Sweet Corner Vol. 57

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Impresentable

El mundo televisivo, en los últimos tiempos, se encuentra en un estado de descomposición hedionda que comienza a resultar ofensivo. A los habituales contenidos chabacanos, cutres y carentes de cualquier interés, salvo para los amigos de la vida ajena; se ha unido una nueva retahíla de programas que ahonda más, si cabe, en el cadavérico panorama actual.
Se trata del típico formato de reportaje en primera persona que sigue a una serie de protagonistas en sus quehaceres diarios. La diferencia es que se ha pasado de los yonquis y chabolas de Callejeros, al lujo más excelso de La Moraleja y demás urbanizaciones exclusivas. No creo que sea casual el hecho de que se haya estrenado en dos cadenas el mismo tipo de contenidos; en una de ellas, la Sexta, siguen a un grupo de mujeres ricas en sus momentos cotidianos y, en otro, en Cuatro, se hace lo mismo aunque con la salvedad de que es en Hollywood donde se realiza el seguimiento.
Parece, por lo que he leído, que la aceptación ha sido unánime y que ambos estrenos han gozado del beneplácito de los espectadores. Esto, sin duda, provocará la continuidad de dichos subproductos. He de reconocer que he seguido las dos primeras emisiones de manera más o menos forzada; en la primera ocasión, con cierta curiosidad, en la segunda me vi obligado a cambiar de canal con un cabreo más que considerable. Admito la estupidez de mi rebote y la posibilidad de ver otra cosa, pero en ocasiones lo que me rodea me provoca tal malestar que no me queda otra posibilidad que expresarlo como buenamente pueda.
Para no aburrir con detalles nimios comentaré que la dinámica es la misma en las dos cadenas: mujeres adineradas, snob y superficiales que disfrutan de la atención que les presta la cámara mientras se van desenvolviendo en su hábitat natural, que no es otro que el irreal mundo de los ricos y famosos. En todos los casos, sin excepción, se trata de estúpidas amas de casa que han medrado vaginalmente en la vida al cazar a un acaudalado marido al que explotan sin compasión. Supongo que esta situación responderá a algún tipo de acuerdo tácito; yo me paseo de tu brazo y tú me pagas todos los caprichos y tonterías que se me ocurran. Lo más sorprendente de estos personajes es que parecen salidos de una novela, las situaciones que se presentan son tan subreales y tan extrañas para la gente cotidiana que llegan a provocar la nausea por la futilidad y vacuidad de los estilos de vida que se presentan. No puedo decir que esté habituado a los ambientes que se ven reflejados, sabía de los lujos de los que disfrutaban algunas personas, pero nunca llegaría a imaginarme hasta dónde puede llegar la vanidad humana. Se trata de sujetos medioanalfabetos, dedicados repulsivamente al culto a la imagen y que se han habituado al despilfarro y a la falta de esfuerzo (para cualquier movimiento, por mínimo que sea, necesitan de un asistente). Por poner un ejemplo, que creo es significativo, una de las protagonistas se encapricha con un Miró de cientos de miles de euros e intenta convencer a su marido mediante una pataleta de que lo necesita puesto que se ha enamorado de su mirada. Fascinante.
Lo más llamativo de todo es que salte a la palestra este formato en un momento de crisis tan profundo, cuando el paro está rozando el veinte por ciento y la clase media tiene complicaciones reales para llegar a fin de mes. No encuentro explicación al éxito cosechado, quizás sea el reflejo de un momento de crisis y el espejo en el que el espectador le guste mirarse; una especie de horizonte o aspiración al que llegar. Puede ser que la gente se lo tome como un entretenimiento, como algo con lo que pasar el rato sin mayores pretensiones. Cosa que debería hacer yo mismo. Pero la realidad considero que es bien distinta, lo que remueve al espectador medio no es la repulsa insana, no es la insatisfacción, ni muchísimo menos la ofensa; se trata de la admiración que despierta en la mayoría de la población todo lo que esté recargado de pan de oro y de costosos adornos. Tengo la impresión de que lo que se siente es algún tipo de éxtasis por estas mujeres que gracias a su escote han llegado tan lejos y, probablemente, lo que esté sucediendo es que me esté carcomiendo la envidia del asalariado. Como diría un buen amigo; tenemos lo que queremos.

Nacho Valdés

5 comentarios:

Anónimo dijo...

No sé exactamente de qué programas hablas. Me suena haber visto haciendo zapping algo parecido. Lo de el alto índice de estupidez en el género humano es una batalla perdida. Además resulta curioso que estos programas tienen aun más seguimiento e los países con un nivel educativo y económico más alto. El que nace tonto muere tonto, se le eduque o no. Contudente artículo, ácido y brillante.

Un abrazo.

Melmoth.

Sergio dijo...

Como ya te comenté el otro dia, estos programas van a terminar en tragedia.
El dia menos pensado algún chalado verá a este tipo de subpersonas vacilar en la tele y se presentará
en casa de estos con malas pulgas y ganas de ajustar cuentas.

A mi me gusta mucho una argentina que ha hecho de su jardin una ciudad para gatos, con pasarelas entre los árboles y demás locuras.
De todo a de haber en este mundo.

Gran Artículo...

laura dijo...

Soy la culpable de que hayas visto estos programas, pero aunque la gente que sale me cae fatal y me provoca el mismo asco que a tí no puedo evitar sentir curiosidad. Respecto a tu frase estoy de acuerdo tenemos la vida que queremos, por eso la nuestra me encanta!
Un besazo.
Laura.

Giorgio dijo...

Desde que mi tdt petó de mi televisión, no puedo ver nada más que películas o series.
No siento nada cuando veo algo de ese calibre, mas no me sorprende en absoluto: pan y circo, lujos y fútbol.

Hoy por hoy, nada escapa de la tragicomedia esta que vivimos.

Un abrazo.

Carlos Aledo Sánchez dijo...

Me encanta vuestro blog. Muy buenos los artículos.