Sweet Corner Vol. 75

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Los enormes vacíos de la vida

Parece que este año ha sido especialmente duro en lo relativo a las pérdidas ocasionadas por la parca, son muchos los que se han ido y grande el vacío que han ocasionado. La pena y el pesar es profundo, sobre todo cuando aquéllos que nos dejan son cercanos, pero en ocasiones, a pesar de la lejanía del sujeto, la identificación para con su legado provoca en nosotros una turbación que nos confunde el alma.
Esta semana le ha tocado a Luis García Berlanga, no es que fuese algo extraordinario puesto que era una persona mayor, pero sigue resultado sorpresivo puesto que se trataba de una especie de leyenda a la que parece que nada podía afectar. Lejos de la figura que se había creado gracias a su trabajo, se puede afirmar que siempre pervivirá el legado cinematográfico que rompió en su día moldes y que consiguió hacer avanzar el cine patrio en direcciones hasta ese momento desconocidas. He de reconocer que no soy estudioso de su filmografía y que a buen seguro me dejaré en este texto muchos aspectos en el tintero, pero creo que desde mi desconocimiento siempre puedo aportar algún elemento revelador o tendente a la reflexión.
Como muestra definitiva, no de su cine, sino de su inteligencia literaria, me gustaría resaltar el hecho de que fue un director y guionista que fue capaz de sacar sus trabajos a la luz en época del franquismo más férreo e intransigente. Con el mérito añadido de tocar temas que hasta el momento habían desertado de las temáticas más convencionales que se trataban, asuntos como el pauperismo congénito que sufría la sociedad española, nuestra claudicación ante las potencias extranjeras o la pena de muerte que sesgaba la vida de aquéllos reos que según los parámetros de la época así lo merecían. Esos son los tres pilares sobre los que soporta mi conocimiento de este artista: Plácido, Bienvenido mister Marshall y El verdugo.
Cada uno de estos films, desde un punto de vista cargado de una fina ironía que ni los censores fueron capaces de destruir, abordan temáticas que preocupaban a la sociedad española del momento. Plácido, combinando con maestría el drama y la comedia, nos presenta una situación más que posible en la que los estratos sociales de la España deprimida se definen de manera clara y patente. Una gran cantidad de ciudadanos sometidos por la pobreza y la dictadura podrían verse identificados en el desgraciado Plácido que, mientras es utilizado como moneda de cambio, él únicamente quiere que le paguen el transporte en motocarro para el que le habían contratado. Toda una metáfora que bien podría llevarse hasta el día de hoy.
Después estaría la gran Bienvenido mister Marshall, que haciendo una alusión al hermano mayor americano, que ya había bloqueado y desbloqueado al Estado Franquista, nos presenta la suficiencia con la que esta esquina del mundo occidental era tratada por las potencias pujantes en ese momento y, desde luego, en el mundo contemporáneo. La alegoría que Berlanga presenta en forma de visita de un notable ciudadano americano a una zona rural española bien podría extrapolarse al uso que del territorio español se hacía para la imposición de bases militares, prácticas de corte castrense y demás intereses estratégicos del gigante del otro lado del Atlántico.
Y la que más me gusta y me enamoró hace tiempo, la historia de los pobres ejecutores que en España, para labrarse un puesto en la administración pública, tenían que romper el cuello mediante garrote vil de aquéllos que la justicia consideraba que así lo necesitaban. El grito en contra de este salvaje castigo está presente en toda la película pero, como marca de la casa, recubierto de un envoltorio en forma de comedia que volvió a despistar a la inquisición censora del momento. Como elemento de recuerdo de otro de los grandes desaparecidos recientemente, decir que el reo que iba a ser ejecutado mientras el verdugo prácticamente se desmayaba al final de la película era Manuel Alexandre que hacía uno de sus primeros papeles en una carrera cargada de éxitos.
Desde aquí, simplemente quería revalorizar y recordar el trabajo de estos dos grandes albañiles del cine español, espero haberlo logrado.

Nacho Valdés

2 comentarios:

Sergio dijo...

Esta semana pasada pusieron Plácido en la 2 y entiendo que durante los proximos meses se emitirá alguna más de sus películas. En Valencia Berlanga siempre estuvo en una situación complicada lejos de los sociatas y muy al sur de los peperos. La noticia aquí no ha tenido casi repercusión. Además como todo el mundo sabe es mucho más importante cualquier acto inaugural de nuestro querido president Camps que la muerte de uno los mayores representantes de nuestra cultura, la de TODOS..

Enhorabuena por el(o los) artículo(s)...

Anónimo dijo...

También reseñar "La Vaquilla" de, las pocas películas españolas sobre la guerra civil no tendenciosas y que sirve para drenar una ampolla tan molesta
en el subconsciente patrio.
El tipo de humor tan surrealista, lúcido y español de Berlanga va camino de la extinción en las nuevas generaciones.

Bonita reflexión.

Un abrazo.


Paco.