Sweet Corner Vol. 1

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Al servicio de la plebe

Toda obra artística, sea del carácter que sea, busca con su ejecución una comunicación, algo que transmitir al receptor. Esto es algo evidente, una obviedad que me permite ir enmarcando el tema que me gustaría tratar. Cine hay de todo tipo y variantes, cada género o estilo, si está bien hecho, puede hacernos llegar ese mensaje más o menos evidente que encierra todo el proceso de la película. No es que desee hacer un alegato del cine más cerebral y cargado de contenido que exista, si no una defensa de lo que considero una obra, por lo menos inteligente.

Desde su nacimiento, el séptimo arte ha estado al servicio de nuestra intencionalidad. Desde las primeras grabaciones que procuraban sorprender al espectador, hasta las últimas producciones que buscan lo mismo a ritmo de talonario y caras bonitas. Entre estos dos extremos hemos tenido multitud de variantes que han permitido al artista, con más o menos complacencia, llegar al espectador. Resulta curioso en este sentido el documental nacional socialista, que perseguía, consiguiéndolo desde mi punto de vista, mostrar la magnitud del movimiento que emergía en Alemania en los años treinta. Las grandes concentraciones, la gente uniformada saludando a la esvástica y el fervor del público todavía pueden hoy por hoy provocar nuestra sorpresa. Este era el ejemplo más evidente de arte al servicio de un régimen, cosa que también hizo el comunismo o el nacional catolicismo franquista. Sí, aquí en España también se dio este género con los documentales del NODO o con la película Raza de la que era guionista el mismísimo Generalísimo.

Todo tipo de causas se han defendido desde la cámara y el trabajo de guión. Se puede hablar de las renovaciones estilísticas y técnicas que se producen en la Francia de mediados del siglo XX, cine que no he seguido en demasía, pero del que alguna referencia fiable tengo. Trabajos cargados de intelectualidad e intencionalidad, que independientemente de su carácter estético te hacen pasar, al menos, un rato entretenido durante el que las concesiones al espectador son más bien escasas.

Incluso las obras comerciales se pueden hacer sin licencias sonrojantes, haciendo que el receptor trabaje un poco y no dándoselo todo mascado. Ejemplos de este tipo cine son algunas películas de Polanski como por ejemplo; Frenético o Lunas de hiel que te hacen reflexionar o donde siempre se encuentran secuencias interesantes e enigmáticas. O los alardes de guión cómico que realizaba Billy Wilder en títulos como En bandeja de plata, El apartamento o Primera plana en los que sin movernos de una sola estancia podemos pasar, gracias al excepcional trabajo del escritor, un rato más que divertido con algún que otro instante para el pensamiento.

Por supuesto se sigue haciendo cine de calidad, tanto en Europa como en América, aunque considero que cada día que pasa es más difícil encontrarlo. Si no vives en una gran ciudad, o tienes alguna referencia que te guíe, lo más probable es que acabes emponzoñando tu tarde frente a la pantalla. Gracias al recurso de Internet, hoy por hoy, tenemos la posibilidad de encontrarnos con joyas que normalmente pasan desapercibidas por la cartelera. Evidentemente, es necesario delinquir ya que el conseguir películas descatalogadas por este medio es considerado como delito. La última vez que recuerdo haber ido al cine me encontré con una de estas sorpresas desagradables que te dejan con la sensación de que te han tomado el pelo y vaciado el bolsillo. Vi una de estas pelis que cargadas de buenas intenciones y con un planteamiento interesante acaban cayendo en todos los clichés imaginables, a esto hay que sumarle el ambiente adolescente que se respira el domingo por la tarde en cualquier multicine de España. Risas, conversaciones y demás estupideces hicieron que jurase que no volvería a ese maldito lugar. A ver lo que tardo en regresar.

Sin embargo, lejos de molestarme con cuatro púberes hormonados, lo que más me revienta es que me tomen por imbécil. Más allá del contenido, de la intelectualidad, del humor o de la estética, considero que el noventa por ciento del cine actual está hecho por listillos para que lo consuman tontos aborregados sin ganas de reflexionar lo más mínimo. No hay más que ver los títulos de la mayoría de cintas que se pueden ver en cualquier cine, una gran cantidad tienen un toque estúpido que provoca mi más profunda repulsión. Ya he dicho que no soy un cinéfilo, que incluso me he tragado cosas infames, pero me parece increíble que la gran mayoría del público caiga en esta más que evidente trampa. ¿Tan cansado es pensar un poco? ¿No es posible pasar un rato entretenido viendo algo de calidad? No conozco la respuesta a estas preguntas, pero lo que sí sé es que en la mayoría de las ocasiones en que algo es taquillero se convierte en sinónimo de basura. Por lo menos para mí.
Parece que cada día estamos más idiotizados; ¿o seré yo el diferente? En fin, será mejor dejarlo estar y evitar todo aquello que persigue la masa atontada. Ya sabéis amigos, si hay mucha gente lo más probable es que sea una mierda.

Nacho Valdés

5 comentarios:

Giorgio dijo...

Inevitablemente, NO PUEDO DEJARLO ESTAR. Emerge en mí una fuerza sobre humana de tal calibre, que tan sólo puedo pensar en una cosa cuando hojeo la cartelera en una página de un periódico (casi siempre digital, dicho sea de paso): desdicha.
Que feo es el mundo en los multicines. Que amargo resulta ver cine allí.
Es por ello, que defiendo con garras y dientes el cine pequeño, aunque sea para presenciar una película de pequeño calibre.
Es necesario la pequeña incomodidad de la butaca para apreciar una obra fílmica.

De lo demás, ya hablaremos en breve.

Me gusta que elijas mi espacio para escribir.

Un abrazo.

PD: el próximo lo necesito para el jueves. JEJEJE

Sergio dijo...

Hay que ir cargado de paciencia al cine para aguantar a la cantidad de gilipollas que se creen que están sólos en la sala. No sé cómo será en otras ciudades pero en Valencia es horrible , y no sólo pasa en cine también en el teatro, museos y de más reductos culturales.
En fin Pilarín, aun asi guardo en mi corazoncito el cine de la Playa de Oliva, que estaba al aire libre, que se podían beber cubatas y que todos los veranos estaba repleto de alemanas poderosas y peliculones.
Saludos.

Nacho dijo...

Uff, por el momento creo que me voy a quedar con los martes. Martes y jueves me parece mucho curro, pero te tomo la palabra, si encuentro algo que decir publicaré, sino para el martes que viene.

Por cierto, bonitos recuerdos los del cine de verano.

Nacho.

raposu dijo...

Sí, son tristes tiempos para los que recordamos como amábamos el cine y las emociones que nos transmitía.

Todo cambia, pero no necesariamente a mejor ¿o somos nosotros?

G.D.B dijo...

Como bien dice Raposu, "todo cambia", por desgracia no siempre a mejor.

También nosotros cambiamos por nuestra evolución, lo cual nos hace más expertos y nos volvemos más exigentes en todas sus facetas, la serie B la vemos demasiado mala y el cine cargado de significado se hace pedante, pero en cualquier caso disfrutamos de las dos caras del cine: el momento de visualizar y nuestra síntesis final.

Me gusta pensar que mal de muchos, consuelo de tontos y no epidemia.

un abrazo