SIN NOMBRE: Un viaje entre el dolor y el amor

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Seguramente, es tras la búsqueda de la felicidad, cuando más obstáculos te encuentras, cuando más palos recibes, y donde lentamente, te enseñan y aprendes a sufrir.
Seguramente, con el propósito de amar, de acercarte en sigilo a la persona que deseas de manera especial, los sentimientos se exacerban en todos los sentidos; desde luego, para mal, en ese lado, el asunto se espina, precipitándonos en una escalada de continuos vaivenes, siempre estúpidos, vívidos de dolor, de oscuridad manifiesta en el rostro de cada humano.

Sin nombre demuestra el valor del amor en su sentido más amplio, paseándose por todos los rincones del descalabro, luciendo hábilmente, durante la narración de la película, su sibilino vestido de seda, que acompaña el corazón (roto) de los diferentes protagonistas.
Es coral, son varias las almas a las que nos acercamos, con una cámara siempre moviéndose, ajustada al ritmo, intenso, del territorio sudamericano, donde la lucha diaria es mayor, más voraz, pero más justa; de estar conmigo, o de estar contra ti, de eso se trata.

Las historias se enlazan poco a poco, con un montaje fílmico alternado, que va evolucionando perezosamente, desenredando paulatinamente todas aquellas historias que parecen madejas, ovillos de fina alma humana, que vislumbran tras de si pequeños secretos.
Un trío de hondureños parten de su tierra natal, enquistada, cerca de la capital, en busca de un tren que les transporte por entre las entrañas del continente, hasta alcanzar Nuevo México, quizá Texas, allá detrás de la frontera entre los ricos y los pobres; Estados Unidos, tierra de dólar, dinero oscuro, negro, fruto de la pobreza de aquellos que van y vienen, de aquellos que van y mueren.
De otro lado, un mexicano, un mara, pertenece a una banda de allí, del otro lado del río, trabaja duro, vigila, reafirma su posición ante sus maras, no hay secretos, nada ocurre fuera de la banda; hasta que se cuela el amor, por la rendija de la puerta, a oscuras y a hurtadillas, sabiendo de lo furtivo de su entrada, estando a gusto por ello, deleitándose.

De todo, aparece un motor que sirve a todos como válvula de escape; en esta película todos huyen, todos buscan, ¿cuántos encuentran?
Impresiona ver el viaje de la gente para investigar acerca de la vida de las personas, de las que viven bien, de las que no se tienen que preocupar por alimentar a sus hijos; el viaje transcurre en un tren, en un vagón, pero encima de este, en el techo, sufriendo las inclemencias de la naturaleza, y de los propios hombres. Un camino trabado, espeso; las personas se agolpan para subir, en la ciudad de Chiapas, cerca de los arrabales de una ciudad devastada; se apresuran por ascender al techo de un vagón, para perecer, quizá en este, fruto de un traspié, de un atraco, de una pedrada que vuela desde las manos de un lugareño al pasar próximo a su pueblo.

Se aprende a sufrir viendo esta película, te enseña el dolor, te lo muestra en un catálogo de imágenes en movimiento, que desprenden olores dispares; árboles, gas, vapor, sangre, barro, venganza y amor. Sobre todo amor, porque mueve la historia, porque la agita cuando necesita un impulso que la devuelva a la realidad.


Giorgio
12/06/2009


Fuente: Youtube

3 comentarios:

Nacho dijo...

Parece otro film recomendable, echaré un ojo a esta pequeña gran historia.

Besos from Levante.

Giorgio dijo...

Creo que llegará a los cines en breve.
Merece la pena.

Un saludo

laura dijo...

Cada vez que escribes sobre una película me entran ganas de verla, con este artículo me ha vuelto a pasar.Un beso.
Laura.