Sweet Corner Vol. 76

|
Usos de la imagen

Dentro del infinito mundo de la creación y, más concretamente, en el aspecto apoyado y soportado por la imagen se dan una increíble variedad de usos que deforman la realidad para que sea subjetivada por el ser humano. Es, por tanto, un rasgo antropológico el hecho de la manipulación del medio a través del color, de la forma y de la representación. El primer aspecto que se me antoja fundamental dentro de esta transformación a nuestro antojo es el de la interpretación de los anhelos, intrínsecamente humanos, a partir de la exageración o grandilocuencia de lo expresado mediante la obra artística. Se trata, a mi entender, de plasmar un horizonte prácticamente inalcanzable que idealiza nuestro deseo para que, de esta manera, quede firmemente anclado en nuestro inconsciente y se convierta en objeto de persecución por la acción práctica de los individuos. Se logra, a través de esta hermenéutica de lo circundante, subjetivar el objeto de deseo con el fin de hacerlo más accesible a la conciencia y así colocarlo como referente al que dirigirse. Son varios los ejemplos históricos que considero dejan patente lo que, con mayor o menor fortuna, intento explicar.



El primero de ellos encarna la figura de un bisonte en una pintura rupestre perteneciente a la Cueva de Altamira. En esta imagen, que podría considerarse como cotidiana, interpretó que lo que el primitivo sujeto que la plasmó intentaba era subliminar aquello que se correspondía con lo que su estirpe consideraba como deseable. En este caso, y dado que nos encontramos en los momentos previos a la civilización, son las necesidades básicas las que suponen ese horizonte para dirigir la acción común. Las funciones tróficas, imprescindibles en el ambiente en el que se movía este pretérito artista, son las que marcan la dirección para el signo creado. Nos encontramos no ante un bisonte cualquiera, sino ante el animal por excelencia que uno de estos sujetos desearía encontrar para alimentarse. La interpretación del artista muestra a una bestia apetecible, bien alimentada, con un pelaje perfectamente definido y con una musculatura amplificada debido a la textura de la caverna. Con toda probabilidad, y sin ser especialista en la materia, resultaría realmente dificultoso el encontrarse con una pieza de este calibre durante una cacería. Se trata por tanto, del deseo subjetivado de cualquier ser humano perteneciente a esta época.



En el segundo ejemplo, un pantocrátor bizantino, también se ejemplifica, desde mi punto de vista, la argumentación que estoy defendiendo. En esta etapa histórica, con las necesidades básicas cubiertas, el horizonte de creación y de codicia se eleva por encima de lo mundano para recaer en la figura de Dios. Pero, ¿qué es este Dios si no una representación exagerada y elevada del propio hombre? Nos topamos de esta manera ante el intento ingenuo de elevar al ser humano a los altares divinos, de hacer de la inseguridad propia de la época, en lo referente a la dimensión humana, algo seguro representado por el Padre que juzga y valora nuestra propia vida. Se trata, de esta forma, de la incrementación, hasta su máxima expresión, de las propiedades que, de suyo, corresponden al hombre. Este proceso provocaría, sin lugar a dudas, una sensación reconfortante para los seres humanos de esta época medieval.



Por último, llegando al siglo veinte, presento un fotograma de la película Cuando Harry encontró a Sally, una de las comedias románticas por excelencia del cine contemporáneo. En este momento de la historia, superadas nuestra manutención y nuestras inseguridades en relación a nuestras posibilidades como sujetos, lo que se idealizan son las relaciones interpersonales. Se plantea así otro horizonte, igual de inalcanzable que los anteriormente propuestos, y que supone de nuevo una guía para la acción práctica. Lo que se manipula y se engrandece es la parte sentimental del hombre, aquello que en los tiempos actuales preocupa y provoca en ansia de todos los mortales. Por supuesto la representación que se realiza con esta película manipula la realidad para intentar alumbrarnos con lo que se supone que deben ser las relaciones de pareja perfectas; primero el encuentro, después el desencuentro, la amistad y, en último lugar, el amor verdadero. Quizás sea ésta la más indeseable de las sublimaciones pues provoca la distorsión de nuestro día a día y hace del amor de película una quimera inabarcable, ¿quién sabe qué nos depara el futuro de la manipulación a través de la imagen?

2 comentarios:

laura dijo...

Me parece muy interesante tu reflexión. Espero impaciente que continues con estas reflexiones.
Un besazo, cariño.
Laura.

Anónimo dijo...

Desde mi punto de vista, la representación de la divinidad en la Edad Media está inspirada en sublimar a Dios, más que en idealizarlo como un superhombre mundano. Tal vez sea una interpretación demasiado materialista, propia de los tiempos que corren. Sinceramente veo más despistado al hombre actual. Por otro lado,el cine es muchas veces como el mundo de las ideas platónico, pero en plan todo a cien; cosas bonitas, falsas y baratas.

Buena reflexión.

Un abrazo.

Melmoth.