Sweet Corner Vol. 17
Días más largos
Ahora que llega el período estival y, dada mi profesión, tengo más tiempo libre. Resulta que hay una indiscutible unión entre los ratos ociosos y el cine, esto que resulta más que evidente, arrastra, a mi entender, aspectos más profundos que considero deben ser abordados.
Sin tiempo libre no existiría el arte, es necesario un espectador o receptor que sea el recipiente de las ideas vertidas por el creador. Si el observador no dispone de un instante para acercarse a la creación, para gastar su tiempo inútilmente en su contemplación, el trabajo del artista no tiene sentido, sería vacío y hueco. Por lo tanto, la primera determinación a la que me lleva este incierto razonamiento, es que para disfrutar del cine o de cualquier otra disciplina artística, se hace necesario el malgastar el tiempo del que disponemos. Por malgastar no hago referencia a una forma peyorativa de pasar el rato, sino más bien, a una manera pasiva, independientemente de la actividad intelectual que se realice cuando se entre en contacto con el objeto artístico. Es innegable que el uso del tiempo será diferente para el creador del film, que para los que vemos el resultado final acomodados en la butaca de cualquier cine. Está claro, con este ejemplo, que el uso del tiempo será diferente en ambos casos, pero lo que queda patente es que los dos sujetos que conforman el arte, creador y observador, son indisociables a la hora de catalogar algo como creación. De nada sirve la creación furtiva o secreta, si no hay alguien más que la experimente, queda seca y sin sentido.
Unida a la condición humana está la obsesión por el paso del tiempo, el rellenar los espacios vitales con actividades que nos permitan ponderar estos vanos de forma activa. Es indispensable, para sentirnos humanos, el hacer esto o aquello para conformar una vida. Este rasgo, que parece banal o incluso estúpido, no lo es tanto cuando comparamos nuestra condición a la de cualquier otro ser del reino animal. ¿Qué es lo que hace un perro con sus ratos libres? Pues nada en particular, ser perro y estar tirado dejando consumir su vida. Una vez satisfechas sus necesidades fundamentales, el resto del tiempo pasa sin pena ni gloria, intentando ahorrar energía por si debe utilizarla en algún fin superior como puede ser la supervivencia. En los sujetos no sucede nada por el estilo, el tiempo se dilata de forma distinta y se hace necesario ocupar nuestra mente con alguna ocupación, por nimia que sea. Aquí es donde vuelve el cine, esta disciplina no es más que un intento de ocupación intelectual que nos permita hacernos más personas, es decir, tener la mente ocupada en algo ajeno pero al tiempo cercano, es un uso intelectivo de nuestra apuesta evolutiva. Desde el origen de la humanidad no hemos tenido más remedio que unir nuestra existencia a la ocupación en distintos quehaceres que permitan desarrollar nuestra vida de forma tangible, de forma material. Es decir, el hecho de ver una película no es más que la unión con un objeto palpable en el que otro grupo de personas ha ocupado, a su vez, su devenir temporal. Nos enraizamos de esta manera en las vidas de otros que han estado al otro lado, ocupándose de la creación de lo que tenemos delante y que nos permite sentirnos individuos ya que estamos midiendo nuestra existencia mediante algo manifiesto, mediante una actividad propiamente humana, la contemplación de una fantasía intelectual que no tiene otro sentido que el de malgastar nuestro tiempo. En el buen sentido, claro.
Nacho Valdés (A estas horas disfrutando de Barna)
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2 comentarios:
Espero ansioso esa sorpresa en forma de colaboración...
Abrazos.
Estoy de acuerdo con Laura, existe algo más que el disfrute, aunque en la propia actividad de la reflexión o el recuerdo, encontremos satisfacción, es decir disfrute.
Me gusta la paradoja que provoca ese hecho.
Disfrutad vuestra soltería pareja. Ya queda poco.
Un abrazo.
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