FISH TANK: Odio sincero rodeado de sibilina moralidad dual

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La insurrección marca la pauta para aquellos que tratan de romper las barreras que se interponen entre ellos y sus respectivos caminos vitales. Diferencia consentida en los casos adolescentes, donde la rebelión augura problemas o por contra, destellos de genio y talento que conducidos por vías constructivas, pueden llegar a ser reveladores de buenas ideas.
Instalados en la confusión y el hastío, aquellos actos fortuitos condicionan sobre manera las consecuencias acaecidas por éstos, se revuelven, explotan frente a ti y provocan desolación y decadencia. Sumamos desazón, resignación, inercia y exceso para convocar al espectador a una maravilla audiovisual que descarna la narración de la historia progresiva y agresivamente.

Ningún plano se salva de la mirada condicionada de la directora Andrea Arnold, autora total, adentrándonos en uno de esos barrios británicos, en el verano gris que ondea en los cielos de allá, para presentarnos las vidas de varios personajes, absortos en sus egoísmos, odiando como vehículo amatorio.
Mia, mira por nosotros, hacia ella misma, utilizando todo aquello que está en su mano para ejercer su poder, en esa pequeña parcela que es su vida.
Tiene quince años, aunque su odio es creciente y rocoso, como el de una persona en edad de madurez, circula por sus venas la desidia implacable y el egoísmo voraz de aquel que no ama, sino que odia al intentarlo. Y odia por odiar, a su madre, desajustada por desamor, fruto de un desencuentro, arrojada con dos criaturas; la pequeña, voraz, mordiente mente que desarticula con su lengua viperina los vericuetos de la vida familiar. ¡Qué indecorosa metáfora de felicidad insatisfecha!

El cuento de la adolescente sensual se torna como la imagen de uno mismo en un espejo, situándose en el extremo, en el elemento que distorsiona la vida de la inestable criatura.
El guión busca el lugar adecuado para situar el primer punto de inflexión, perturbador en la historia y para ella misma; un nuevo novio en la vida de la madre, que viene a inquietar el espacio sagrado de la inacabada Mia. Posibilidades, muchas, infinitas y desgarradas situaciones fluyen con la llegada de aquél.
Al otro lado, cerca de su bloque de pisos, donde se sitúa su pertrecho y desordenado hogar, habita un caballo blanco que disipa los pensamientos de nuestra protagonista a situaciones más venideras. Encadenado a un bloque de piedra, Mia resulta incapaz de hacerlo volar, quizás adelantando su inmediato futuro.

La desdicha, la hipocresía y la sinceridad, galopan a lo largo de la película, en un ir y venir penitente, refugiándose unas con otras, para separarse al final; de la felicidad y la esperanza, ni rastro.
Todo se mezcla en las dos horas de duración, y se combina a buen ritmo gracias sobre todo al buen hacer técnico de cada plano, de cada movimiento de cámara, con cada corte y transición medida y oportuna.
Una cámara absolutamente móvil, antiestática, buscando en el azar lo que la protagonista anhela; siempre cerca de los personajes, avanzando con ellos, incluso con una medida y leve cámara lenta, inapreciable y meritoria, desprendiendo sensualidad, acorde a lo que nos están contando.

Al fijarme en el panorama cinematográfico actual con una esperanza necesitada, respiro de gratitud al observar en este film el peso creativo y generoso de una autora, que no se resigna a contar para reflexionar, haciendo de su medio una forma extravagante y espiritual de narrar una obra mayor en cine.



Giorgio
26/11/2009

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta película o me va a gustar mucho o todo lo contrario. Muchas cosas de las que premian en Cannes me asustan. He visto el trailer y me parece bastante interesante. La cuestión estriba es si se busca la decadencia por la decadencia o si se aborda desde una perspectiva noble y nada pretenciosa. En cuanto al artículo, explica muy bien las intenciones "filosóficas" del film, literariamente es perfecto y nuevamente incita al visionado del film.
Enhorabuena

Nacho dijo...

Todo lo que cuentas me suena al terreno conocido de nuestras vidas, salvando las distancias en algunos puntos.

De manera milagrosa me veo envuelto todos los días en el ir y venir de los hormonados adolescentes. Tengo que reconocer que a veces me harta, pero que en muchas ocasiones soy yo el que aprendo de ellos.

Buen artículo para el que parece un interesante film.

Abrazos.