LOOSE CHANGE: Terror y trauma, puerta abierta a la sinrazón

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La determinación es una constante en el devenir de los seres humanos. Tomar decisiones dirigidas a la búsqueda de un objetivo, reconocer aquellos caminos que facilitan el acceso a éste, discrimina a aquellos que seleccionan la dirección que un grupo a de tomar, líderes que tratan de afianzarse de entre los de su misma especie.
Es a éstos, a los líderes, fieles directores con voluntad de sacrificio descomunal, a los que el mundo humano mira cuando no hay lugar a las palabras; se prestan a ejercer de esponjas del dolor que alimenta la sensación de sufrimiento que arraigan en sus propios cuerpos.
Se distancian de la turba, la acogen, proveen de alimentos, curan cuando están enfermos, pero también manipulan. ¿Hasta dónde llegar en su manipulación?
Es cuestión de tiempo, se empieza por ejercer cierta presión cotidiana, en la diaria contribución de la gente al desarrollo de la convivencia. Se sustentan en la convicción que las personas tienen en ellos, en la dependencia generada por y para los propios líderes.
Después, la transformación es tal, que perdemos la perspectiva al formar parte de ella.

Loose Change encabeza su discurso sobre el atentado del once de septiembre de 2001, bajo la base histórica de acontecimientos que supusieron un cambio de rumbo en la política mundial, y por ende, en el devenir de la vida humana. Tras el título, se esboza debajo de éste la contundente afirmación: un golpe de Estado Americano.
Su propuesta se basa en el hecho de que los grandes cambios sociales, los giros radicales en el camino de los estados, se producen bajo hechos traumáticos y catastróficos, aquellos que garantizan dos elementos clave para asegurar dicha transformación: el fervor popular y la clarividencia de los hechos.
Se infunde miedo, terror, y sobre todo revancha. Así lo hizo Hitler con los comunistas que supuestamente incendiaron el Reichstag, en aquellos años que precedieron al desarrollo del nacionalsocialismo alemán. Repitieron los americanos con Vietnam, esgrimiendo un falso ataque del Vietcong, para empezar la contienda.
Israel, Inglaterra, Francia, cada estado determina un punto y aparte en un momento de su historia, para reconducir el statu quo, para eliminar las disidencias internas, en pos de un enemigo exterior y común.

Esto es lo que se defiende en el documental, y los argumentos son de peso. Cuando empiezas a observar que las Torres Gemelas se desploman en caída libre, que producto del derrumbamiento de éstas, tan sólo se derriba el Edificio 7 del World Trade Center, aquel que albergaba todo el entramado de seguridad más importante de New York, que en el Pentágono apenas hay restos del Boeing 757 que impactó contra el edificio, que la investigación oficial no analizó los restos que se encontraron entre el amasijo de polvo y metal, que tardaron casi tres meses en apagar definitivamente los incendios "producidos" por el combustible derramado de los aviones; cuando todo esto que no quieren que veas, lo descubres ante tus ojos, la sensación de pena y tristeza se apega a tu cuerpo, como un abrazo de dolor profundo.


Giorgio
15/02/2010



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Con las versiones oficiales, o te pasas crédulo o de paranoico, pero a mí últimamente me parece más acertada la segunda opción. No hace mucho en la historia, se han lanzado bombas atómicas contra población civil, se ha exterminado a la quinta parte de una nación por una cuestión de equilibrio demográfico (Camboya),por no hablar del genocidio nazi. Dos de estas tres naciones se consideran adalides de la civilización y la "democracia". Dos rascacielos destruidos, unos desperfectos en el pentágono y cuatro mil muertos, son daños colaterales muy fáciles de asimilar, en pos de una estrategia geopolítica de efectos duraderos. Evidentemente nos toman el pelo,no me posiciono, pero todo lo del 11-S, tiene muy mala pinta.

Gran artículo.

Melmoth.

nacho dijo...

Parece que este documental mete el dedo en la llaga de no sé quién, porque aquí parece que los intereses y versiones se entrecruzan hasta crear una diafonía que impide distinguir nada de nada.

Me quedo con la reflexión que sitúa el conflicto como motor de la historia y precisamente este miércoles trataré este tema desde mi punto de vista.

Seguiremos hablando de esto, tema que se antoja imprescindible.

Abrazos.