Sweet Corner Vol. 4
Eternos clichés
El mundo del cine es uno de esos lugares comunes donde viven, perviven y se reproducen muchos de los paradigmas sociales que sólo existen en la ficción. Evidentemente, estos se alimentan de la realidad, aunque cuando llegan al cine se distorsionan y se convierten en pasajes reconocibles que todos aceptamos como inherentes a la gran pantalla.
Uno de estos aspectos que me interesan sin saber el porqué, es el de la relación del alcohol con esta industria. Hay multitud de ocasiones en las que las bebidas espirituosas están necesariamente atadas a ciertas historias, éstas no serían lo mismo sin apoyo etílico que un buen bourbon supone. Existen multitud de ejemplos en los que se da rienda suelta a la vía narrativa basada en la ingesta de bebida, o en los que los personajes aparecen indefectiblemente asociados a la botella o sus derivados. De estos casos, algunos están justificados, otros son estúpidos y otros sorprendentes; aunque lo que está claro es que los aceptamos de manera que este elemento se ha convertido como definitorio de cierto tipo de cine.
El cine negro es una clara muestra de la unión que se produce entre personaje y alcohol. Qué sería de un detective sin esa dosis de alcohol en sangre, sin esa varonil manera de aceptar un güisqui mientras deja las cosas claras frente al malo de la película. Algunas películas representativas, por lo menos desde mi punto de vista, son la inigualable Chinatown de Polanski o LA Confidential de Curtis Hanson. En la primera, aunque tampoco es definitorio, Jack Nicholson aparece emparentado con la bebida. En esta magistral película, narrada excepcionalmente por el genio polaco, los suburbios, la alta sociedad y los intereses económicos se agitan y entremezclan en un ambiente de ebriedad.
En la segunda, la relación está patente y mueve el guión a golpe de borrachera. En todos los momentos claves, el alcohol es el detonante para algunos de los acontecimientos que van determinando este increíble trabajo de guión.
Qué decir del western, género indisociable del alcoholismo más lúdico. Cowboys, buscavidas, cuatreros y demás comparsa en este tipo de películas hacen generoso uso de las virtudes de una buena copa. Uno de los aspectos que siempre me han cautivado es la capacidad que tienen estos rudos personajes para beber, ya pueden estar en medio del desierto, en las frías montañas o dónde sea que siempre hay una botella a mano a la que echar un lingotazo. Un trago que se me antoja como ardiente al atravesar la garganta de estos tipos duros, quién es el loco que bebe güisqui caliente en el desierto.
Algunos casos que explotan este filón son la todavía no iguala Grupo Salvaje de Peckinpah o Río Bravo Howard Hawks. En la película del genial Peckinpah, el salvajismo otorgado por la desmesura o la camaradería que brinda una buena bebida quedan patentes en diferentes escenas que, por lo menos a mí, se me han instalado en la retina. En el otro ejemplo, que sirve de modelo para el género, el bueno de Wayne debe enfrentarse al enésimo grupo de villanos con la ayuda de un incombustible borracho que debe superar sus problemas para lograr hacer frente a la situación.
Por supuesto, en este repaso, no pueden faltar los héroes etílicos que se levantan de sus cenizas para salvar a la humanidad. Aquí es donde se encuentran los casos más extremos y ridículos, en los que asciende a un lugar primordial Bruce Willis y sus atormentados personajes. Desde Jungla de Cristal hasta El último boy scout, sus héroes se pillan unos mocos tremendos para después con la resaca salvar al mundo y cargarse a todos los malos.
En definitiva, cine y alcohol es uno de esos tándems inseparables que nos seguirán deparando alegrías en el futuro.
Nacho Valdés
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1 comentarios:
¿Que sería la vida sin alcohol? Y el cine, ¿que sería el cine sin alcohol y tabaco?
En fin, no sería cine, sería otra cosa.
Un abrazo
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