Sweet Corner Vol. 46

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La falsa moneda

Caemos, apasionadamente, como seres humanos que somos, en cualquier maléfico uso de la imagen que se realice con fines perseguidos por individuos con o sin una moral definida. La manipulación evidente a la que somos sometidos no evita que continuemos picando el anzuelo si el cebo nos gusta, es decir, de alguna manera somos proclives a la engañifa o a la demagogia con tal de que ésta se adecue a nuestras demandas.
Como decía el pobre Nietzsche, de entre todos los seres de la naturaleza, es el ser humano el más proclive e inclinado hacia la farsa y estafa. Engaño, que en su opinión, ha urdido tal tela de araña que evita que podamos desviarnos de la dirección marcada por nuestras apasionantes falsedades. Sí, hemos creado tal escala de valores, tal manera de relacionarnos que incluso la más mentirosa de las mentiras, que no es otra que nuestra propia visión de la realidad, ha resultado convincente. Al bueno de Nietzsche, que intentó revertir esta situación, se le reblandeció el cerebro, este fue el diagnóstico oficial de su época, y acabó en estado catatónico. Está claro que esta mente tan preclara sufrió lo indecible cuando se percató de la situación irreal en la que vivimos, ésta, además de sus disposiciones genéticas, puede haber sido una de las causas por las que perdió la cordura.
El problema no nace con el filósofo prusiano, sino que ya hundía sus raíces en la antigüedad más pretérita. Con el fin de interpretar lo que nos rodeaba nos inventamos una serie de explicaciones a cada cual más fantástica, pero resultó que triunfaron, que nuestro afán de buscar respuestas a lo que no lo tiene se vio satisfecho. En nuestra eterna codicia, en nuestra egolatría monstruosa, consideramos que éramos capaces, mediante nuestro intelecto, de desentrañar los más oscuros secretos del universo. Como antes decía, nos gustó el cebo y tragamos nuestro propio sedal hasta el final. Este señuelo que envolvía al peligroso anzuelo traía consigo una manera de organización, una divinidad y una clase dirigente que no hacía más que aumentar la simulación para de esta manera tener un colchón más cómodo sobre el que recostarse. Así se produce el devenir histórico, caminando sobre falacias que se crean para eliminar a las anteriores y de esta manera poder pavimentar el camino social. Es la ambición, el interés por medrar, el principal combustible para esta simulación que a todos nos alcanza.
Llegados a nuestros días, los medios de la imagen se convierten en adalid de la hipocresía y tocando aquellos resortes necesarios para que los sujetos se adocenen y plieguen a los designios de los mandamases de turno. El anzuelo sigue en su sitio, lo único que ha cambiado es la carnaza y esto provoca que la novedad nos obnubile y nos lleve derechos a tragarnos el reclamo. Resulta que ahora es la sociedad de consumo la que dirige el cotarro, nos dice que comer, que vestir o como actuar. Es una maravilla, nos estamos aborregando de tal manera que la tan cacareada sociedad globalizada es, más bien, una sociedad mediatizada.
Lo último y más apasionante, lo que más preocupa, aunque tampoco se trate de ninguna novedad, es que hasta nos dicen quienes serán nuestros dirigentes. Hoy por hoy, hasta un cowboy como Ronald Reagan, un mediocre actor como Schwarzenegger, o cualquiera respaldado por la imagen moderna puede llegar hasta donde desee. Resulta que si el envoltorio es el adecuado, si nos lo presentan de forma bonita, nosotros traga que te traga. Los conocimientos nos resultan indiferentes, las especialidades de los candidatos es lo de menos, lo que interesa al gran público es que tenga una bonita sonrisa, un pelo cuidado y, por supuesto, un impecable traje.
Después de lo dicho lo increíble es que todavía seamos capaces de organizarnos socialmente, que no nos hayamos descompuesto en nuestro propio embuste y, ante todo, que nuestra propia estupidez no nos haya llevado a nuestra propia aniquilación. En fin, a ver cuánto duramos dentro de nuestro enredo.

Nacho Valdés

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre es más fácil tomar un camino cualquiera que quedarse parado y reconocer que apenas sabemos algo. Estamos en una sociedad de pérdida de méritos, y para colmo a mucha gente le hace gracia que "cualquiera" pueda llegar a ocupar un puesto alto a pesar se su imcopetencia,ensalzando así la "superdemocracia". De todos modos la gente que llega arriba por imagen no son más que títeres o iconos, y no creo que corten apenas el bacalao.

Buen artículo.

Melmoth.

laura dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con lo que dices, de hecho yo también me he preguntado lo mismo muchas veces.
Me ha gustado mucho tu reflexión, porque aunque los temas son universales la has hecho muy tuya.
Un besazo, cariño.
Laura.

Giorgio dijo...

Últimamente tan sólo rezumo resignación ante la mentira de nuestra sociedad.
Solo me hallo, quizás mi bagaje histórico me atormenta cuando respiro solemnemente la mierda que nos acecha.

La pregunta que me hago ante tu reflexión es, ¿qué puedo hacer?

Espero respuestas.