Sweet Corner Vol. 24

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Rescoldos

Sabido y comentado es que la imagen, en cualquiera de sus formas, ha acompañado la historia de la humanidad. Esta dimensión social ha ido creciendo junto con la cultura, la tradición y, en la edad contemporánea, la tecnología. La irrupción de la fotografía, más tarde del video, nos permite ser testigos de acontecimientos que difícilmente creeríamos de otra manera. Al tiempo, que como si de una novela se tratase, nos deja espacio para que nuestra mente no se bloqueé ante la visión del espanto. En este caso, la fotografía se convierte en la mancha indeleble que ensucia el espíritu con un solo vistazo.
La instantánea en blanco y negro muestra un conjunto de sombras, un objeto junto a una persona, que bajo la aparente luz se proyecta contra una pared. Se podría adivinar, por la composición de la escena remarcada, que la persona en cuestión está trabajando, dispuesta subir por las escaleras para reparar algo. Pero algo falla, no parece una sombra convencional. Está perfectamente definida, perfilada como si se hubiese dibujado contra las maderas, cosa imposible si se supone que la iluminación es natural. Tampoco parece que la iluminación sea artificial, parece una escena exterior con un foco o destello que impacta en la zona superior derecha. Si estuviese iluminada por el Sol, lo que parece la umbra, estaría encajada dentro de la penumbra, esto provocaría que los bordes se difuminasen y rodeasen a la zona más oscurecida. Tampoco parece tratarse de una pequeña fuente de luz, que permitiría una figura definida, como la de la escena, puesto que se intuyen, por lo menos dos puntos de luz. Lo que queda claro es que una superficie opaca, la persona y la escalera, se ha interpuesto entre la pared y la luminosidad, provocando que la última frene su camino de manera abrupta. Nada permite adivinar qué es lo que ha sucedido, cuál es el motivo por el que la persona que se interpuso en la luz perdió su sombra.
Esta fotografía fue tomada hace sesenta y cinco años, supongo que bajo el amparo del ejército de los Estados Unidos. Se trata de un testigo mudo de los que sucedió en Hiroshima cuando Little Boy hizo explosión, la sombra no es tal, sino la superficie no quemada por el calor de la radiación. El ser humano que se percibe no está presente, probablemente ni se enteró de lo que se avecinaba, pero su legado ha quedado grabado para vergüenza universal. La herencia que ha dejado no es más que la figura recortada contra una pared calcinada, su cuerpo hizo de parapeto ante la terrible ola de calor que arrasó kilómetros cuadrados alrededor del epicentro de la detonación. Igual estaba mirando el cielo, observando el hongo nuclear que se levantaría sobre la ciudad. El caso es que estaba en el lugar equivocado cuando los Estados Unidos pensaron que el artefacto que tenían entre las manos les permitiría terminar con la guerra, al tiempo que ahorraban (es fascinante la capacidad del militarismo para cosificar al ser humano) vidas. Este señor o señora, ya que por el trazo grabado a fuego en la madera no se adivina el sexo, probablemente desapareció, dejó de existir de manera fulminante. Su cuerpo, en caso de que se recuperase, estaría carbonizado, convertido en cenizas irreconocibles mezcladas con otros elementos de alrededor destrozados por la presión y temperatura que se vivió en ese instante.
Después de ese momento fatal, del que se cumple aniversario y en el que murieron o desaparecieron decenas de miles de personas, se dejó paso al servicio de documentación. Pocos acontecimientos históricos están registrados de una manera tan exhaustiva, parece incluso que Japón fue el lugar elegido para el experimento definitivo, para el campo de pruebas en el que se juzgaría la supremacía científica y militar americana. Por suerte, toda experimentación seria debe ir acompañada de datos, de elementos que contrasten los resultados y permitan validar o refutar lo que está en liza. Algunas de las aportaciones para comprobar el devenir de la prueba son fotografías que nos permiten tener la certeza de que lo de Hiroshima ocurrió de verdad. De otra manera, yo no me lo creería.

Nacho Valdés

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Te felicito por tu artículo, que en algunos párrafos me recuerda un poco a JUan José Millás, que como bien sabes es uno de mis preferidos, el otro eres tú!
Un besazo.
Laura.

Anónimo dijo...

Te felicito por tu artículo, que en algunos párrafos me recuerda un poco a JUan José Millás, que como bien sabes es uno de mis preferidos, el otro eres tú!
Un besazo.
Laura.

Giorgio dijo...

Bueno, interesante análisis. Sobre todo a nivel humano. La trascendencia de la fotografía parece obvia en acontecimientos tan horribles como el ocurrido en Hiroshima y Nagasaki.

Tan sólo una pega: fotográficamente, los argumentos esgrimidos, me despiertan ciertas dudas. Aunque bien es verdad que el tamaño de la fuente de luz determina la definición de la sombra, hay factores que has obviado en tu exposición.

Detalles que hay que pulir, por ser profano, aunque aventajado conocedor, de la materia.

Me ha suscitado mucho interés.

Abrazos.