MOON: Introspectiva humana de la condición del ser

|

La personalidad caracteriza nuestra identidad humana como norma igualitaria ante nuestros semejantes, aunque para diferenciarnos de ellos. Muestra un perfil que se identifica con nuestras aptitudes, nuestros pensamientos y actitudes, asociados todos a unos recuerdos instalados de por sí en nuestra nutrida memoria.
Es posible afirmar, que las sensaciones que tenemos encontradas a diario, causan estupor y vacío cuando entroncamos aquéllas con nuestras imágenes pasadas que inútilmente se disipan por nuestra mente.
¿Qué ocurre, sin embargo, cuando todo aquello que recordamos, todo lo que define nuestro yo, nuestra identidad humana, se precipita bruscamente en el vacío existencial?

Moon desfila en la pantalla para sembrarnos una duda existencial en nuestra vida humana, en nuestra rutina carente de reflexión. Un hombre es destinado a la luna con el propósito de desempeñar una actividad para una empresa dedicada a explotar un nuevo combustible, vital para la especie humana, habitante de la Tierra.
Desde allí, y por un período de tres años, aquel astronauta se mantiene a la espera, rodeado de máquinas que facilitan su trabajo, y por ende, su propia condición de ser vivo.
Basada en una atmósfera oscura, salpicada de quietud y recelo constantes por entre los pasillos y entresijos de la nave, el contraste nos lo ofrece una puesta en escena blanca, pulcra, habitualmente impoluta, menos cuando no lo está.

Ópera prima de su director, Duncan Jones, la reflexiva combinación de los elementos y el acontecer de las acciones que concurren a lo largo de la historia, permiten un estado ansioso de continuo deseo de saber que padecerán en el interior de la nave.
La diferencia estriba en el desuso de los tópicos elementos que propician el terror o la intriga; es la ausencia de éstos, unido a esa búsqueda introspectiva del individuo por el propio individuo, lo que demuestra las dificultades de éste por descubrirse ante él mismo.
Sumado al contenido, el continente con el que se envuelve la historia, comprimen las sensaciones que transmiten al espectador. Luces duras, violentas, mezcladas con fondos blancos, y exteriores oscuros, haciendo que cada punto de luz se convierta en un encuadre. Mientras la cámara fluye, el montaje acomoda su ritmo al interior de los encuadres, a las acciones que se suceden en éstos; no bloquea ese estatismo de la acción, permitiendo un dinamismo introvertido de los sujetos que aparecen en el film.

La sencillez de la historia me devuelve la esperanza en la creencia de que menos es más, ya que en un espacio, con un actor humano y un robot, las tribulaciones que cavilan a lo largo del film, inciden en la mente del espectador de forma contundente.

Giorgio
06/11/2009

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Resulta llamativo el planteamiento. Parece una apuesta arriesgada y poco convencional. Este género no suele llamarme la atención, pero la atractiva e inquietante manera que tienes de presentar la película me hace pensar en echarle un vistazo.
Buen artículo, espero que el film esté a la misma altura.

Un abrazo.

Melmoth.

Nacho dijo...

Antes de nada disculparme por mi tardanza en comentar, he estado unos días con un gra resfriado que me ha quitado las ganas de hacer nada.

Pero ahora ya empiezo a recuperarme y he tenido oportunidad de leer tu artículo. Decirte que el film ya que me había llamado la atención por el número de premios recogidos, las buenas críticas, el argumento y ambientación y, elemento que se me antoja importante, el director es hijo de David Bowie. Ya sé que no es motivo para nada, pero tengo gran confianza en este trabajo es más que nada un pálpito.
Después de tu artículo tengo aun más ganas de echar un vistazo a este film que recupera las austeras producciones de ciencia ficción en las que prima más el guión que el efectismo.

Abrazos.