Sweet Corner Vol. 77

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Usos de la imagen II

Es posible realizar un análisis de la imagen, desde un punto de vista funcionalista, desde diferentes ángulos y variantes. Todos ellos poseen un punto de verosimilitud aunque, en ocasiones, puedan, en un vistazo a priori, aparentar cierto antagonismo. Desde mi consideración se trata de funciones complementarias que se solapan unas a otras dando como resultado un compendio de disparidades que cubren diferentes espectros de la espiritualidad humana; o lo que es lo mismo, no existe un uso unívoco de la representación sino que éste es tan flexible como el de cualquier otro lenguaje.
Otra interesante aplicación práctica, que no totalmente consciente, de este formato expresivo es el de ser reflejo de la cotidianeidad. A mi parecer, el ser humano sufre una increíble cadencia hacia la normalidad, hacia el día a día y lo que sucede en su entorno. Uno de los motivos subyacentes a esta inclinación creo que se encuentra en el ansia de notoriedad y de pervivencia; me explico, considero que esta función se relaciona con la tendencia de los sujetos a dejar su huella en la historia. Este paso por el mundo, que se puede realizar desde un punto de vista individual, también puede efectuarse retratando el ambiente de la circunstancia en la que nos hayamos insertos. Se trata, por tanto, de una manera de dejar plasmada cierta notoriedad personal a través de la impersonalidad del ambiente. Algo que, aunque pueda resultar paradójico, cumple con los requisitos exigidos de la inmortalidad de la conciencia.



El primero de los ejemplos que propongo para reforzar el razonamiento expuesto es una pintura rupestre en la que el artista, ilustrando lo que podría ser su día a día, muestra una escena habitual de la idiosincrasia de su tribu. Se pueden distinguir los diferentes estamentos que componen la comunidad, divididos ya, desde tiempo pretérito, en géneros puesto que, en apariencia, la composición está estructurada en un grupo femenino y otro masculino. Parece que las féminas se dedican a la celebración, de manera despreocupada, como si asistiesen a algún tipo de recibimiento ritual que muestra la alegría de la caza. Mientras, el otro grupo, se dedica con sus herramientas y ornamentos en la cabeza, a la preparación de la carne para su posterior consumo. No me queda claro, quizás nadie lo pueda saber a ciencia cierta, si el otro animal que no está siendo manipulado es alguna bestia doméstica como un perro o, por el contrario, se trata de otra pieza cobrada que espera su disposición para el previsible banquete. No hay duda de que, lejos de idealizar, lo que se pretende en este caso es plasmar lo banal de la dinámica diaria y de esta manera conseguir su pasaporte a la posteridad.



En la pintura medieval que acompaña el escrito se muestra, reforzando el primer ejemplo gracias al salto temporal que se produce entre una y otra escena, otra práctico signo de lo que podría suponer un día especial en una ciudad con acceso al mar. Puesto que las comunicaciones navieras supondrían una fuente de ingresos de gran importancia, queda moldeada la importancia de dicha eventualidad en la procesión de personas que se acercan a la embarcación para realizar la carga o descarga de las mercancías que supondrán la principal fuente de subsistencia de la urbe medieval. La acostumbrada escena para los autóctonos queda magnificada y trasciende su sentido originario gracias a la representación del artista que, al traducir lo habitual en representación artística, logra con esta conceptualización superar lo fútil de un momento que con toda seguridad se produciría de forma cíclica. Lo que hasta ese momento era algo que no llamaba la atención se convierte, gracias al buen hacer del sujeto que realiza la obra, en un momento que se detiene y va más allá del individuo particular que no tendría mayor peso en el devenir de los hechos si no fuese por el uso de la imagen que ha hecho efectivo el creador del Medievo.



Como último paradigma he querido rescatar una película que me fascinó precisamente por lo cotidiano, al tiempo que trascendente, de su planteamiento. El fotograma muestra a un grupo de hombres que, en apariencia con gran formalidad, discuten sobre algún asunto de importancia. Y eso es precisamente lo que sucede; un hecho cotidiano, como puede ser el de la dilucidación por parte de un jurado popular de la inocencia o culpabilidad de alguien anónimo (algo que sucede todos los días en algunas partes del mundo) se eleva a la categoría de extraordinario gracias al uso de la imagen. Doce hombres sin piedad que pasarían al olvido si en sus manos no estuviese la vida de otro sujeto, algo, que como decía antes sucede todos los días en algunas partes del mundo.

Nacho Váldés

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buena segunda entrega, con carácter educativo. Me ha despejado un poco las neuronas a la hora de la siesta.

Un abrazo.

Paco.

P.D: he leido tu novela -El Aparecido- y me ha parecido realmente buena. Felicidades.

Nacho dijo...

Muchas gracias Paco, tengo en alta estima tu crítica y, a pesar de que es un borrador, me anima para rematar la faena.

Abrazos y a ver si en navidad podemos tomar una cervecita.