Sweet Corner Vol. 61

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Superación

Ahora, según dicen en afectados reportajes, los niños están estresados. Resulta que son víctimas propicias para enfermedades, afecciones y síndromes que antes o, por lo menos, hace un tiempo, solo perturbaban a los adultos. Los infantes de hoy día tienen, además de las consabidas responsabilidades escolares, que practicar deportes varios, idiomas, lectura, repaso, llevar una dieta sana y demás actividades que hacen que su agenda sea un hervidero de quehaceres interminables que no suelen encontrar recompensa en el verano; para algo están los cursillos de inglés y demás inventos modernos. El resultado es que no dan abasto, no son capaces desde su pueril posición de hacer frente a todo lo que le demandan sus amorosos padres.
El caso es que la excusa se encuentra en la sociedad, es ella la que nos empuja a mostrarnos más competitivos, a no dejar ni un resquicio para que se nos cuele el listo de turno. Para ello tenemos que estar preparados, saber un poco de todo y sacrificarnos siempre que se haga necesario. Así, por lo menos, lo piensan los padres actuales. Deben proporcionar a sus retoños una educación de calidad que les tenga en guardia para cualquier eventualidad. Estamos en la cultura del Self made man, el hombre hecho a sí mismo que se eleva desde sus cenizas para conquistar la cumbre de lo social. Pero, ¿quién es la sociedad? Como decía Ortega: “Todos y nadie en particular”. Absolutamente todos los que nos encontramos en este juego, casi sin excepciones, arrimamos nuestro hombro para que el mundo siga su curso sin alteraciones notables. Es, por lo tanto, nuestra responsabilidad el procurar que el ritmo mute en un fluir al menos llevadero.
¿Contra quién competimos y por qué? El enemigo lo tenemos en casa, son nuestros vecinos, el tipo que pasea por la calle, la mujer que espera el autobús; cualquiera de ellos puede convertirse, sin comerlo ni beberlo, en la torre a la que derribar. Nunca se sabe quién estará bajo la máscara de la mediocridad y qué es lo que guarda en su manga para superarnos sin contemplaciones. Lo que se busca es la imposición mediante la especialización, convertirnos en imprescindibles gracias a la formación exclusiva con la que contamos o en virtud de nuestras cualidades naturales. Es decir, estar por encima; mandar un poco. ¿Y para qué? Pues para consumir, para poder manifestar nuestra posición y la consecución de nuestros objetivos mediante la ostentación de estúpidos y sobrevalorados abalorios que de manera tribal nos permiten pavonearnos sin necesidad de abrir la boca.
Considero que este tema está muy claramente tratado en el documental canadiense The Corporation. En este film de más de tres horas se va desgranando como las grandes empresas se han ido involucrando en nuestro vivir para, casi sin reparar en ellas, dominar nuestra manera de valorar. Esto por supuesto sin un maléfico plan preparado a conciencia, sino, simplemente, por el devenir natural para el que están creados este tipo de organismos. Es decir, el beneficio; pues nada más claro que cualquier empresa que se precie lo que busca es hacer dinero. El problema es la manera de conseguirlo. Nada que oponer al libre mercado, pero hay terrenos oscuros en los que se mezclan la manipulación de intereses, la mano de obra semiesclava y demás trastiendas que habitan tras el dorado metal.
Pero hay uno de estos aspectos que resulta especialmente peligroso, sobre todo en esta época de la imagen y la comunicación: Las campañas publicitarias. Es aquí donde realmente se pierde el control y, por ende, la partida para el dominio de las voluntades de los niños de hoy. Contaban en The Corporation como los niños se habían convertido en objetivo prioritario de cientos de campañas de marketing, no hay que ser muy avispado para darse cuenta de todo el dinero que se mueve alrededor de este espectro social. La conclusión empresarial es que un niño palizas suele acabar consiguiendo lo que quiere y su conclusión fue la siguiente: hagamos que los niños deseen lo que les ofrecemos para que lo anhelen de tal manera que lo requieran sin cesar. Y después nos extrañamos de que los pobrecitos se estresen, a ver cuánto tarda alguno en volarse la tapa de los sesos porque no ha conseguido la última consola de moda.

Nacho Valdés

3 comentarios:

Giorgio dijo...

Notable reflexión.
Hoy en día, a individualizada competitividad, es más agresiva que nunca. Costará recuperar el espíritu de grupo.
Desde luego, todo se hará desde la educación, aunque viendo el debate de ayer, ese en el que la Nación y su estado están en tela de juicio, mal vamos.

PD: Nada tiene que ver, pero es que he subido dos puntos y medio en mi oposición. Por fin he aprobado con un 6,25. ¡¡¡Dios, qué contento!!!

Saludos.

Nacho dijo...

Acabo de hablar contigo pero no puedo resistirme a felicitarte en público:

¡Enhorabuena crack!

Muchos abrazos...

Anónimo dijo...

Enhorabuena a Giorgio, desde luego es merecido. En lo referente al artículo, como de costumbre, estoy de acuerdo en casi todo. El mayor problema de vivir en un mundo tan ajetreado es la imposibilidad muchas veces de poder parar y templar. Todo muy rápido y muy poco sólido. Es un veneno lento pero constante que solo conduce a un fin; la alienación del ser humano y su transfiguración en un mero producto.

Felicidades por el interés que suscitan tus artículos.

Un abrazo

Melmoth.