Sweet Corner Vol. 16
Música en el cine
Dos de disciplinas artísticas que van de la mano, que se me antojan difícilmente separables, y que han dado grandes satisfacciones a muchos espectadores, son las del cine y la música. Desde los inicios en el que el cine era mudo, en el que supuestamente no había espacio par el sonido, los lugares pudientes ofrecían el servicio de la música acompañada de la imagen. Las clases bajas, como siempre, tenían que aguantar sin la ayuda del pianista de turno que permitía reforzar la sucesión de fotogramas que pasaban ante el público.
La disciplina musical direccionada hacia el cine ha crecido de manera espectacular en las últimas décadas, consiguiendo desarrollar un campo artístico que estaba prácticamente desierto a mediados del siglo veinte. Muchas bandas sonoras, muchas composiciones han pasado a formar parte de la cultura pop de una sociedad ansiosa de referentes. Trabajos como los de El Bueno, el feo y el malo o la saga de El Padrino, han sido tarareados y escuchados hasta la saciedad. Composiciones que, lejos de robar protagonismo al trabajo cinematográfico, lo sacian y completan hasta formar un conjunto que nos permite disfrutar del resultado en su máxima expresión. Otro cantar es el del género musical, que con la excusa de la imagen, nos regala música adornada de argumento. Por último, también se pueden encontrar las típicas composiciones que hunden la película de forma patente. Parece mentira y es algo de lo que me he ido dando cuenta a lo largo de los años, la música (y el sonido) en el cine es fundamental, sin ella gran parte del trabajo técnico y artístico que se refleja en la imagen quedaría mudo, sin fuerza ni pasión.
Ejemplos de musicales míticos, que antes no apreciaba y que cada vez me gustan más, son, por ejemplo: The Blues Brothers, The Rocky Horror Picture Show o Hair. El primero, para mí, se ha convertido en un icono que comparto con mis alumnos todos los años. A pesar de que a la mayoría le gusta la música de discoteca y consideran que todo lo que sea anterior al año dos mil cinco está pasado de moda, se quedan anonadados cuando Jack y Elwood eluden a la policía a ritmo de Blues y Soul, eso sin contar que se hace un repaso de los mejores artistas americanos de música contemporánea de los últimos sesenta años. Con The Rocky Horror Picture Show todavía no me he atrevido a compartirla con el alumnado, a pesar de que la música no es más que Rock and Roll, el tema de travestis llegados del espacio exterior no creo que calase en unos chicos que, desde mi punto de vista, son cada día más intransigentes en temas como el de la sexualidad. Con Hair me pondré el año que viene, la psicodelia rockera de finales de los sesenta sirve de excusa para componer un brillante alegato antibelicista y considero que es una película digna de compartir con las nuevas generaciones.
Como ejemplos negativos de bandas sonoras me gustaría destacar, aunque hay muchas más, dos que me parecieron tremendamente fallidas. Para empezar, Alejandro Magno de Oliver Stone, que no sólo falla por la música, sino que es un desastre desde el primer segundo de metraje. Desde el inconcebible Colin Farrel teñido de rubio e interpretando a un chaval de dieciséis años, hasta las liosas secuencias de batallas supuestamente épicas y que no consiguen más que llevar a la confusión. Además de todo esto, lo que más me rechinó y me obligó a dejar de ver la película, fue la infumable música que acompañaba el metraje y que no hacía más que entorpecer la imagen y el visionado de la película.
Otra de las películas en las que desde mi humilde opinión hubo un problema con la música, a pesar de las buenas críticas que se llevó en este apartado, fue La Misión. No es que un profano como yo pretenda meterse con el trabajo del enorme Ennio Morricone, ni tan siquiera me quiero meter con su composición, que me parece fabulosa. El problema viene cuando se fusiona la imagen y la instrumentación, por separado ambos elementos me parecen muy buenos, de hecho disfruté mucho con el conjunto, pero no sé por qué algo me rechinaba y, después de ver la película varias veces, me di cuenta de que era la música. Algo fallaba, no sabría decir exactamente qué era, pero en esta ocasión y, a pesar de contar con primeros figuras en ambos campos, música e imagen no terminaron de cuajar de la manera adecuada. En fin, seguro que el maestro Jorge tiene algo que decir sobre este asunto.
Nacho Valdés
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Ineludible elemento cinematográfico, es el sonido. Incuestionable su importancia, cada vez más exigida por el espectador.
La música, constituye la parte más notable, llamativa, de toda la banda de sonido, hasta el punto de superar en trascendencia, a la propia película; me sirvo de los ejemplos del artículo.
Respecto a la música de la Misión, creo que es muy bella, contrapone con las imágenes, pero éstas son demasiado limpias, demasiado artificiales; se echa de menos un poco de naturalidad.
Pongo un ejemplo, Aguirre, la cólera de Dios; en este film, la naturalidad se lleva al extremo.
Un abrazo.
PD: besos fuertes.
PD2: FELIZ CUMPLEAÑOS GRAN NACHO.
PD3: Te llamo luego.
Sabias palabras, oh maestro.
Besos y gracias por la sorpresa de reunir a los colegas para llamarme, me hizo mucha ilusión.
Sabios halagos, oh puta¡¡¡¡¡
Me alegra que te gustara la sorpresa.
Espero poder liarles y visitar tu acogedor y grandioso ático.
Un fuerte abrazo.
Publicar un comentario