Sweet Corner Vol. 32

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La Maldición

La educación artística y cultural, relegada y sepultada por el pragmatismo en el panorama educativo actual, siempre ha gozado de un halo de maldición y perdición con el que otras especialidades no cuentan. ¿Es posible esa didáctica? Decididamente sí, la técnica siempre se podrá trasmitir, explicar y practicar pero el componente creativo es otro asunto que queda vinculado al carácter del individuo. De todas formas, la perseverancia es uno de los caminos para provocar el llamamiento a las musas, por lo que la ausencia de materias en las que la práctica artística esté presente provoca un vacío abstracto y poco edificante en la forja de la personalidad particular.
Parece que prima el modelo americano, el triunfador hecho a sí mismo que consigue pingües beneficios gracias a su esfuerzo, abnegación y formación especializada. Se producen sujetos cuya meta es medrar y, puesto que ha sido su trabajo el que les ha llevado a ser quienes son, se sienten en el derecho de pasar por encima de sus semejantes para alcanzar el objetivo marcado.
¿Pero qué pasa con el resto de aspectos vitales? ¿Es únicamente la rentabilidad la meta a perseguir? El disfrute, el esparcimiento, la cultura y la creación quedan en la cuneta sin posibilidad de rescate en la mentalidad presente. La competencia, la ciencia de la zancadilla y el escalar posiciones crean una manera agresiva de enfrentarse a la vida que es fomentada desde la familia, la sociedad y los centros educativos. Existe un terror primitivo a quedarse descolgado, a no poder seguir el ritmo de la manada y ser pisoteado bajo el impulso del grupo; este es el motivo por el que se incentiva la competencia, el abuso del débil; en definitiva, el subir a toda costa sin parar a pensar en las consecuencias de los actos. Ninguna familia quiere que su hijo quede en segundo plano, que no tenga notoriedad, siempre deben ser los primeros y para eso los preparan como pequeños autómatas con una agenda plagada de fechas y eventos. Si no es el inglés, es el deporte y, si no, se debe preparar el siguiente examen para quedar en buena posición. Después hay quejas de que hay una regresión de la sociabilidad, del compañerismo y de que la violencia está cada vez más presente. Más que conquistar libertades, parece que hemos alcanzado el libertinaje moral
Prima el individualismo y los discursos débiles y poco ambiciosos, por encima de todo se encuentra el disfrute personal, el automatismo a la hora de complacerse con las creaciones artísticas. Es este, entre otros, el motivo por el que la mayoría de las producciones audiovisuales están cortadas por el mismo patrón, por una única mirada que se aleja de la crítica y la denuncia de las situaciones actuales disfrazadas de democracia. La falta de inquietud colectiva, la ausencia de disposición ante los problemas comunes hace que el arte sea un reflejo de la particularidad con la que se enfrenta el ciudadano a la vida. Todos ausentes en nuestras madrigueras, saliendo en escasas ocasiones para peregrinar los lugares de ocio frecuentes donde la incomunicación es el común denominador.
La sala de cine se convierte en el lugar ideal para conseguir refugio, para evitar el enfrentamiento con los demás y con las problemáticas cotidianas a las que deberíamos hacer frente. Para qué pensar, es mejor el visionado de algo disfrazado de creación artística para escurrirte entre los individuos que pueblan la sala de cine, después se encenderán las luces y como si de ganado se tratase cada uno se dirigirá a su cubículo para al día siguiente volver a la lucha animal con nuestros semejantes.
Debería desenmascararse la farsa que rodea a la creación audiovisual actual, carente, en la mayoría de los casos, de un discurso sólido y penetrante que logre empapar al ciudadano medio de la necesidad de moverse en alguna dirección positiva para la crítica social tan necesaria. El cine se ha convertido en un paliativo, en un analgésico ligero que como el Soma de Huxley cubre con una cortina de humo el panorama occidental tan cargado de grandilocuentes y vanos discursos. El arte, y más un lenguaje tan directo como el cinematográfico, debería servir de referente intelectual para el despegue de los nuevos movimientos que todavía están por venir. El problema es que la falta de preparación artística y cultural es algo patente, el cine crítico, con un mensaje que hiere por su elocuencia y profundidad, no es inteligible por el espectador medio que no tiene una base sólida en la que sustentarse. Falta el trabajo en la cantera, la creación de ciudadanos radicales que luchen por no caer en la indolencia, por caminar más allá de la senda trillada por los centros oficializados como creadores de arte. Se necesita un trabajo de base, algo impensable en la educación actual que cada día se aleja cada vez más del humanismo. Aunque siempre se encuentran honrosas excepciones, debemos esperar una reacción y que la reflexión artística se eleve sobre el terreno fangoso por el que discurre sin levantar cabeza.

Nacho Valdés

2 comentarios:

Anónimo dijo...

la cultura está a la altura de la sociedad actual, es decir, más bien fatal. A peor educación menos capacidad contestaria y menos recursos para cambiar las cosas. Lo tienen muy bien calculado.
Muy buena reflexión, felicidades.

Un abrazo.

Giorgio dijo...

Muy elocuente tu reflexión. La extrapolaría a los políticos, carentes de oficio y completos de necedad y miseria.
No obstante, la particularidad de las artes, la reflexión que provoca en las mentes, debe ser capaz de superar la barrera de la ignorancia.
Poco puede hacer un cineasta o escritor con los analfabetos de cada género.

Excelente artículo.

Un saludo.