Sweet Corner Vol. 35
Nacimiento
El germen es una idea, una especie de intencionalidad que surge de manera espontánea y de improviso. Este borrador, si es de alguna manera sugerente, queda anclado en el subconsciente, en el fuero interno del creador. Puede suceder que nunca prospere, que se convierta en un aborto inviable, algo que escape al alcance o posibilidades del ideólogo. Esto último suele ser lo más habitual, que la papelera se llene de proyectos que no conseguirán salir a flote. En ocasiones, sin embargo, el cigoto tiene un progreso adecuado y consigue gestarse en el útero intelectual.
Madura, crece y se desarrolla, va adquiriendo matices hasta que llega a ver la luz. En estos primeros pasos, este embrión debe dar el salto al papel, quedar reflejado en algún lugar que de constancia de su viabilidad como propósito. Tiene que salir de la incubadora y ocupar el lugar que le corresponde en el hogar familiar. El padre se siente orgulloso, ese esbozo podría llegar a ser un adulto digno del amor que le profesa su progenitor.
Hasta este instante son cuatro rasgos, cada vez más definidos, pero no deja de ser una quimera que quizás todavía se malogre. Los retazos apuntados toman fuerza, bullen como un niño que necesita alimento, pide más y ocupa prácticamente la totalidad de la reflexión del pensador. Se deja que repose, que tenga una evolución adecuada y sin contratiempos. Sin embargo, sigue demandando atenciones, desde su cuna llora buscando a alguien que le ampare, que le de sustento para que ninguna malformación o enfermedad se cruce en su camino.
Llegado este punto hay que sentarse con el infante, dotarle de atenciones para que ningún trauma trunque la posibilidad de su existencia, evitando de esta forma que llegue un día en el que sea un adolescente rebelde, un inadaptado que no consiga un hueco en el estrecho mundo en el que le ha tocado vivir. Salen líneas argumentales, se intenta enriquecer esa intención inicial, esa pequeña ocurrencia que ha ido tomando carácter según pasaba el tiempo. El asunto se complica en este instante, el amantísimo responsable intenta darle todas las posibilidades, dotarle de los más elevados cuidados para lograr el objetivo marcado involuntaria e irremisiblemente. Más personajes, multiplicación de aspectos, biografías, tramas secundarias; todo es poco para el retoño y seguro que todas estas dimensiones tienen cabida en la cantidad de legajos que van acumulándose. Llega el instante en que la desesperación es evidente, en el que parece que se han multiplicado los frentes de manera innecesaria, dando la sensación de que la educación está superando la capacidad de absorción del proyecto. Hay que recortar, ponerse firme, evitar los caprichos y las frivolidades y tener la primera charla seria con ese niño que ya puede entender lo que se le dice.
Pasado este primer traumatismo se va perfilando el final, se puede ver como todos los apuntes van tomando coherencia. El autor mira con tristeza al que había sido su brote, ve como ha ido tomando autonomía y se convierte en un ser prácticamente independiente con el que ya no comparte las confidencias de antaño. Tiene entre manos un adolescente, un niño encerrado en el cuerpo de un adulto que cree tener todas las respuestas, que replica sin cesar y al que casi no se puede controlar por ser un tanto rebelde. Se vuelve a implicar al máximo, se vuelca en su instrucción y consigue apaciguarlo con mucho tiempo y dedicación. Logra atisbar en su mirada que se trata de algo de valía, que merece la pena seguir a su lado profesándole cuidados y buenas intenciones. Se pone todo en orden, está prácticamente rematado, parece casi uno de los mayores y el padre se siente orgulloso. Cree que ya puede presentarlo en sociedad, que puede ir soltándolo al mundo para que los demás también disfruten de él.
Un traspié, no pasa nada. El chaval todavía no se siente seguro, la puesta de largo no acontece como se esperaba y el comportamiento no es el adecuado. Se vuelve sobre el invento, se remata y se toman en consideración los consejos de los demás. Todo es poco para esa pequeña idea que se ha visto crecer desde su concepción. Se repasan todos los aspectos, se liman asperezas y el trabajo llega a su fin. El escritor tiene entre sus manos un guión, el fruto de su esfuerzo y dedicación. La sangre de su sangre que ha ido encauzando hasta tener un adulto digno de orgullo; ahora sólo queda que no se quede en una estantería guardando polvo, que alguien le dé la oportunidad de ser rodado. Pero esta es otra historia mucho más complicada.
Nacho Valdés
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3 comentarios:
Ya sólo te queda contar la segunda parte de la historia, que posiblemente será más turbia. Entrañable la metáfora o el símil sobre el proceso creativo ( es que a estas edades no distingo ya esas cosas). Pero recuerda que es más rentable criar pequeños Frankensteins que tengan sus dos días de gloria, que criaturas más hermosas que morirán de inanición tarde o temprano en algún lugar perdido.
Felicidades por el texto.
Un abrazo.
Intentaré seguir tu consejo con respecto a los pequeños monstruos con los que creo que convivo.
Abrazos y a ver si nos vemos pronto.
Preciosa metáfora del amargo proceso de elaboración de un guión.
A veces pienso, lo bonito que es quedarse en el brote, esa idea sin perfilar que garantiza toneladas de ilusión y esperanza.
Sobre todo porque sabes que su sitio no es otro que el segundo cajón del escritorio.
Al menos de momento.
Ya veremos en un futuro.
Dependemos de nosotros mismos, pese a que creamos que no.
Abrazos a los dos, hermanos y colaboradores asiduos en Burdeles Films.
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