Sweet Corner Vol. 73

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Memento

Creo, aunque no estoy seguro pues posiblemente lo haya olvidado, que a lo largo de los años son más las historias e ideas que ido relegando a un oscuro rincón de mi memoria que las que han visto la luz. Es un hecho constatado el que si no apunto los pensamientos que van atravesando mi mente estos desaparecen y se convierten en algo tan etéreo que dan la impresión de disolverse para no volver a dar señales de su existencia pues, al contrario de los concentrados, que si son desecados permiten la reaparición de sus componentes, en el intelecto lo que se confunde no suele regresar de allá dónde se encuentre. Es este el motivo por el que llevo siempre conmigo un pequeño moleskine en el que apuntar las ocurrencias, el problema viene dado por la falta de hábito y constancia para el apunte de estos asuntos. Me ha sucedido en infinidad de ocasiones el estar tumbado a punto de dormirme o, simplemente haciendo algo alejado de mi libretita y que mi cabeza empiece a bullir sin que mi cuerpo sea capaz de dar los cuatro pasos necesarios para realizar el acto de escribir lo que se me ha ocurrido. A pesar de la lucha que mantengo conmigo mismo para autodisciplinarme, para lograr realizar estas pequeñas tareas cotidianas que a veces tan tediosas resultan. Tengo el convencimiento de que, cuando me veo estéril de historias, si pudiese retrotraerme y redescubrir aquello que ya se me había ocurrido tendría un manantial prácticamente inagotable para escribir.
Una de las particularidades de estos descuidos es que, por lo menos cuando tengo un vago y difuso recuerdo de ellos, es que me da la sensación de que se trataba de algo genial e irrepetible. Siempre, a pesar de que no tengo ningún dato más preciso, creo sospechar de que lo que se me ha escapado es una de esas “ideas del millón de dólares” de las que hablaba hace una semana. Esta impresión no tengo ni idea de a qué responde pero quizás se trata de una evocación distorsionada por la pérdida o la distancia, o simplemente sea una especie de mecanismo de defensa que mi propia psique desarrolla para hacerme consciente de la necesidad de grabar de alguna forma esos fugaces momentos que nunca volverán a repetirse.
La excusa principal que suelo utilizar para no hacer el mínimo esfuerzo de apuntar las cosas es que, cuando tengo la ocurrencia, me parece tan sobresaliente que tomó la determinación de que algo tan estupendo es imposible que se me olvide. Esto también es algo que he ido aprendiendo, siempre que algo me parece increíblemente estable puesto que se trata de algo que se me antoja como único, resulta que se escapa a ese limbo donde parecen habitar miles de historias que nunca escribiré. Esto ya lo voy aprendiendo y cuando algo tiene estas características suelo correr a escribirlo para que pueda acceder a ello después aunque, curiosamente, cuando vuelvo sobre mis pasos orgulloso de haber cumplido con mi disciplina personal, caigo en la cuenta de que no se trata de algo tan especial como yo creía.
Esta serie de paradojas me han llevado al punto donde me encuentro, al desarrollo de un artículo que está basado en un olvido, pues debo confesar que el otro día se me ocurrió algo que consideraba ilustre para este espacio pero que, debido a mi pereza congénita, no apunté y desapareció con la misma rapidez con la que apareció. El caso es que todos los tópicos de los que he ido hablando se fueron cumpliendo y, uno por uno, cumplí todos los requisitos que me llevaron a estar totalmente falto de ingeniosidades. Como esperé y el argumento para el escrito no volvía he intentado hacer de la falta un valor y convertir esa lacra de constancia en el motivo del artículo. A pesar de haber quedado satisfecho con el resultado, añoro ese pensamiento con el que intentaré reencontrarme.

Nacho Valdés

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Casualmente ahora estoy inmerso en la readpatación de un guión para convertirlo en largometraje y me está ocurriendo exactamente lo que escribes. Me fío demasiado de mi memoria y a veces me juega malas pasadas. Alguna vez he llegado a guardar versos en el móvil cuando se me ha ocurrido la palabra "clave" en la calle, o en algún garito estando de borrachera.

Notable y original artículo.

Un abrazo.

Melmoth.

Giorgio dijo...

Hace poco leí acerca del acto de creación, sobre la generación de ideas, la búsqueda incansable del "punto de partida".
Woody Allen lo deja claro, aquella idea que es realmente brillante, no se olvida de tu memoria; el resto, es pura bazofia. Creo que estoy de
acuerdo.

Me ha gustado leer tu reflexión, porque creo que padezco el mismo mal que el tuyo.

Abrazos.

laura dijo...

A mí también me ha pasado alguna vez porque nunca apunto mis ideas. Un beso, cariño.
Laura.