Sweet Corner Vol. 49

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Marea verde

Llegué temprano y aparqué en una zona apartada, sabía que sería imposible acceder de otra manera al centro de la ciudad. Tuve que caminar cuando todavía era de noche pero tuve la recompensa que buscaba, encontré un lugar adecuado desde el que disparar la cámara. Subí al tejado de un quiosco y encendí un cigarro mientras preparaba el material, lo preparé todo de tal manera que tuviese capacidad de reacción en caso de necesidad. Algunos manifestantes ya habían llegado, lanzaban proclamas airadas y portaban carteles que dejaban clara su filiación.
El sol por fin se levantó, esa mañana la luz era estupenda, ni una nube y una azul espectacular que cubría los edificios. La policía comenzaba a llegar, armados y cubiertos con sus trajes de antidisturbios. Bromeaban entre ellos, nerviosos, fumando y esperando entrar en acción para descargar la tensión que arrastraban. Les fotografío, no se percatan, las fotos son buenas, muestran los momentos previos a la tormenta. No se publicarán pero me gustan, son personales, muestran la mirada, el aspecto humano bajo el uniforme que siempre lo oculta todo.
Se comienza a concentrar gente frente al Palacio de Congresos, hay gritos, banderas, música, colores y un ambiente festivo que enlaza perfectamente con el día primaveral que estoy experimentando. Parece un festival más que una protesta, una reunión lúdica. Disparo sin contemplaciones a todo lo que se mueve, con el cigarro ladeado y recibiendo el tibio sol de comienzos de marzo busco desde mi visor la imagen que dé la diferencia, que suponga el resumen de todo lo que estoy viviendo. La policía toma posiciones, son superados ampliamente por el enorme conglomerado de personas que no deja de gritar, les insultan, les hacen gestos y aguantan estoicamente al tiempo que buscan una situación ventajosa. La gente no se da cuenta, pero desde mi atalaya soy perfectamente consciente de que a la más mínima provocación saltarán como perros de presa acabando con el festival. Ellos saben que ya queda menos, en breve llegarán los líderes y se sabrá qué es lo que sucede realmente. Hay irritación, me enciendo un cigarro que sé que puede que sea el último antes de que me tenga que concentrar en mi trabajo.
Llega el primer coche oficial, un don nadie que es recibido con una lluvia de insultos y algún objeto que impacta sobre los escudos de los antidisturbios. El muy cretino saluda, da la impresión de estar provocando. Los ánimos se enaltecen, parece que va a suceder algo. Hago fotografías sin parar, consigo cazar a un grupo de encapuchados que parecen estar preparando algo de manera subversiva. Sacan algo de sus mochilas, se organizan, se mezclan entre la multitud que avanza a impulsos contra la barrera humana que hace de parapeto de la clase dirigente. Lo cojo todo en imágenes, sonrío, parece que tengo la secuencia completa que supone el preludio.
Llegan vehículos oficiales a toda velocidad, sé que es el momento de la verdad. Se abren sus puertas y son protegidos inmediatamente para evitar las piedras y toda clase de objetos que llueven del cielo. Se meten rápidamente en el edificio, sus guardianes se quedan fuera protegiendo la posición. Los encapuchados entran en acción, cae un cóctel molotov, caen dos, caen tres; uno de los policías sale ardiendo. Todo queda grabado en mi cámara, todo en cientos de instantáneas que luego discriminaré. Las fuerzas del orden cargan contra la multitud, están motivados, van destrozando la primera línea de manifestantes. Hombres y mujeres de toda clase y condición, la mayoría no tenían nada que ver en el ataque pero reciben un escarmiento. La multitud huye despavorida, un grupo se reposiciona y se organiza para repeler el ataque. La carga se disuelve, les caen cascotes y más cócteles. Yo paso desapercibido mientras a mi alrededor, como si de un rebaño de animales salvajes se tratase, la multitud corre en busca de resguardo. La lucha se prolonga unos minutos, los agentes sacan la artillería, pelotas de goma, gases que provocan que lo manifestantes corran y se intenten confundir en el caos en el que se ha convertido la ciudad. Cogen a algún rezagado, estos pagan por el resto. Bajo del quiosco, ya tengo suficiente y no quiero tener problemas con las imágenes que he tomado. A pesar de lo que he visto me voy con una sonrisa en la boca, sé que he hecho un buen trabajo.

Nacho Valdés

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Dado el momento actual, no sería de extrañar que lo que relatas fuese algo cotidiano en próximas fechas. El ritmo del relato es muy bueno y su aspecto visual e hiperrealista me gusta.

Sinceras felcitaciones.

Un abrazo.

Melmoth.

Giorgio dijo...

Buena narración, mezclada y con ritmo. Algún aporte técnico hubiera otorgado un realismo mayor.

Un saludo.