Sweet Corner Vol. 10

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Roman

Pocos cineastas, en este caso uno de esos escasos genios cuyo trabajo es una excusa para ver buen cine, han tenido una vida tan azarosa y difícil como la del pequeño polaco Polanski. Este hombre, al que idolatro y admiro a partes iguales, ha tenido una existencia complicada y plagada de problemas que ha provocado una de las biografías más apasionantes que he tenido la oportunidad de leer. Hoy por hoy, superadas las complicaciones y llegada la madurez se ha convertido en un personaje ensalzado por la crítica y el público.

Su vida comienza en París, aunque desarrolla su existencia más temprana en Cracovia. Su familia, de origen judío, se ve envuelta en la limpieza nacionalsocialista que había planeado Hitler. Como muchas otras personas de origen semita sus raíces desaparecen debido al asesinato masivo que se produce en esa Europa convulsa, su padre, sin saber exactamente lo que hacía, entregó al niño que después se convertiría en cineasta a través de una valla. Tras un tiempo con una familia de acogida que se tomó la molestia de protegerlo, se vio obligado a volver a huir, teniendo que sobrevivir en la calle como un raterillo que salía adelante con lo primero que se encontraba. Por fortuna, logró emerger indemne de esta experiencia y quizás, con el tiempo, lo rememorase en su peculiar versión del clásico Oliver Twist.

Terminada la contienda y tras cursar los estudios básicos, ingresó en la popular escuela de cine Lódz. Destacó temprano como cortometrajista y con sólo veintinueve años rodará su primer largo; El cuchillo en el agua, que recogería incontables premios y sería la presentación oficial de esta artista lejos de las fronteras de Polonia. Esto le permitiría rodar dos de las películas más personales a las que se ha enfrentado, ambas de producción inglesa y que forman, para mi gusto, dos de los trabajos más espectaculares e introspectivos que se han llevado nunca a la gran pantalla. La primera de ellas es Repulsión, en la que una increíble Catherine Deneuve, nos transportará, con ayuda del genial guión del joven polaco, al interior de los vericuetos más intrincados del cerebro humano. En este trabajo que rezuma inteligencia, calidad e intensidad se puede ser testigo de que como se puede desarrollar y llevar hasta sus extremos más inverosímiles la paranoia y la enfermedad mental. Estos asuntos, serán, al menos durante una época, una de las constantes en el cine de Polanski. Otro film de producción inglesa que rodaría en esa época, fue el de Cul de Sac, que se tradujo en España como Callejón sin salida. En este caso, cambiará de tercio y concebirá un guión en el que el trabajo de los actores y el escenario natural donde se desarrolla la historia serán imprescindibles para llevar a buen puerto esta película. Este trabajo, infravalorado según algunas críticas, me parece de lo más atractivo originando unos personajes encontrados y encubiertos que viven al límite durante las cuarenta y ocho horas durante las que se desarrolla el relato. En una fortaleza cuyas entradas quedan anegadas por la subida de la marea, confluirán el dueño de la casa, su joven y descontenta mujer y un par de mafiosos que llegan de manera casual y azarosa. Ante la subida del nivel del agua todos deberán convivir en un espacio plagado de tensión, celos, temores y vidas atormentadas e insatisfechas. Parece ser que durante el rodaje de esta película Roman se dedicó a fomentar su fama de Play-boy y sacó a relucir su simpatía para hacerse con los favores de la actriz principal, ambos pasaron grandes momentos bebiendo champán y conduciendo el deportivo del director.

Por fin, nuestro diminuto creador, decidió sentar la cabeza y dejar atrás sus escarceos con las mujeres. Rodaría el Baile de los vampiros, comedia vampírica de indudable valor en la que incluso actúa haciendo de ayudante del eterno estudioso y cazador de vampiros. Sería en el rodaje de este film en el que conocía a la que sería su mujer, la bellísima Sharon Tate, una prometedora actriz con la que se uniría dejando atrás su vida disoluta. Con Hollywood rendido a sus pies rodaría en el año 1968 la descomunal La semilla del Diablo, film de terror psicológico en el que con su personal toque el realizador lograría aunar crítica y público. Por desgracia para él, las mieles del éxito se volvieron agrias cuando al año siguiente su mujer y varios de sus amigos fueron asesinados en su residencia particular por los lisérgicos acólitos de Charles Manson, incluido el bebé de ocho meses que esperaba la pareja. Abrumado por la pérdida Roman se hunde en la depresión y pasa un tiempo a la deriva; a pesar del mazazo logra recuperar el ritmo de su carrera y volvería a enfrascarse en proyectos interesantes. Pasarían bastantes años hasta que se embarcase en un film personal y atractivo para crítica y público, uno de estos puede ser considerado el Quimérico inquilino, interesante trabajo rodado en París que narra las desventuras de un inmigrante polaco, interpretado por el mismo Polanski, aquejado de desdoblamiento de personalidad, esquizofrenia y paranoia. Como en sus primeras producciones británicas, vuelve a interesarse por los elementos más complejos e intrincados de la mente humana, escribiendo y dirigiendo una historia enredada y con un humor negro presente en todo el metraje. Apuntar que la interpretación que realiza, a pesar de no ser su punto fuerte, es sobresaliente y logra a ambos lados de la cámara un trabajo firme y convincente.

Los ochenta y los noventa no destacaron por la calidad de sus trabajos, que si bien mantienen siempre un nivel aceptable, no llegan a lo que había rodado en el pasado. Incluso se permitió el lujo de rodar algún fracaso de taquilla como la infravalorada Piratas o la justamente olvidada La novena puerta, inspirada en el Club Dumas de Pérez Reverte. Por fin llegaría el año de su recuperación, en el dos mil dos, utilizando como material básico El pianista del gueto de Varsovia de Splizman, escribiría el guión de El pianista. Esta obra, que trata el holocausto desde el punto de vista de un músico que debe huir durante la contienda como si de una rata se tratase, toca directamente la primera memoria del director. Puede ser considerado como el último trabajo personal en el que Polanski se implica, en este caso, gracias a la cuidada ambientación, las increíbles actuaciones y la inmejorable dirección, nos transporta a la Polonia ocupada y a como la población semita vivió y experimentó esta contienda que provocó algunos de los episodios más crudos de la historia reciente. Sin caer en el morbo, pero sin escatimar en detalles que ilustran perfectamente cómo era la situación en ese momento del siglo veinte, Polanski saca todo lo que llevaba arrastrando durante décadas para vomitarlo en la pantalla. Por supuesto el film cosechó innumerables premios, incluidos los de la Academia de Hollywood que el cineasta no pudo recoger por pesar sobre él una condena de busca y captura por corruptor de menores.
En la actualidad no sé en que proyecto está embarcado, oí hace tiempo que su último trabajo estaba bastante avanzado y que algunas secuencias se habían rodado en España. Espero con ansiedad su próximo estreno y la oportunidad de comentar en esta sección el más que previsible acierto del genial director. ¡Larga vida a Polanski!


Nacho Valdés

2 comentarios:

Giorgio dijo...

¡¡¡Larga vida pues!!!
Te recomiendo el siguiente documental: Roman Polanski: Wanted and Desired.
Narra el lado más oscuro. Quizás transforme un poco tu perspectiva respecto al director polaco.

Un abrazo.

PD: en breve volveré con algo más de cine o fotografía.

Nacho dijo...

Tendré en cuenta tus recomendaciones, aunque ya sabes que los malditos son los que más atractivos me resultan, no creo que cambie mucho mi posición con respecto a este pequeño-gran director.

Espero con ansia tu retorno y tu enorme prosa y erudición.

Besos.