Sweet Corner Vol. 37

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Arrebato

Los fenómenos de masas suelen estar relacionados, a mi entender, con aquellos hechos que por su excelencia se salen de la normalidad. Es decir, se suele encumbrar a ciertas personas que poseen habilidades, características o cualidades que les ponen por encima de la media. Es connatural a la especie humana el dejarse llevar por este tipo de acontecimientos, es habitual el dejarse llevar por la emoción de esos actos que por sus particularidades parecen sobrehumanos o sólo al alcance de unos pocos.
La antigua Grecia, por ejemplo, ponía literalmente en un pedestal a aquellos deportistas que durante las olimpiadas cosechaban éxitos notables. Esto era algo comprensible en la mentalidad del griego medio, estos héroes de carne y hueso emulaban las proezas de la mitología y encarnaban los límites antropológicos que difícilmente se podían alcanzar por el vulgo. De hecho, era usual, que aquéllos que más destacasen, diesen nombre al calendario en el que cosecharon el éxito. De esta forma nombraban cierta época en la que lograron el triunfo y era así reconocible por el pueblo llano. Huelga decir que estos individuos volvían a su polis convertidos en semidioses y desarrollaban, en la mayor parte de los casos, el resto de su existencia colmados de atenciones.
Durante el romanticismo, otra figura excepcional, en este caso un violinista llamado Niccolò Paganini, logró poner en pie a una legión de seguidores que se agolpaban para ser testigos de su exquisita pericia para tocar el instrumento. Este virtuoso italiano, fue de los primeros en desarrollar extensas giras para que sus incondicionales pudiesen disfrutar de su maestría a la hora de ejecutar las piezas que componía. Era tal su destreza que incluso llegaba a utilizar únicamente una cuerda para tocar, después iba añadiendo el resto con lo que daba la sensación de que eran varios los instrumentos que estaban en el teatro. Desarrolló una técnica que no tenía par en Europa, llegándose incluso a especular con que algún pacto con Belcebú le había permitido llegar hasta el nivel que demostraba en sus espectáculos. Por supuesto nada de esa rumorología refería a la realidad, más bien la constancia y las capacidades naturales del músico eran las que le auparon hasta el lugar preeminente que todavía ocupa en el mundo de la música.
Ya en el siglo XX, a mediados del mismo, otro grupo de músicos consiguió, gracias a la globalización pujante de las comunicaciones, aglutinar a su alrededor a una comunidad de partidarios que prácticamente llegó hasta el sectarismo. En este sentido no hay más que recordar como Sharon Tate sufrió la ira de Charles Manson influenciado, entre otras cosas, por las composiciones de los Beatles. Los cuatro músicos de Liverpool consiguieron alterar los designios de la música moderna, logrando perturbar el camino melódico que iba marcándose desde los sellos discográficos. Fueron trece los discos que publicaron en su corta pero fructífera carrera y más de doscientos los himnos que acuñaron, teniendo en cuenta el corto recorrido de la formación pueden ser considerados como uno de los conjuntos más prolíficos, en relación al tiempo que estuvieron juntos, de la historia de la música moderna. El caso es que movilizaron a gentes de todo tipo, edades y condiciones.
Todos estos acontecimientos tienen, lejos de odiosas comparaciones, algo en común. El talento de estos ejemplos, cada uno de ellos en sus ámbitos particulares, es incuestionable, algo que no se puede poner en duda. Por este motivo me pregunto qué es lo que ve la gente, o más bien la masa bovina, en la reedición del género vampírico de mano de Luna Nueva y Crepúsculo. Parece ser que en la premiere se llegaron a pagar 500 € en la reventa por unos pases que eran gratuitos, se sucedieron los desmayos y gritos y el centro de Madrid quedó desbordado ante tal avalancha de púberes desbocados. No puedo decir que haya visto las películas, y la verdad es que no tengo ninguna apetencia por una historia manida, usada y desarrollada en múltiples ocasiones desde el nacimiento del terror gótico a finales del siglo XVIII. Sólo vi, con ocasión de su estreno en televisión, una secuencia de la primera parte; no duré más de diez minutos en ese canal. Pura basura efectista, vacía y plagiada de infinidad de trabajos anteriores.
¿Qué será lo que ven en esos mediocres actores y en esos guiones previsibles y estúpidos? Creo que nunca encontraré respuesta a estos movimientos del gentio en pos de falsos ídolos.

Nacho Valdés

3 comentarios:

Giorgio dijo...

Yo me pregunto lo mismo en torno al fútbol. Dioses vestidos de corto, cuyo valor reside en lo que son capaces de hacer con un balón.
No sé bien lo que altera a las masas, pero no hay diferencias en cuanto al valor del talento.
Supongo que los medios de comunicación se ocupa de alimentar el ocio de la gente. Lo que hay que ver, escuchar, adorar.
Todo es lo mismo.
La diferencia con la antigüedad, era que de entre la lucha por sobrevivir, se erguían de manera firme, talentos naturales que por su condición, superaban al resto.

Es grato reflexionar sobre talento y humanidad. Sobre todo por la carencia del primero en la actual sociedad.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Resulta sorprendente como en los últimos años la atención mediática
recae en jarfia que dura como mucho
un par de años. El descontrol mediático e intelectual es tan grosero que lo que llega a la cima
puede ser cualquier cosa, a cada cual más sorprendente y estúpida. Desconocía la existencia de esta saga, pero con lo que has explicado ya me basta. No sé si antaño la gente que estaba arriba tenía otros valores menos banales, pero lo cierto es que los "dogmas" que se proyectan desde los medios y los gobiernos son auténtico humo.
Lo peor de todo es que moriremos sin ver siquiera indicios de cambio.
Muy bien hilvanado el artículo y con mucho fondo.

Un abrazo.

Paco.

Sergio dijo...

Por diós, ¿Luna nueva y Beatles en un mismo artículo? Disidenteee!!!!!