Sweet Corner Vol. 58

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Oscuridades

Son los obituarios los lugares adecuados para ensalzar una obra, un artista o el conjunto de una carrera; pero no me gustaría caer en ese tipo de complacencias. Más bien, lo que realmente me apetece, es hablar con sinceridad de un personaje que se ha ido y que ha marcado la cultura cinéfila de la segunda mitad del siglo veinte. Se trata, como ya se sospechará, de Dennis Hopper. Actor de reparto, fotógrafo, director, maldito y fiel residente de las catacumbas del estrellato hollywoodiense.
Debo reconocer que en el momento de verla, después de su tan cacareada fama, no llegué a comprenderla completamente. Algo en esa película se me escapaba y, lo curioso, es que no llegaba a vislumbrar qué sucedía. Para mí, no pasó por ser un film generacional más con una buena banda sonora del que no compartía que se hubiese idolatrado de la manera en que se había hecho. No hace tanto tiempo reconocí su valor, un segundo visionado comparativo con respecto al cine de la época me permitió comprender el valor intrínseco de un trabajo que, a pesar de no haber envejecido adecuadamente, conservaba gran parte de su vigor original. Easy Ryder, no es una película tan atemporal como nos habían hecho creer, se trata más bien de un grito generacional que encontró su eco en su momento y que abrió una enorme sima con respecto al Hollywood clásico. Con esta película se rompen las convenciones del momento, se destrozan los abrillantados estereotipos con que los grandes estudios trabajaban y con los que la juventud americana del momento no se sentía vinculada.
Para empezar se utilizó una banda sonora potente y de grupos originales de la época, lejos de buscar esforzados compositores que intentasen reproducir la supuesta música de moda del momento, lo que se hizo fue utilizar a los grupos del momento e introducir sus temas originales sin ningún tipo de arreglo. Novedosos fueron los papeles protagonistas que rechazaban los estándares heroicos para construir unos nuevos antihéroes como los que se veían a pie de calle, una especie de jinetes nihilistas que atravesaban las zonas más deprimidas del país a lomos de sus choppers. Unos tipos que mamaban de la anticultura que se movía por las carreteras, que llevaban su existencia bohemia hasta límites que ningún bienpensante americano podía llegar a sospechar. Almas libres que abusaban de la incipiente droga con que la juventud rompía su monotonía vital; todo esto se vio reflejado en las pantallas y toda una generación de adolescentes se sintió perteneciente a este movimiento subterráneo del que prácticamente no se tenía ni constancia.
Notoria fue la dirección novel y la construcción de guión del personaje que nos ocupa, logra dotar de verosimilitud el conjunto de la obra. Las secuencias de trapicheos, sexo, consumo de drogas y, sobre todo, el infinito país que se abría frente a los protagonistas mientras rodaban por carreteras secundarias se me antojan más que notables. Y, lejos del valor técnico que puedan encerrar, creo que su verdadero carácter, el que no supe ver en su momento, se debía a la capacidad que tuvo Dennis Hopper para romper con los cánones establecidos.
Por supuesto, este hombre notable intentó mantener su nivel de rebeldía vital presente a lo largo de su vida, esto le llevó a cientos de subidas y bajadas de las que milagrosamente, o quizás debido a su talento, se recuperaba. Trabajó mucho, en ocasiones bien, en ocasiones mal, pero queda claro que nos regaló algunos de los personajes más creíbles de la historia del cine. Recuerdo especialmente su intranquilizante papel en Terciopelo Azul, la más que complicada película de David Lynch; o la creación que construyó para Apocalypse now como fotógrafo alucinado para el film de Coppola.
Hay muchos más detalles que se me escapan, tampoco he sido nunca seguidor acérrimo de Hopper, pero sin ánimo de caer en la complacencia fácil, la del momento del fallecimiento, he de decir que siempre ha sido un creador al que he relacionado con la calidad y el compromiso. Creo que este fin de semana revisaré Easy Rider y su increíble banda sonora para volver a reencontrarme con un rebelde que nos ha dejado.

Nacho Valdés

2 comentarios:

Giorgio dijo...

Siempre es una pena que desaparezca alguien con talento.
Hopper provocaba algo cuando entraba en escena, una sensación que he tenido con pocos actores: verosimilitud.
Tampoco soy un gran seguidor suyo, pero como actor me rindo ante sus interpretaciones.

Saludos.

Anónimo dijo...

Bonito epitafio. Nunca he visto Easy Rider, tan solo alguna secuencia en algún vídeo en clase.
Me animaré a echarle un ojo cuando me recupere del visionado de "Salo o los 120 días de Gomorra".
Empiezan a quedar pocas leyendas vivas en Hollywood.


Felicidades por el artículo, tiene muchos quilates.


Un abrazo

Paco.