MICHELANGELO ANTONIONI: Relaciones contra humanas con acento italiano
"La primera cualidad de un director de cine, es saber ver". M. Antonioni
La primera película dirigida por un director italiano, que tuve la ocasión de ver, fue Roma Città Aperta, de Roberto Rossellini, todo un manifiesto del neorealismo italiano, en la que se hace un retrato fiel y muy agudo de la ciudad italiana durante la Segunda Guerra Mundial; nazis, fascistas, asesinos tal vez, y por supuesto, y como siempre, víctimas civiles, que morían y mueren en el horror de la lucha entre hombres.
Posteriormente vi a L.Visconti, concretamente Il Gatopardo, precisa adaptación de la novela (única) de Giusseppe di Lampedusa, a partir de la cual se describe la difícil situación que se torna en una familia nobiliar, a la llegada de los ejércitos verdes, encabezados por Garibaldi, que atisbaban el final de una época de nobles y reyes.
Michelangelo Antonioni llegó más tarde. De a poco, sin prestarle atención; surgió de una manera casual, sin saber que la película que estaba mirando, estaba firmada por él.
Il deserto rosso fue aquella maravilla, llena de significados perennes en nuestras sociedades, a pesar de que está ambientada en los años sesenta de la ciudad industrial de Milán.
Antonioni emplea todo un abanico de encuadres y composiciones sugerentes para mostrar los peligros de la incomunicación entre hombres y mujeres, más allá de la naturaleza de cada uno de ellos; más allá de su condición social.
Trabaja los estados mentales, los sin sabores de la sicología humana, los traslada a la pantalla, y lo hace de manera feroz, cruel, hasta ahondar en los paradigmas sociales y personales de cada ser humano. A esto hay que añadirle el uso del color, especialmente del contraste de este, con todo el gris industrial, con todos esos colores pardos de las fábricas, de los altos hornos, de las ropas de la gente que trabajan allí; a la contra, el color de la protagonista, su desquiciado tono verde, rojos intensos en sus pronunciados labios, en las paredes del barco.
Si no fuera porque murió el mismo día, aunque con un par de horas de diferencia, que el maestro Ingmar Bergman, posiblemente estaría rodando; eso es porque era un hombre de cine, indiscutiblemente creador, comprometido con aquello que ve, y con lo otro, con lo que se siente dentro de uno mismo, cuando se te agarra a la tripa, y deseas expulsarlo de ti, para albergar una esperanza de sosiego y paz. En eso era diferente.
Su particular forma de mirar trae a nuestros ojos lo más destacable no sólo de la acción, sino de la reacción, siempre humana, en el devenir de los acontecimientos; transporta el interés de un lugar a otro sin importarle la linea argumental, no trabaja para esta, se sirve de ella para ahondar en los sentimientos, dejando a un lado la razón, acercándonos el dedo a la llaga del malestar.
De todas sus películas, hay tres títulos que llaman la atención por la forma en la que está narrado su contenido.
Il deserto rosso, ya comentada unos párrafos más arriba, y en la que la rigurosa lucha interior de una mujer, se ve reflejada en todos aquellos lugares y personas con las que trata.
Blow up, una historia de suspense cuyo protagonista es un fotógrafo de moda londinense, que mediante la ampliación de unas fotografías atisba a ver algo que puede parecer un asesinato; tras la pista, éste se abandona sin control, y queda sumergido en una lucha interna, particular y superficial.
Professione: reporter, donde se desgrana la acción a través de un reportero gráfico que pasea su vida por el desierto, y en el que se deposita un cambio de personalidad transitoria en él. Quizás es una prueba exagerada de lo que nos ocurre en multitud de ocasiones en las que nos encontramos inmersos; unos lo llaman saber estar, otros, quizás, saber interpretar.
Su última pieza data de 2004, y forma parte de una película en colaboración con otros dos directores, Won Kar-Wai y Steven Soderbergh, en la que cada uno firmaba un corto de unos treinta minutos de duración en torno al amor. Me refiero a Eros, y su segmento correpondía al nombre de Il filo pericoloso delle cose. Lo más curioso es que Antonioni filma esta película con medio cuerpo físico paralizado, apoyándose en su hija para dar las órdenes, para traducirle; era evidente que su cerebro trabajaba aún a pleno rendimiento.
Mi más profundo pésame para todos los cinéfilos que como yo, conocieron en su día a Michelangelo Antonioni, a través de sus películas, de su forma de ver y administrar el tiempo en éstas, un tiempo fílmico que nada tiene que ver con la realidad, sino que aun superándola, permite acercarte un poco más a todos las personas que comparten contigo tu áspera vida.
Giorgio
27/03/2009
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3 comentarios:
Que buenos recuerdos me trae Il Deserto Rosso, aunque un poco amargos dada la temática que este genio italiano trata.
Destacar también de este título la sensualidad de la protagonista femenina, todo un volcán en la pantalla.
Por otro lado, con riesgo de equivocarme, decir que la otra peli que he visto de este director, Blow up, me pareció inferior y sobrevalorada por la historia del cine. En fin, para gustos...
Y una última cosa, ya he podido empezar a ver las pelis que me pasaste. De hecho ayer vi Tropa de Élite y estoy flipando todavía.
Abrazos.
Pues menudo "peaso"de artículo que te has marcado tigre,cuando he terminado de leerlo me he quedado con la misma sensación que cuando me leí el de Sebastiao salgado o el de MAGNUM PHOTOS,que no sé si lo que me resulta más atractivo es el personaje del que escribes,o la pasión y la convicción con la que lo haces.
Un abrazo
Me alegra mucho que os guste mi artículo.
Aunque tengo que desarrollar más algunas cosas de los textos, de momento me siento satisfecho por la acogida de los mismos.
Espero que las películas, autores y fotógrafos de los que voy hablando, os sirvan para que conozcáis un poco más de su obra.
PD: Aún estoy esperando tu artículo, salsaKABRON.
Abrazos para todos (y para vuestras amadas)
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