Sweet Corner Vol. 12
Herramienta
Recuerdo la primera vez que en el instituto nos pusieron una película. La profesora de historia, que en este caso era una sustituta joven, casta, apostólica y romana nos puso Las montañas de la Luna para que fuésemos, en la medida de lo posible, testigos del descubrimiento de las fuentes del Nilo. La experiencia fue todo un éxito, por un lado dejamos las tediosas clases con sus interminables apuntes y, por otro, nos acercamos al mundo del cine con la excusa de conocer una parte de la historia que de otra manera tendríamos que haber imaginado. Esta buena chica, recién salida de la iglesia y de la facultad, grabó encima de las escenas de sexo tórrido que había en el film. Estupidez supina puesto que ya estábamos más que bragados en el visionado de pornografía y demás productos para adultos, ser testigos de una teta desbocada no iba a suponer ningún trauma para los que allí nos habíamos reunido. Además, por lo menos en mi caso, ya había visto la película en Canal plus.
El tema es que quince años después me encuentro en la posición contraria, hoy soy yo el profesor y considero el cine como una de las herramientas más efectivas para llegar al alumno. Tenemos más recursos, sala de audiovisuales, proyectores, ordenadores, pero son pocos los profesores que hacen uso de las mismas para llegar a los chavales. No considero que haya que dejar de lado los libros, de los que soy gran defensor y sobre los que también trabajo todas las evaluaciones; lo que se debe hacer, desde mi humilde opinión, es combinar todos los recursos que tengamos a nuestra disposición. Los chicos de hoy en día tienen una facilidad increíble para conectar con la imagen, más incluso de la que teníamos hace unos años y despertar el sentido crítico y la reflexión se puede hacer desde cualquiera de las posibilidades con las que contamos en la actualidad. Por ello, el cine se me antoja como fundamental (no sólo en el plano cultural) para invitar al alumno al pensamiento y al tratamiento de temas que sino pasarían desapercibidos para él.
Uno de los problemas con el que suelo chocar es la erudición, el alumno muestra de entrada cierta repulsa hacia la misma, debo ir introduciéndoles poco a poco puesto que en caso contrario puedo ocasionar que la actividad explote en mis narices. Cualquier película antigua, grabada en blanco y negro, debe ser vendida con sumo cuidado ya que todo lo que consideren desfasado provoca el rechazo inmediato. La temática, dependiendo de las edades, debe ser escogida con mimo, no todos los temas interesan a chicos que viven inmersos en la vorágine de la adolescencia. El ritmo del film debe ser el adecuado, teniendo en cuenta que las sesiones son de unos cuarenta minutos, se necesita dosificar la acción de manera que todos los días tengan su porción de incertidumbre que les invite a regresar de buen talante a la siguiente clase. Si la elección de estos parámetros es la adecuada y si se tiene un poco de paciencia, el alumnado suele responder y es cuando llego incluso a sorprenderme de la aceptación que tienen películas que en un principio consideraba que iban a ser rechazadas.
Por ahora, después de tres años dando clases, he compartido con los alumnos todo tipo de películas, cayendo en el afán divulgador de aquellas obras que a mi me parecen insuperables. He trabajado bastante con Roman Polanski, que ha abierto los ojos de los chavales a otro tipo de cine que se sale de los circuitos convencionales. Hemos visto El verdugo de Berlanga, que a pesar del rechazo inicial, acabó por convencer a todos los presentes de las virtudes del genial guión que se desarrollaba en pantalla. En fin, he procurado, dentro de mi ignorancia, abrir los ojos a estos chicos que consideran que el único cine existente es aquél que se estrena en los multicines del centro comercial más cercano. Todavía me guardo pequeñas joyas en el tintero, cuando tenga el grupo adecuado las desempolvaré para compartirlas con mis alumnos. Este año, me conformo con haber logrado poner las pelis en versión original (lo que me costó gritos, quejas y lloriqueos). En fin, poco a poco.
Nacho Valdés
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Me alegra profundamente el uso que reivindicas del soporte audiovisual.
El cine como vehículo didáctico, como elemento central, compartido con todos los demás instrumentos en los que se apoya un docente.
Si es cierto que a veces una imagen vale más que mil palabras, es raro que en las aulas no utilicen las imágenes con este fin.
Un abrazo.
PD: Ya tengo el apto en el CAP, bueno en la pantomima esa que llaman CAP.
Bien amigo, después de hacer la chorrada esa ya estás capacitado para dar clases. Manda cojones.
Oye, a ver si nos damos un toque este fin de semana y hablamos un poco, que hace mucho que no parlamentamos.
Besos.
Publicar un comentario