Sweet Corner Vol. 3

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La bestia

Uno de los aspectos del mundo del cine que más me fascinan es la capacidad que tiene la industria para fagocitar individuos. Es recurrente el eterno carrusel de caras que deambulan por la gran pantalla, unas se quedan, otras desaparecen y unos pocos se evaporan para luego regresar laureados y subidos a hombros de la crítica y público.

No puedo imaginarme cómo sería esto en un inicio, aunque con un poco de imaginación podemos intuirlo. Seguro que al principio, cuatro visionarios se juntaron para rodar con lo que era una nueva técnica narrativa. Se trataría, con toda seguridad, de un cine experimental que poco o nada tendría que ver con lo que se desarrolló con posterioridad.
El caso es que algún listo, como siempre, se daría cuenta de las posibilidades económicas que el nuevo invento tenía. Alguien se percataría de la fascinación que ejercía la proyección sobre los pueblerinos incultos que dejaban su dinero a la puerta del espectáculo, en este sentido se puede afirmar que la cosa no ha cambiado tanto.

De estos primitivos pasos, seguiría la etapa del cine mudo. Aquí las historias ya van enfocadas a cierto tipo de público, ya se comienza a trabajar profesionalmente para lograr recuperar la inversión realizada. Comienzan a nacer las estrellas cinematográficas, los primeros actores se conviertan en los nuevos ídolos de masas y esto no pasa desapercibido para los avezados industriales a la espera de una oportunidad para medrar. Aquí es donde, con toda probabilidad, nacen los estudios como negocio. Los artistas pasan a trabajar bajo nómina y el cine se comienza a ver como un entretenimiento que arroja increíbles dividendos.

Saltando unos cuantos años, nos situamos en los años finales de la década de los treinta. Ya están configurados los grandes estudios, el cine es definitivamente uno de los mejores negocios de la historia. El dinero corre a espuertas, todos pueden participar del reparto y, en apariencia, la felicidad es palpable. Sin embargo, algo ruge en las tripas de la bestia. Los actores son controlados férreamente, los guionistas y directores trabajan a destajo y son sólo unos pocos los que se reparten las millonarias ganancias.

Parece ser que durante la década de los cuarenta y cincuenta los contratos exclusivistas provocaban que los estudios, al modo de equipos empresariales, tuviesen en nómina a un equipo fijo que era el que sacaba adelante todas las producciones. Todo era brillo y esplendor, pero era la superficie de un negocio que empezaba a convertirse en sucio y controvertido. Los actores, por ejemplo, debían seguir una determinada etiqueta en todos los momentos de su vida. La imagen exquisita no debía romperse de ninguna manera, debían estar todo el día perfectos para que la publicidad fuese la adecuada. Aquí comenzamos a ver los primeros juguetes rotos que caían en la desgracia de las adicciones o el olvido.

Aunque nada comparado con el momento actual. La industria es especialista en ensalzar, para luego destruir a quien necesiten. Me imagino al pobre cateto de provincias que, con la ilusión de un triunfo fácil, acaba cayendo en alguno de los circuitos de Hollywood. De estos, un pequeño porcentaje triunfa, otros se quedan en la cuneta esperando la oportunidad de medrar. De los que aparecen en pantalla, algunos tienen una intervención fugaz y otros un éxito de ida y vuelta a las provincias. Cuantos sueños y lágrimas caen por el camino. Los más afortunados, consiguen tener una pequeña resonancia para luego hundirse en las marismas de la drogadicción, el alcoholismo y la desesperación.
Este es el destino de muchos, un camino sin retorno en el que el cine masticará, tragará y luego vomitará los restos de los pobres ilusos que llenaron sus maletas con ínfulas de triunfo.

Nacho Valdés

2 comentarios:

Giorgio dijo...

Bien, ¿pero que actividad/profesión no tiene ínfulas de triunfo entre sus seguidores/profesionales?

No creo que buscar reconocimiento sea motivo de desdicha.
El problema es que las causas ya no son las de antes; no hay causas más allá de la pasta, solamente ésta es el elemento motivador del ser humano actual.

Buena reflexión sobre la BESTIA. Pero, ¿será una bestia vital?

Abrazos

Nacho dijo...

Eso es: pasta, pasta y más pasta...