CANINO: Cuando la realidad social se refleja sobre sí misma
Traspasando la barrera de la clásica reacción estímulo-respuesta, el horizonte social de hoy se perpetúa como integrante de una falsa realidad poco clara y obtusa.
El continuo manifiesto que emerge desde las personas humanas, concienciarnos sobre lo que no somos, para no mostrar a los demás debilidad y aparente descaro, conforma un entramado de mentira y poca voluntad, que se proyecta a lo largo de nuestra edad madura.
El manido concepto de "hacerse a sí mismo", se vuelca en un deseo de hacernos para los demás, expresado en un contexto que nos otorga una personalidad compuesta por la suma de las percepciones que de nosotros tienen el resto de aquellos que conviven a nuestro lado.
Canino ofrece una senda libre y sinuosa de la situación actual de nuestro contexto social: seguridad, control, manipulación, entretenimiento, sexo, hipocresía, didáctica y censura.
La película recorta cada plano para no mostrar claramente la disposición de la imagen, significando la ausencia de los elementos que cercena, aumentando el simbolismo del efecto que produce; no solo interactúa con el fuera de campo, sino que a través de este imbuye con habilidad manifiesta, el concepto más importante de la secuencia: fuera de los límites del encuadre, la imagen vale más que mil palabras.
Todas las escenas se perpetúan en el tiempo fílmico, has de volver hacia atrás por cada paso hacia adelante que da la película, para de esta forma, terminar de construir la narración de la historia.
Cada personaje, hereda de la atmósfera un matiz que se retroalimenta de aquellos, conforme avanza la cinta: la paradoja es la gasolina de la que hace uso el motor de la historia.
Y el relato cuenta la vida de una familia, compuesta por un padre, una madre, dos hijas y un hijo, que viven en una casa grande, en las afueras de una gran ciudad; alejados del resto del mundo, y cuyas percepciones de éste, difieren tanto entre sí, que cualquier coincidencia con la realidad, simplemente da miedo.
Del planteamiento inicial, estereotipado en cualquier película de medio pelo e infame guión, se aleja con cierto desdén introduciendo un elemento perturbador y turbado: tan sólo el padre tiene permiso para abandonar el perímetro de la finca en la que está ubicada la casa.
A partir de aquí, todo lo que acontece en la película es una grave muestra de lo que sucede ahora, partiendo de la narración del proceso de enseñanza-aprendizaje que puede recibir cualquier ser humano. La importancia de este no solo queda declarado abiertamente durante la película, sino que pretende ir más allá, cuestionando la incidencia de la manipulación durante el proceso formativo.
La importancia del silencio, del significado y valor de cada palabra, diseccionando cada frase en la que se contextualiza, provoca una mirada extraña en la pantalla, en lo que aparece y desaparece, en la manera de intercalar cada plano. Todo en pos de un ritmo constante, mantenido sobre una tensión visual y sonora que se produce gracias a interpretaciones a menudo histriónicas, a menudo infantilmente humanas.
Pero lo que más resalta es la afinidad con cada uno de los personajes, ajenos individuos que no manifiestan pensamientos incontrolados porque no poseen referencias, nada hay en qué mirar, sino en aquellos que les dieron la vida aunque también dirigen su conducta.
Es ahora cuando el guión se parte, y de la rotura, se abre un nuevo punto de inflexión que entronca con la incapacidad del ser humano de entender que todo statu quo no debe perpetuarse en el tiempo, porque puede transformarse cuando el individuo quiera.
Técnicamente, la transformación narrativa tiene su reflejo en un acelerado cambio de ritmo de montaje, donde las relaciones entre los planos se acortan en duración, donde el ritmo interno, determinado por los movimientos de las acciones que ocupan el interior del encuadre, se ven forzosamente convertidos en actitudes displicentes y violentas, lo que dinamiza y transmuta nuestra mirada.
La fotografía acude para envolver de blancos y amplios haces de luz, conjugados en los exteriores luminosos y las amplias ventanas del interior de la casa. Muy rozada la zona de enfoque, en algunos casos provoca que la tensión aumente, dada la dificultad para encontrar lo que está más definido y nítido: la atención se concentra en aquello que se enfoca, pero la preponderancia no reside en esa zona, subyugando la regla a mero principio teórico. Me satisface que la ruptura visual esté provocada por un guión abrupto, construido bajo el amparo del mensaje que se quiere transmitir: por y para eso.
Y es que el arte de hacer cine debe contar historias que contengan una idea capaz de desarrollarse mediante el lenguaje cinematográfico, haciendo uso de los planos, de la composición de los encuadres, de la incidencia del sonido y de la iluminación, de la mezcla y el ritmo que proporciona el montaje, etc.
Para ello, Canino cuenta con un guión sorprendentemente construido para desarrollarse con las herramientas que proporciona el cine, alejado de las imposiciones televisivas, y con el concepto fundamental que atesora el desarrollo de la vida en las comunidades de los seres humanos, como único argumento de peso.
Giorgio
02/07/2010
Fuente: Youtube (Karma Films)
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2 comentarios:
Ya lo decía Ortega: "No es concebible un yo sin las cosas" o lo que es lo mismo "Yo soy yo y mi circunstancia".
Resulta curioso el planteamiento de esta película que intenta precindir o, al menos, controlar las circunstancias de sus personajes.
Abrazos y enhorabuena por el regreso, se te echaba de menos.
Nos vemos muy pronto.
Desconcertante el trailer de la película, aunque ya conociese la sinopsis. En cuanto al artículo, profundas felicitaciones por su carácter minucioso e incisivo. Una exhibición de conocimiento del lenguaje audiovisual y de todos sus resortes técnicos y simbólicos.
Un abrazo.
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