A HOLE IN MY HEART; “orificios carnales y profundidades psíquicas”
de Lukas Moodysson
Opinaba el Marqués de Sade, que tal vez por su propensión al exceso y a las cuestiones de la carne sabía valorar en su justa medida los beneficios de la virtud, que el sexo ponía al descubierto lo mejor y lo peor de cada individuo. Por lo tanto, llevarlo a la práctica en todas sus versiones y modalidades, no dejaba de ser un ejercicio arriesgado de búsqueda del conocimiento. Una apreciación un tanto “sui generis”, pero muy interesante.
Dos siglos más tarde, el realizador sueco Lukas Moodyson, presenta “A Hole in my Heart”, para que descendamos al mundo de la pornografía en su versión menos lúdica y más intestina. ¿Qué hay detrás de esos iconos que fornican patológicamente delante de una cámara y que a menudo provocan la sensación de pertenecer a un universo paralelo virtual?. ¿Qué les lleva a mostrar, al margen del dinero, todo tipo de perversiones sexuales ante un público anónimo?. De un modo grotesco e hiriente, vamos comprobando como el trío de actores protagonistas –además de un cuarto que no participa en los roles sexuales-, son juguetes rotos que usan las prácticas más extremas para purgar todos sus demonios, obteniendo constantemente el resultado opuesto.
No entraré a valorar los efectos positivos o negativos de la pornografía o el perfil psicológico de sus integrantes, pero lo que es innegable es su enorme efecto potenciador de prácticas parafílicas. Tampoco admite discusión los derroteros que lleva tiempo tomando hacia la vejación y la violencia, sirviendo como peligroso canalizador de las frustraciones o de la apatía existencial de sus consumidores. La atracción de lo sórdido y lo visceral siempre ha sido muy intensa y tentadora, y actualmente, muy rentable. Es muy dudosa la justificación “moral” de la industria insinuando que da al público lo que reclama. Sería más justo decir que orienta al público hacia tendencias sexuales de difícil digestión y peor conciencia. Estetas del negocio como Andrew Blake, han dejado paso a una miríada de precusores de un porno radical del más variado pelaje.
Lukas Moodyson recurre al estereoripo de Cine Dogma para presentarnos “A Hole in my Heart”. Siendo las virtudes y defectos de este estilo ya conocidos, el mayor acierto en este film, es la similitud técnica que muchas producciones porno de bajo presupuesto guardan con la vanguardia liderada por Lars Von Trier. Actuaciones hiperrealistas, rítmicas microelipsis, diálogos no sicronizados en el tiempo y en la imagen y una constante sensación de asco invaden el metraje. Sin llegar a estar brillantemente perfilados, los personajes al menos proyectan ráfagas en sus comportamiento que nos ayudan a ubicarlos psicológicamente. Habituados a ese género de vida, recelosos del mundo exterior donde campa la mediocridad y el tedio, prefieren arder en su pequeña Babilonia, antes que tomar un compromiso más ambicioso con su existencia.
Brutal en su planteamiento y desarrollo, el film del director sueco hace reflexionar seriamente sobre lo que muchas veces hay detrás de lo que visionamos frívolamente en un producto audiovisual. No recomendable para estómagos sensibles ni mentes simples, el trabajo de Lukas Moodyson nos hace descubrir un ángulo diferente sobre la realidad que nos rodea.
Célebre es la frase “la virtud está en el punto medio,” ese punto que debe hallarse entre el puritanismo y las aberración y que nuestra cultura parece haber extraviado hace tiempo, entre otras cosas, en materia sexual.
29/03/2010
2 comentarios:
Por fin, después del susto, vuelve todo a la normalidad.
Brillante artículo sobre una temática muy atractiva y sobre un mundo oscuro y desconocido.
Enhorabuena por el regreso.
Abrazos.
Sé muy bien de qué hablas. En mi trabajo invade la aberración y el mal gusto.
Si lo mezclas con el sexo, la desazón está garantizada.
En cualquier caso, pese a no haber visto la película, doy buena cuenta de su director, del que comenté otra película suya meses atrás (http://giorgiocinematographer.blogspot.com/2009/08/lilja-4-ever-la-oscura-seleccion.html) por sus sensibilidad visual y narrativa.
Siempre un placer leer tu mordaz discurso.
Saludos.
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