El Espejo Asiático Vol. 7

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LA HISTORIA DEL CAMELLO QUE LLORA; el medio físico como matriz”

de Byambasuren Davaa y Luigi Farloni

Sentarse a ver una película documental, dirigida por un mongol y un italo-germano, que trata sobre los avatares de una cría de camello que pulula por el desierto de Gobi, se puede considerar, por lo general, como un ejercicio de erudición, esnobismo, ociosidad, o en último caso, de patología cinéfila-. Si además, para condimentar la sinopsis, se añade que la entrañable criatura protagonista es albina y que es rechazada por mamá camello debido a su aspecto, sólo queda preguntarnos qué fuerza oscura y masoquista nos impulsa a ver esta producción. Y, ciertamente, el primer tercio del metraje cumple con nuestros peores presagios.

Con unos compases iniciales que no llegan a captar el interés del espectador, “La Historia del Camello que Llora”, comienza a rodar como un cúmulo de imágenes de escaso impacto visual y descriptivo. Con nula solidez y claridad en el planteamiento de la trama, el único enfoque válido del documental en su primera fase es meramente etológico. A no ser que alguien del público esté interesado en cuestiones tan específicas como visionar el parto de un camello, o que se sugestione pensando que contempla una obra que fue preseleccionada para el Óscar, la primera parte del film propicia que nuestra paciencia se tambalee. Byambasuren Davaa y Luigi Farloni, convierten la inercia existencial de una familia nómada de mongoles y su grupo de camellos, en un collage insípido que parece no tener ni principio ni objeto. Llegados a este extremo, lo más recomendable sería levantarnos de la butaca. Pero tal vez, cometeríamos una pequeña equivocación…..

Cuando logran aparecer en la historia un par de líneas argumentales medianamente sobrias y la cámara deja de ser una herramienta inerte, inexpresiva y meramente funcional, “La Historia del Camello que Llora” toma progresivamente forma y envergadura. Los personajes, humanos y animales, abandonan su condición testimonial y empezamos a involucrarnos en sus motivaciones. Es aquí donde se demuestra el potencial antropológico del documental, presentándonos la divergencia entre la cultura nómada y el mundo moderno paralelo, el recelo atávico que suscita en las tribus errantes, temerosas de tomar de él mucho más de lo necesario. El equilibrio entre las dos esferas parece incómodo, mostrando ambos directores su respeto y simpatía por una de ellas.

A pesar de su pobre presentación, “La Historia del Camello que Llora” termina por convertirse en un documento apreciable sobre los hábitos de una familia nómada en Mongolia. Observar el modo de vida de tradiciones milenarias sostenerse e incluso convivir con la modernidad, es señuelo suficiente para superar con éxito su hora y media de irregular metraje. El desdén, la superioridad cultural o la chanza, con que muchos occidentales pueden acercarse a un ritual budista, que tiene como designio restablecer, mediante música y bendiciones, los vínculos afectivos entre un camello y su cría, sólo son comparables al que un nómada del desierto de Gobi puede presentar al hallarse ante un aparato de televisión, aunque conozca de sobra su funcionamiento.

Finalmente, merece la pena seguir las andanzas del pequeño camello Botok, así como conocer la perspectiva existencial de sus propietarios, y recordar a muchos imbéciles y aducidos, que el mundo todavía no es homogéneo y que el diseño actual de involución humana, no es aplicable a todos los rincones del planeta.

Melmoth

07/12/2009

2 comentarios:

Giorgio dijo...

Creo que la película enseña sobre diversidad y objetividad relativa.
Tu artículo me provoca.
Intuyo ciertos estigmas que la hacen poco atractiva, aunque me gusta tu reflexión.

Interesante tu acidez. Me causa dolor de tripa. ¡¡Bravo por ello!!

Abrazos.

Nacho dijo...

Excelente artículo. Me ha gustado mucho la presentación y finalización que realizas, se sale un poco de lo que sueles hacer y das en el clavo.

Por otro lado, decir que los camellos últimamente me resultan simpáticos. El otro día conocí a uno (han puesto un circo cerca de mi casa y lo tenían amarrado fuera) y me soltó un berrido gutural que me resultó muy amistoso. Increíble el bicho.

Abrazos.