METALLICA: 360º de fuerza eléctrica y vibrante metal

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Debilitado por un pequeño desajuste físico acudí hacia ellos de manera lenta, lejana, acompañado del tran-tran del vagón de metro, viendo como poco a poco el interior de este empezaba a llenarse de compañeros que seguían mi camino; al final del túnel, comenzaban a agolparse cientos de personas, enfiladas hacia el santuario deportivo que albergaría en unas horas, a cuatro tipos provistos de velocidad, cuerdas, cortes, golpes, y mucha música.

Metallica recibe a los suyos para que confíen en ellos, venid, entrad, esperad a que acabe todo para elevad vuestras manos en señal de victoria.
De nuestra milicia, casi éramos los mismos; algunos cambios, que refrescan el panorama, pero la misma ilusión de escuchar, de ver, de creer en esos tíos que de lo que hacen, elevan el virtuosismo musical, transforman el espíritu de la gente, con golpes bruscos de metal.

21:20; se acercaba la hora, aunque permanecíamos fuera mientras apurábamos lo que bebíamos y reclutábamos a nuestra gente; en la entrada, nada que objetar, limpia, sincera, de cabeza al meollo. De bajada hacia nuestro lugar, comenzó el espectáculo.
Los acordes importantes, sublimes de Enter Sadman, aguardaban la salida de los cuatro tíos, sobre los que veinte mil personas pondríamos nuestra mirada en su movimientos, en sus manos, en su forma de parar, de cortar el aliento; y seguir, para mirarte, para elevar sus brazos al cielo en señal de victoria; otra vez, de nuevo rápido, eléctrico, mirando a cada lado apreciabas la mella que esos cuatro metaleros provocaban en nuestras pieles.
De nuevo erizado, apareció un canto hacia el cielo, The Memory Remains, manos erguidas buscando la pausa que Hetfield marcaba con sus golpes de mano y guitarra, encima de un cuadrilátero, desfilando por sus cuatro costados junto con Hammet y Trujillo, guitarra y bajo, en cuyo centro se ubicaba Ulrich con sus baquetas, móviles de caja a bombo, de caja a platillo; fuego, escupiendo desde el centro hasta el techo del pabellón, quemando los sentidos, ardiendo de feroz y veloz música por el aire del pabellón: Na, na, na, nana,.... nananana, na, na, na....
De vuelta atrás, mi colega simulaba tener en sus manos una guitarra, mientras a duras penas sostenía un vaso de cerveza a punto de derramarse; lo vi disfrutar, como al otro que permanecía apoyado sobre sus muletas, para apretar los dientes con los riffs que le llegaban del escenario, ¡joder, que destreza!

Death Magnetic respiraba sobre el escenario cuadrado en forma de seis canciones, mezcladas, cortadas por las cuerdas de los tipos del metal.
Y de entre tanto, otro himno, fruto de la armonía de los que dominaban, maniataban al público; Master of Puppets, golpeaba las almas de las gargantas que al grito de Master, empapaban con sus voces la cúpula del pabellón; y ahora el Yeah, el Master, of...Puppets; otra vez empieza el reguero de guitarras, de golpes de batería, de velocidad, de regates de sonidos y fragancias eléctricas al ritmo de Metallica.
Ninguno puede escapar al brío de los dedos de una guitarra de Metallica cuando lanza al aire su sonido, buscando estamparse en las orejas de los que tratan de escuchar lo que allí se cuece; yo fui atrapado, estaba presente.

De los ataúdes que colgaban del techo, se desprendían como imantados parte de los focos que iluminaban a Metallica en el cuadrado escenario que eligieron para su representación.
De allí, Nothings Else Mothers, sonaba en medio de un concierto grande, y nos rendimos ante la soledad del guitarra sentado en la silla alta de genio.

Sin poder contenerme durante más tiempo de pié, contuve el aliento para ver como podía terminar aquella obra, hasta el momento inconclusa; desde mi asiento rodeado de soldados metálicos, miraba a través de una cámara de video doméstica, el desenlace final.
No podía más, me erguí, levanté mi brazo en señal de admiración, y el escenario se llenó de pelotas negras, hinchables, que volaban desde todos los rincones del recinto, desde muy arriba, para mezclarse en armonía con el público y los músicos, semidioses vestidos de negro que finalizaban su ritual nocturno al ritmo de thrash metal.
Cuando vuelvan estaré preparado para ser uno de sus Metal Militia: muñequeras negras, perilla larga y calcetines blancos y altos.


Giorgio
15/07/2009
(Metallica)



Fuente: Youtube

2 comentarios:

Nacho dijo...

Aunque estos tipos no son santo de mi devoción seguro que tienen un directo descomunal, por lo menos eso destila tu escrito.
Me alegro de lo disfrutaseis tanto.
Saludos a toda los asistentes, que seguro son buenos colegas.

Abrazos.

Giorgio dijo...

Desde luego que si.
Muy serio, muy grande, y sobre todo, desorbitadas guitarras.
¡Joder, como tocan!

La compañía siempre ayuda en estos casos a apreciar la música; como soy profano en thrash-metal, me llevé a dos milicianos de esto: Villarino´s Brous.

Muy contento. La pena: estuve alejado de la pista por problemas físicos.

Espero que vuelvan.

Abrazos