Sweet Corner Vol. 68

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Retorno

La vida te sitúa en posiciones desagradables, incluso prácticamente desesperadas, que deben ser remontadas de la mejor de las maneras posibles. Cuando se pierde a alguien cercano, una de esas personas que te ha arropado siempre, que se ha convertido en un amigo, es cuando crees que la situación no será nunca recuperable y que ese vacío no será superado. Sin embargo, la muerte de algo tuyo, con la perspectiva que impone el tiempo creo que acaba volviéndose una valiosa lección de la que se puede aprender. Estoy convencido de que todas las situaciones vitales son fuente de inspiración para nuestro crecimiento personal y de que el dolor puede ser el bálsamo que nos permita la comprensión de nuestra propia escala de valores. Es decir, lo que en circunstancias normales parece fundamental y necesario, tras la estacada vital que supone una defunción, acaba reconfigurándonos y nos sitúa donde realmente debemos estar. Creo que el agujero vital que parece insondable tras un episodio de estas características acaba llenándose de cariño, buenos recuerdos y, sobre todo, de nuevos conocimientos que nos permitirán encarar lo que nos resta de existencia desde una nueva situación.
Es este un tema que, como decía una antigua profesora, tiene “soplo de eternidad”. Es cuestión recurrente la de la Parca, señora que a todos, tarde o temprano, nos rendirá cuentas. Es, de todas maneras, una cuestión acerca de la cual normalmente se frivoliza en el cine. Se suele hablar de la defunción como si de algo menor se tratase y, en la mayoría de los casos, los enemigos del héroe de turno caen como moscas bajo sus letales manos. También cabe la posibilidad de que se trate el asunto de refilón, como si se tratase de algo cómico que en nada afecta realmente a los que rodean al finado. Pero, por experiencia propia, puedo decir que la defunción de alguien cercano es algo devastador y que, hasta que no se sufre en las propias carnes, se trata de algo de lo que no se puede hablar con conocimiento de causa y de lo que es impensable hacer una valoración. Me siento torpe hablando de este asunto, pero creo que es catártico y necesario enfrentarse a algo que antes o después acabará afectándonos a todos.
Me gustó mucho, y creo que nada tiene de superficial, el tratamiento metafórico que realizó Bergman con El séptimo sello. Se trata de un film teatral, onírico y que rápidamente nos traslada al período medieval en el que un inconmensurable Max von Sydow intenta ganar tiempo a la muerte para responder a las cuestiones que todavía tiene por resolver. Y es aquí donde se encuentra el valor de este trabajo, en la realidad que supone para todos los seres humanos ese instinto de supervivencia que nos engancha a la vida y que procura que nos aferremos a lo que nos diferencia del resto de seres vivos: la necesidad de conocer y de experimentar constantemente. Se trata de algo que sitúa un escalón por encima de lo biológico, relacionado con nuestra capacidad de inteligibilidad. Y es en este punto donde radica nuestra vitalidad, en nuestra capacidad para sorprendernos continuamente y estar conociendo interminablemente. Esto es lo que el caballero sueco Antonius Blovk le solicita a la muerte que le reclama, tiempo para conocer, para responder a los interrogantes que le acechan y a los que todavía no ha podido dar respuesta. Para eludir su llamamiento la reta a una partida de ajedrez, juego que está abocado a un fatal desenlace pero que permite una prórroga que puede suponer la diferencia entre una transición en paz o la terrible certeza de que algo has dejado pendiente. No sé cómo será el llamamiento hacia el óbito, si se sentirá algo o no, pero lo que tengo claro es que yo pondré todo de mi parte para que mi paso por este mundo esté en sintonía con mis familiares y amigos y, sobre todo, pondré todas mis energías en que mi partida se prolongue lo máximo posible y, si termina en tablas, mejor que mejor.

Nacho Valdés (en recuerdo de Pepe)

3 comentarios:

Manuela dijo...

Buenísima reflexión.

Un abrazo fuerte.
Manuela

Giorgio dijo...

Me gusta pensar que las circunstancias que vienen, que nos ofrece la vida, son para proporcionarnos algo bueno.
Pensar que tras el verano luctuoso que he sufrido, me ha traído algo bueno, es prácticamente una locura.

Pero quizás, me ha otorgado ese pensamiento, y observar la vida con otra perspectiva. Ni mejor, ni peor, simplemente distinta.

Mi recuerdo para los que se fueron, mi cariño para los que están...

Anónimo dijo...

Hermosa reflexión.


Un sincero abrazo.


Paco.