
Avatares tecnológicos
Debo reconocer que no me he dignado de ir al cine al verla, que ni tan siquiera he hecho el esfuerzo por intentarlo; lo del esfuerzo viene a cuento de la increíble demanda que parece haber por ver el último estreno de James Cameron. No es que tenga nada contra este director, ni contra sus producciones estrepitosas y aparatosas. Lo que sucede es que me da la impresión, y en esto tengo la seguridad de que no me equivoco, de que voy a salir totalmente decepcionado y estafado de la sala de cine. A mí lo que me interesa es el argumento, el guión, la historia, aunque por supuesto debe ir envuelto por un trabajo técnico digno. Yo creo que podría soportar una buena historia rodada sin medios, como por ejemplo El odio, que una historia insoportable rodeada de virtuosismos tecnológicos. De hecho, creo que esto es lo que sucede en los últimos tiempos, se tiende hacia la espectacularidad mal interpretada en detrimento de los buenos relatos.
El caso es que este director, que ha gastado millones en el desarrollo de nuevas tecnologías (con afán inversor, por supuesto), y hay que reconocerle la novedad científica por encima de cualquier otra virtud. Así es como se mueve el cine, como se lucha contra la piratería masificada, la de aquellos que no les importa escuchar un mal sonido o tener una imagen defectuosa, la de los que se gastan miles de euros en un equipo de home cinema para después bajarse de Internet la primera copia cutre que encuentren. Pues para estos, que son la mayoría de clientes potenciales del cine, la masa informe sin criterio y del gusto aborregado, el desvarío en tres dimensiones del señor Cameron ha servido para provocar el regreso masivo a las salas. Sí, se ha forrado, de eso no hay duda, pero por el camino ha logrado que la recaudación del cine haya subido de manera espectacular.
Creo que esto es una dinámica en la historia del séptimo arte, los avances van provocando la novedad que invita a la vuelta del negocio. Si hacemos un somero repaso por el recorrido de esta vertiente artística, podremos comprobar que es a base de tecnología como ha ido funcionando esta disciplina. Primero se trató de la fotografía, a la que un buen día se podía acceder debido a que se había masificado y ya no era patrimonio de una élite. A alguien, que no recuerdo, se le ocurrió poner uno tras otro los fotogramas para de esta manera crear la sensación de movimiento. Por supuesto se convirtió en negocio, siempre hay alguien un poco más espabilado que los demás, como los hermanos Lumière, que vieron el dinero donde los demás no veían más que una frivolidad. La novedad pasó pronto, las imágenes cotidianas ya no sorprendían a nadie y se hizo necesario la renovación de la industria por medio de la literatura. Se crearon historias, se fundaron los primeros estudios, y un pequeño grupo de elegidos comenzó a acercarse a la gloria. Habían nacido las primeras estrellas del firmamento Hollywood. Pero el mundo es cruel y los negocios aún más, este grupo de semidioses cayó en desgracia tan rápido como había subido. Pasaron de moda, el cine mudo fue arrollado por el sonido que se incorporó a los fotogramas. Los guiones se complicaron, los recursos técnicos se pusieron al servicio del creador. En esta época se multiplican los actores, los estudios y las producciones. Todo esto sería borrado progresivamente por nuevos avances, por la llegada del color, del cinemascope y demás recursos que servían para dar mayor lustre a las historias que se veían en pantalla.
Ahora resulta que el señor Cameron resucita las tres dimensiones y que prescinde de escenarios reales y actores a favor de la más rabiosa y actual tecnología informática. Por supuesto es un recurso más, y como decía anteriormente una inyección económica para las vapuleadas salas semivacías, pero el alma artística de este mundo no se encuentra en el aspecto tecnológico. Éste puede resultar una ayuda, un apoyo o lo que sea, pero queda claro que sin una buena historia todo queda en un artificio vacío. Y aquí es a donde deseaba llegar, creo que Cameron ha logrado lo que se proponía, despertar un nuevo estilo espectacular sin ningún contenido interesante, algo por lo que no pagaría para verlo en tres dimensiones. Supongo que a partir de este punto se utilizará más, que las salas se prepararán para esta nueva forma de hacer cine, pero si no va acompañado de buena literatura no podrán contar conmigo. Ya veremos qué es lo que nos depara el futuro.
Nacho Valdés