Sweet Corner Vol. 13

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Subgénero

Uno de los subgéneros que más me gustan del mundo del cine es el de las películas de terror, si tuviese que hacer memoria son pocos los trabajos que realmente producen algo que no sea risa o tristeza por la basura que ves en pantalla. Esto último suele ser habitual en aquellas sagas que, intentando sacar el máximo provecho, alargan hasta la risión aquellos personajes que por uno u otro motivo han arrasado en la taquilla. Por poner un ejemplo, la odisea de Viernes 13, que nunca me pareció nada del otro mundo, ya va por su décima entrega. Increíble, dada la falta de calidad y vergüenza de la que hacen gala todos los integrantes de tan funesto proyecto.

Este tipo de cine, del que todos los años se hace alguna película con mayor o menor acierto, tuvo su auge allá por los finales de los setenta y principios de los ochenta. Películas como la Matanza de Texas, Viernes 13 o Pesadilla en Elm Street tuvieron su momento en aquellos años en los que con una buena idea y un ínfimo presupuesto se podía hacer algo digno de verse. En aquellos tiempos, primaba el trabajo de guión y la imaginación más que el presupuesto o la alargada mano de los estudios cinematográficos. De estos trabajos nacieron talentos técnicos y guionísticos que todavía hoy son respetados en la industria, estos tipos lograron hacer su sueño realidad y consiguieron un pasaporte directo a los grandes estudios americanos. Aquí es donde el tema se tuerce, los avispados productores, ávidos de dinero fresco, comprobaron que este tipo de films, prescindiendo de la promoción y el marketing, lograban llenar salas de cine (amén de los bolsillos de algunos).
Como no podía ser de otra manera se explotó la fórmula hasta la saciedad, hasta que se hizo casi imposible conseguir ver alguna película de calidad. Nacieron de la nada cientos de trabajos de paupérrima disposición (a cualquier nivel) que procuraban, aliados con la fortuna hacerse un hueco para repartirse su trozo de pastel. Cogiendo un esquema básico, se consiguió clonar hasta la saciedad esas películas originales que a fuerza de repetir la fórmula perdieron toda la gracia y el interés. Hacer este tipo de cine era muy sencillo, se necesitaban cuatro o cinco ingredientes básicos, una falta de talento patente y poco más. Entre los elementos imprescindibles están los siguientes: un paraje alejado de la civilización, si puede trasmitir intranquilidad mejor que mejor, puede ser un oscuro bosque o una zona desértica, eso es lo de menos; se necesitan dos o tres tías buenas con poca aptitud como actrices, éstas irán muriendo una tras otra enseñando, a poder ser, alguna parte de su anatomía antes de pasar a mejor vida; no puede faltar el secundario gracioso que a mitad de película, cuando intenta huir, muere miserablemente dejando patente su cobardía; otro ingrediente opcional es el del anciano que avisa a los jóvenes que llegan al pueblo de que la zona es maldita y de que por allí han pasado cosas extrañas, huelga decir que nuestro grupo de jóvenes no hará ningún caso de estas advertencias; por supuesto, no pueden faltar los protagonistas, en este caso una pareja de guaperas que después de mil desventuras consiguen escapar con vida; por último, y no menos importante, es el psicópata o monstruo, las armas oxidadas y cortantes que blanda con muy mal carácter y litros y litros de sangre artificial. Con esto, un par de cámaras, un director sin talento y un guionista pésimo, se puede conseguir una castaña de película que probablemente pase desapercibida y de la que nunca más se hable.

Hoy por hoy los tiempos han cambiado, parece que hay mercado para el cine de terror y aunque tienen más presupuesto, los resultados suelen seguir siendo igual de lamentables. Sólo un soplo de aire fresco ha llegado a la industria, desde hace unos años se puede disfrutar de un tipo de cine, que por lo menos a mí, me pone los pelos de punta. Las películas japonesas de terror, éstas lejos de dar risa han provocado que pase alguna noche intranquilo oyendo ruidos en la oscuridad. Como en todo, las hay mejores y peores, pero aseguro que algunas de ellas rayan a gran altura y provocan verdadero terror en el espectador. Aunque para terror de verdad, el clásico de finales de los setenta Al final de la escalera. A pesar de que he visto esta película en varias ocasiones, a pesar de que sé qué es lo que va a ocurrir, su sólo recuerdo provoca que se me ponga la piel de gallina. Si alguien quiere pasar verdadero miedo, que no dude en verla, no saldrá defraudado.

Nacho Valdés

2 comentarios:

Giorgio dijo...

Es cierto, el género de terror se ha convertido en un absurdo guión, con efectos especiales y burdas interpretaciones.
Ahora, lo de las películas asiáticas es otra cosa.

Joder, si dan miedo.

Un abrazo

Sergio dijo...

Tras leer éste tronchante texto una pregunta asalta mi cabeza : ¿Por qué Scooby-doo siempre acababa igual? Y quizá más importante : ¿Por qué sí sabíamos que asi era lo seguíamos viendo hasta el final?
Con está breve y absurda reflexión resumo mi carrera como espectador de cine de terror.