Sweet Corner Vol. 54

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Visiones del mundo

El orbe terráqueo, en continuo cambio y transformación, en avance hacia no se sabe dónde, mantiene intactos algunos de los principios que son el combustible de esta rotación inquebrantable. Se alteran los motivos, se mueven los intereses, pero lo que supone una constante es el perpetuo enfrentamiento que se produce entre los distintos grupos de sujetos que conformamos este conglomerado heterogéneo y vibrante que es la humanidad.
Éste, por desgracia o quizás por fortuna, es el rasgo antropológico definitivo que nos hermana como pertenecientes a una misma especie. El universal cultural del que hablo es el de la violencia, desmedida en algunos sectores, intuida en otros. Cada vez más, me da la impresión, el ojo indiscreto de las telecomunicaciones nos lleva hasta los puntos calientes de este planeta para mostrarnos los distintos enfrentamientos que pueblan todos los rincones de la vetusta Tierra. Los motivos son variados, desde los más nimios y peregrinos, hasta los más viscerales y, en apariencia justificados. Parece que el bueno de Thomas Hobbes tenía razón y habrá que respaldar su sentencia homo homini lupus. Aunque este empirista siempre ha sido tachado de pesimista, el devenir temporal parece darle la razón y nos convertimos en nuestros peores enemigos y depredadores; somos el germen de nuestra destrucción, o quizás, lo único que hacemos es desarrollar una especie de constante genética que permite que autorregulemos nuestra población. Suena duro puesto que disfrutamos de una capacidad intelectual que nos permite desarrollar ínfulas morales, pero si se respetasen los derechos, libertades y demás puede ser que el mundo se hiciese intransitable por el aumento de la población y la competencia por los fines antojados por la mayoría. Así que quizás ese rasgo que tenemos grabado de manera indeleble, esa enemistad de la que hacemos gala no sea más que la excusa evolutiva para que, de alguna forma, no se excedan en demasía aquellos límites entre los que los índices demográficos deben moverse. Marvin Harris, eminente antropólogo, además de entretenido divulgador, explica como en los pequeños ecosistemas tribales en los que un desequilibrio puede llevar a la aniquilación, la guerra está reglamentada por tradiciones que no hacen más que permitir la supervivencia del ecosistema en sí. Resulta curioso que en estas primitivas organizaciones los motivos sean distintos pero el fondo sospechosamente parecido.
Aparte de estas pesadas elucubraciones, lo que me apetece resaltar (evidentemente en relación a lo expuesto), es que parece haber un despunte del fanatismo en todos los ámbitos sociales. Quizás no sea más que una avalancha de datos sesgados, quizás sea un punto de vista tremendista por parte de los medios, pero últimamente creo que la crispación y los pequeños enfrentamientos están a la orden del día. De hecho parece que hasta en este sentido estamos retrocediendo, volviendo a tipos de pugnas primitivos que parecían enterrados. Yo creía inocentemente que estábamos en la época de los nacionalismos locales, de las pequeñas facciones que buscan por todos los medios la autoafirmación. Nada más lejos de la realidad, parece que el medievo, o por lo menos sus valores, vuelven a la carga. Me refiero a los enfrentamientos por cuestión de credo que se multiplican por doquier, que si el velo islámico, que si la yihad islámica que se predica desde el radicalismo, que si el boicoteo en occidente a mezquitas y demás simbolismos islámicos. La guerra está declarada y desde el occidente capitalista es la persecución a lo diferente o al inmigrante lo que vende en algunos sectores. En caso de duda se puede preguntar en aquellos municipios españoles en los que se quiere negar el empadronamiento a ciertos grupos sociales; opción, por otro lado, muy inteligente para crear pequeños conjuntos desarraigados a los que denunciar por su falta de integración social. Por supuesto la extrema derecha oportunista no podía pasar por alto esta oportunidad de crispación y enfrentamiento que la extrema izquierda utiliza como excusa para la confrontación, parece que estamos en el año 1936 y que las dos facciones están en liza por el control estatal.
Sin exagerar tanto como en la anterior analogía, lo que está claro es que la diversificación de medios y la pluralidad de imágenes nos está acercando cada vez más a un mundo descarnado y salvaje en el que la moral tiene cada vez menos cabida. Ya veremos qué sucede en un futuro.

Nacho Valdés

2 comentarios:

Giorgio dijo...

La educación es la clave. Pienso que los que velan por el buen gobierno deben intentar ahondar en ello.
Quizás de esta manera, los seres humanos puedan tener un atisbo de esperanza.
De cualquier manera, creo que la mayoría de la gente se encuentra más cómodo a la defensiva, en un clima de lucha, que en la pasiva paz.
Curioso.

Saludos.

Anónimo dijo...

Un individuo puede tener moral y estar por encima del grupo. Pero si nos referimos a la masa, está es informe y descabezada y se mueve a impulsos o por mera inercia. Al ser humano le pesa más su faceta animal de supervivencia que su lado intelectual. Ya se sabe que la cabra siempre tira al monte..

Interesantísima exposición.


Un abrazo.

Melmoth.