos, ese reducto de calidad que todavía se puede encontrar entre la decadente oferta televisiva, está ofreciendo una serie de documentales históricos que considero deberían ser de visionado obligado para toda persona que se precie de poseer una cultura, al menos, mediana. Por lo menos en mi caso, aunque la temática está más que manida, me está permitiendo entender y aprender numerosos aspectos desconocidos acerca de la Segunda Guerra Mundial.
La oferta documental, de la que ha en múltiples ocasiones he alabado su capacidad didáctica, comenzó hace ya un par de meses con el documental francés (repartido por entregas de cincuenta minutos) Apocalipsis. Este trabajo impecable y objetivo tiene la novedad, pues el metraje sobre este período es inabarcable, de contar con muchos minutos inéditos proporcionados por las cámaras oficiales de los ejércitos que participaron en la tremenda contienda. Desde mi punto de vista, obviando la elegante narración cronológica que nace en 1939 y llega hasta el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Japón (que curiosa paradoja histórica la que se está produciendo en estos momentos) de 1945, el gran valor que supone esta producción es el nuevo punto de vista que ofrecen las cámaras amateur de los integrantes del ejército americano, francés, alemán y ruso. Ese era un punto de vista al que no se había llegado pues, a mi entender, la mayoría de trabajos anteriores estaban apoyados sobre un fondo fílmico limitado y que obligaba una y otra vez a volver sobre los lugares comunes que todos ya conocíamos. De todas formas, e independientemente de la gran cantidad de imágenes que ya existían, destacan las que he estado visionando por suponer un acercamiento más humano y personal a la contienda. Se trata de una amalgama de punto de vista personales que podríamos identificar con cualquiera de nosotros, gente normal inserta en una situación extraordinaria por lo caótica y complicada que se volvió. Personas que desempeñaban sus funciones civiles en sus respectivos países y que acabaron luchando contra una amenaza abstracta y distorsionada que venía publicitada desde sus Estados. Estos individuos anónimos de los que no quedan casi vestigios, a los que ni tan siquiera se puede incluir en los créditos finales, resultaron ser trascendentales casi medio siglo después para comprender una guerra que casi acaba con la civilización tal y como la entendemos. Me resultó especialmente llamativa la última entrega en la que, a modo de homenaje a estos héroes anónimos, se ofreció una muestra del trabajo que realizaban estos abnegados e inconscientes documentalistas (digo inconscientes pues probablemente no conocían el calado de la función que estaban desempeñando y, desde luego, no albergarían ninguna intencionalidad divulgativa). En los últimos minutos de metraje el espectador se hace testigo de cómo los cámaras de guerra tenían que dejar el fusil a un lado para, con su pesada cámara cinematográfica sobre el hombro, lanzarse a por una buena toma esquivando los disparos enemigos.
La segunda oferta del canal minoritario y que se ofreció a continuación del ya mencionado Apocalipsis, fue la serie documental titulada Cazadores de nazis. En esta ocasión, y como su nombre indica, se centra en la labor de anónimos y sacrificados civiles que dedicaron su tiempo, dinero y esfuerzos a la persecución de aquellos gerifaltes alemanes que, ante la cobardía de quitarse la vida, huyeron camino de tierras más prósperas como las de Sudamérica. También hay un tratamiento muy pormenorizado del papel que cumplió el Estado de Israel, de las ejecuciones sumarísimas a las que condenaron a ciertos integrantes del ejército nacionalsocialista o de la deportación obligada y furtiva que realizaban con algunos de los más sanguinarios asesinos del terrible período en el que el nazismo alcanzó el poder y amenazó al mundo entero. Por otro lado, se denunciaba la ambivalente posición americana que lo mismo perseguía a un miembro del ejército alemán que le ofrecía trabajo y refugio. Como siempre, algunas potencias se dedican a pescar en río revuelto.
De todas formas, lo más emocionante de los trabajos que recomiendo es la función realizada por los anónimos cámaras o perseguidores de asesinos que, sin que su nombre brille en luces de neón, han hecho de esta civilización occidental un lugar en el que merezca la pena vivir.

Nacho Valdés