Sweet Corner Vol. 60
Retorciendo el pasado
La ampulosidad, partidismo o tergiversación de algunos temas resulta realmente ofensiva cuando la temática que se trata es de gran profundidad. Una de las heridas infectadas de la España de siglo veinte y de lo que va de éste es la de la memoria histórica; a menudo se ve como se realiza un tratamiento partidista y cosificado de un aspecto humano como es el sentimental. No estamos hablando de un asunto meramente político, una estadística que puede ser utilizada como arma arrojadiza, sino de la consanguinidad de aquellos que todavía a día de hoy esperan a que sus hermanos, padres, primos o conocidos sean desenterrados de la fosa común en la que sus restos descansan. Esta vinculación afectiva resulta imborrable para los implicados en este asunto tan espinoso. No es tema baladí el de la sepultura, sobre todo para aquellos con creencias escatológicas, pero, sobre todo, es definitivamente angustiosa la incertidumbre con la que muchas personas esperan la confirmación del fallecimiento, por vía sumarísima, de aquellos que desaparecieron hace ya una larga vida.
La semana pasada pude ver en la dos un documental que trataba sobre la cuestión apuntada; su título, El cielo siempre es azul, apuntaba ya un atisbo de esperanza acerca del tratamiento con el que iban a abordar el acontecimiento histórico. Lejos de posicionarse, lo único que hicieron fue dejar hablar a aquellos protagonistas que vivieron en primera persona tan vergonzante situación. El hilo conductor fue la investigación y descubrimiento de una fosa común en la zona del Bierzo; las protagonistas, dos mujeres que hacía más de sesenta años habían perdido a sus hermanos. Como si no hubiese pasado todo ese tiempo y conservando fresca la memoria y el dolor, relataban su lucha cotidiana por lograr un reconocimiento que había quedado sepultado junto a sus hermanos. Me impresionó la sencillez y emotividad con que trataban el tema y, lejos de buscar culpables o de pedir cuentas a nadie, lo único que deseaban era la confirmación de que sus seres queridos habían sido asesinados en una aciaga y lejana noche.
Fundamental para el desarrollo de la historia fue dejar que ésta discurriera por vías naturales, la cámara era testigo excepcional de las vivencias de estas dos personas que, como muchas otras, esperaban con ansiedad la llegada de una ratificación oficial sobre el paradero de los restos de su familia. Un guión minimalista daba los toques necesarios para seguir el hilo de la narración, pero simplemente con la palabra de dos mujeres sencillas se podía ser partícipe del sufrimiento que habían tenido que aguantar durante largas décadas. Resultaba llamativo como el miedo todavía estaba presente en los aldeanos de la zona, gente humilde y endurecida por la vida campestre que era incapaz de hablar sin utilizar los habituales eufemismos acerca de las ejecuciones que se produjeron después de la Guerra Civil española. Por otro lado, resaltaban los odios todavía frescos de aquéllos que consideran un insulto el hecho de que un familiar desee rescatar cuatro huesos enmohecidos. Por supuesto, lejos de la limpieza política, lo que relataban los protagonistas fue una purga asesina que se alimentaba de rencillas, venganzas y enquistadas enemistades personales. Eran escasas las personas que en el Bierzo de principios de los cuarenta militaban políticamente, la formación intelectual brillaba por su ausencia, fue la enemistad y el rencor lo que alimentó la mayoría de torturas y asesinatos.
Son los movimientos privados los que promueven este tipo de iniciativas, los estamentos oficiales guardan silencio mientras los archivos militares siguen bajo llave a la espera de que alguien los libere. Considero un derecho para los ciudadanos y un deber gubernamental el resolver, en la medida de lo posible, los actos infames que se cometieron por los contendientes de la Guerra fraticida española. Quizás, en un futuro, cuanto este asunto termine de resolverse se termine con la fractura que recorre a la sociedad de este país.
Nacho Valdés
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1 comentarios:
Me desagrada bastante la lectura tendenciosa de la historia y el simplismo de separar a un país entre "humanistas" y asesinos, máxime, como bien indicas, en un conflicto donde seguramente tres cuartas partes de la población no estaban posicionadas claramente frente al conflicto. Me parece más una purga de bilis y rencillas que una guerra de altos ideales. En ambos bandos había demasiada gente con muy poco respeto hacia la vida del prójimo.
Como de costumbre, muy buen artículo.
Un abrazo.
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