Sweet Corner Vol. 21

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Testigos

Este fin de semana, el semanario del diario El País, contenía un interesante artículo sobre la ruptura del frente occidental por los aliados en la Segunda Guerra Mundial. Las imágenes, que pertenecían al desembarco de Normandía en la playa de Omaha, habían sido tomadas por el célebre Robert Capa. Las instantáneas que acompañaban el texto, no hacían sino remarcar lo que el periodista quería plasmar: lo terrible y vengativa que fue esa batalla decisiva para el posterior desarrollo de la contienda.
Las fotografías tomadas por Capa me llamaron la atención profundamente, más inclusive que el terrible escrito que las acompañaba, ya que éste se centraba en las truculentas venganzas, artimañas y asesinatos que uno y otro bando cometió para lograr el objetivo de amedrentar física y psicológicamente al rival. Tres son las imágenes que se me quedaron grabadas que, sin duda, pueden seguir un orden cronológico a lo largo de los acontecimientos que se sucedieron.
En la primera, entre la niebla o el humo de las explosiones, se distinguen unos soldados americanos corriendo, buscando refugio mientras las balas enemigas silban a su alrededor. La imagen está desenfocada, y las figuras van dejando una estela de luz provocada por la falta de estatismo de la composición, todo parece estar envuelto en una especie de halo de irrealidad que nos aleja y, al mismo tiempo, nos acongoja por el verismo que encierra la historio que cuenta. Da la sensación de que se puede oler la pólvora, de que la cámara fotográfica se ha inmiscuido en un terreno que le es ajeno, un lugar lejos de los escenarios donde todo se controla milimétricamente y la luz incide donde el artista desea. La imagen es terrible, se podría utilizar, y probablemente se hizo en su día, para ilustrar y publicitar el supuestamente heroico trabajo de los militares americanos que lograron romper el cerco nazi.
La segunda fotografía rompe con lo expuesto anteriormente, se acaban los heroísmos y las malas interpretaciones, por lo menos para mí. Esta nueva porción de realidad, que nos aleja de la primera imagen, revela un grupo de personas. Están todos tirados en el suelo, en primer plano aparece un hombre con gesto serio, mirando fijamente al objetivo, al testigo de la barbarie. Centrando mi atención me fijo en que se trata de soldados, en este caso alemanes, pero con una mirada tan humana como la de cualquier héroe americano que hubiese desembarcado pocas horas antes en la playa. Son prisioneros, todos están tumbados, agotados y desesperanzados, terriblemente deshumanizados al estar concentrados como ganado. No hay lugar para publicidad en esos ojos vidriosos, en ese gesto cansado que interroga al espectador de la fotografía y muestra como el vil alemán no es más que un agotado soldado, uno más de entre las decenas de miles de participantes en ese episodio vergonzoso de la historia contemporánea. Rompe todos los esquemas, sin alardes, sin artificios, simplemente con la mirada de la derrota que se enfrenta al fotógrafo.
La última de las escenas viene a mostrar las consecuencias, el terrible legado del desembarco, la realidad de lo que la guerra supone. Por una vereda camina un matrimonio de mediana edad, aldeanos, probablemente franceses que vivieron primero la invasión alemana y, después, la liberación aliada. Caminan a paso ligero, sin equipaje y muy cerca el uno del otro. En el arcén descansan los cadáveres descompuestos de los soldados nazis, probablemente toda su ruta estaría plagada de muerte y huellas del enfrentamiento. El hombre mira los cuerpos, asqueado y al tiempo intrigado. No sé que se pasaría por la mente de esa persona, pero probablemente estaría reflexionando sobre la fragilidad del ser humano, sobre como hacía pocas semanas esos mismos sujetos les hostigaban y amedrentaban y como, en el momento en el que él pasaba por delante, no eran más que cuerpos hinchados y rígidos. La mujer, sin embargo, mira al frente, en su rostro se adivina una sonrisa irónica. Este gesto tan revelador, puede significar la pérdida de espontaneidad y todo lo contrario, es un gesto que me resulta extraño y falto de humanidad. Puede ser que la mujer sonría al percatarse de que les están fotografiando, lo que restaría frescura a la escena o, podría estar sucediendo que se regodease de la muerte de los soldados nazis. En cualquiera de los dos casos me resulta increíble esa actitud, esa falta de conmiseración para con los despojos que tiene delante.
Parece ser que fue en esta contienda donde Capa comenzó a labrar su fama, después vendrían otros hitos y la creación de la Agencia Magnun, que hoy es noticia por el ingreso de una española en sus filas. Capa murió prematuramente, en el conflicto, buscando una fotografía que nos abriese la mente.

Nacho Valdés

1 comentarios:

Giorgio dijo...

El título del artículo describe perfectamente la filosofía fotográfica de Robert Capa, y la posterior agencia co-fundada por el mismo, entre otros.

La verdad es que sus imágenes reflejan sobre todo lo que vio, sin diferencias de bandos, ni políticas.
Tan sólo miradas, hombres, mujeres, personas humanas, sufriendo el horror de la crueldad de la guerra.

Buen artículo.
Dará que hablar.

Nos vemos el sábado.