Sweet Corner Vol. 33

|

Oscuridad

Irremisiblemente, unidos a la vida y connaturales a la misma, se encuentran otros elementos menos amables que hacen que esta sea más valorada o que la tomemos como lo que es; un paso fugaz por este mundo. La llamada de la Parca es universal, nadie puede evitarla, darle esquinazo, por mucho que Bergman se empeñase en el Séptimo sello en enfrascarse en una partida de ajedrez que se dilataba artificialmente. Todos, a excepción de tarados excepcionales, tenemos ese miedo sobrenatural a lo desconocido, a lo que está por venir, creo que la misión vital queda clara y diáfana, el jugar nuestras figuras con la máxima precaución para evitar la conclusión a la que estamos abocados.
El tratamiento de este asunto universal es una de las constantes del mundo artístico audiovisual y literario, un vano intento por encontrar respuestas que no existen o por encontrar refugio donde no lo hay. De todas maneras, esta búsqueda no es más que una ilusión quimérica que pretende dar consuelo ocasional a aquellos más aprensivos. Me gusta la teatralidad del film de Bergman, la manera en que desdramatiza el oscuro momento con una triquiñuela que provoca la confusión en el camino marcado para todo ser vivo. Ya lo decía Zenón de Citio, alumno de la escuela cínica: “Para los vivos no tiene sentido preocuparse por ese instante puesto que es ineludible y a los difuntos ya no puede preocuparles puesto que ya de nada se enteran”. La cita no es literal, pero sí el contenido. Pocas veces a lo largo de la historia se ha definido ese último paso de manera más despreocupada o gráfica, es curioso como suele habitual que aparezca un filósofo que nos ponga las cosas en su sitio. Por supuesto, este estoico no fue una excepción y se fue en su momento, como nos pasará a todos.
Otro tratamiento que me pareció interesante fue el que realizó José Saramago en una de sus obras, en ella relataba como la señora de la guadaña decidía dejar de lado sus obligaciones para tomarse un respiro. Por supuesto todo el mundo se alegra enormemente del cese de su actividad, el problema viene con las complicaciones administrativas que trae consigo la ausencia de defunciones: pensiones, enfermos terminales y demás dificultades que provocarán que los personajes de la novela añoren los tiempos en los que el declinar era consustancial a la naturaleza humana. Me resulta esta una idea emocionante que no me sorprendería que se llevase al cine, como ha pasado con su Ensayo sobre la ceguera que parece haber sido un fiasco audiovisual que, a pesar del reparto y meditada trama, ha pasado sin pena ni gloria por las carteleras. Queda patente que este creador tiene cerca el final, lo acepta y reflexiona sobre el mismo. Será una pérdida irreparable, pero está claro que mantiene una actitud altiva y nada tremendista en lo referente a este asunto. Un gran personaje este vetusto escritor portugués.
El devenir, el camino, el viaje vital va unido, como diría Camus o Sartre a la formación de nuestra esencia particular. La tesis existencialista defiende que la existencia, en el caso del ser humano, precede a nuestra esencia. La forja de nuestra personalidad implica que llenemos de contenido nuestro perecedero brillo en este mundo, y algunos sujetos hacen de su labor su particularidad. La dedicación a una profesión artesana como puede ser la dirección o la interpretación, puede provocar que unamos la presencia de ciertos sujetos con su quehacer. Muchos son los ejemplos que podemos encontrar, pero me quedo con el que inspira este artículo y del que nunca más disfrutaremos a no ser que revisemos su filmografía. El otro día nos dejó, en una semana que parece estar plagada de trabajo para la muerte, José Luis López Vázquez. Este entrañable y prolífico hombre ha dejado de existir, pero nos ha legado cincuenta años de esencia, o lo que es lo mismo, de trabajo y abnegación por un medio que evidentemente amaba. Siempre permanecerá presente.

Nacho Valdés

2 comentarios:

Giorgio dijo...

Qué excelente reflexión se desprende desde el interior de ti artículo.
Desde luego, la muerte es la piedra angular para muchos humanos en vida.
Particularmente, ni la niego ni la venero; es un paso, otra escala en nuestra vida, aunque sea el final terrenal.
En homenaje a los que murieron esta semana, también me quiero acordar de Francisco Ayala, escritor que falleció ayer con 103 años.

Suerte a ambos,

"ya no celebro los años, los lamento". Francisco Ayala

Anónimo dijo...

Muy bien artículo, interesantísima reflexión y excelentes referencias.
Tanto las teorías físicas como metafísicas no contemplan la muerte, sino sólo un cambio de estado de energía o un nuevo nacimiento,que afortunadamente y en justicia nunca será involutivo.

Abrazos.

Melmoth.