KUMKAPI: Fotografía directa en la frontera de la Europa musulmana

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Asistimos con estupor al nacimiento de este proyecto, desde el momento en el que las fotografías tras su proceso de revelado químico, desfilaban ante nosotros en la pantalla del ordenador; de la digitalización de las mismas, de la gestión de color, y de la creación de un perfil que mantenga una línea homogénea en el tratamiento y procesado de nuestras fotografías, también hemos aprendido. De lo que conlleva preparar una exposición, estamos atentos, aunque se han quedado cosas en el tintero. De lo demás, queda por sentado que a pesar de las numerosas complicaciones acaecidas durante todo el parto, la última semana resume y concentra en ella, lo que supone iniciar una empresa como esta.

Las fotografías que se pueden ver en esta exposición, conservan el olor a viejo de la fotografía clásica, no tanto por su tratamiento fotoquímico, sino por la manera de mirar del fotógrafo.
Una mirada fina, atenta, despierta ante la vivaracha actividad de las gentes del barrio de pescadores de Kumkapi, ubicado en la metrópolis turca, contexto principal en el que está enclavada la serie de fotografías, objeto de esta muestra.
La serie contempla un abanico de retratos, con una variedad amplia de rostros, personas humanas que sobreviven en uno de los barrios más pobres de Estambul, inclusive integrada en ella, acuden una presencia masiva de niños, de niñas, semblantes repletos de inquietud y jovialidad, entremezclados en un contexto más bien hosco. A esto se le añaden escenas vulgares, religiosas, el mar y los comerciantes, bien aliñado, sumergido en un pequeño lugar, donde cientos de años atrás fue un enclave custodio del comercio de especias, telas y cristianismo.

A esto se vienen encima detalles muy extraños, con diferencias exclusivamente marcadas por el brusco golpe cultural que supone a ojos de un occidental, los distintos matices encerrados entre la vida de la gente. El fotógrafo se introduce progresivamente en ellos, y los deja fluir en el encuadre, rescata ese pedazo de vida, tan diferente de las nuestras; se muestran mujeres, agrupadas y ocultas bajo el velo, enfrentadas a la figura masculina, solitaria y firme, se enredan junto con las turistas de camiseta de tirantes y abanico multicolor e incesantemente agitado.

Destacan de la muestra dos obras que por su contenido, su vigor y composición, paralizan tu mirada en el interior de las mismas.
La primera es el retrato de una niña, contrapicado, un tanto alejada de nosotros, muestra su desgarro con un grito mudo, seco, agarrando con su mano el barrote de un balcón a modo de jaula, mirando hacia afuera para vociferar al mundo su descontento.
Constreñida en ese pequeño espacio, el fotógrafo capta perfectamente la angustia de la retratada, sensación que acusa en mayor grado el espectador, por tratarse de una niña pequeña.

La otra fotografía perfila en un reflejo el horizonte de la ciudad, con las aguas del mar al otro lado, unido a las gentes que observan la infinidad marina, y el pulular de piernas fugaces, movidas por entre el muelle que transcurre a lo largo del encuadre.
La belleza de la mezquita que se eleva a la derecha, equilibra sutilmente las líneas verticales que se suceden como mástiles en el lado opuesto de la fotografía.
El hombre que mira hacia el mar, que vemos inserto en esas cinco ventanas, muestra una actitud vital pausada, digna, que observa la vida con ese talante.


Una brillante muestra de la Estambul de hoy, que guarda buenos recuerdos de sus raíces antiguas, sin esconderlas, manteniendo así su esencia de forma duradera.
Del fotógrafo, que decir cuando se habla de un amigo; que aún queda por ver lo mejor de él, que se permite el lujo de pasear por las calles turcas con un bigote similar al de los nativos de allí, mirando como lo hacen ellos, sin temor a ser juzgado; en el interior de sus calles, de sus patios, Enrique Villarino, desvela con sus imágenes costumbristas, la cotidianidad de las personas que habitan en Kumpaki, un barrio pesquero de la actual Estambul.


Giorgio
31/07/2009

1 comentarios:

Nacho dijo...

Buen artículo, sobre todo porque hace referencia a un artista bien conocido por mí y al que tengo mucho cariño. El trabajo vertido por Enrique está, como no podía ser de otra manera, a gran altura. Me alegra muchísimo la exposición y espero poder asistir.

En definitiva, enhorabuena amigo Quique.

Besos.