Sweet Corner Vol. 43

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Extraños movimientos

Da la sensación de que el fracaso ilustrado, de que tanto eco se hizo la filosofía postmoderna de Habermas, Marcuse y compañía es ya es una realidad. Los ideales planteados en el siglo XVIII, que no buscaban más que la mayoría de edad del hombre, es decir, la autonomía sin tutores externos, se han derrumbando bajo el peso del estado del bienestar que tan azarosamente oscila sin capacidad de recomposición. Me asombro, cada vez que veo un telediario, que veo una película mediocre o, en definitiva, entro en contacto con el mundo audiovisual contemporáneo, cuando me hago consciente de los interminables motivos de alarma que nos rodean sin que seamos capaces de reaccionar.
Lejos de alcanzar la consabida proclama kantiana del “sapere aude”, el atrévete a saber, estamos siendo domesticados bajo los lemas publicitarios que desde todos ángulos nos acechan. El trascurrir vital parece estar convirtiéndose en pura mercadería sin mayor pretensión que el lograr una posición o el último juguetito electrónico de moda; no pasa nada, a nuestro alrededor se hace y deshace sin que nadie ponga límites a la clase dirigente. Pero qué es lo que sucede cuando nuestra situación fluctúa, cuando nuestra posición privilegiada comienza a peligrar debido a nuestra propia inacción. Pues que comienza la paranoia, la caza de brujas y todos los bandos buscan hacer cargar con el muerto al contrario. La crisis económica es una realidad, y está convirtiéndose, en mi opinión, en caldo de cultivo para movimientos radicales que buscan su espacio en el panorama social.
Tengo la certeza que la radicalización de algunos sectores está, ahora que estamos de capa caída económica y no todos podemos acceder a los objetos de deseo que marcan tendencia, siendo más patente que hace unos años. Cuando la bonanza nos ampara no pasa nada, pero cuando llegan las vacas flacas se hace necesario el buscar culpables. Como llevamos una buena temporada de recesión intelectual, en la que prima la información rosa, la desinformación y el sensacionalismo, no sabemos como reaccionar. Y son precisamente los reaccionarios los que ponen su mecanismo a trabajar. El terreno está abonado con una buena dosis de incultura, regado con problemas económicos (que parecen ser los únicos que nos importan) y sólo queda el toque maestro que incluya un poco de odio a esta maravillosa cosecha.
Acecha una especie de sentimiento regionalista autoritario con tintes nacionalistas de baja estofa racional. Los que antes eran pequeños grupos de extrema derecha, están hoy por hoy, calando fuerte en la sociedad y aparentan proteger nuestro amado pastel económico de las hordas inmigrantes que llegan para arrebatárnoslo. Los ejemplos surgen por doquier, y ahora que estamos con complicaciones, toda la solidaridad y espíritu globalizador de que antaño hacíamos gala ha desaparecido. En Francia, sin ir más lejos, la más terrible de las amenazas se cierne con Le Pen a la cabeza; Italia, por supuesto, no le está a la zaga con su política de caza del negro y el gitano que se viene sucediendo en los últimos tiempos; en Austria, se ha prohibido la edificación de minaretes en las ciudades, esto por supuesto respaldado por un amplio espectro social; como no podía ser de otra manera, España se ha subido al tren de intransigencia y se ha prohibido en la población de Vic, empadronar a aquellos inmigrantes sin papeles que recalen en la comunidad. La explicación televisiva de este último ejemplo, vino de la mano de uno de los protagonistas de esta propuesta, el razonamiento es sencillo: No vamos a permitir que gente que no pueda desarrollar un trabajo se beneficie de nuestro sistema sanitario y educativo. Es decir, vamos a dejar que esta gente que vive en la más absoluta de las miserias, realizando tareas que no deseamos con una remuneración paupérrima, continúe ocupando su escalón social sin dar oportunidad a que su descendencia a que salga de este atolladero. La traducción a toda esta palabrería está en el terror, nuestro país está conformado por un amplio grupo de iletrados que sigue los designios de cuatro cabecillas que tienen pavor a que les quiten lo que consideran es suyo: el estado de bienestar que nosotros mismos estamos destruyendo por nuestra inoperancia política.
Creo que es época de reflexión y de apoyarnos, la división latente me resulta peligrosa y cada vez más evidente. Ya veremos cómo acaba esto, pero cada día la moderna sociedad liberal se acerca más a los caducos regímenes totalitaristas.

Nacho Valdés

3 comentarios:

laura dijo...

Hola carño, estoy totalmente de acuerdo con lo que dices, el otro día cuando revisamos la peli del Pianista pensaba en lo lejos que puede llegar la gente cuando su posición se ve amenazada, pero todo empieza con "pequeñeces"como la del empadronamiento.Un besazo.Laura.

Anónimo dijo...

La filantropía se demuestra en situaciones de fuego real (por cierto, yo no soy filántropo). Mientras se le cae el maquillaje al sistema, podemos ver toda la mierda que ha estado generando y escondiendo, amén de descubrir todo un relicario de payasos hipócritas, que pasan de libertarios universalistas a nacionalistas bananeros en unos pocos meses.
Para el estado, antes los inmigrantes eran mano de obra barata, ahora son un excedente desagradable.


Brillante artículo.

Abrazos.

Melmoth.

Giorgio dijo...

Elegir es una condición inherente al ser humano, y por supuesto equivocarse.
Plantear argucias, mentiras, falsos rodeos, perjurios e insultos, con el afán de mantenerse en el poder unos años más.
Citas el siglo XVIII como refugio del intelecto virtuoso. Creo que he de irme más atrás, en aquellos tiempos donde el hombre era más animal, para buscar consuelo en la raza humana.
La razón solo sirve para hacer daño. Cabe pensar, que hoy, la batalla la gana el que hace creer su verdad por encima de los demás, a pesar de que pueda ser falsa.

Un abrazo.