Sweet Corner Vol. 8
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¿Qué nos estará intentando comunicar una industria como la de Hollywood? ¿Qué clave se oculta tras sus estrenos mundiales? Estas cuestiones se refieren a esos cientos de trabajos anuales que inundan la cartelera todas las semanas con trabajos rutinarios y plagados de convencionalismos, no a esa minoría en la que prima la calidad o, por lo menos, algo de intencionalidad. En el resto de producciones se puede constatar que no existe comunicación, que no hay nada tras la aparatosidad de las toneladas de explosivos o el relumbrón de los protagonistas.
A mi entender, existen varias claves que permiten hacer un guión de este estilo. En primer lugar, es necesario contar con el respaldo de la industria, esto es una obviedad. Está al alcance de pocos el poder utilizar fastuosos decorados, miles de extras y las más aclamadas estrellas de la gran pantalla. Si a eso le sumas cientos de técnicos especialistas en su campo, cantidades ingentes de herramientas a tu disposición y unos cuantos directores machacas a los que dando una llamada los tienes trabajando de sol a sol, tienes la mitad del camino recorrido. Sólo falta una cosa: un poco menos de caradura y algo de talento.
Una vez satisfechos los elementos técnicos sólo queda una cosa por hacer: escribir un guión para en lugar de utilizar la capacidad creativa, usar toda la parafernalia a disposición del escritor. Existen varios modelos de producción a los que el guionista puede prestar sus servicios.
Uno de los que menos me gusta es el de la comedia romántica. Para elaborar este tipo de películas es imprescindible, y esto es inexcusable, contar con una tía maciza e hiperconocida y con un cachas guaperas con abdominales perfectos (el tema interpretativo es relativo, si son guapos ya está la mitad del pescado vendido). Las situaciones en las que se pueden colocar a los dos protagonistas son escasas dada la limitada capacidad del público para enfrentarse con nuevas situaciones. La más socorrida es la de la titi que sufre cantidad de peripecias, aparentemente jocosas, con el antagónico protagonista masculino. Lo aparentemente divertido de este planteamiento son las situaciones entre, por ejemplo, la chica triunfadora de ciudad que vuelve a su pueblo para una boda, y el cateto yanqui que se dedica a la ganadería. En un principio la cosa estará abocada al fracaso, pero cuando el tipo ponga a trabajar su ingenio y sus músculos ella se dará cuenta de que merece la pena y que lo había prejuzgado. Gran lección la que se aprende con estos argumentos.
Otra situación que se prodiga mucho es la de las bodas en las que la protagonista no está convencida de su destino y una noche loca con un tío macizo, inteligente y atento le hace desistir de sus planes. En este caso la disyuntiva suele darse entre la acomodada vida que le proporcionaría el bodorrio, o la felicidad más irreal y edulcorada que le vende el honesto protagonista. La película discurrirá entre las presiones del prometido (normalmente un personaje influyente y con malas pulgas) y los bellos gestos del sincero amor que le brinda la otra vida por la que tiene que optar. Vamos, lo mismito que en el mundo real.
Existen más variantes, pero estas son las más socorridas. Imprescindible en cualquiera es la presencia del amigo homosexual que cargará con toda la vis cómica de la cinta.
Otro de los trabajos de escritura de más éxito en el mundo del cine es el de los guiones de acción. Aquí se prescinde de famosa y se incluye una famosilla, eso sí que esté jamona de verdad, con el dinero restante se compra lo siguiente: mil toneladas de dinamita, dos mil litros de gasolina, trescientos litros de sangre de mentira, ciento veinte coches nuevecitos para hacerlos saltar por los aires y tres o cuatros edificios de mínimo seis plantas para rellenarlos de explosivos. Cuando reúnes todo el material (cuidado con fumar durante el rodaje) se contrata a un tipo cachas que te cagas, preferiblemente excampeón de artes marciales o exjugador de fútbol americano. La historia es muy sencilla: el protagonista, que a pesar de ser una máquina de matar, no es mala gente, sufre el ataque indiscriminado de unos terroristas (sirven marcianos, bandoleros, el propio gobierno o una pandilla de pajilleros). Los atacantes cometen el error, tras matar a su familia, de dejarle con vida. Aquí es donde se monta la de dios. Primero el tipo entrena y se recupera, para después comenzar a aniquilar, destrozar, mutilar a todos los malos (parece mentira que no se pueda ver una teta en el cine y sí todo tipo de asesinatos). Durante su periplo no faltará la tía buena que le pegará un buen polvo, haciéndole olvidar a su difunta pareja y el combate final en el que el protagonista casi será doblegado por el más malo de los malos. En esta última escena cabe la posibilidad de que estando el protagonista a merced del villano, sea la maciza la que consiga salvarle disparando en el último momento y por la espalda al amenazador y rencoroso enemigo de los Estados Unidos. En estas películas suele ser necesaria la presencia de un secundario gracioso que muera hacia la mitad de la cinta, esto suele provocar el descomunal cabreo del héroe.
En definitiva, lo que nos están intentando decir estos de Hollywood son dos cosas. Primero: nos estamos forrando a vuestra costa; segundo: sois unos primos sin ningún criterio que os coméis la primera mierda que hacemos. Por lo menos esto es lo que yo saco en claro.
Nacho Valdés
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2 comentarios:
Pues si, es cierto, se cachondean de nosotros, se ríen en nuestras propias narices, y lo que es peor, aún así, vamos a verlos.
Debe ser que somos gilipollas, macarras, pero gilipollas; vamos que de nosotros no se ríe ni dios, pero los americanos, eso es otra cosa.
En cualquier caso, es probable que las cosas cambien; por lo menos aún quedan un pequeño reducto que resiste al invasor.
Abrazos.
Demasiado drástico, ¿no?.
Creo que llevas razón en que hay películas que el objetivo es recaudar pasta y partirse el ojete de los críticos, pero de ahi a generalizar...
También nos regala alguna joyita.
Un abrazo
GDB
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