Sweet Corner Vol. 9

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Cuestión de genética

No sé por qué el talento está tan mal repartido, lo normal es que brille por su ausencia en la industria cinematográfica, salvando honrosas excepciones, pero hay casos en los que los astros se alinean para alumbrar a genios. Esto es lo que sucedió cuando nacieron los hermanos Coen, dos tipos que llevan veinticinco años haciendo películas con un pulso narrativo y un sentido literario impresionante. Joel como director, con ayuda de Ethan en el trabajo de guión, forman uno de los tándems más fructíferos y talentosos del cine actual.

Los dos beben del cine de autor y desarrollaron su carrera al margen de los grandes estudios americanos, ellos fueron los que impulsaron y mostraron que el cine independiente puede hacerse un hueco no sólo en la crítica, sino en la taquilla. Consiguiendo un estilo propio, un carácter y un sello personal que ha conseguido hacerme disfrutar de buen cine desde hace un buen puñado de años. Ha habido momentos en los que incluso estaba deseoso del siguiente estreno, sólo en un par de ocasiones he salido defraudado, el resto de ocasiones han conseguido trasladarme jugando con mi imaginación y manteniéndome atado a la butaca.

Comenzaron su andadura con un trabajo de género, una de sus especialidades, con la desconocida e infravalorada Sangre Fácil. Fue en esta película donde su musa Frances McDormand comenzó su andadura junto a los Coen. Se trata de un film oscuro, serio y comprometido con la historia que se pretende narrar. Cuenta una historia de detectives, celos, asesinatos y dinero; la diferencia fundamental con el cine detectivesco clásico es que la acción transcurre en el ámbito rural y no en una gran ciudad como Los Ángeles o New York. Se trata, desde mi punto de vista, de uno de los mejores debuts de la historia de la gran pantalla.
Después vendría la interesante Arizona Baby, una comedia alocada en la que una policía y un ladrón de poca monta luchan por la paternidad. Ante la imposibilidad de tener hijos decidirán raptar a uno de los quintillizos de un ricachón de la zona, a partir de este punto se producirá una alocada carrera por conseguir huir o recuperar al bebé, dependiendo del punto de vista. Se trata de una original Road Movie en la que la música, el montaje vertiginoso y el trabajo de los actores se convertirán en fundamentales para darle ritmo a este cóctel que toma diferentes elementos para dar forma al resultado final.
El 1990 llegará uno de los trabajos mayores de los Coen, Muerte entre las flores. Con esta enorme película consiguen revalorizar el cine negro clásico, uniéndose al tándem otro de los actores fetiches de esta pareja de hermanos, el grandísimo John Turturro. Esta historia, complicada, cruel y difícil de seguir en un solo visionado juega con los elementos clásicos del cine de gansters para, dándole una vuelta de tuerca, lograr poner en la picota este tipo de historias que parecían abocadas a la desaparición. Además del trabajo de dirección, del buen papel desempeñado por los actores me gustaría destacar el increíble guión que desarrollan estos dos hermanos. Consiguen un relato sólido, enrevesado y plagado de efectos que provocan que el espectador esté atento cada segundo de metraje.
Dando un salto de dos películas, las únicas que no he visto, llegamos al año 1996 y nos encontramos con la imprescindible Fargo. De vuelta al género policiaco, esta vez en un Estados Unidos bucólico por el paisaje y rural por los personajes, los Coen logran el que ha sido para mí uno de los mejores films de los últimos años. Los actores, empezando por McDormand, pasando por William H. Macy y terminando por el inigualable Steve Buscemi hacen de la película un ejemplo de interpretación y de cómo hacer de un buen guión algo por encima de la convencionalidad del mundo del cine. En este nuevo ejercicio de género, una de las particularidades es el papel que desempeña el paisaje eternamente blanco e inmenso, una zona campestre azotada por el crudo invierno y por la que deambulan personajes sórdidos y convencionales, donde se desarrolla el relato de un secuestro frustrado cuajado de muerte y humor negro.
Dos años después estrenarían la comedia entre las comedias, una de estas películas capaz marcar a toda una generación creando lugares comunes que son reconocidos por toda una legión de seguidores. Los Coen, que se mantienen firmes independientemente del terreno en el que tengan que trabajar, se pasan en este caso a la comedia con tonos detectivescos. El gran Leboski es una farsa, una crítica social en la que los Coen no dejan títere con cabeza, arremeten contra el sistema occidental, contra nuestros modelos de vida y contra los ídolos sociales disfrazados de grandes magnates. En este film el antihéroe elegido para sacar adelante la historia es El Nota, encarnado por un increíble Jeff Bridges y secundado por John Goodman y Steve Buscemi. Este fumeta es confundido con un ricachón y este equívoco será el detonante para situaciones hilarantes de todo tipo. Nada mejor que ver esta película para saber de qué estoy hablando.
Dando otro salto temporal y prescindiendo de la notable El hombre que nunca estuvo allí, llegamos a las únicas decepciones que me han deparado estos hermanos. Crueldad intolerable y Ladykillers, suponen para mi gusto los únicos fiascos en los que estos creadores han caído. La primera fui a verla al cine ilusionado y salí totalmente defraudado, no esperaba una comedia romántica al más puro estilo Hollywood; es decir, estúpida y totalmente vacía de contenido. Ladykillers la vi sin ningún interés por televisión, otro naufragio que con la excusa del remake no provoca nada más que añoranza de film original.
Tras esta travesía por el desierto, el año pasado decidí volver a darles un voto de confianza. La crítica y las imágenes que había visto me empujaron a ver No country for old men. Después de un lapso sin ver algo realmente interesante, volví a sentir la sensación increíble de estar en el cine disfrutando enormemente con lo que estaba viendo. En este caso todo el plantel está sensacional, el pulso narrativo es impecable y la estética insuperable. No podría quedarme con ninguno de los tres protagonistas, todos dan la nota adecuada y ninguno desentona en una obra maestra que yo sitúo en los altares del séptimo arte. Todo, incluida la fotografía, está cuidado al detalle para dejarnos un western fronterizo moderno en el que casi se llega al nivel de la novela homónima. Secuencias como la persecución del protagonista por un perro en un río me parece insuperable, éste es uno de esos momentos que te cortan la respiración dejándote hundido en la butaca.
En los últimos tiempos han vuelta a la comedia, en este caso con la excusa del espionaje. Quemar después de leer, de la que únicamente vi la primera mitad (me la puse a altas horas de la madrugada y me quedé dormido), pinta estupendamente y tanto crítica como público han secundado esta película. Terminaré de verla y estoy seguro que disfrutaré de este último trabajo de estos grandísimos creadores.

No sé si el genio se reparte de alguna manera, si la genética influye o si todo es una cuestión de azar, pero de lo que sí estoy seguro es de que los padres de los Coen consiguieron uno de los equipos creativos más contundentes, originales y personales de los últimos quince años. No sé si fueron felices o infelices en su infancia, si fueron buenos o malos chicos, aunque de lo que sí tengo la certeza es que la unión de sus padres ha supuesto una de las mejores casualidades de la historia del cine reciente.

Nacho Valdés

1 comentarios:

Giorgio dijo...

En efecto querido profesor, los hermanos Coen forman un tandem creativo de los mas honroso y rentable, porque aprovechan su fama, meritoria, para hacer bolsa.
En cualquier caso, no les considero genios, talentosos si, pero no alcanzan la cota más alta.
Eso sí, disfruto viendo su cine; hacen cine.

Un abrazo.